La mayoría de los presos condenados en Argentina pasó su infancia en hogares violentos, se convirtieron en adultos con un arma en la mano, salieron de casa antes de los 15 años, tuvieron trabajos de baja calificación y tienen una franja etaria entre 18 y 30 años. Los datos son proporcionados por un estudio reciente […]
La mayoría de los presos condenados en Argentina pasó su infancia en hogares violentos, se convirtieron en adultos con un arma en la mano, salieron de casa antes de los 15 años, tuvieron trabajos de baja calificación y tienen una franja etaria entre 18 y 30 años. Los datos son proporcionados por un estudio reciente del Centro de Estudios Latinoamericanos sobre Inseguridad y Violencia (CELIV), de la Universidad de Tres de Febrero, en Buenos Aires.
«Estimamos que más de medio millón de personas tuvieron o tienen algún familiar dentro del sistema penitenciario. Se naturalizó: la cárcel para un gran segmento de la población es algo habitual», dijo Marcelo Bergman, sociológico y director del CELIV, en entrevista con el sitio web Cosecha Roja , red de periodistas jurídicos de América Latina. Casi la mitad de los presos condenados en Argentina vivió en un hogar con «moderada o intensa violencia».
Uno de cada cinco de ellos no conoció a su madre o a su padre y cerca del 40% salió de casa antes de cumplir los 15 años de edad. Un total de 3/4 de ellos creció en lugares con altos índices de delitos y la mayoría tiene amigos o familiares que ya habían practicado algún delito de nivel medio o alto.
La investigación entrevistó a más de 1 mil presos condenados y comparó los datos levantados con estudios similares de Brasil, Chile, El Salvador, México y Perú. Argentina registra, históricamente, la menor tasa de población carcelaria en relación con los demás, siendo un 11% más baja que la de México y 65% menor que la de El Salvador. «Es de destacar que el nivel de las penitenciarias federales argentinas es menor en relación con la prestación de servicios, en comparación con otras de la región», destacó el director de la CELIV.
Además, en el estudio se señala que los presidios latinoamericanos están ocupados por jóvenes de bajo nivel de instrucción formal y que tuvieron infancia y adolescencia conflictivas. «Es gente no necesariamente marginal, pero que no les es fácil sobrevivir», resaltó Bergman. Un quinto de esa población no concluyó la Enseñanza Fundamental (primaria) y, aunque el 71% haya trabajado antes de ser detenido, la mitad estaba en puestos de trabajo de baja calificación: recibían remuneración por debajo del salario mínimo, tenían trabajos temporales e inestables y demostraban altos grados de insatisfacción.
En el 73% de los casos, los presos condenados tienen familiares o amigos que han pasado por la experiencia carcelaria. De acuerdo con el estudio, esto contribuye a minimizar la percepción de la penitenciaría como un riesgo o un valor social negativo.
Uso de armas y conflictos internos
Casi el 80% de los internos dijeron haber tenido arma de fuego alguna vez en su vida. El director del CELIV agregó que la mayoría de esa población «creció con un arma en sus manos». En Argentina, según el estudio, es más fácil y barato tener acceso a este tipo de instrumento que en otros países latinoamericanos. El 62% de los presos estaba armado en el momento en que cometieron el delito por el que fueron condenados. La mayoría está preso por robo y cerca del 20% por delito de homicidio.
Los niveles de violencia en las penitenciarias argentinas son más altos que en otros países: el 34% de los presos afirma que fueron robados dentro de las prisiones y el 22% dice que fueron agredidos. De ellos, 3/4 acusan a agentes penitenciarios. «Paradójicamente, en países como El Salvador -que registra niveles más altos de violencia fuera de los presidios- no ocurre eso dentro: los mismos grupos mantienen el orden interno. Aquí, hay menos jerarquías, es más horizontal, entonces hay más conflictos de poder», agregó Bergman.
Fuente: http://site.adital.com.br/site/noticia.php?lang=ES&cod=82500
(Con informaciones de Cosecha Roja)
Traducción: Daniel Barrantes – [email protected]