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Más allá del «participacionismo» ingenuo

Fuentes: Página 7 - La Paz

La semana pasada, Rafo Puente, puso algunos puntos sobre las íes de la cumbre social convocada para diciembre por el Presidente Evo Morales (fueron convocados indígenas, obreros, mineros, campesinos, empresarios patriotas, intelectuales…). Yo coincido en lo esencial con lo ahí escrito. Creo que en sí misma la reunión será positiva como escenificación de una nueva […]

La semana pasada, Rafo Puente, puso algunos puntos sobre las íes de la cumbre social convocada para diciembre por el Presidente Evo Morales (fueron convocados indígenas, obreros, mineros, campesinos, empresarios patriotas, intelectuales…). Yo coincido en lo esencial con lo ahí escrito. Creo que en sí misma la reunión será positiva como escenificación de una nueva puesta en marcha del proceso de cambio luego que los varios traspiés del último año pusieran en tela de juicio la eficacia de la propia narrativa del cambio (o del relato oficial). Especialmente luego de la mala gestión del conflicto del TIPNIS y del revés electoral del domingo. Este último, en mi opinión, una mezcla del desgaste del gobierno en este segundo mandato pero también de un problema más general: el hecho de que la mayoría de los bolivianos carecían de elementos de juicio para elegir entre Fulano o Mengano, lo que deja en evidencia que la redacción de la nueva Constitución expresa un deseo de democratización tan esperanzador como a menudo difícil de aplicar. Y eso ocurre con una pluralidad de temas, pasando especialmente por la plurinacionalidad.

Ese es uno de los problemas hay que afrontar: la potencia utópica -en el buen sentido del término- de los movimientos sociales bolivianos carece muchas veces de capacidad similar para crear los sistemas institucionales que permitan aterrizar esas esperanzas colectivas para crear un país distinto. El voluntarismo (desde el fútbol hasta la meta de crear una «nueva civilización) provoca a menudo que las iniciativas queden a medias y sufran fuertes desgastes que se traducen en frustración respecto a la perspectiva de la ansiada refundación del país. Así, la «vieja Bolivia» se empecina siempre en regresar…

En este marco, la cumbre podría proveer una suerte de impulso político/emotivo y de encuentro de sectores aunque por lo que leí la convocatoria está hecha más en términos de alianza de clases -aunque no se usara el término- que de plurinacionalidad, lo que explica posiblemente porque se inserta mejor en la gramática del pensamiento boliviano. Sin duda, la discusión y el debate honestos siempre son bienvenidos, no hay democracia sin debate. Otra cosa es la utilidad práctica de ese encuentro. Coincidiendo con «lo esperanzador» del evento -reabrir espacios que se fueron cerrando en los últimos tiempos- incluiría algo más en «lo preocupante» que expresa R. Puente. Acuerdo en que «estaríamos más tranquilos si el objetivo de la cumbre fuera diseñar el rumbo del proceso hacia el Vivir Bien» y creo que es justamente lo que hay que discutir.

Sin ninguna duda, el conflicto del TIPNIS -más allá de conspiraciones reales e imaginadas- reveló un gran síntoma: ya no es sostenible la ambigüedad entre «vivir bien» y «el gran salto industrial»… ni tampoco que el problema se resuelve industrializando pero «respetando la Madre Tierra». Si esa es la posición, que es muy sensata, abandonemos de una vez las pretensiones de poner en juego la «modernidad occidental», más allá de lo que ella signifique. Si en verdad el «vivir bien» es algo más de lo que la frase expresa literalmente -y con lo que nadie podría estar en desacuerdo, de allí el riesgo de trivialización- pongámonos de verdad a discutir sinceramente, y sin las sobredosis de verborragia vacía que suele acompañar esas discusiones, qué queremos construir como país, como trazado general. (Con el vivir bien pasa lo opuesto que con dictadura del proletariado: si era inexplicable cómo lograr más democracia con una dictadura, y la frase sonaba horriblemente mal, el «vivir bien» suena «horriblemente» bien -valga la redundancia)
Evo dijo que para quienes tienen todo es fácil rechazar el desarrollo. Creo que ese es EL punto que puede disparar toda una discusión. Al final sabemos poco de qué piensan por ejemplo los pobladores del TIPNIS de tierra adentro, «hablados» en el mejor de los casos por sus dirigentes y en el peor por dirigentes de otras zonas del país, o peor aún por políticos de diversas tendencias opositoras.

Ese encuentro debería operar como una verdadera «encuesta» sobre el vivir bien y las aspiraciones populares. Pero si se reproducen por ejemplo, algunos debates de la Vicepresidencia, donde intelectuales -eco-pachamámicos-deleuzianos-pos-anti-de-des-colonizadores- indígenas o blancoides pueden hablar horas sobre el vivir bien sin aterrizarlo en los problemas reales de los bolivianos solo servirá de cobertura ornamental para una agenda que otros escribirán: Gobierno, ONGs. o asesores bolivianos y extranjeros varios.

En ese sentido, volveríamos a caer en el participacionismo aluvional y masivo que es necesario pero insuficiente para definir una política de Estado. En un encuentro no se pueden definir soluciones a una diversidad de problemas que deben articular saberes técnicos con experiencias vitales. Creo que para que fructifique, la participación debe ser más permanente, es decir, debe encontrar formas institucionales que permitan ir construyendo nuevas respuestas a los nuevos y viejos problemas. Quizás en una combinación inestable del voluntarismo de Lenin con el reformismo de Bernstein.

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