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Match Point (2005): Un asesino, juguete de (concretos) poderes extraños

Fuentes: Rebelión

Con Match Point (2005), de Woody Allen, se llega al tercero de cuatro filmes (luego vendrá Amélie, de Jeunet) del primer ciclo de Directores de ayer, hoy y siempre, presentado por el Cine-Club Al Filo del Tiempo, que se emite desde la bóveda interdisciplinaria de La Fábrica de Sueños. La obra del cineasta gringo juega con los géneros y va de la comedia a la tragedia, pasando por el thriller psicológico y el suspense, pero también cae en el manido juego de los estereotipos, de las fórmulas usuales del guion, del preconcebido cine Made in Hollywood, así sea realizado por la BBC, de Londres. Carga, además, una alta dosis de ópera italiana, con sus respectivos créditos en italiano, lo que habla quizás del compromiso para poder financiar el filme. Un filme que va más allá del simple juego, y de la metáfora deportiva para pasar luego a la existencial, con su recurrencia al dilema entre si las personas deben tener más suerte que talento o al revés, o si en últimas el ser humano es juguete de poderes extraños.

La primera secuencia, en ralentí, ya marca la apuesta que tiene muchos rasgos del Allen autobiográfico y menos del Woody habitual con sus comedias desopilantes; sus dramas serios/trascendentes; sus tragicomedias signadas al tiempo por el humor y la amargura o la melancolía, con algunos ejemplos: Sueños de seductor, Annie Hall, Manhattan, Zelig, La rosa púrpura del Cairo, Hanna y sus hermanas, Días de radio, Maridos y esposas, Dulce & Melancólico. Cita a quien conocía la esencia de la vida porque dijo que es mejor tener suerte que talento, que gran parte depende de ella y que hay muchas cosas que escapan a nuestro control. Y viene la metáfora deportiva: a veces, cuando la pelota toca la red, o Net, durante un instante puede pasar o caer hacia atrás, entonces o se gana o se pierde. Pues bien, la historia de Match Point es la de un perdedor, así al final salga indemne, no de un ganador, de una derrota, no victoria, pues no se trata solo de un juego, sino de seres humanos comprometidos.

‘Tengo mucha experiencia’, dice Chris Wilton con jactancia, lo cual ya marca un punto en contra de este profesor de tenis del Beach Club Marbella et al, a quien la persona que lo recibe dice, además, que lo alaban. En cuanto a si añora el juego profesional, dice que no: odia las giras de campeonato. Mucho viaje y nunca sería un Rusedski o un Agassi, dice con tristeza. Mucha ansiedad, no cree tener talento y solo confía en la suerte. Un gran deseo de vivir ahora en Londres: los socios del club son muy selectos; así, empieza a trabajar el sábado. Chris agradece. De ahí al sitio de alojamiento: en suma, un aparta-estudio o ‘todo encima’. Vista preciosa, con intimidad. Como en toda oferta capitalista: ‘solo ventajas’. £ 225, ya que se trata de la capital del imperio británico. Si no le gusta, puede irse a Leeds, le dice con mal humor quien le entrega. ‘¿Ya tiene Wok?’ Ese sartén oriental cónico para descrestar a personas con afán de ascenso, a pequeño-burgueses o, en su defecto, a arribistas sin temores.

Del tenis, como ejercicio, a Crimen y castigo (1), como símbolo premonitorio, al que ya se sumó la bola en la red. Chris es presentado a Tom Hewett, quien dice de Wilton que es el profesor perfecto: mucha paciencia y analiza bien los defectos. Tom señala su falta de práctica, desde la U. Le dice a Chris que ni prisa ni desánimo. Ambos, comparan a Henman y Agassi: ambos fantásticos, dice Chris, para quedar bien. Según Tom, Chris les plantaba cara de maravilla. Los lujos de la ficción, permiten al que sea hacer parte de la realidad o a la mentira volverla verdad. Chris va a una tienda a conseguir algo de ópera: el clasudo Tom conoce una… Otra señal del duelo que se avecina. Solo falta la tragedia griega: Sófocles, Esquilo, Aristófanes. La lucha de clases surge: su papá dona fortunas al Covent Garden. Irán a La traviata. Mientras Chris pague su boleto será un placer compartir el amor a la ópera. Aunque, eso sí, todo suene muy previsible, harto gringo, aún en la flemática City de Londres.

Tom presenta a Chris con Alec, su padre, gran jugador de tenis: otra vez, la modestia. Seguro, Tom exagera mi juego, dice Chris, con igual humildad. Aparece Chloe, hermana de Tom y su futura esposa. La madre pasa ignorada. Primero: poder, dinero, machismo. Un gesto de Chloe delata quién seduce o se enamora… ¿a primera vista? Tom agradece a Chris las flores (esas cosas encantan a los…) y retorna favores: ‘son encantadores’. Chloe es muy inteligente. Ella lo invita a la casa de campo, claro, con sus padres. Chris dice que se aprende con uno mejor, con su sencillez y su toque seductor a la Elvis, pero tenista, no c… Chloe, con un ligero traje, destaca su casi anorexia. Al decir de Chris, ella tiene un estilo muy personal: patoso. Chloe se pregunta cómo él, por contraste, ha llegado a ser tan bueno. Pero, jugar con los mayores no ha sido tanto cuestión de calidad, como forma de salir de la pobreza. Como en Colombia a través del fútbol o en Kenia por vía del atletismo. A Chris no le gusta enseñar.

Menos para siempre, reconoce a Chloe: se cortaría el cuello. Ésta lo ve, maternal, como un pobre niño irlandés llegado a Londres. Porque ahí sí se reconoce al inmigrante. No cuando se les quita la lengua madre a Wilde, Joyce, Beckett, para pasarlos por ingleses. O al keniano Ngũgĩ wa Thiong’o para que escriba en inglés, no en swahili. Chris aprovecha y ensalza el arte y el teatro inglés. Chloe se los enseñará por su propia vía pues creció en Belgravia, barrio gomelo de Londres y, más allá, del mundo, ubicado al suroeste de Buckingham. Siempre y cuando Chris pague las entradas. Aunque el filme sea un producto BBC, más parece Made in Hollywood… Y así lo es, por sus guiones no tanto originales como producidos bajo patrones en serie y más en broma que en serio. Máxime si de por medio está un judío, así se trate de uno atípico: Woody Allen y peor si se lo llama con su original yiddish, A. S. Königsberg. Chloe y Chris van a la Saatchi por una dosis de roce social, bajo el mote artístico.

Pues se trata más de una muestra más del Sistema y aquí de la Industria Cultural hegemónica. Y suena la ópera, no como arte sino símbolo de Touch of Class. A ello ya se ha sumado el cricket, esa diversión con bolas de madera y tacos, que se juega a pie: no como el que se juega a caballo u otra forma de mirar al mundo desde (más) arriba. Surge la biblioteca, en la que seguro no faltan los 32 pesados volúmenes de la Enciclopedia Británica que, por siglos, encarnó la suma del saber humano, solo por el hecho de ser inglesa de origen e imperial. Chris se retira un poco amilanado: lo suyo es el deporte. Luego vendrá el deporte del sexo, cuando aparezca la Femme Fatale Nola Rice. Ella juega el deporte de toma-y-dame, con el asesor del club, que se retira al entrar Chris. Y lanza la pregunta enunciadora y que a la vez la denuncia, dada su belleza y potencia sensual/erótica: ‘¿Quién será mi próxima víctima? ¿Tú?’ Él, falso inocente dice, como Tom del tenis, llevar mucho tiempo sin jugar ping-pong.

Otra metáfora, vía onomatopeya, como la de la bola en la red; una más como en Crimen y castigo, del escritor que luego sería pionero del psicoanálisis, al decir del propio Freud, en obras como Dostoievski y el parricidio (1928) y ya antes en Totem y tabú (1913), sobre culpa, parricidio y vínculo con ese padre, Fiódor Pavlovich, luego asesinado en Los hermanos Karamazov (1879/80), por la horda de sus hijos: Dmitri, violento; Iván, intelectual frío/materialista; el pequeño Aliosha, pasivo y religioso; y Smerdiakov, ‘bastardo’ y resentido. Iván ‘no tiene Dios, sino una idea’, como dice Mitia al final del texto. Nola tasa un partido en £ 1.000. No es ardid que el dinero manda. Menos en sociedades en las que las cosas importan más que las personas. La historia ocurre en el país/cuna de la I Rev. Industrial, de la que, en gran parte, surge el capitalismo. Nola, no sabe en qué clase de juego se metió cual Caicedo en su novela ¡Que viva la música! a modo de El diferente, de Ray & Cruz. (2)

Pero, no es tanto como Chris, con su origen humilde e irlandés, aunque ahora se codee con la High Class londinense, gracias a Tom. A Nola le iba bien, al menos en el juego, hasta que apareció el ‘diferente’, el ‘derecho’ Chris: ella es diferente solo por ‘zurda’. Chris, ante la carencia de talento, echa la culpa al destino. Así, viene el entronque con la tragedia griega: Edipo, Electra, Medea. ¿Qué hace una bella gringuita, que juega ping-pong, mezclada con la clase alta inglesa, como se dijo de Chris? Nola prende su cigarro a la Bogart e inclina de paso la cabeza para que nadie deje de fijarse en su radiante belleza. La de sus ojos, mirada, manos, cabello, piel, en fin, la de su expresión toda. Nola recalca lo del juego agresivo de Chris, un adelanto del amor y del erotismo, de la violencia ligada al poder y de ahí a la sexualidad, y al cuerpo como arma política, y, por último, a la muerte. Su boca semiabierta, con sus labios carnosos ya arrastran la idea del desborde sexual, de la pasión arrobadora, del éxtasis erótico.

Chris le pregunta si sabe que su boca es la flor de la sensualidad. Y si Nola habla de lo agresivo que es su juego, Wilton habla de la competencia, por más que se oculte, uno de los pilares del capitalismo junto a avaricia, soberbia y éxito. De pronto, aparece Hewett con la idea de presentar a Nola con Chris, aunque ya, sin importar que por ahora es la novia de Tom mismo. Éste, ante la queja de Nola, advierte que el profe se gana la vida jugando con ventaja. La próxima vez estará preparada. Tom y ella llevan seis meses, desde que se colaron a una fiesta; y, qué curioso, Nola estudiaba arte dramático. Otro ‘colado’ será Chris, quien practicará dicho arte, con visos de thriller negro, suspenso y tragicomedia griega, y final entre onírico y fantástico. A ello ayuda que la madre de Tom tenga otros planes para él, los que no incluyen boda con la aspirante a actriz, menos si es gringa. Tom y Chris, sonríen. Esa semana almuerzan los cuatro y, a modo de brindis, el inglés propone al súbdito irlandés un escocés.

Con el Támesis al frente y al fondo la guardia de Buckingham, Chris y Chloe pasean, van a cine y festejan las tardes pasadas. Chris espera más alumnos, no ‘más dinero’. El mutuo entendimiento ayuda, claro. No se sabe si la película está en pantalla o la viven ellos en sus butacas frente a tan escaso público. De ahí saltan al sofá del proleto irlandés que inicia su ascenso social, partiendo de esa insignia llamada cama, con ópera de fondo. La madre cree que Chloe ha estado saliendo mucho con Chris. Ya basta. Aunque le cae bien, ignora qué se trae (la intuición femenina en marcha): al menos, no jugar tenis toda la vida. En cambio, a Alec le parece agradable, hecho a pulso y nada superficial. A propósito, conversaron sobre Dostoievski. Chloe averigua si Chris puede trabajar en una de las empresas paternas, no porque parta de su propio interés, sino porque es alguien abierto, ecléctico. La madre le pide no correr: mire que su hermano sale con una mujer que no lo sacude y que ignora qué quiere.

Chloe pone la nota xenófoba al observar que son felices, así ella sea gringa: y no ‘americana’. La madre opina con falso criterio, entre psicológico y psicoanalítico, que al ser malcriada/caprichosa y actriz, añade Chloe, son impulsivos: eso, de taco, incluye a los actores. Uno de ellos será ahora Chris mismo y Chloe lo padecerá: la lengua es el azote de esa parte donde acaba la espalda. Para la madre, Nola se engaña y tiene mal genio: no le conviene. Chloe ha tomado mucho cariño a Chris y lo cree recíproco. Ante la pregunta de su hija, dice que hablaba de Nola. Chloe llega agitada a la cita con Chris. Por el tráfico, piensa que Tom y Nola estarán atascados. Un socio de Alec llama a Chris para un trabajo, todo por Chloe al mediar con su padre. Chris reconoce el detalle. En todo caso, lo pensará pues no se imagina en los negocios. Alec hará lo posible para que ascienda deprisa o como sea. Así no sea exactamente un trabajo de despacho, le explica Chloe: ‘Considéralo como un escalón’.

En ningún caso ‘Escalones’, poema de Hesse en El juego de los abalorios sobre la utópica aldea pedagógica Castalia, de donde ¡ah, despropósito¡, derivó una cursi gaseosa. Para Chloe, la nueva opción laboral hay que tomarla como un puesto mejor, más responsabilidad y quizás mayores ganancias. Chris reconoce que, viniendo de un satélite del imperio, y la mayor cantera literaria, siempre haya admirado a tipos como el padre de Chloe. Rico, pero no estirado (como Berlusconi o Menem, por esa y otra razón, más cosmética que metálica); alguien que disfruta su fortuna (detrás de la cual siempre hay un crimen); pasándola bien, apoyando las artes (sin importar que unos pocos ignoren que hay un arte mayoritario pésimo y otro minoritario excelente). Alec, según Chloe, respeta cómo Chris ha salido avante ante la adversidad. Tras llevar a Nola a ver coches antiguos, ella y Tom llegan por fin a comer, debido al tráfico: qué tal en Bogotá o Medellín. Por la exposición, Tom casi se moja encima.

Será por el paroxismo, los precios de los autos, por ser el símbolo mayor del capitalismo, desde la Era del Ford-T. Conste que dicho símbolo no podía quedar por fuera, tratándose de un cineasta gringo… también judío. A Nola le gusta un Aston Martin que, oh coincidencia, ya condujo el ‘irlandés’ estando al servicio de un burgués. Al que, vaya meticulosidad, le lavaba los carros con un cepillo de dientes. Cuando se casen, Tom propone a Nola coleccionar coches antiguos. Hedley es perfecto para ellos y llega la cena. Tom pide patata al horno con trufa y Nola, igual: porque, dentro del machismo, a una mujer no puede ocurrírsele otra idea. Mientras ordena la carta de vinos, Chris reclama, solo mirándola, la atención de Nola. Chloe, más atrevida que su próxima rival, tomará blinis con caviar; en cambio, como en un shopping común, el plebeyo irlandés, ‘pollo asado’. Chloe se burla e invita a probar lo mismo que ella pidió. Velada crítica, entre cómica y triste, sobre cómo se nutren distinto los estratos sociales.

No falta la relativa a la lucha de clases: a Chris, según Chloe, lo han educado para pedir lo más sencillo, por ‘barato’. Pregunta si su padre era un obrero especializado en etiqueta. Mientras Chris recuerda a un padre austero, para Chris es un fanático religioso. Y eso tal vez surta igual efecto al de un insulto reciente. Al de la fanática que agravió a la vicepresidenta de Colombia: ‘Francia Márquez es un simio, qué educación puede tener un negro, los negros roban, atracan y matan…’ Petro salió en su defensa: ‘Este odio racista es irracional’. Chris agrega que su padre perdió las dos piernas, pero encontró a Jesús, lo cual no le parece a Tom un cambio justo: por ende, el silogismo parece decir que mejor no encontrarlo, ¿verdad? Entre el humor negro basado en blanco irlandés, todos ríen con un chiste que parece exclusivo de Allen, aquí usando dardos sionistas. Alec organiza una sesión de tiro, sin metáforas sexuales de por medio: otro tópico infaltable dentro del Sistema, así la historia ocurra en UK.

Nola llevará ropa diferente, para no disgustar a la madre de Tom, como sucedió con su microvestido de baño. Lo que prende la tea de lascivia en los ojos de Chris. Nola se defiende: si supiera que se usó en un spot le resultaría chic: esto es, aceptación o rechazo según convenga. Al volver el tema de oportunidades, suerte, trabajo, al idealista Chris, que habla de suerte, le aparece un opositor casi natural, Chloe: ella cree en el trabajo, no en la suerte, como quien acata el diktat capitalista. Chris reacciona: el trabajo es vital, pero ‘todos’ temen reconocer el valor de la suerte. Propone un distractor: que para los científicos la existencia es fruto del azar. Lo que solo en parte es cierto, si no, ¿dónde quedarían los políticos, filántropos, empresarios, en fin, mercachifles que diseñan la agenda 2030, para diezmar a la humanidad, con el pretexto fútil de que no hay cama pa’ tanta gente y hay que reducirla en un 15 o 20%, para luego decir que hasta un 15 o 20%, como hizo Bill Gates en una charla TED, en 2016?

Y Tom cita al cura de antaño: ‘La desesperación es el camino más fácil’. Chris le responde que la fe es el camino más fácil. Carl Sagan salta entre los dos: ‘Fe es la creencia en una falta de evidencias’. Como las cosas se ponen pesadas, Chloe cambia de tema y apunta que Nola hablaba de ser actriz, pero ella se replantea serlo. No soporta que en su ciudad piensen que fracasó. Y no es que piense volver a Boulder, CO. Los cuatro se quedan con dos de vino Puligny-Montrachet. Chris se encuentra con Rod Carver, como los muestra un contrapicado sobre un edificio con forma fálica. Trabajará para Alan Sinclair. Tal vez sus funciones sean poco estimulantes, hasta que él mismo descubra cómo van las cosas en su nuevo cargo. Alan y Rod le aseguran que, sin importar el sueldo, allí estará contento pues pasan grandes cosas. Chloe está feliz de que se haya sumado al ejército global del trabajo, para esa época aún no uberizado, como hoy, según muestra el filme Sorry We Missed You (2019), de K. Loach (3).

Pronto Chris dirigirá esa sección pues lo cree más vivo que Sinclair, de carisma, pero sin empuje. Chloe abre el regalo que le trajo aquél. CDs de ópera con ‘arias preciosas’ y una voz que sintetiza la tragedia de la vida. Chloe abre un vino, de ese francés que Tom le enseñó a Chris y al cual es adicto. Van al cine con Tom y Nola. Puede ser mejor divertirse ellos dos, solos. Al final, Nola no llega al cine por una migraña. Peor para ella, dice Tom porque verán ¡Diarios de motocicleta! (2004), biopic de W. Salles sobre diarios de viaje del Che y Granado por América Latina a bordo de ‘La Poderosa’ moto Norton 500. Viaje que atesora el rechazo de Guevara a la riqueza en que nació/creció y su camino como guerrillero para combatir toda injusticia y lograr la dignidad que el ser humano merece, sin distingos de origen o posición de clase. Según Chloe, Chris cae bien a todos en el trabajo, su padre ha oído loas al respecto. Dice que es un chico muy listo, sin saber por qué: ya se sabe que lo aparente nunca es lo real.

Y la realidad, muchas veces acaba por devorar a la apariencia aun con o a pesar de la colaboración o el rechazo de los implicados. Chris sale de Ralph Lauren y, oh sorpresa, se topa con Nola Rice. ‘¿Qué haces por aquí?’ ‘Buscaba un suéter’. Nola tiene una crisis nerviosa y una prueba médica en 10 min. Chris cuenta que se ponía muy nervioso antes de los partidos y a Nola que si ha probado con yoga para relajarse. Una copa la reanimaría. Chris, interesado/dúctil, acepta. La hermana de Nola fue a la U. por dos años, pero ella es, como él, autodidacta. Muy bella, se enganchó con las drogas: otro asunto inevitable, cuando de gringos, sobre todo, se habla. Y… ‘seguro que no es tan bella como tú’, acota el lambón irlandés en su afán de no aplazar más el gustico, como diría el genocida gran colombiano. Pero, Nola cree que ella es sexy y Linda es una belleza clásica. Chris pregunta si percibe su efecto sobre los hombres. Nola sigue con Linda y su ida, vía padres, a concursos de belleza.

Otro infaltable del canon capitalista, junto a efebofilia, vanidad y nihilismo. Es una broma o algo ridículo, expresa Nola sobre Linda. Su padre se largó, nunca envió dinero y su madre, por dipsomanía, jamás toleró trabajos. Conoció a Tom en una fiesta y vino como misil teledirigido. Le pareció apuesto. La llenó de regalos y a ella como oriunda de CO, le pareció alucinante. Pero, no se casó porque arrastra un matrimonio roto encima y la madre de Tom también la odia por eso. Se refiere a Eleanor, a quien solo ahora se cita por su nombre. Ella quiere casarlo con una prima lejana, una tal Olivia: con ello, va a la familia endogámica, en la que se casan entre sí para conservar sus fortunas: un asco. Así que más que amor a primera vista, fue atracción fatal/material o cupido al corazón de la vanidad. Chris dice a Nola que Chloe es un encanto; que así quisieran casarse, Eleanor también se opondría. Nola piensa que su caso es distinto porque no traga a Eleanor y lo sabe, pero a Chris lo alistan para el papel.

Lo dicho, un futuro artista dramático, con tragedia incluida. Así, por gajes de la justicia, salga indemne o no. Le ruega creerle: ellos casi se mueren al creer que Chloe había huido con el dueño de un club gastronómico de Londres. A Chris todo le irá bien, si no la embarra: como si supiera qué va a pasar. Fin de la dramaturgia del filme: poner una carnada hasta que el pez sea pescado. Así, cuando Chris intenta averiguar cómo podrá pifiarse, Nola, lacónica/segura le suelta: ‘Intentando ligarme’. Pues siempre intriga a los hombres, los ciega con su belleza, con su carácter respecto, v. gr., a lo material: nadie le pidió nunca devolver el dinero. Chris se pregunta cómo perdió su seguridad durante la prueba médica o si era un simple ardid, añado, para obtener sus fines con el nuevo actor. Surgido, además, del mundo obrero y ahora involucrado con la flor y nata de la sociedad londinense y, más allá, la clase alta inglesa. Nola ha bebido y pide un taxi. En BMW y Mercedes Benz, los invitados llegan a la casa campestre.

Donde hay establos, caballos y todo lo que distingue a los poderosos de los despojados. El caballo se pondrá bien porque ya Carmichael lo vio. Por vía de Alec, Chris tomará un curso de negocios, pagado por la empresa, mientras prepara su escopeta para la cacería: la otra se mueve tras bambalinas. Alec le confirma lo que dijo Chloe sobre su buen desempeño y que a inicios de año quedará libre un cargo clave, con mucha responsabilidad, otra vez, y un sueldo acorde con las funciones. El capitalismo siempre pinta maravilloso, hasta que lo real se transforma en dolor, alienación, duelo. El nuevo puesto incluye cuenta de gastos, chofer, otro estatus, etc. Alec no haría tal propuesta si no supiera que Chris está calificado de sobra. A lo cual responde de modo políticamente correcto, según cánones de la decencia vía Sistema y del guion esquemático: ‘Me dolería defraudarle’. Chris recibe su arma para ir de cacería, ese otro oficio de nobles, monarcas, arribistas: también, de narcos y paracos, en otros lares.

Como puede verse a través de la crueldad en el trato hacia los dos desclasados e inmigrantes. El absurdo, con la mixtura onirismo/fantasía, en esa secuencia/prodigio de apariencia natural, cuyo productor al inicio es ambiguo y luego sorprende con el que de verdad sueña. Todo ello, como en teatro/literatura con tramas sin sentido aparente, diálogos repetidos, dramaturgia sin continuidad de la que brota un ambiente onírico. Alec subestima a Nola en el ajedrez (juego masculino por excelencia hasta llegar a ser ‘la gran metáfora homosexual’) (4) y para compensar culpa a Tom por ponerla tensa, así él sea la causa real. En su afán por resolver el dilema peca y reza, Alec asegura que a Nola algo le saldrá bien. Para ella, por ahora, no hay un rol adecuado. Eleanor suelta su veneno: ‘¿Hasta cuándo aguantarás?’ Ella también es ‘zurda’, como Nola. Agrega que, si pasa el tiempo y no se concreta nada, deberá probar otra cosa si no quiere sucumbir. Del juego ciencia a la ciencia existencial o al ajedrez metafísico.

Tom defiende a Nola, pero Eleanor reitera que al llegar a cierto punto se cuestionará si eso es lo que quiere en la vida. Pero, ya lo hizo. Eleanor dice que es lógico, sobre todo en una mujer, ya que es una profesión cruel para el género: lo puede certificar el propio Woody con su CV. Alec, incómodo, parece preguntar qué pasa con su mujer y dice que Nola no es justo una ‘abuela’. Eleanor no se refiere a ella, es su disculpa, pero que jode, jode… Tom concluye que es su opinión y como tal puede quedársela. Alec le pide que no levante la voz a su madre: que a cada tiro acosa/desanima a Nola. Para Eleanor, ser actor es muy engañoso: los que valen, lo saben ya. Otra indirecta a Nola: como no vale, no sabe. Así que esperar para ocultar una derrota ante los amigos es poco realista, opina la bruja, alcohólica, del 77. Nola se disculpa y se va. Alec reconoce en su mujer un gin-tonic de más, como quien nota que para entenderse basta con reducir el alcohol como pensaría el abstemio que ahora se aburre sin él.

Chris ve llover, a Nola mojándose y él que se moja. Así que corre en busca de su heroína, la que ya húmeda refleja sus atributos. Chris no ha hecho bien siguiéndola, así le guste cuando bebe porque se pone coqueta, distinto al Neruda de ‘me gustas cuando callas /porque estás como ausente’. Lo que menos quiere Chris es que Nola desaparezca pues ya se instaló del todo en su cuerpo/mente. Como no hay culpa viene el desborde feromonal: también fenomenal, así Nola diga ‘no podemos hacer esto’. ¿Qué lo impide si pasión/erotismo mata novio y amigo a la vez? En España, no solo, se dice que arrastran más dos tetas (o dos bolas, por Tom y el género) que dos bueyes con su carreta. Nola: ‘Esto no lleva a ninguna parte’ y es así, pero es como si llevara a todas. Hasta que no queda más opción que tirar bajo el agua: los hechos son tozudos, dicen los que saben, así se les niegue que valen. Por ‘viejos’, aun con su experiencia. Chris se coge la cabeza en su curso de negocios. Hay oferta laboral para Nola.

Chris sale a ver qué pasa… la nota fría, distante, evasiva desde la ida al campo. Pero, no quiere fomentar nada y a lo hecho pecho: y el resto del cuerpo, diría un guion cómico. Culpa al desenfado y a la bebida. Pasión es pasión y el juego es de aquí y allá. No en los negocios, cuya mejor balanza es la unilateral. Nola le dice que su sueño de una noche de verano se ha cumplido. Fue un lapso, justo, pero ‘¡despierta!’, le dice la sabia taoísta del amor al ingenuo hijo de fanático irlandés: hasta aquí un tratado sobre paternalismo, no sobre solidaridad. Pues sus fines van más sobre las cosas que sobre las personas, lío en el cual Marx fincaba su esperanza de transformar el mundo y Rimbaud el de cambiar la vida, personal y societal. ‘Soñabas con hacer el amor […] y no digo que no me viniera la idea. Tuvimos nuestro momento, pero despierta’, enfatiza Nola. No olvidar que van a ser cuñados. Al decirle Chris que hicieron el amor como presentía, Nola lo aterriza: ¡Se acabó! Pero, ya se verá si es verdad.

Chris atraviesa la calle de las marcas, saluda a Henry, quien le pondera el carro y como van las cosas. Chris le cuenta sobre la novia y su belleza, con familia de dinero, criados, caballos, todo a pedir de boca o a pedido del Sistema. ‘Mejor que caer ante los campeones’, bromea Henry. Vuelve la metáfora: ‘Cambia la vida el que la bola rebase la red o vuelva a ti’. Por lo constante, siempre admiró el juego de Chris. Sereno pero creativo. ‘Un poeta de la raqueta’, como el australiano Laver (5). El mismo que dio origen a la ya mítica Laver Cup, en la que se despidió en septiembre de 2022 Roger Federer, un tenista mayor de la historia. Henry y Chris son colegas del tenis y éste no se exigía con aquél: un calculador, como se dice, o un impostor. Chris le da su tarjeta e invita a comer; como Henry le dice que otra vez será, le notifica que puede agregar la invitación a la cuenta de gastos: lo que en sentido ético/práctico es arribismo o, en otro, nóminas paralelas, que el capitalismo tolera en aras de un efectismo ‘benefactor’.

Al pasar Chris, se ve al chofer con desgano por la pérdida de tiempo de quien ahora sube sin freno la escalera social, creyendo que ‘todo’ el mérito es suyo. Le pregunta a Chloe si sabe tocar el piano: ‘Lo hago muy mal’, dice. A Eleanor le interesa saber cuándo se casan pues ya son uña y carne. Pero, lo que urge la madre es un café cargado, para descargar su valija de gin-tonic. Alec dice que cuando bebe no calla y por eso ojalá esté como ausente: a la Neruda. Chris siempre quiere quedar bien con todos, como ciertas viejitas para ahorrarse disgustos por doquier, con esa miríada de cabronazis que azota al mundo, así que la pregunta de casarse o no es razonable. Alec cree que todos lo esperan, que a Tom le encantaría y que cuente con ellos para lo que sea. Ya se verá si Quevedo tiene razón: ‘Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir’. Chris no dice sino ‘gracias’ a todo y no sabe lo que cuesta cada favor recibido, ignora que se traduce por deuda eterna, cosa que el viejo más por diablo que por viejo sí sabe.

De ahí su paternalismo, bonhomía, tábano filantrópico. Chris baja pensativo, no de balde, la escalera y piano de fondo. Tom y Nola tiran en la despensa, lo que tanto le gusta porque nadie, excepto Chris, allí los pilla, como aclara Tom, cual si de un bocatto di cardinale se tratara… en caso de que eso les gustara a los cardenales y no, como suele pasar, un indefenso niño u otro apuesto joven, que podrían ser Tom o Chris. Nola achaca a Tom la idea de jugar con fuego, como hacen los pedófilos, pero éste tiene el pretexto perfecto: que todos los hombres quieren atacarla. En lo que no le falta razón. Lanza un KO a distancia: ‘¿Verdad, Christopher?’, con la pócima en el nombre completo. Éste parece estar mal, pero es que no bebe con la panza vacía. Lo que evidencia su posición de clase. Uno de clase alta con gesto similar sería grotesco. Casorio de Chris y Chloe. La nueva morada, con terraza y vista de impacto y el Támesis al fondo. Chris: Aquí me perderé, sin saber aún que eso es verdad pura.

Palabra dicha lleva su carga de acción. Además, sufre de vértigo, algo no gratuito en el guion, sino indicio sobre por dónde irá el drama. ‘Eso es un problema’, confirma Chloe, ansiosa de quedar embarazada, para él apresurado. Chloe: pues no es pronto y llevan siglos acostándose, aun con lo jóvenes que pintan. Por eso quieren tres hijos y pondera el saque potente de Chris. Tom le cuenta que rompió con Nola. Eleanor emponzoñó las aguas, señala avergonzado Tom. Y ni pensar en casarse con la prima lejana Olivia Allred. La verdad es que Tom ha conocido a otra. Chris busca a Nola, pero dejó su lugar sin decir nada a nadie. Dice que no piensa en nada, luego que en el trabajo y ya se sabe que es en Nola. Llevan una semana sin ‘hacer el amor’, dice Chloe. Así diga que la rehúye, él se declara ‘muerto’ y ella capta el mensaje. Chloe no entiende por qué sus primas sí quedan embarazadas. Chris le promete que ya llegará la hora y le da el beso de Judas, como se dice para denigrar del único que no traicionó a Jesús.

Pero que fue acusado por él de venderlo por 30 monedas, siendo que fue el pago por unas tierras de su familia. Tom y su otra se casan a tiempo pues ya la criatura asoma su patada. Chloe tiene líos de esterilidad: le preguntan si va a adoptar, tras probarlo todo. No, ella quiere sus propios hijos. Victoria está embarazada, le dice Carol en la muestra de arte abstracto. Tan abstracto como su anhelo de quedar embarazada. Estresado, Chris pide dos aspirinas. Ahora, da visos de claustrofobia. Van a la Tate: Chloe quiere enseñarle un pintor. Por el camino, ve a Nola y corre detrás. Pero, se topa a Chloe y Carol, quienes le citan pintores nuevos que sorprenden. Su móvil no tiene cobertura, inventa, para ir en pos de Nola y del gin de vinola. Dice que estuvo en EE.UU. y ahora vive en el Town. Pero, que no pregunte más o, ¿acaso no sigue casado con Chloe? En eso, Chloe y Carol le informan que Tom se casó con la otra y tienen una niña pues él es T.F.P. y ‘casa’ pero, claro, sin incluir en ella a la aspirante a actriz.

Chris dice a Nola que la llamará. Despide a Chloe con su chofer. En menos de lo que canta un gallo ya está en cama con Nola, le rasga la blusa y parece la bestia con su bella. Nola vive en un piso nice y el deterioro zonal no es el que decía. Bueno, hubo dos robos en el edificio y la vecina tiene ratas. La entrada no está mal y el sitio es ‘barato’, clave en época de crisis. ‘¿Qué hora es?’ La de irte, dice Nola a Chris. Chloe, en la nueva casa, le pregunta si ya vio lo del terremoto en China: sí, ‘horrible’, dice cual robot. A Alec le encanta alquilar el sitio para la galería: a Chloe, le irá bien, aventura Chris, para quedar bien. Chloe suelta otra metáfora de raro cuño: geo/político/erótico, cuando alude al ‘nuevo planeta descubierto’: en los guiones/fórmula no hay aserto gratuito. Recuerda un carpe diem sexual. Aprovechar el día: el médico le recomendó ‘hacerlo a menudo’ y ante todo por la mañana. Pero, mientras Chloe va, Nola y Chris vienen y van por la calle y por sus caras se ve que ya lo han hecho…

Ella le dice ‘la semana próxima a la misma hora’. El tiempo del cine no es el real. Lleva una hora en el hotel con Nola, pero su misil orgánico pide más, no logra evitarlo. Nola lo vuelve loco, predicción de factible cumplimiento. Entran al edificio. A trompicones eróticos, saludan a la Sra. Eastby, le pregunta por el raticida, pero prefiere trampas con grasa de cacahuete. Mejor que el queso, aunque la gente crea otra… Le presenta al ‘Sr. Harris’ o sea a Chris y se despiden. El follón, con taconeo improvisado, continúa, como en los mejores antros. Él la acorrala frente a la biblioteca y ella contraataca quitándole la corbata: ojalá no le haga perder la de ejecutivo, que va en BMW, con chofer y secretaria. Al voltear Chris, su corbata le tapa los ojos, mientras le desabrochan la camisa. Suficiente calentura. Tom cree que Burton Street es ideal para la galería que dirigirá Chloe, con éxito fijo pues escoge bien cuadros y baratijas: feas, como casi todas las del arte moderno. Lo muestra un filme moderno.

Pero, no feo: Full Metal Jacket, cuando el Sgto. Hartman le dice a Gomer Pyle que ‘está más feo que arte moderno’. Chloe tiene su propia mirada y cree que quedará grávida al inaugurar. Tom le dice que podrá con ambas cosas: Heather no se metió en líos con el trabajo por nada. Ni para tener a Rosie pues había mucho servicio. La niñera los dejó por un papel en un filme. Tom recuerda que hace poco se encontraron a Nola, trabaja en una boutique, Pandi Joe o algo así. Algo le cambió, tiene una mirada dura. Siempre ha bebido, como su madre: y la de Tom. Conserva la mirada de ‘mujer fatal’. ¿Saldrá con alguien? Tom no sabe, pero los tendrá informados y, en concreto, a Heather, cómo no. Son invitados a Hedley el mes próximo. Los cuatro harán lo posible. Más rápido que tarde se sabe con quién sale Nola. Y viene lo de que ‘el otro día te grité y no me oíste’ y él que ‘siempre me confunden con otro’, como quien se hace el piantao y no argentino, sino irlandés. Así, el que tomó el taxi de marras no era Chris.

Chloe ayuda, a joderlo: no sabe salir sin su chofer, ¡un fastidio! Pero, resulta que sí y, en ese caso, no requiere chofer. ‘¿Será un Alzheimer precoz? Seguro, eras tú’. Ya está sembrada la duda en torno a traiciones de Chris. Pregunta qué hay en la tarde y Samantha dice que vienen los de Sarazin a las dos. Pide atrasar la cita. A la salida, Alan Sinclair le llama la atención por dicha cita y repite que si no ha llegado empiecen sin él. Y le plantean la duda razonable, ‘¿en serio?’ e igual se va. ‘Confía en mí’, suelta. Nola dice a Chris que es ridículo volver a la casa de ella pues tendrán solo una hora. Y que ya basta de Chloe. ‘¿Mal humor?’ ‘Sí, he errado otra prueba’, cuenta Nola. Está harta del teatro, no le funciona, y de luchar. Y le da la razón a Eleanor o… ‘¿debo decir, tu suegra?’, ironiza con Chris, quien airado replica: ‘No sigamos por ahí’. No sabe qué hace con él, si nunca dejará a Chloe. ‘A lo mejor, sí’, responde el arribismo por Chris. ‘No lo digas, si no lo piensas’, le dice la sabia taoísta de Boulder, CO.

Chris dice que Chloe está loca por quedar encinta. Y a Nola que no sabría qué hacer si no la viera. Navidad en casa de Tom. Eleanor, su madre, le recuerda que si fuma no durará tanto. Chris piensa mucho a Nola y le desea feliz navidad. Ya se verán. Alec, por Chloe, dice saber de sus pérdidas en la Bolsa. Él cree que fue imprudente. Creía acertar, pero… ‘¿quién podría preverlo?’, le ayuda Alec. Que no se preocupe y le asegura respaldo eterno. Hacer feliz a Chloe es mucho para ellos. Hielo. Chris masajea a Nola y vuelta al hielo. Luego va al jardín, donde están Tom y Heather, Chloe y la pareja que lo vio tomar un taxi, o pensaron era él. Chloe cita las vacaciones: podrán dormir en los barcos o en los hoteles, dice la mujer de quien descubrió ese otro planeta que ahora habita Chris. Lo dice antes de acotar que él no ha estado en las islas griegas. Dice que le encantarán. Él: ‘son un paraíso’, dice para descrestar. Verán a los Winston en Cerdeña. Chloe le compró a Chris un antiguo amuleto griego de fertilidad.

No pasó nada con él. Nola llama a Chris, pero éste solo puede ir en tres días. Cuando Chloe le pregunta quién era, ya tiene la trampa: que olvidó unos papeles en la oficina y debe ir ya. No puede, es puente y hay trancón. Tienen planes y Chloe no habla solo de ese día. El teléfono no para de sonar donde los Hewett. Chris pasa y, sin anestesia, Nola le suelta que está embarazada. Cuelga, pero ya sabe qué dirá en la mesa: que es su secretaria y que mañana no irá a montar. Tom creía que Samantha iría a ver a sus padres. Chris dice que irá y volverá volando. Pero, cómo se embarazó si le dijo que tuvieran cuidado, es lo primero que le reclama el machismo patriarcal de Chris a Nola. Ella no llevaba caucho y él no esperó. Chris vuelve al refrito del destino al referir su maldita suerte. No logra embarazar a Chloe y a Nola en el primer tiro: ‘Porque me quieres y a ella no’, dice el ventrílocuo de su vanidad. ‘¿Eso crees?’, rabia Chris. La taoísta dice que su hijo es fruto de la pasión y no de un programa de fertilidad.

La diatriba va sobre Chloe. Chris le anticipa: si es lo de la Bolsa, no hay problema. Chris cree no poder seguir apoyándose en Alec, quien disfruta más ayudando a su familia que con sus propiedades. Que si tiene que ver con las llamadas o está liado con alguien. ‘No’, asegura el irlandés. ‘Sí que lo estás’. ‘No digas bobadas’, dice con calma: si enfurece, cae más rápido. Chloe solo quiere tener un hijo. No han tenido suerte. Tener un hijo debe ser causa de alegría mutua, no de tensión o angustia. Se abrazan: ella, sintiéndolo; él, aparentando. Chris le dice a Henry que tenía que hablar con alguien, por algo delicado: él le promete guardarse todo. Pensó dejar a su mujer, pero cuando fue a hacerlo, no resultó. No es nada fácil. Es algo muy loco. Chris no ve futuro con esa otra mujer, o sea, Nola. Quizás, porque todo está asegurado con Chloe y los Hewett. Tal vez sea el dilema amar/desear y/o la lucha eros/tánatos. Sobre lo material, ¿qué hará si deja a Chloe? ¿Prescindir de todo en su nueva vida a cambio de qué?

Hay que reconocerlo: ‘Soy el yerno del jefe. Y él me adora’, dice Chris. Henry no ve, cosa práctica más que psicoanalítica, que quiera a la otra, como para sacrificarlo todo. Chris dice que se van por tres semanas. Al volver le dirá todo a Chloe. ‘¿Cuando vuelvas?’, dice Nola. Que no juegue con ella pues ella no lo hace con él. Pero, para el fabulador no es fácil aterrizar. Si tanto se aburre con ella y tan loco está por Nola… pero, para el tibio todo se reduce a no hundirles las vacaciones a sus amigos. Será un bombazo e impactará a todos. ¿Cómo puede irse de viaje con la que dejará a la vuelta?, pregunta Nola, celosa/disgustada por solo pensar que se ama con Chloe. Aunque sea solo rutina, como escupe el proleto irlandés para justificar su pusilanimidad. Nola solo quiere saber qué viene, así deba esperar. Pero, el viaje se pospone porque M. Lewis será operado. Chloe propone ir a la ópera. Chris llama a Nola y le cuelga. Quizás para evitar que el colgado sea él, aunque termine siendo víctima y victimario a la vez.

O castigado por su crimen, para volver a Dostoievski. La familia va a la ópera. Alec incentiva a Chris con otra ‘chisga’ lucrativa: una sociedad, independiente, con japoneses. Hay mucho por gastar y quien esté desde el inicio, si se da lo previsto, ganará una cifra enorme. Aun así, a Eleanor le parece más grato si es abuela joven. ‘Ya lo eres’ le dice Chloe. Tom y Heather van por el segundo: Eleanor quiere es que su hija sea madre. Nola llama a Chris y ahora se sabe que está con su familia en una ‘ideal’ Grecia. La verá en 15 días. Nola, sola y angustiada, le pide decírselo a Chloe tan pronto vuelva del ‘viaje’. Pero, más rápido cae el mentiroso que el cojo. En efecto, de compras, ve Nola a Chris, lo llama y le pregunta que dónde lo pilla. Dice estar en Cerdeña y que vendrá en cinco días. Pero, como lo ha visto a media cuadra, entonces le cuelga. Ve al chofer, cogen hacia el carro. Aparece Nola, se le guinda al cuello y le grita ¡embustero, mentiroso! Él pide un taxi y ella, rotunda, dice que no irá a ningún lado.

El farsante dice que ha vuelto antes a propósito, que decidió acortar el periplo porque estaba atormentado, repite ya en el piso de Nola. Y que volvió hace dos días para enfrentarse con Chloe. Para él es más sencillo que Nola aborte: para ella, es impensable. No obstante, le dice que si tiene el niño, él la ayuda en modo metálico. Lo que no la satisface. Él le pide ser ‘razonable’. En medio de la reyerta, Chris le promete ‘hacer lo correcto’. El pobre ya no duerme, está flaco y ojeroso y solo escucha ópera, señal de que ya no cabalga, como en plural diría El Quijote a Sancho. Cuando Chloe busca a Chris, quien ha ido por un arma, se atraviesa Eleanor, como es habitual, aquí a manera de productora de suspenso, para pedirle opinión sobre un vestido. Chris, luego de engañar a Chloe con la camiseta en el maletín, con el cartucho que cae al piso y dice que es su caja de pastillas, le propone ir al teatro a ver el musical ‘La mujer de blanco’. Chris llama a Nola para verse: dice tener muy buenas noticias.

El negocio con los japoneses va bien. Alan destaca la energía de Chris, la que envidia. Va al piso de Nola, engaña a su vecina Eastby, que la TV, las noticias, el raticida, las drogas, el desorden, y cuando ella huele algo feo y le dice que si acaso no era el Sr. Harris, ya que ahora vuelve a ser Wilton, le mete un tiro, la mata y ‘consternado’ cae al piso. Así, el colega que le ensalzaba su energía, Alan, podría ver ahora cómo se incuba un asesino. A ello ha contribuido ese mundo en el que las cosas priman sobre las personas y no al revés, como debería ser. Pero, lo peor viene cuando monta su teatro de operaciones y saquea joyas, drogas y demás, como distractor judicial, para al cabo encarnar a la rata que ella quería eliminar con grasa de cacahuete y no queso. Que ahora come la piltrafa Chris Wilton, alias Embustero, Pusilánime, Mr. Harris. Nola coge un taxi a casa; Chloe va al teatro; Ian, vecino de la Sra. Eastby pregunta por ella, si está bien o necesita algo. Por último, dice que va a la esquina y que pronto volverá.

Sale y se topa con Nola, le habla del aparato de CD y se despiden. Chris se asoma, los ve y espera. Al salir Nola del ascensor, la llama y le dispara. Chloe espera al irlandés, ahora con otro alias: El Asesino, en serie. Otro producto de la vanidad, la competencia, ¿el éxito?, esos tres pilares del capitalismo. La única diferencia con el que antes despertaba bronca e indignación es que ahora inspira lástima y desprecio. Sus motivaciones para el crimen así lo certifican: arribismo, avaricia, ambición. E impostura. Pues su rol en esa familia endógama es el de un simple impostor que activa el botón de la emulación para, al final, comprobar que solo es una caricatura de aquellos a los que, infructuosamente, imitó perdiéndose a sí mismo en el intento. Ahora todos, público e investigadores, son testigos de la ‘carnicería’: robaron y asesinaron a la Sra. Eastby y en la escapada se toparon con la Srta. Rice y la mataron. Sea por miedo o por aumentar el botín. Ha vuelto en el peor momento, dice el inspector Banner.

Además, limpiaron la casa de fármacos. ‘Hay gente que no tiene suerte’, agrega el policía como yendo con los tópicos dominantes en la estructura del guion: metáforas deportivas, frases seudo filosóficas, repeticiones de patrones de conducta, estereotipos. O tipos estéreo, por la amplificación de su ruido interno que, en el caso de Chris, derivará en un bombazo que afectará a todos. Chloe y él hablan sobre el musical. Cuando coge el diario, ve el aviso del asesinato de Nola, lo que suscita la falsa sorpresa de su verdugo mientras se seca el pelo y se alista para lo que viene: ‘La mataron en un robo. Un robo por drogas’. Otro ardid de alias Embustero. Mientras en la familia saben de la tragedia, Chris, a espaldas de Chloe, pone arma y cartuchos en su sitio, como si nada e intenta desaparecer lo que lo involucra. Pero, parece ignorar que es imposible hacer eso con su responsabilidad, la que no lo dejará dormir, le impedirá volver a ser juguete de poderes extraños, efecto de paternalismo no de solidaridad.

De lo primero, sabe mucho el Sistema; de lo segundo, el capitalismo todo lo ignora. Chris le cuenta a Eleanor que Chloe está embarazada y que están entre nubes. La madre observa que ella sí está, pero su marido parece aturdido. Samantha llama a Chris y le notifica que lo llamó Mike Banner y que se comunique con la comisaría de Shepherds Bush. Lo llama, acuerda con él ir a buscarlo y al pasar frente al Támesis, Chris desocupa sus bolsillos. Por último, tira la argolla de oro de la Sra. Eastby, para que de paso se repita el ralentí del inicio. Pero, ya no con una inofensiva bola de tenis, sino con una comprometedora pieza producto de un robo, que llevó a un asesinato y derivó en otro que ahora lo tiene ad portas de una cadena perpetua. La argolla pega en la reja metálica, pero en vez de ir al río, cae en la zona peatonal. Chris jamás imaginó que, pese a todas las demás evidencias, ‘un detalle sin importancia puede echar a perder toda una vida’, como decía Wilde: ese detalle es el diario de la Srta. Nola Rice.

Aun con la insistencia de Banner, Chris siempre negó verse recién con ella: ahora se sabe que figura en todo el diario. Su coartada se va al piso. Cuando Banner observa si puede seguir sosteniendo que vio hace un año por última vez a Nola en la Tate, con altanería responde que no lo culpe por pretender ocultar que tuvo una relación con ella. Además, reclama protección policial. Alega que no lo vincularán a su muerte, ¿verdad? Voz que no figura en los subtítulos y solo con la cual se entiende el original. Chris le niega a Banner que haya prometido dejar a su mujer para casarse con Nola. Y de postre una perla: que no quería acabar la relación, pero tampoco destruir su hogar. Que no irrumpan los sabuesos para destrozar vidas humanas. No hay motivo, él no haría daño a nadie, mucho menos a Nola. Chris oye ruidos, mientras escribe. Va a la cocina en penumbra. Una mujer entra y lo llama: ‘Chris’. Sí, es Nola. Con la mayor naturalidad, aun en terrenos de lo fantástico/improbable, voltea y dice que no fue fácil.

Pero al llegar el momento pudo disparar, que solo en una crisis se conoce al prójimo, que se aprende a ocultar la conciencia bajo el tapete. Hay que hacerlo, si no eso aniquila. Nola repara por ella y por la Sra. Eastby: aparece ésta, para pedir justicia por los inocentes que caen. Chris, entre filosófico y político, señala que ellos son sacrificados, por una orden mayor y que ella es un daño colateral. Aquí, no se olvide a M. Foucault sobre el Poder: ‘No sabemos quién lo tiene, pero sí quién no lo tiene’. O ‘el poder es esencialmente lo que reprime’. (6) Sófocles: ‘No haber nacido nunca, puede ser el mayor de los favores’, cita Chris a propósito de lo que dijo Eastby: que un daño colateral también lo fue su hijo. El juicio que no hacen la justicia divina ni los terrícolas lo hace Nola, o sea una mujer, en torno a Chris y su imperativo kantiano: prepárese a pagar el precio, sus actos fueron torpes, llenos de fallos, de alguien que suplica ser descubierto y acusado. ‘Lo correcto sería ser descubierto y castigado’, Nola dixit.

Así habría una mínima señal de justicia, una mínima porción de esperanza en un posible sentido. Todo ello, se antoja de Woody mismo, con lo cual se reafirma que la autoconfesión es el sucedáneo perfecto de la creatividad. Lo que no significa, claro, que sea un asesino, ni en serie ni en serio ni en broma. Sino que su historia salpica su vida de episodios oscuros con sus musas y con Soon-Yi, hija adoptiva de André Previn y Mia Farrow (lo acusó de abusar de su hija Dylan), con la que se casó en 1997. (7) Despierta, el que tuvo este sueño fantástico sobre inocencia y culpa, confesión y ocultamiento, verdad y mentira: el inspector Banner, quien asegura que fue Chris quien las mató y cómo lo hizo: primero mató a Eastby y luego para despistar simuló un robo, sabía cuándo volvía Nola y la mató, como por descubrir un robo. Así lo planeó para llegar a tiempo al teatro y reforzar su coartada. Aún no resuelve lo del arma y sabe que es mucho pedir a un jurado, pero todo le vino en sueños y lo resolverá.

Pero, su colega le trae malas noticias: hubo otro crimen, una venta de drogas torcida, un drogadicto muerto: en su bolsillo el anillo de la anciana; dice que su argumento tenía motivos, pero el suyo también: heroína. Un yonqui con largo historial al que mató otro. ¿Y si Chris lo hizo, tiró las joyas y aquél las halló? Banner se rinde: Chris no lo hizo, solo es otro cabrón que engañó a Chloe: lo explican las fotos de Nola. Con quien no se casó ni fue feliz, pero se hizo filósofo. Alec abre champán y entra con su nieto. Solo importa que tenga suerte. Quizá se sugiere con su arribo que la vida triunfa sobre la muerte o la existencia sobre el crimen. Al final, flota la idea del lío para resolver crímenes o la ineptitud de policías, sabuesos, jueces. Es el caso de un asesino, impune, así sea culpable. Lo cual encierra una velada/inconsciente apología del delito, que a la vez oculta la culpa consciente del cineasta. Queda pendiente la condena para Chris, como se infiere del sueño de Banner y de la cita a Nola y a la Sra. Eastby.

Lo de la comisaría, deja claro que no siempre la mentira del cine es verdad o deriva en ella, sino que a veces sigue siendo mentira hasta el fin. Allen esgrime la fórmula del profesor de tenis que busca darle sentido a su vida, vía trabajo/negocios, y cree hacerlo en el asesinato. Como en Hombre irracional (2015), por otra vía, a través de Abe, profe de filosofía que cita a Beauvoir, Kant y Kierkegaard: igual en Match Point, recurre a Crimen y castigo para hablar de tormento y culpa, inocencia y sensatez, conciencia y crisis, al ser por último otra víctima del Sistema o, diría Marx, ‘juguete de poderes extraños’. Frase a la que Allen convierte en suerte. Lo que intenta demostrar al inicio y al final de ese Match Point: punto vital para ganar en la vida o para perder vía asesinato. O a causa del tenis, tomando al deporte como metáfora vital. Olvida que los motivos de la crisis en que cayó Chris han sido muy concretos. Así que Wilton es asesino, en serie y en serio, no en broma, juguete de (concretos) poderes extraños.

A Santiago, hijo adorado, por quien recuerdo a Jean-Luc-Godard (1930-2022): La crítica es una forma de hacer cine y hacer cine es una forma de hacer crítica cinematográfica.

Notas, enlaces y bibliografía:

(1) DOSTOIEVSKI, Fiódor M. Crimen y castigo. Círculo de Lectores, Bogotá, 1965, 521 pp.
(2) https://www.youtube.com/watch?v=CI1xySAfAzo
(3) https://rebelion.org/sorry-we-missed-you-una-familia-victima-de-la-uberizacion-laboral/
(4) ROJAS HERAZO, Héctor. Celia se pudre. MinCultura, Bogotá, 1998, 1002 pp.: 795. Allí habla del ajedrez, como ‘duelo sexual’, como ‘todo buen duelo, entre hombres’ y de ellos ‘los perfectos amantes’. Así que los heterosexuales, ¡cuidado con el ajedrez!
(5) Rodney G. Laver (n. 1938), único jugador en ganar los cuatro títulos del Grand Slam, en un mismo año, dos veces: en 1962 y en 1969; el Grand Slam Pro (1967) y el 3º en lograr los cuatro grandes premios.
(6) https://www.redalyc.org/pdf/993/99318557005.pdf
(7) https://www.revistavanityfair.es/sociedad/articulos/boda-woody-allen-y-soon-yi/42299

FICHA TÉCNICA: Título original: Match Point. País: UK / Luxemburgo. Año: 2005. Formato: 35 mm; color; 124 min. Gén.: Drama / Comedia dramática / Thriller psicológico / Suspenso. Guion y Dir.: Woody Allen. Mús.: G. Bizet / G. Donizetti / C. Gomes / Andrew Lloyd Weber / G. Rossini / G. Verdi. Mon.: Caroline Smith. Fot.: Remi Adefarasin. Vestuario: Jill Taylor. Efectos especiales: Rudi Holzapfel. Int.: Alec Hewett (Brian Cox); Mathew Goode (Tom Hewett); Nola Rice (Scarlett Ingrid Johansson); Chloe Hewett (Emily Mortimer); Chris Wilton (Jonathan Rhys Meyers); Eleanor (Penelope Wilton). Prod.: Letty Aronson / Lucy Darwin / Stephen Tenenbaum / Gareth Wiley. Productora: Dream Work Pictures / BBC Films / Thema Productions / Jada Productions. Dist.: Icon Film Distribution (UK / Australia / Nueva Zelanda / DreamWorks Pictures (EE.UU.). Estreno: 12.may.2005 en Cannes, fuera de concurso.

  • Luis Carlos Muñoz Sarmiento. (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por la UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución, con su ensayo sobre Manuel Zapata O. y Changó, el gran putas, fue lanzado por la UFES (20.feb.21). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión, EE, Las2Orillas. E-mail: [email protected]

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