Recomiendo:
0

Mensajes de Evo

Fuentes: Págin1 12

La sensación flota en el aire: en Bolivia ha nacido algo nuevo, cuya influencia trascenderá sus fronteras hasta convertirse en un fenómeno «histórico-universal», llamado a gravitar en la vida de millones de personas en los más insospechados rincones del planeta. Después de 513 años -recordaba Alvaro García Linera en la Plaza de los Héroes- los […]

La sensación flota en el aire: en Bolivia ha nacido algo nuevo, cuya influencia trascenderá sus fronteras hasta convertirse en un fenómeno «histórico-universal», llamado a gravitar en la vida de millones de personas en los más insospechados rincones del planeta. Después de 513 años -recordaba Alvaro García Linera en la Plaza de los Héroes- los indígenas recuperaban el control de sus vidas. Uno de los suyos, Evo Morales, acababa de ser ungido como presidente y desde su primer instante como gobernante transmitió, con la circunspección y sobriedad que caracteriza a su pueblo, una serie de mensajes que ratificaban que la historia había cambiado de dirección. Mensajes que con sus dichos, sus silencios y sus gestos reverberaron con estruendo por toda América latina confirmando el advenimiento de algo nuevo y diferente. Algo original y genuino, que sólo por una infeliz ocurrencia podría ser concebido como una expresión más de el «centroizquierda», amorfa categoría que los filósofos de la resignación impusieron como una moda. La originalidad del experimento del MAS en Bolivia sólo admite comparación con otras dos experiencias, también ellas únicas e irrepetibles, que exhibe nuestra región: las revoluciones en Cuba y Venezuela. Lo que unifica a estos tres procesos no es su similitud -en realidad no podrían ser más disímiles- sino su irreductible originalidad: ninguno es copia de nadie, confirmando una vez más que las revoluciones son la expresión más genuina e inimitable de los pueblos.

El mensaje que transmite Evo Morales al jurar como presidente, con el puño de su mano izquierda alzado con gallardía y su mano derecha descansando sobre su corazón, desnuda las vacías formalidades del protocolo y deja una huella indeleble en la memoria de su pueblo. Enseguida, antes de comenzar su discurso, pide un minuto de silencio en homenaje a los que ofrendaron su vida para construir una Bolivia justa, libre, digna: Túpac Amaru, Túpac Katari, Luis Espinal y Ernesto «Che» Guevara. ¿Dónde, cuándo, se había visto algo igual? Al terminar, otro gesto: palabras de despedida pronunciadas en aymara y quechua, las lenguas de las etnias secularmente ignoradas y despreciadas. Mensajes que ratifican su ejemplar trayectoria de lucha y la claridad de un discurso que, en la campaña electoral, condenó sin atenuantes al capitalismo y al neoliberalismo. Mensajes elocuentes también cuando, al revés de lo que hacen los representantes de la mal llamada «izquierda racional» -esa que halaga la derecha y fomenta el lobbista de las privatizadas españolas, Felipe González- cuyo primer acto después de un triunfo electoral es peregrinar a Washington para garantizar a los amos del imperio que todo seguirá como hasta entonces, Evo comienza su gira internacional visitando Cuba, y luego Venezuela, gestos de una contundencia insoslayable.

Luego, cuando escandaliza a los «bienpensantes» por el desparpajo con que visita a «altos dignatarios» de las antiguas potencias coloniales vistiendo su humilde chompa rayada. Mientras el «centroizquierda» se trajea y encorbata para ratificar su fidelidad a los poderes establecidos, Evo mantiene intacta su identidad. Y el domingo, en la Plaza de los Héroes, al exaltar la sabiduría de los pueblos saluda a Fidel, el «abuelo sabio» que no pudo asistir; y ayer designa un gabinete que no hace concesión alguna a la derecha, sobre todo en las áreas más sensibles: hidrocarburos, tierra, interior. Ningún mensaje para «tranquilizar a los mercados» u otras tonterías por el estilo a las que estamos tan acostumbrados. A diferencia de otros gobernantes les pide a lo suyos que si lo ven titubear lo empujen y lo obliguen a marchar hacia adelante. Recupera la consigna zapatista de «mandar obedeciendo»; pero a su pueblo, no a los mercados o la globalización. Y ratifica, además, que tanto valor como su juramento en el Congreso tiene el que hizo el sábado en el Tiahuanaco y el domingo ante los cientos de miles que se dieron cita en la plaza: «Me podré equivocar pero jamás los voy a traicionar». Sí, es cierto: hemos entrado en una nueva etapa histórica y la izquierda se afirma en el poder en América latina. ¡Gracias Bolivia!

* Politólogo, secretario ejecutivo del Clacso.