Uno de las causas de la poca participación en la consulta del 2 de agosto, en México, donde se pretende el juicio a funcionarios públicos del pasado, incluyendo cinco ex presidentes, fue lo abstracto de su objetivo. La sociedad desde el momento del anuncio, no advirtió beneficios concretos a corto plazo.
Por primera vez en la historia de México, se conciliaba lo social con lo político, la reconciliación no era fácil. Hay resquemores y desconfianzas que no pueden hacerse a un lado. El lugar de encuentro era un espacio habitual, las urnas, pero esta vez para acordar un pacto definitivo y sólido que no podía postergarse sin importar si todos estaban de acuerdo o nadie quería ese entendimiento.
La mano del Estado estaba extendida más allá de las limitantes, virtudes o defectos del gobierno. Así lo entendieron muchos y no dudaron en emprender su camino a la cita con la armonía rota, desde hace un siglo, por el autoritarismo y la represión que le es propia.
Pensar en las generaciones futuras como objetivo social formaba parte del discurso político muchas veces estancado en la monotonía demagógica. Las urnas fueron, por muchos años en México, el puente de la esperanza para un presente mejor, pero nunca para alcanzar el futuro desinteresadamente a un nuevo país en el devenir de hijos y nietos.
Que no se repitan los abusos era la consigna silenciosa que a veces quisieron acallar desde diferentes ángulos de la política, incluso desde segmentos muy exclusivos de la sociedad. La desconfianza fue grande pero la esperanza mayor y más de 6 millones 600 mil mexicanos, le sonrieron por fin a las urnas.
Ya no era la cita con el menos peor, no era la ambición del candidato, era derrumbar un dique de contención imaginario contra la impunidad.
El 1 de agosto no hubo candidatos, nadie de carne y hueso sería beneficiado, porque la corrupción cuando es parte del espectáculo cotidiano y no nos toca, es una auténtica abstracción. También lo es la impunidad que se observa no siempre desde lejos y esto empieza a terminarse en el presente para alcanzar, en el futuro, el nivel de vida que merecemos los mexicanos, sin delincuentes de cuello blanco y sin corruptos libres, sin abusos contra los débiles.
Se le dio fuerza a la esperanza y ahora se le otorga importancia a los anhelos que de tan viejos a veces parecían olvidados. Justicia con la ley sobre todos, sobre todo quienes gobernaron el país, y al retirarse piensan que la impunidad es su mejor robo y homenaje a su conducta delictiva.
Lo social irá ganando terreno en la política porque lo político deberá ser cada día más social y en la medida en que esto suceda también avanzarán las consultas y los plebiscitos puente para expresar, por fin, la voluntad popular.
José García Sánchez, periodista mexicano