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«Mandarinas» (2013): La tolerancia dentro de la intolerancia…

Fuentes: Rebelión

Para hallar la razón ante los imbéciles, la solución está en no hablar con ellos. A. SCHOPENHAUER.
Nos acercamos más a los grandes cuando somos grandes de humildad. RABINDRANATH TAGORE
¡Triste época la nuestra! Es más fácil desintegrar un átomo que superar un prejuicio. A. EINSTEIN.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX se establecieron en Abjasia aldeas estonias. La vida de sus habitantes se vio alterada por la guerra de Abjasia (1992-1993), un año después de caer la URSS. La mayoría regresó a Estonia y deshabitó sus aldeas. Pocos se quedaron. El éxodo fue masivo. Como el de hoy en Ucrania tras la invasión de EEUU y la OTAN, a partir de la guerra programada por la Rand Corporation en 2019 y puesta en escena en 2022. No por Rusia, como cacarean Occidente y los medios que obedecen al diktat del Imperio sionista-gringo. El contraste entre el éxodo, que no se ve, y la soledad que retrata, el uso del método inductivo, de lo particular a lo general, más la humildad del protagonista, Ivo, así como de Margus, el que cree que la guerra es por sus mandarinas, mientras aquél cree que es por la tierra y sus recursos, terminan por reflejar cómo se da la tolerancia dentro de la intolerancia… Desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños va este texto sobre Mandarinas.

Síntesis de aquel éxodo: la guerra en Abjasia se libró entre fuerzas oficiales de Georgia y separatistas de Abjasia, FFAA del gobierno ruso y militantes norcaucásicos. La etnia georgiana residente en Abjasia luchó junto a las fuerzas oficiales georgianas. Su manejo se agravó por la ‘guerra civil’ en Georgia, entre simpatizantes de su derrocado presidente Zviad Gamsakhurdia (1991/92) y el gobierno posgolpista de Eduard Shevardnadze, igual que por el pleito entre Georgia y Osetia del Sur (1989). Hubo violaciones de DDHH, excesos de ambos lados y atrocidades cuyo tope lo marcó la batalla de Sujumi (27.09.1993) a la que, según la Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa (OSCE), siguió una masiva limpieza étnica contra los georgianos. Pleito que en el filme enfrenta a abjasios, chechenos y georgianos. Algunos datos del horror: entre 13 y 20 mil georgianos y tres mil abjasios asesinados; 350 mil desplazados internos y/o refugiados y casi 5.000 desaparecidos.

El punto de partida de Mandarinas, último filme del Ciclo La guerra en el cine, del Cine-Club Al Filo del Tiempo, consiste en si las cajas son para frutas o para explosivos, como imagina el que los usa: Ahmed, quien en compañía de Ibragim irrumpe en casa de Ivo a sacar información y exigir comida. En ella no hay nadie más. Solo Ivo. Toda su familia se fue a Estonia al acabar la guerra. Él, no quiso irse. Y le pide al mercenario no atreverse a citar a su nieta. Ahmed le pasa la foto de Mari a su colega Ibragim, llama abuelo a Ivo, lo considera buen hombre, aunque siente que sea ‘tan viejo’. Aunque, por contraste, lamenta que los hombres valientes, como él, envejezcan. Así, el abuso ingresa al espacio diegético del filme. No obstante, más tarde Ivo cree necesitar al médico Juhan para atender al par de combatientes, Ahmed y Nika, que, por la misma razón, la guerra, ha aterrizado en su morada. Y aquí el primero cree que Ivo está loco por haber traído a casa a un combatiente georgiano.

Porque, para Ahmed, Nika es un enemigo nato al que anuncia que va a matar: ‘Tu esfuerzo fue en vano’, le dice a Ivo. Sin embargo, recula y le pide perdón. Pero, fue que, de paso, los georgianos mataron a su amigo Ibragim. Aun así, Ivo le refresca la memoria al señalar que el musulmán mató a dos georgianos. En todo caso, para Ahmed es inútil que Ivo cure al georgiano y su venganza no termina sino cuando se sacie. Aun así, tampoco se olvide que la vida es un rompecabezas que se burla de cuanto hijodeputa se quiera cagar en algo (1). Como se verá al final. El médico Juhan anuncia que el checheno estará bien en una semana, mientras la recuperación del georgiano depende de su organismo y en especial de su cabeza: la que le da más vueltas que la ejecución de un acuerdo de paz. Juhan, Margus e Ivo tiran la furgoneta de los georgianos por un despeñadero: el médico, pensó que explotaría; para el segundo: ‘Estallan en el cine’. Ivo tercia: ‘El cine es un gran engaño’. Como todo acuerdo de paz (2).

Aquí arriba el humor al filme, no pocas veces cargado de chispa negra e ironía. Como cuando Margus piensa que los heridos están arruinando el negocio de sus frutas e Ivo cree que, por eso, Ahmed y Nika no pueden matarse entre sí. Lo que lleva a Ivo a preguntarle al checheno, si matar a una persona dormida (siendo el sueño, sin lastres religiosos, un acto sagrado como pocos son), incluso inconsciente, ¿también es sagrado para él? Recuérdese que Ahmed quiere vengar a su amigo Ibragim con Nika, quien a cada instante alucina más que el demente Ru(a)dolf Hitlerklein Hernández con la presidencia (3). Tres elementos básicos confluyen aquí, todos inherentes a la guerra: enfermedad, locura, muerte. Según Margus, georgianos y rusos están por llegar a la zona. Y nadie recogerá la fruta: así, las mandarinas se quedarán en los árboles. Él, llama a esa guerra, ‘la guerra de los cítricos’ porque piensa que va contra sus mandarinas. Para Ivo se trata de una lucha por la tierra y sus recursos. Como lo es toda guerra.

Y de las élites contra la Humanidad. Como en Ucrania ahora, una guerra por el hambre y que por lo mismo es ‘la guerra que llega a todas partes’, como sostiene Fabrizio Casari, obvio, por su impacto sobre la inseguridad alimentaria que se cierne sobre el planeta (4). Margus insiste que es por la tierra donde crecen sus mandarinas. Ivo cree que aquél se ha vuelto loco con sus frutos. Los de una tierra que, piensa, ahora es libre y por lo cual apenas pueda se va para Estonia. Mientras tanto, Juhan asegura que Nika ha recobrado la conciencia. Ya recibe alimentos en su boca y da gracias por todo, por lo cual le pide que trate de hablar menos. Ahmed pregunta si ‘ese cerdo se despertó’. Ivo le dice que ‘está loco’, que no le haga caso. El prurito de matar anima la queja del musulmán que no empata con la vida, aunque peque y rece. Ivo va al cuarto de Ahmed y le advierte que en su casa nadie mata a nadie si él no quiere. Diálogo que, aun con las tensiones obvias, apunta ya a la tolerancia dentro de la intolerancia.

La de la guerra, que separa a humanos y familias, divide a sus pueblos, liquida a sus habitantes, ante la desidia de quienes la organizan sin más afán que lucrarse con el vil metal. Ese ‘alcahuete’ entre la necesidad y el objeto, la vida y los medios de vida del hombre, dice Marx para citar luego a Shakespeare (5): “¿Oro? […] / Con él se torna blanco el negro, y el feo hermoso; virtuoso el malvado; el anciano, mancebo; / valeroso el cobarde y noble el ruin. / El oro… desplaza al sacerdote del altar / y retira la almohada a quien yace enfermo. / Este esclavo dorado ata y desata / vínculos consagrados; bendice al maldito; / hace amable la lepra; honra al ladrón / y le da rango, poder y preeminencia / en el consejo de los senadores; conquista pretendientes / a la viuda […]; / es como un bálsamo que rejuvenece / y pinta con colores de la primavera / a los pacientes de pútridas lacerías / arrojados con asco de los hospitales. ¡Oh, maldito metal!, / vil ramera de los hombres, / que enloquece a los pueblos”.

Maldito/vil metal del que sacan ventaja los políticos, los ‘filántropos’ que diezman a la Humanidad, los interesados en las guerras de cuarta generación (6), las mismas que han hecho del Pentágono la verdadera, por falsa, capital del mundo. Todo, por la insaciable búsqueda y/o robo de recursos naturales y, ante todo, por las fuentes de energía: gas, petróleo, carbón. Ahmed le reconoce al ‘abuelo’ Ivo que le salvó la vida. Éste, persiste en lo que le ha dicho. El matón le da su palabra de que no matará a Nika en su casa. Juhan parte para Estonia al otro día. Para éste es mejor que Ivo se vaya a Estonia, que piense en su nieta, la bella Mari. El abuelo le dice que está muy bien, que no se preocupa por ella. Ahmed se disculpa sobre lo dicho en torno a Nika. Está enojado, pero reconoce que los chechenos, por lo normal, respetan a sus mayores y ‘mucho’ advierte el cipayo. El abuelo se sorprende al tener que observarle si no le importa cómo se llama él. Ahmed apunta que claro, cómo no. ‘Soy Ivo’.

Y pasa a presentar a los enemigos: ‘Él es Ahmed y él es Nika’, les dice a uno y a otro. Al verlos, cualquiera podría pensar que ante su conducta de imbéciles en no hablar con ellos estaría la solución. Pero, no. Mediante una hábil vuelta de tuerca, Urushadze, el guionista, le tuerce el espinazo a lo previsible y, poco a poco, va acercando a sus personajes gracias a los recursos de la racionalidad, el diálogo abierto, la humildad y manda a volar al zarzo a la soberbia para caer, sin caída, en aguas de la lucidez, la franqueza, la amabilidad, hasta llegar a los (no pocas veces) difíciles terrenos del entendimiento, la bondad, la entrega sin reparos. ‘Es un placer’, dice Ahmed. ‘Escucha georgiano. Es probable sepas ya que no hay ninguna razón para tener miedo’ pues le prometió a su ‘salvador’ que no mataría a Nika dentro de su casa. Pero, le advierte no salir de ella porque sin dudar lo hará. Lo que de por sí deriva en tácito anuncio de lo que vendrá cuando lleguen los abjasios y para todos se arruinen las cosas.

Al respecto, cabe recordar a Fassbinder, quien decía: ‘Solo quien no tiene ningún tipo de miedo puede amar libremente’. Y ese miedo es la antinomia de la libertad, la que depende de la capacidad de los seres humanos para separarse del prejuicio. Razón principal por la que se ha citado a Einstein al comienzo: una víctima involuntaria de su propio aserto. El que lo llevó, justo, a desintegrar un átomo, pero no a superar el prejuicio: lo que propició impedir, al filo del tiempo, la libertad de todos los hombres, de la Humanidad, al dar pie con su fórmula para la creación de la bomba atómica, aun pensando en que no estaba causando ningún daño a unos ni a otra. En tal sentido, Ivo le hace ver a Margus lo estúpido que resulta hacer negocio con las mandarinas en medio de la guerra, quizás como quien de paso alude a la nobleza de los frutos de la Tierra. Nomás pensar en hacerlo ya es absurdo. Ambos, se sientan de espaldas a la cámara a conversar sobre si Ahmed y Nika van a matarse y concluyen que dijeron: ‘No’.

Margus e Ivo concluyen, a su vez, que aún hay gente que respeta su palabra, el honor, la decencia. Claro, no se refieren a político alguno, menos en época de elecciones, cuando cualquiera se une a otro, o lo traiciona, y todo está bien o sigue igual: la corrupción, ídem (7). El ejemplo de Ivo, quizás por emulación, lleva a Margus a invitar a Ahmed o a Nika, a su casa, tal vez con el afán de mitigar tensiones. Lacónico, con un carraspeo, Ivo lo desaprueba. Y, de paso, le pide calma al preguntarle si irá a Estonia con él. En la noche, Margus e Ivo juegan damas, mientras Nika se empeña en recuperar su casete que, a la postre, en acto de trágica justicia poética será para otro, que por su lado aprenderá otra lección de tolerancia dentro de la… Aquí cabe decir que quien forja una alegría para sí, a veces no cae en ella. Nika, levanta la cabeza y ve la foto de Mari, cuya belleza ya habían admirado Ibragim y Ahmed: aún dentro del horror es posible percibir/admirar la belleza, parece decir Urushadze.

Las diferencias por la guerra se trasladan a la esfera de la música, de los gustos de Nika y Ahmed, en tanto aquél reclama a Ivo si es posible cambiar la pieza que lo aliena. Viene luego la pugna por la escuela georgiana y chechena y si es que aún tienen escuelas… ‘¿Por qué sonríes, extranjero? ¿Qué perdiste en Georgia?’, pregunta Nika a su cuasi verdugo. Éste responde con un timo, propio de los mercenarios: ‘Estoy protegiendo una pequeña nación de extranjeros como tú’. ‘¿Estudiaste historia? ¿Leíste algún libro?’, pregunta Nika. Ahmed: ‘No voy a contemplar tus palabras. No me importa lo que balbuceas’. Al caer Nika, luego de levantarse a golpearlo, le suelta: ‘No saltes si tu culo no te sigue, gusano’, la típica ofensa del que, por falta de argumentos ve perdida su batalla. O del que piensa que lo importante es la autoridad como argumento y no, como debe ser, el argumento como autoridad: de contera, la forma más sencilla de acercarse a los grandes con la más eficaz de sus armas, la humildad.

‘¡Fuera de mi tierra, hijo de puta!’, le suelta con furia Nika. Y Ahmed lo acusa de idiota, por no entender que esa tierra no es de Georgia, sino de Abjasia. En lo que solo en parte tiene razón si se considera a Marx y una de las tesis centrales del método científico marxiano: ‘La tierra para el que la trabaja’ y a esa idea los georgianos hacen un aporte capital. Pero, al fin dos carros llenos de abjasios llegan a la casa de Ivo, quien pregunta a Ahmed si cuando entren va a entregar a Nika, por su condición de georgiano, enemigo histórico de los chechenos. E Ivo le advierte que, aunque los abjasios hablen mal de los georgianos, debe guardar silencio. Se saludan Ivo y Aslan, quien observa que, en la quebrada, junto a las mandarinas de Margus, vieron una furgoneta georgiana y que en su casa hay un auto. Ahmed le señala a Ivo, para ofenderlos, que los georgianos no saben hacer ‘Shashlik’, ese pincho de carne asada tan popular en Rusia, el Cáucaso y Asia central, pero creen que sí saben, como con todo lo demás.

Y qué es todo lo demás, pregunta Nika, y qué otra cosa no saben hacer los georgianos, le increpa. Es un hecho que no saben hacer Shashlik ni luchar, dice Ahmed. Ivo interviene para preguntarles sobre lo que les pasa: todo el tiempo gritando ‘te mataré, te mataré’ y, ¿acaso quién les dio el derecho a vociferarlo? Ahmed cree que es la guerra. ‘¡Imbéciles!, les grita Ivo con sobradas razones: no hay nada más próximo a la idea de la guerra que la imbecilidad, la inconsciencia, el absurdo. Margus sirve trago, excepto a Ahmed que no bebe. Y brindan, a petición de Ivo, ‘por la muerte’. Y pide a Margus que beba, pero éste no puede brindar por la muerte. ‘¿Por qué? Es tu propia madre’, le recuerda Ivo. ‘Somos hijos de la muerte’, añade. Como podrían decir también los fosacomunianos hijos putativos del uribato; pero, sobre todo, los diez millones de víctimas de sus desafueros. Ahmed, tercia: ‘Perdóname Ivo, en nombre de Alá, que no va a suceder de nuevo’. ‘Es absurdo obligarlos a sentarse en la misma mesa’.

Margus reacciona diciendo que beberá por la vida. ‘No, por la muerte’, corrige Ivo. ‘Dedico este brindis a la muerte’. Aquél cree mortificar a todos con el asunto de las mandarinas. Pero, Nika lo desmiente. Lo cual le impulsa a sostener que no es el dinero lo que importa, sino la cosecha que se pierde. Ahmed cree que puedan ayudarle y Nika asiente. Lo cual habla del sentido de cooperación que anima al grupo, aun dentro de las adversidades de la guerra. De pronto, en medio de la calma, se oye una explosión. Tal vez se trate de que atacan a Aslan y demás abjasios junto al río. Ahmed ofrece dinero a Margus para que vaya a Estonia. Pero, éste se niega a recibirlo por tratarse de ‘ese dinero’. Esto es, dinero de mercenarios, los que a lo largo y ancho del mundo hoy comercian con la muerte, facilitan el narcotráfico, haciéndole un gordo favor a los gringos y uno flaco a la Humanidad, asesinan presidentes. Ahmed le espeta una verdad de a puño a Margus: ‘Soy mercenario. Es mi sueldo’. Así sea…

Tanto Nika como Ahmed lamentan la muerte de sus respectivos compañeros, luego de discutir sobre la tolerancia del segundo con el cristianismo, siendo musulmán, y con todas las demás religiones el primero. A Ivo lo complace tanto entendimiento mutuo, el de quien no quiere imponerle nada al otro, al menos desde ‘la mentira del cine’, ya que la verdad de la guerra es otra cosa y si no véase la parte dos de Quemados por el sol – Éxodo (2010), filme de Nikita Mikhalkov que en tres horas muestra de forma inefable e indiscutible lo asquerosa que es la guerra (8). Y es que, no se olvide, el arte miente, pero para decir la verdad. Ivo cree que Margus debería haber aceptado el dinero de Ahmed: ‘Te lo ofreció de corazón’. Sí, pero aquí lo atraviesa la flecha/cupido de la ética. Y Margus es el arquero de ocasión. Entonces, la oferta de Ahmed para que fuera a Estonia se queda sin piso. Mientras, Ivo charla sobre Mari con Nika, su familia, qué hace: ‘Soy actor. De teatro’. ‘¿En serio? ¿Y de cine, también?’

Y Nika agrega que no, porque eso es raro. Georgia ni Estonia producen filmes. No hay dinero. Así que por eso se unió a la guerra. En otras palabras, la guerra como factor de desempleo, de marginamiento, de exclusión, en fin, de ninguneo. Ivo le promete que cuando la guerra termine irá a Tiblisi y lo verá actuar. ‘Después recordaremos estos tiempos’. Y Ahmed estará en el teatro junto a él y lo aplaudirá. En medio de la risa, cuando simula aplaudir como haría Ahmed al ver actuar a Nika, Ivo levanta la cabeza y a través de la ventana ve, de nuevo, aproximarse el horror de la guerra, su realidad de espanto, estupidez, absurdo, cuando varios hombres de camuflado verde bajan de un campero Uaz y llaman justo a Ahmed hacia donde están. Cruce de balas. Cae Margus, a quien después recoge Ivo. Cuando Ahmed cree que todos están muertos y Nika sale de la casa y se acerca al grupo de víctimas, para sorpresa de aquél recibe un balazo del milico moribundo que antes lo había retado a hablar en checheno.

Milico al que ya había llamado ‘imbécil’ y por lo cual él mismo ordenó a su subalterno dispararle. Por contraste, en medio de la belleza, el sentimiento y la tristeza de una música que conmueve, Ivo y Ahmed recuestan dos féretros contra el taller del primero; fuman; y, por último, entierran a Margus y a Nika, en distintos lugares. Ahmed pregunta dónde e Ivo le dice que al lado de su hijo, caído cuando empezó la guerra. Una guerra de nadie, en la que él se jactó de ir a defender ‘nuestra tierra’. Pero, su hijo no le escuchó que era ‘una guerra de nadie’. Aun en el dolor, hay cabida para el humor. Ahmed le dice a Ivo que, si en vez de a Nika lo hubieran matado a él, ¿lo hubiera enterrado junto a su hijo? Ivo: ‘Sí… pero, un poco más lejos’, por cabronazi, ajá. Ahmed no sabe cómo darle las gracias, por todo. Como ya lo había hecho Nika. Ivo le pide irse pues las despedidas no le gustan. Ahmed sube al jeep y arranca. Más adelante, coge el casete que Nika con tanta paciencia rebobinó y lo pone a sonar.

La música logra construir lo que la guerra destruye: unir a los pueblos y más allá a sus habitantes. Si hay un hecho que derive naturalmente de la guerra es el éxodo, el que es concomitante a su inercia repugnante. La soledad que retrata el filme va de lo particular a lo general, en una extraña coincidencia de parejas o tríos de oposición: dos hombres de paz contra dos de guerra; dos explosiones que apuntan a dos casas; tres grupos étnicos versus enfermedad, locura, muerte o tres formas de exterminio. No se trata de una guerra contra los cítricos, sino de un combate sin piedad por el control de la tierra y sus recursos. Una diatriba antimilitarista/antibelicista bajo el traje de la humildad. Humildad que hace más grandes a los que se acercan a los más grandes sin fines de utilitarismo, apenas con el afán de dar lo mejor de sí mismos, como principalmente lo hacen Ivo y Margus. Del éxodo cae la xenofobia. De ella brota la mano de obra barata. Y de esta se alimenta ese parásito llamado capitalismo.

En conclusión, el capitalismo se nutre de la guerra, así como los hombres son expulsados de su tierra por ella. La tierra no es de por sí de quien la habita, sino ante todo de quien la trabaja. De ahí se colige que los campesinos, negros e indios, son los dueños naturales de aquella, no los empresarios, banqueros e intermediarios que los explotan, masacran, expulsan. La guerra separa a humanos y familias, divide a sus pueblos, liquida a sus habitantes, en medio de la indiferencia de quienes la organizan sin otro prurito que el de llenarse los bolsillos con el vil metal. Vil metal del que sacan ventaja políticos, ‘filántropos’ y demás sanguijuelas que diezman a la Humanidad a través de las guerras de cuarta generación que han hecho del Pentágono la apócrifa capital del mundo. El guionista le tuerce el espinazo a lo previsible y acerca, poco a poco, a sus personajes gracias a la racionalidad, el diálogo abierto, la humildad y manda a la mierda la soberbia para caer en aguas de la lucidez, la franqueza, la amabilidad.

Hasta acceder al entendimiento, la bondad, la entrega sin reparos. El miedo es la antinomia de la libertad, la que depende de los seres humanos y su voluntad de poder para separarse del prejuicio. Razón principal por la que Einstein fue una víctima involuntaria de su propia obra: la que lo llevó a desintegrar un átomo, pero no a superar el prejuicio, lo que impidió, al filo del tiempo, la libertad de la Humanidad, al dar la fórmula para crear la bomba atómica. Aún hay gente que respeta su palabra, el honor, la decencia. Sin que ello implique referir a político alguno, menos en época de elecciones, cuando cualquiera se une a otro, o lo traiciona, y todo está bien o sigue igual: como la corrupción. El que ofende es el que, sin argumentos, ya perdió su batalla. O el que cree importante la autoridad como argumento y no el argumento como autoridad: la forma más sencilla de estar junto a los grandes con un arma muy eficaz, la humildad. Imbecilidad, inconsciencia, absurdo son lo más próximo a la idea de la guerra.

Para terminar, quizás baste decir, Ivo encarna la humildad, la compasión, el dar. Junto a Margus y a Juhan, encarna la antítesis de la soberbia, la mezquindad, la avaricia. Su vida de solitario está encaminada a estar sin estar con los demás en el mundo, como decía el filósofo. Solo que él va de la abstracción metafísica a los hechos concretos. No busca aceptación, reconocimiento ni fama: solo atesora la dicha de hacer, el goce de dar y la tolerancia dentro de la intolerablemente intolerante intolerancia de la guerra. Si brinda por la muerte es para estar más cerca de la vida, así el hecho sea tan incongruente como el que las frutas estén en zonas de violencia. Ivo es el motor de un grupo con sentido de cooperación, aun dentro de las adversidades de la guerra. Hoy esta no es sino un asunto de comerciantes de la muerte, asesinos de presidentes, facilitadores del narcotráfico, que favorecen a los gringos y afectan a la Humanidad, bajo el engañoso mote de la ‘seguridad nacional’ solo cierta para EEUU (9).

A Santiago, hijo adorado, por quien en esencia aborrezco la guerra… sin olvidar al resto.

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) https://blogs.elespectador.com/cultura/el-magazin/los-condores-siguen-volando-todos-los-dias

(2) https://rebelion.org/el-engano-que-se-veia-venir/

(3)https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=10229405279576832&id=1244830162&sfnsn=scwspwa

(4) https://rebelion.org/ucrania-la-guerra-que-llega-a-todas-partes/
https://rebelion.org/la-guerra-en-ucrania-nos-lleva-a-una-catastrofe-alimentaria-mundial/

(5) Marx, Karl. Manuscritos económico-filosóficos de 1844. Edit. Grijalbo, México, 1975, 160 pp.: 156.

(6) Pozzo, Jorge. Guerras de 4ª Generación. PDF, 198 pp.: 195-198.

(7) Eso pasa hoy en Fosa Común, con el candidato a la presidencia que acusado de corrupción dice que va a luchar contra ella: Ru(a)dolf Hitlerklein Hernández, como ya se le conoce.
https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=10229405279576832&id=1244830162&sfnsn=scwspwa

(8) https://ok.ru/video/2556272642584

(9) https://rebelion.org/ucrania-biden-pide-mas-guerra/

FICHA TÉCNICA: Título original: Mandariinid. Español: Mandarinas. Inglés: Tangerines. País: Georgia / Estonia. Año: 2013. For.: 35 mm; color; 87 min. Género: Drama / Guerra. Guion y Dir.: Zaza Urushadze. Mús.: Niaz Diasamidze. Fot.: Rein Kotov. Int.: Lembit Ulfsak (Ivo); Elmo Nüganen (Margus); Giorgi Nakhashidze (Ahmed); Mikhail Meskhi (Nika); Raivo Trass (Juhan); Zurab Begalishvili (Aslan); Kakha Arevadze (Ibragim); Ann-Heliin Saadoja (Mari). Prod.: Ivo Felt (Estonia) / Zaza Urushadze (Georgia). Dist.: Allfilm / Cinema 24. Filme nominado al Oscar a mejor Película Extranjera en 2014. Nominada al Globo de Oro a la Mejor Película de habla no inglesa en 2014. Enlace: https://drive.google.com/file/d/1qeerHkCQlDiZ1JKlUwy3Wab6jpOXyjnK/view?fbclid=IwAR1gfSmi4lRxI0lc76CpnifuGM8wbjOUhU78zfWTWtOkwO5OHysuASkeABY

  • (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre Manuel Zapata Olivella y Changó, el gran putas, fue lanzado por UFES (20/feb/2021). Autor, traductor y coautor, con Luís E. Soares, en el portal Rebelión, EE y Las2Orillas. E-mail: [email protected]

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.