La escasez mundial del mineral contrasta con las millonarias reservas bolivianas y despierta la codicia transnacional. Evo Morales apuesta a que el Estado dirija la explotación estratégica.
La noticia no es nueva y tiene dos partes. Por un lado el litio -elemento Nº 3 de la tabla inventada por Dimitri Mendeleiev- ha encontrado un lugar de privilegio para la tecnología y, en segundo lugar, Bolivia posee las mayores reservas mundiales del mineral.
Lo que sigue a continuación es fácil de adivinar: la explotación del recurso ha despertado el interés de las multinacionales por los privilegios de su explotación y dicho interés encuentra esta vez el escollo de que implica lidiar con los criterios conservacionistas y nacionales del presidente Evo Morales.
Cuando en circunstancias «normales» -y propias del universo neoliberal- la cuestión se hubiera zanjado con un pésimo acuerdo comercial en el que los privados se llevarían todo y el Estado no recibiría nada, el presidente Morales ha decidido que será Bolivia la que encare la industrialización del ahora estratégico insumo. De esa forma, cumple en la práctica con algo que la presidenta de Argentina, Cristina Fernández, suele usar como muletilla de sus discursos «debemos sumar valor agregado a las materias primas que exportamos y no conformarnos con ser meros exportadores de productos básicos».
En lo que va del año, representantes de las empresas interesadas en el litio boliviano han visitado el país para hablar de sus proyectos y se han encontrado con la poco agradable sorpresa de que el gobierno de Evo Morales les exige invertir en fábricas de baterías de litio en lugar de explotar solamente la materia prima.
Entre las empresas interesadas se encuentran, la Mitsubishi y la Sumitomo de Japón, LG de Corea del Sur y Bolloré de Francia quienes se han topado con la tenacidad nacionalizadora y de defensa de los recursos naturales de gobierno de Bolivia.
Concientes de que a corto plazo las reservas bolivianas de litio serán claves en la industria mundial de los automóviles eléctricos, el Gobierno de Evo Morales mantiene una actitud cautelosa -y no menos diplomática- frente a la codicia empresarial.
Según lo expresara el director de Minería de Bolivia, Freddy Beltrán «Nuestro objetivo es industrializar (…). Esta posición les hemos hecho conocer a todas las empresas que han venido a Bolivia y les hemos pedido propuestas que vayan más allá de llevarse la materia prima», y agregó -diplomáticamente- que si bien «el sueño del gobierno» es desarrollar la capacidad estatal para fabricar baterías de litio, no se descarta algún tipo de asociación con las empresas punta en esta materia.
Desde su llegada al gobierno, Evo Morales ha tendido a implementar las acciones conducentes para el establecimiento de una planta piloto de industrialización no sólo de litio, sino también de boro, potasio y magnesio.
En relación a esa idea, el presidente sostuvo en conferencia de prensa que el proyecto podría estar listo este año y que, una vez en funcionamiento, la planta podría generar ingresos mensuales netos por unos 300.000 dólares con una inversión total de 5.730.540 dólares.
El papel del litio en la Crisis Internacional
Todo este asunto del litio aparece enmarcado en la tan mentada Crisis Internacional y adquiere significación si se lo relaciona con los planes de rescate promovidos por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
La Casa Blanca ha entendido que la crisis no es solamente una cuestión financiera, sino que comprende también a la energía y a la conservación de medio ambiente. (Ver: «¿Refundar el capitalismo?» APM 24/10/2008)
Con esa idea, el paquete económico de rescate estadounidense pretende aportar recursos para el desarrollo de tecnologías que faciliten una reconversión industrial eficiente, en cuanto a su costo energético y no agresivo del ecosistema.
Jeffrey Sachs, director del Earth Institute de la Universidad de Columbia califica de «impresionante acto de malabarismo político» el intento de Obama por convertir la abrumadora crisis económica en el lanzamiento de una nueva era de desarrollo sostenible.
Según el especialista -con referencia al sector automotriz y elípticamente al litio- la estrategia de Obama «no consiste en cerrar la General Motors como castigo por sus errores empresariales o societarios pasados porque vale demasiado como líder mundial en vehículos eléctricos del siglo XXI».
El plan de Obama -que involucra al sector automotriz- consiste en solventar desde el gobierno los altos costos de investigación y desarrollo de los prototipos, promover la conciencia y la aceptación del público y financiar la infraestructura necesaria.
Es evidente que tanto Evo Morales como Barack Obama coinciden en la importancia de la intervención estatal para encarar la crisis de tres aristas con un sentido nacional.
Ambos mandatarios perciben que -en una época signada por el cambio climático, la escasez de recursos y la endeblez energética- los esfuerzos público-privados, para orientar el rumbo de la economía hacia nuevas tecnologías, representan un principio de salida a la crisis y esa visión transforma en un anacronismo a la ideología del libre mercado.
Y es que para ambos líderes -aunque por razones distintas- el «desarrollo sostenible» encierra dos verdades básicas: encarar la reforma tecnológica es decisivo y esta -si pretende ser exitosa- debe estar en manos de una sociedad conformada tanto por el sector público como por el privado.
La diferencia en los fundamentos de la última apreciación se entiende cuando se observa que Barack Obama -al mejor estilo «Trust de Cerebros» de la era FDR- ha reunido para motorizar su acción de gobierno a un consejo de asesores conformado por científicos y técnicos de primerísima calidad que, con derroche de lujo, incluye a dos Premios Nobel (Steven Chu y Harold Varmus) y a líderes consagrados en los campos del clima, la energía, la ecología y las tecnologías de última generación.
Por su parte, Evo Morales no solo no tiene cerebros premiados sino que cuenta por doquier con numerosos conspiradores y con una «Media Luna» poblada de acérrimos enemigos, situación que, una vez más, realza su valentía como líder capaz de sostener patrióticas políticas administrativas frente a una abrumadora cantidad de elementos en contra.
Frente a ese escenario, la participación «controlada» de elementos privados en los negocios estatales resultaría un paliativo para la carencia de «Know How» y un calmante para el capital depredador opositor.
Todo eso, sin contar que la IV Flota estadounidense sigue expectante en las aguas cercanas a Sudamérica.