Finalmente la farsa del tinglado parlamentario sobre la nueva Ley Federal del Trabajo (LFT) aconteció como debía acontecer, es decir, de manera grotesca. Dejemos de lado las «Roqueseñales» y las caritas sonrientes de festejo de diputados y senadores, «representantes populares» que en realidad representan, sin mascaras, los intereses empresariales, especialmente aquellos de los grandes empresarios […]
Finalmente la farsa del tinglado parlamentario sobre la nueva Ley Federal del Trabajo (LFT) aconteció como debía acontecer, es decir, de manera grotesca. Dejemos de lado las «Roqueseñales» y las caritas sonrientes de festejo de diputados y senadores, «representantes populares» que en realidad representan, sin mascaras, los intereses empresariales, especialmente aquellos de los grandes empresarios de la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX). Es esta Confederación la que en verdad está de plácemes echando las campanas al vuelo por la aprobación de una legislación que les permitirá, hasta donde sea posible, una mayor explotación de los trabajadores con base a los cambios sobre las condiciones de trabajo de los asalariados al introducir la flexibilidad, los pagos por hora, la inestabilidad en el empleo y la facilidad en los despidos, entre otros.
Hay quienes se congratulan a sí mismos, como es el caso de uno que otro analista disfrazado con ropaje democrático, por haber tenido un gobierno derechista y confesional al hacer de este sexenio terminal «un gran avance democrático». Apologías mercenarias a Calderón, al igual que hace décadas algunos lo hicieron abyectamente con Díaz Ordaz o con Salinas de Gortari.
El Senado turnó al Ejecutivo una reforma laboral incompleta, pues aquellos artículos que supuestamente protegerían al trabajador y serían un avance democrático relativo a la elección de los dirigentes sindicales y a la rendición de cuentas financieras no fueron incluidos en el documento que Calderón Hinojosa promulgará «fast track».
Todo fue una ópera bufa bien montada por los histriones políticos, digna de una escenografía farsesca. El guión ya estaba escrito en lo oscurito cuando se reunieron Calderón Hinojosa y Peña Nieto. Un acuerdo de terciopelo: la legislación que viene a resguardar el nuevo trato despótico en el mundo laboral nacional. La alianza pripanista continua incólume desde muchos años. PRI y PAN impusieron su mayoría y aprobaron el nuevo marco jurídico ominoso en que ambas cámaras estuvieron de acuerdo fuera enviado para su promulgación. El papel del PRD fue patético al haber confiado en una alianza con el PAN. Un diputado de ese partido lamentó que los diputados de Acción Nacional no hayan cumplido su palabra. «Nos dimos cuenta que el coordinador del PRI (Manlio Fabio Beltrones) pastorea un rebaño que va más allá de su bancada». En otras palabras, los perredistas ingenuamente jugando como niños chamaqueados a quienes les dieron «atole con el dedo». Pero ¿qué se puede esperar de un partido comparsa sistémico?
La mayoría de diputados y senadores hablan de una «un gran logro» y de una decisión «histórica». Sin duda, pasaran a la historia como una «troupe» de actores muy bien pagados por su comedia política. El PAN, a través de Raúl Gracia, declaró que el país está «ante un gran logro» y el PRI en voz de Raúl Cervantes, descalificó las críticas de la oposición «de derecha y de izquierda». La senadora de Nueva Alianza, Mónica Arriola, hija de Elba Esther Gordillo, votó a favor de esa reforma, que, dijo, es histórica. La commedia è finita después de 71 días de aparente trabajo y discusiones. Uno se pregunta, ¿Para qué sirve el Senado si sus propuestas fueron echadas al bote de la basura por los diputados? ¿Para qué tanta danza de ires y venires -la reforma pasó dos veces por ambas cámaras- si a final de cuentas son los diputados quienes tienen la «decisión última»?
El nuevo gobierno de Peña Nieto de entrada quiere dejar muy claro su posición de franco compromiso servil con la oligarquía local y extranjera, beneficiadas por la nueva legislación y las reformas por venir. Pero mientras había festejo en el Senado y con los diputados, Calderón Hinojosa cuando recibía un premio en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), más de 200 jóvenes manifestaron su rechazo a tal reconocimiento. El premio «Carrera al Universo» se le otorgaba por su destacada trayectoria y aportaciones al desarrollo económico. Todo podría pasar como un mal chiste de farándula o de cantina, pero cuando la realidad es de una absoluta crisis económica, social y política, el drama nacional no da para este tipo de cinismos: «¡Genocida!», «Ningún triunfo se legitima en la violencia de 60 mil muertos», «Itamita consciente no celebra la muerte», dicen algunos de los cartelones que portaban los estudiantes, quienes colocaron un altar con veladoras y símbolos en homenaje a los más de 60 mil muertos por la violencia, impunidad e injusticia que marcaron este sexenio, y en el que recuerdan hechos como el incendio en la Guardería ABC, que acabó con la vida de 49 bebés.
A estos muertos habría que agregar las decenas de muertes de trabajadores, especialmente de los mineros. Muertes cuyos causas tienen que ver con la negligencia criminal de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), la cual de ahora en adelante se hará más de la vista gorda con el incremento de «accidentes laborales» al entrar en vigencia la nueva LFT. El capital seguirá chorreando «sangre y lodo» en el escenario de un capitalismo salvaje donde el trabajador es totalmente prescindible fuera del proceso de producción inmediato.
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