Es momento de pensar, al margen del resultado de las elecciones del 1º de julio, el significado de #YoSoy132. Las demandas del movimiento estudiantil son suficientemente conocidas y han sido ampliamente discutidas en innumerables columnas de opinión, pero ¿y si las exigencias concretas fueran lo menos importante?, ¿y si el hecho mismo de su existencia […]
Es momento de pensar, al margen del resultado de las elecciones del 1º de julio, el significado de #YoSoy132. Las demandas del movimiento estudiantil son suficientemente conocidas y han sido ampliamente discutidas en innumerables columnas de opinión, pero ¿y si las exigencias concretas fueran lo menos importante?, ¿y si el hecho mismo de su existencia fuese lo verdaderamente relevante?
Comencemos, entonces, con un planteamiento: la irrupción de los cuerpos en el espacio público es un síntoma inequívoco de inoperancia de la democracia representativa. Al entender que no son representados, los sujetos políticos sencillamente se presentan. Una manifestación pública no es otra cosa que una proclama: Aquí estamos. Nadie habla por aquel que ocupa la calle: su voz se encarna. En este punto, es importante señalar la distinción entre el número activo (las manifestaciones multitudinarias) y el número pasivo (los votos y su escrutinio). En Circunstancias, su libro de 2003, Alain Badiou expone: «El número activo debe ser desvinculado de toda correlación con el número pasivo. Una reunión, una manifestación, una insurrección, proclaman su derecho sin otra consideración que la inmanente a su existencia». El número activo expresa una voluntad, el pasivo registra la mera suma de sufragios. Para decirlo con Rousseau: «La voluntad no se representa».
Así, #YoSoy132 no es sólo la manifestación de un malestar (el NO a uno de los candidatos) o la articulación de una demanda específica (la democratización de los medios), es la solución misma de la crisis de representatividad «democrática»: una voluntad que se organiza y dice: Aquí estamos. El plural es importante, pues indica la construcción de un nosotros, de una comunidad de iguales (más allá del narcisismo de algunas figuras visibles del movimiento). Es fundamental entender que el número activo, la multitud, es la refutación de lo que el sistema admite como posible. En un pasaje de su célebre La sociedad del espectáculo, aparecido un año antes de Mayo del 68, de algún modo su puesta en acto, Guy Debord plantea: «El espectáculo moderno […] expresa lo que la sociedad puede hacer, pero en tal expresión lo permitido es lo absolutamente contrario a lo posible«. El voto se halla en el campo de lo permitido, pero ¿ocurre lo mismo con la manifestación? Algunos voceros del orden establecido, que se hacen llamar periodistas, se han apresurado a dar un consejo: «Permanezcan en las redes sociales, abandonen las calles». Es decir: «Desaparezcan».
Michael Hardt y Antonio Negri han escrito, con el título de Commonwealth (2009; publicado en español por Akal), un libro indispensable para imaginar la manera en que los movimientos surgidos de la indignación pueden transformarse en lo que llaman un proceso constituyente verdadero. Es decir, la base de un orden social alternativo, auténticamente democrático. Este fragmento posee útiles resonancias para #YoSoy132: «el rechazo es una reacción importante y poderosa a la imposición del dominio, pero por sí solo no va más allá del gesto negativo. […] Necesitamos educar esas reacciones espontáneas, transformando el rechazo en resistencia y la violencia en uso de la fuerza. Los primeros en cada caso son una respuesta inmediata, mientras que los últimos son el resultado de una confrontación con la realidad y de una capacitación de nuestros instintos y hábitos, de nuestras imaginaciones y deseos». Más allá del NO, lo fundamental es la creación de «un proyecto organizativo de construcción de una alternativa». Conviene aclarar que esto no es sinónimo de un partido. La política existe al margen de las instituciones del Estado.
Lo que #YoSoy132 ha planteado es un kantiano «Atrévete a saber». Pero el propio Kant dio a entender, como señalan Hardt y Negri, que la frase también significa «saber cómo atreverse». Éste es el gran reto del movimiento, más allá de su heterogeneidad (ideológicamente conflictiva). Ese aprendizaje no vendrá de otro lugar que la propia lógica organizativa del movimiento. Y sepan algo: cuando los personeros del sistema los acusen de ser antidemocráticos, tengan la garantía de que están haciendo las cosas bien.
Publicado en: http://residentemex.com/mas-alla-del-voto
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