Introducción Como veníamos señalando en nuestra entrega anterior, América Latina ha sido la víctima principal (además de Asia y África), de la crisis mundial ocurrida en los periodos de 1970-1980. Siendo que, desde 1969 se inicia en los países capitalistas del primer mundo, un periodo en el que no se pueden mantener los mismos ritmos […]
Introducción
Como veníamos señalando en nuestra entrega anterior, América Latina ha sido la víctima principal (además de Asia y África), de la crisis mundial ocurrida en los periodos de 1970-1980. Siendo que, desde 1969 se inicia en los países capitalistas del primer mundo, un periodo en el que no se pueden mantener los mismos ritmos de expansión y sin encontrar más posibilidades de inversión con tasas de ganancias similares a las obtenidas después de la Segunda Guerra Mundial.
De suerte que, el capital que anteriormente se movilizaba hacia distintos destinos no encuentra la misma ocupación, quedando ocioso, tanto en la forma de capital industrial como maquinaria, edificios y demás, así como en la forma de capital dinero. Expresándose la ociosidad del primero en la subutilización de la capacidad instalada y el subsecuente desempleo de la fuerza de trabajo. Y el segundo, en el atesoramiento a partir de la conservación del capital en forma de moneda, así como por el aumento de depósitos a interés en los bancos.
Iniciándose así el ciclo crítico de endeudamiento de los países dependientes, cuando en 1971, Estados Unidos de manera unilateral, al margen de los acuerdos y las instituciones internacionales, deja libre al dólar para realinear su paridad cambiaria, así como para desligarlo de la paridad dólar-oro, rompiendo su compromiso de convertibilidad. Hechos que ponen fin a los acuerdos del sistema de Bretton Woods. Desde entonces, los Estados Unidos y otros cinco países, han sido los rectores incuestionables de los procesos monetarios, en los cuales el resto de los países y organismos internacionales son simples espectadores y víctimas de las decisiones de los EE.UU principalmente.
Así, en los setenta primero se rompió el equilibrio concertado sobre los tipos de cambio y se adaptaron los tipos fluctuantes regidos por la banca trasnacional mediante el mercado monetario. Emprendiéndose posteriormente la desmonetarización del oro para fortalecer al dólar y otras divisas como medios internacionales de pago, se desmanteló la estructura de tasas fijas de interés para adoptar un esquema fluctuante determinado por los acreedores, se traslado a los bancos privados el grueso de la actividad financiera internacional como parte de un gigantesco proceso de transnacionalización del sistema capitalista y finalmente cesarían las funciones básicas de control monetario y financiero que habían correspondido al Fondo Monetario Internacional y al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (Banco Mundial).
Siendo el rompimiento de la paridad dólar-oro, la expresión de la autonomización del dinero respecto a los recursos reales existentes. Lo que dará un incremento en la liquidez del sistema financiero internacional, mismo que generará movimientos tendientes a la destrucción de barreras que limiten el libre movimiento del capital y mercancías (con excepción de la fuerza de trabajo), para dar paso a las ideas sobre el libre mercado, como la estructura idónea para lograr el máximo crecimiento y distribución.
Además, al otorgar una gran movilidad de capitales y que la valoración de los mismos dependa cada vez más de los mercados financieros se dará una mayor liquidez internacional originada en el cambio ocurrido en la determinación del precio de las monedas, transitando de una estructura fija a otra flexible. Lo cual les permitió a los capitales obtener ganancias financieras a partir del diferencial de las tasas de interés entre los países y los precios de las distintas monedas. Dando inicio a su vez a drásticas variaciones en el precio de los títulos financieros, causando un gran movimiento especulativo de capitales.
Orquestándose así un movimientos destinados a desregular los mercados financieros nacionales con la intención de formar un solo mercado internacional, lo cual dará pie al proceso de globalización en dicho sector. Conduciendo a su vez a la eliminación de «mecanismos compensatorios» y la imposición del mercado de valores como la opción más eficiente para incrementar la recolección del ahorro y garantizar su distribución hacia proyectos con mayores rendimientos.
Resultando así que, desde finales de los años sesenta hasta la fecha el mercado internacional de capitales ha crecido de manera incesante. Según datos del Banco de Pagos Internacionales de Basilea (BPI), a finales de 1969 las operaciones crediticias en el Euromercado eran cercanas a los 44 000 millones de dólares, en 1976 serán superiores a los 250 000 millones de dólares, en 1981 serán de 660 000 millones de dólares, de manera que para finales de 1984 los préstamos en los mercados financieros internacionales serán cercanos a 1 265 000 millones de dólares1.
Cifras a las que además se les añaden las operaciones en las Bolsas de Valores de las principales plazas financieras, el manejo de títulos del Estado por agentes no bancarios, flujos financieros que conforman la inversión extranjera directa, entre otros, como los recursos que manejan organismos internacionales multilaterales como el Banco Mundial.
Llegando así para 1987 a una suma de cuentas en euromonedas en todo el mundo cercana a los 4 billones de dólares. Y un solo banco de inversión de Wall Street, el First Boston Corporation, comerciaba con títulos por más de 4 billones de dólares, cifra por aquel entonces superior a todo el Producto Interno Bruto de Estados Unidos, elevándose además el comercio de futuros diez veces más que la tasa de crecimiento de la producción industrial. De suerte que, la mayor parte de tan enormes sumas de dinero, con movimiento internacional a gran velocidad, sin reparar en las consecuencias y sin relación directa con la producción de bienes y servicios son ya formas de capital ficticio.
Así, la desregulación de los mercados financieros internacionales y la desvinculación del sistema monetario internacional, respecto a un activo externo de reserva, han permitido que el financiamiento internacional se expanda por encima de las necesidades del comercio mundial. Pasando el comercio mundial de mercancías, de1973 a 1996 de 542 a 5 340 millones de dólares, un aumento de 9 veces. Mientras que en el mismo lapso, los activos externos de los bancos comerciales de todos los países pasaron de 312 a 8 300 billones de dólares, incremento de unas 26 veces. En el mismo sentido, en 1973, la colocación anual de bonos en los mercados internacionales de capital era de unos 9 billones de dólares y para 1996 sería de unos 770 billones de dólares, representando un aumento de 88 veces.
Incremento de la intermediación financiera internacional que sin embargo, no se ha reflejado ésta en un mayor ritmo de acumulación de capital productivo. Reduciéndose en los países industrializados la inversión bruta fija en el PBI de 24% a 20% durante 1973-1996. Siendo que dentro del grupo de éstos países se reciben unas tres cuartas partes del crédito bancario internacional y colocan cerca del 90% de las emisiones internacionales de títulos. Disminuyendo así en dicha parte del mundo, su ritmo promedio de crecimiento anual de un 4.9%, durante los sesenta, a sólo un 2.0% en los noventa. Manifestaciones de la desregulación financiera que tendrán efectos similares en zonas de Asia y América Latina2.
Además, dentro de tal tendencia el financiamiento internacional se ha desviado de los usos productivos hacia la actividad especulativa, inducido por el mismo proceso de desregulación. Mostrando desde hace tiempo varios conglomerados financieros e industriales de distintos países industrializados, el fenómeno llamado evicción, consistente en sustituir inversiones directas para la producción, en inversiones financieras. Generando una automatización de la economía financiera respecto a la economía real, que resulta inviable a largo plazo, debido a que tiende a reducir el crecimiento del ingreso real, a la vez que eleva el nivel de endeudamiento de los países acreedores.
Proceso de internacionalización de los mercados financieros, dentro del cual además será de gran relevancia la revolución de las telecomunicaciones y de la tecnología de la información en su conjunto. Dado que estas innovaciones han generado amplias posibilidades a lo que es llamado automatización flexible, el cual permite deslocalizar proceso completos o pequeñas fases del proceso trabajo, a la vez que mantiene un control centralizado de las operaciones. Lo cual ha implicado dar un enorme salto en intensificación del uso del capital y en la productividad del trabajo.
Conduciendo la deslocalización de la producción a nuevas formas de subcontratación, ya que las empresas se han centrado exclusivamente en la producción donde mayor nivel de valor agregado pueda obtener y en contraparte subcontratan lo más posible las actividades consideradas como satélites. Así tales empresas han incrementado su tamaño mediante pequeñas y medianas unidades de producción, controladas directa o indirectamente por un holding3.
Todo lo cual estallara con la crisis mexicana de 1994 y las crisis de los países del sudoeste asiático. Presentándose en ambas regiones fugas masivas de capitales, violentas pérdidas de reservas internacionales por parte de sus bancos centrales durante crisis bursátiles, lo cual ha ido de la mano de crisis en sus balanzas de pagos, al verse deterioradas sus calificaciones respecto a sus obligaciones en los mercados internacionales de capital, impidiéndoles acceder a los financiamiento y refinanciamientos, solicitados para estabilizar sus mercados financieros internos4.
El sistema financiero internacional
El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial nacen y se constituyen a partir de Bretton Woods. Dedicándose en un principio el FMI principalmente a la resolución de problemas en la balanza de pagos y el BM a la asignación de recursos directa o indirectamente vinculados a los sectores productivos. Sin embargo, en la década de los sesenta, tal situación se modificará ante la expansión y los cambios que se producen en la creación del dinero, el crédito internacional y la red bancaria en el mundo.
De manera que si bien, desde la creación conjunta en Bretton Woods del FMI y el BM, se perfila una división de tareas complementarias entre ambas instituciones. Donde correspondería al FMI atender los problemas de liquidez y al BM los problemas referentes a la asignación de recursos, así como a la reproducción de capital productivo. Además de que al FMI se encontraran vinculadas fundamentalmente las políticas monetarias, fiscales, de deuda externa y cambiarias de corto plazo. Mientras que al BM corresponderán las prioridades en materia de inversión y gastos públicos, eficiencia en el uso de recursos, así como las políticas de precios a mediano plazo.
Para finales de los años sesenta tal situación cambia ante el cuadro de crisis internacional que envolvió al mismo FMI, deteriorando su posición internacional, hasta perder legitimidad. La liquidez ya no pudo ser regulada por el FMI y al verse comprometida la hegemonía del dólar como moneda nacional, el FMI revitaliza sus esquemas monetarios para manejar la demanda global a corto plazo, dando entrada a algunos aspectos de la oferta, así como a programas de ajuste de balanza de pagos en una perspectiva más larga. Mediante tales mecanismo y poniendo en práctica los préstamos de Servicio Ampliado (Extended Fund Facilities), el FMI acentuó sus intereses en políticas impositivas, de precios y subsidios, vinculados con los temas de energía, producción agrícola e industrial.
Mientras que por su parte el BM, pasara de cumplir una función secundaria de apoyo a la expansión del capital privado hacia los países del Tercer Mundo, a asumir un papel más importante en la búsqueda de mecanismos para la administración de la crisis. Dentro de lo cual mantendrá su interés en aumentar la competitividad y los márgenes de ganancia de las exportaciones de los países del Primer Mundo. Y en el mismo sentido ambos organismos, tanto el FMI como el BM, comulgan por atenuar el déficit fiscal de los países dependientes.
En este tenor, han adquirido mayor vigor y complejidad las relaciones entre el BM, el FMI y la banca privada. Siendo que durante la crisis internacional de los 70, se estrechan los vínculos entre la banca privada y el BM, debido a que la principal fuente de recursos del BM emanara de los mercados financieros internacionales. Y acorde a los designios de tales fuentes, el BM desarrolla intensamente su papel como coordinador de grandes y costosos proyectos, en los cuales el BM además asume la responsabilidad de organizarlos, prepararlos y supervisarlos.
Proceso al cual adicionalmente el BM buscara, mediante arreglos de cofinanciamiento con bancos comerciales, conducir a los prestatarios (países dependientes), ante nuevos prestamistas, asegurándoles a largo plazo un acceso continuo a los mercados de capitales internacionales. Lo cual derivo en una reducción en los márgenes de negociación financiera para los países dependientes, en vista de que, en caso de incumplimiento del pago de la deuda y ante la íntima asociación entre bancos privados internacionales y el BM, estos ejercen una presión conjunta sobre los países endeudados.
Más todavía, el BM se volvió un puntal importante para la banca privada respecto a sus evaluaciones sobre los países dependientes. Puesto que si bien los bancos hacen sus propios estudios sobre las diferentes economías, la información que el BM les suministra, a través de sus country-reports o mediante datos específicos de un determinado proyecto, les permite sortear obstáculos en tal materia. Así mismo, el BM ha participado cada vez más como un intermediario para la banca privada respecto a las presiones de política económica, ya que estas pueden ser ejercidas con mayor eficiencia por medio del BM y el FMI, que mediante la propia banca privada.
Pero además, ante la expansión de la banca privada y el BM, también se han articulado los procesos de internacionalización productiva. Participando las operaciones de cofinanciamiento en áreas estratégicas de la producción mundial como energéticos, agroindustria, entre otras ramas altamente especializadas de la industria. Resultando así que el BM mediante sus políticas ha operado como catalizador y orientador del capital financiero internacional en su conjunto y no solo de la fracción bancaria.
Y bajo tal tesitura, también se crean mayores lazos y renovados requisitos de coordinación, entre la política de préstamos del BM y los bancos de desarrollo regional como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), los Bancos de Desarrollo asiático, africano y caribeño. De forma que, desde 1972 destacara la importancia de las fuentes privadas de financiamiento, bancarias principalmente, sobre las inversiones directas. A la par de una perdida relativa de importancia de los organismos bilaterales, gestándose en contraparte una mayor participación de los multilaterales como el BID, especialmente para América Latina. Canalizando así, tanto el BM como el BID, cada uno por su cuenta, tan solo de 1961 a 1979 unos 6 000 millones de dólares.
Si bien en un principio, durante la década de los 60 hubo diferencias importantes entre el BID y el BM, debido a que el BID fue promovido por algunos países de América Latina con la intención de oponerse a las posiciones de los Estados Unidos y al mismo BM. Hecho manifiesto en que el BID pretendía orientar sus recursos principalmente hacia las inversiones en el área social como viviendas, educación y saneamiento, además de financiar directamente a la industria y a la agricultura. Así la política de prestamos del BID durante los años de 1961-1963 y 1964-1966 absorbía para el área social un 40.80% y 31.82% respectivamente.
Pero, ya para 1967 tal situación cambiara, reduciéndose considerablemente los fondos que eran encaminados hacia el área social y obteniendo por el contrario los sectores productivos y de infraestructura cerca del 80% de los fondos. De manera que desde entonces la orientación del BID será cada vez más similar a la del BM. Resultando entonces que, estas dos instituciones se han encontrado en nuestros días bajo la influencia de los Estados Unidos, captando la mayor parte de sus fondos en los mercados de capitales privados, hasta financiar cada vez más conjuntamente proyectos en América Latina5.
Finalmente, dentro de tales avatares México durante el gobierno de Miguel de la Madrid será orillado a firmar la Carta de Intención con el FMI, admitiéndose así la apertura comercial irrestricta y la aplicación permanente de programas de ajuste antiinflacionarios, la privatización de los bienes de la nación y la atracción de capital extranjero como formato de crecimiento.
A este respecto, la Carta de Intención firmada por México en 1982 dice: En las distintas fases del programa se harán las revisiones al sistema de protección, incluyendo la estructura arancelaria, los incentivos a las exportaciones y el requisito de permiso previo para importar. La revisión, cuyos resultados serán objeto de consulta, tendrá como propósito reducir el grado de protección para lograr una mayor eficiencia en el proceso productivo a efecto de proteger el interés de los consumidores, de mantener el empleo, y fomentar activamente las exportaciones de bienes y servicios y evitar utilidades excesivas por las ventajas oligopólicas que se deriven del sistema de protección. Se propiciará una mayor integración del aparato industrial mexicano con el fin de hacerlo más eficiente.
Y en estrecha armonía de intereses, a la Carta de Intensión, se le debe sumar el ingreso de México al Acuerdo General Sobre Aranceles y Comercio GATT, en 1986 (desde 1989 Organización Mundial de Comercio OMC). Ya que mediante dicho acuerdo y la apertura indiscriminada al exterior, la pequeña y mediana industria del país quedarán a merced de las grandes compañías trasnacionales, gigantes que cuentan con la tecnología más avanzada, por lo que el pequeño y mediano empresario no pueden competir con ellas, y ante las exigencias del acuerdo de que se modernicen, sólo desaparecerán por «ineficientes»6.
Asia y la desregulación financiera
Caso ilustrativo de la desregulación financiera y un modelo de desarrollo sustentado en las exportaciones, impulsadas por el crédito a la inversión productiva en un principió será la región de Asia. Basados en el modelo neoliberal, durante los setenta y los ochenta, países como Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Malasia y Tailandia, promoverán el desarrollo de sus mercados financieros y la canalización institucional de los ahorros. Liberalizando sus sistemas financieros, siguieron la tendencia mundial de sustituir los instrumentos de control directo de la política monetaria por mecanismos de mercado. Eliminando los topes a las tasas de interés y disminuyendo el uso de encajes en la regulación del volumen de crédito, todos desarrollaron sus mercados monetarios, principalmente los mercados interbancarios y de títulos intergubernamentales, con la finalidad de apoyarse en operaciones de mercado abierto.
Conforme a lo cual, en casi todos los mencionados países, a excepción de Filipinas, el mercado cambiario se dejo libre, siendo éste un contrapeso para la actividad intervencionista de los bancos centrales en otras áreas de la política monetaria y crediticia, como la asignación selectiva de los créditos y el monto del endeudamiento externo neto de los intermediarios financieros. Resultando así que, hasta principios de los noventa las autoridades monetarias lograron mantener un importante control sobre la vinculación del crédito y la inversión productiva, especialmente sobre las áreas definidas como prioritarias en cada país.
Así, el empleo de mecanismos de mercado para la determinación de las tasas de interés, la sustitución de encajes, entre otros controles directos mediante operación de mercado abierto, únicamente permitían a los intermediarios flexibilidad respecto al volumen del crédito que podían otorgar, pero no en lo tocante a su asignación. Por lo que será ésta la etapa más exitosa de desarrollo de dichos países.
Observándose entonces que, entre 1970-1996 el PIB de Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Malasia y Tailandia, medido en dólares aumento 30 veces, el multiplicador financiero7 se duplico, triplicándose así también la relación entre crédito interno y el PIB. Pasando además el coeficiente de inversión de 18 a 36%, superando ampliamente el promedio de 20% privativo en los países industriales y de 26% del conjunto de los países del Tercer Mundo por esas fechas. Duplicándose así mismos la participación en el PIB de la venta de mercancías al exterior, pasando de 15 a 32%, ocurriendo lo mismo respecto al total de las exportaciones mundiales, que pasaron de 1.75 a 6.32%. Manteniéndose los tipos de cambio competitivos, la acumulación de capital y el crecimiento del ingreso fueron elevados, a lo cual también ayudo que el sistema bancario se encontraba protegido ante una exposición excesiva de moneda extranjera8.
Unido a tal desarrollo, se dará una transición en dicha región de la cadena del vestido, entre otras ramas de la industria ligera, hacia la industria electrónica de consumo durante los años setenta y ochenta, bajo la influencia principal de Japón. Emprendiendo así también sus primero pasos sobre la industria de la computación, particularmente en el ramo de los componentes y periféricos. Abriéndose posteriormente, tras el primer círculo de los llamados nuevos países industrializados en aquel entonces (NICS), representados por Sud Corea, Taiwan, Singapur y Hong Kong, un segundo círculo de exportadores de productos electrónicos en Malasia y Tailandia, conforme se dio el primer desplazamiento interregional de sectores productivos intensivos en trabajo.
Pero además, de la producción de bienes más elaborados y abastecer de más componentes locales, la industria sudcoreana, taiwanesa, y de Singapur, entran en la fase del diseño y la producción de software. Desplegando ampliamente sus propias redes empresariales en la región, lo cual los lleva a desempeñar un papel importante en la conformación de un tercer círculo de países y regiones productores, constituido por áreas costeras chinas, Filipinas y de Indonesia. De suerte que para mediados de 1995, la tercera parte de la producción electrónica de Taiwan se había desplazado a China continental, ocurriendo algo similar con los segmentos más intensivos de trabajo de las industrias de Sud Corea, Hong Kong y Singapur.
De tal manera, Corea contará para ese entonces con un sector electrónico de exportación cuya importancia era prácticamente equivalente a la de las industrias intensivas en capital como la automotriz, de buques y acero. Mientras que Hong Kong continuó especializándose en los escalones superiores de la industria de la confección, contando así también con una participación significativa en la electrónica. Tailandia se encontraba en un momento de transición con peso en las exportaciones primarias y las manufacturas intensivas en recursos naturales y trabajo. China aun era el primer exportador mundial de manufacturas intensivas en trabajo, como juguetes, vestido y calzado, en tanto que Indonesia se había especializado casi en su totalidad en la exportación de materias primas como petróleo, gas natural, carbón, cobre y caucho, así como en la de manufacturas intensivas en trabajo como ropa y calzado9.
Sin embargo, esta situación en 1998 se vera resquebrajada, desde Japón, Corea del Sur, Filipinas, Indonesia, Malasia, Tailandia, entre otras economías de la región, ante el grave problema de la sobre acumulación y el exceso de capacidad productiva. Pese a que el proceso de reestructuración de capital, sustentado en la «carrera hacia abajo» (downsizing), el deterioro de sueldos y salarios, el adelgazamiento de la producción (lean production), el outsourcing que deja fuera de la producción a terceros, quienes se harán cargo solo de ciertos proceso, así como no obstante la apertura y expansión de los mercados financieros, las inversiones y transacciones comerciales crecientes, mantuvieron bajo control durante un tiempo las contradicciones del capital, estas emergieron nuevamente10.
Afectando así la crisis en esa región, sobre todo a los grandes exportadores de circuitos de memoria como Japón y Sud Corea, en menor medida a la mayoría de los países que exportaban algún tipo de semiconductores o componentes afectados. Viéndose afectada además Sud Corea, no sólo por el gran peso del sector en su comercio exterior equivalente a más de un 15%, sino también por la autonomía, relativa pequeñez y menor capacidad de maniobra de sus empresas trasnacionales frente a las redes más grandes y flexibles de EE.UU, Japón y Europa.
A lo cual se le añadirá la caída de las bolsas de valores en los noventa, cuando se profundizó la liberalización financiera, abriendo la cuenta de capital de la balanza de pagos y expone a los mercados locales a la inestabilidad del mercado financiero internacional, ocurriendo el cierre de plantas, despidos masivos de trabajadores, el recorte de gastos gubernamentales, depreciación monetaria y la miseria de millones de personas.
Empeorando aun más la situación la OCDE, al imponer la apertura financiera como condición para que los mencionados países entraran a la organización, obligándolos además a adherirse al Acuerdo Multilateral de Inversiones, el cual en adelante los privaría del derecho a establecer políticas de desarrollo basadas en el estimulo a productores nacionales. Así también, elimino los controles que había respecto al endeudamiento externo con los bancos y las empresas no financieras, acabando con la vinculación que existía entre la expansión del crédito interno y la inversión productiva, a la cual había contribuido en un principio la desregulación financiera limitada.
De igual manera, la apertura de la cuenta de capital, forzara a los países del sudeste de Asia a poner más empeño en la estabilidad de sus tipos de cambio para alentar la permanencia de capitales foráneos. Y de ahí que, en países como Tailandia, donde la deuda pública había sido anteriormente contraída a manera de mantener un perfil adecuado de vencimiento y una diversificación en monedas de denominación, la deuda privada creció anárquicamente, impulsada por el establecimiento del centro financiero de Bangkok. Promediando así el influjo de capital externo en las cinco economías señaladas de un 6% del PIB de 1990 a 1996, 13% en Tailandia y superior a 15% en Malasia11.
América Latina y la desregulación financiera
Hasta antes de 1974, el bajo ritmo de crecimiento del endeudamiento externo, así como una poca participación de fuentes privadas de débito en América Latina fueron la constante. Sin embargo desde ese mismo año, la dependencia de crédito externo por parte de la región creció, hasta aumentar extraordinariamente, llegando a abarcar a más sectores de los tradicionales, como los responsables del comercio exterior y la banca, tanto privada como de desarrollo.
Más aun cuando el «éxito» del nuevo modelo se hacia patente en algunos países del sureste asiático como, Corea del Sur, Hong Kong, Singapur y Taiwan. Además distintos países de la región se vieron presionados ante la cuadruplicación de los precios internacionales del petróleo, que los obliga a cubrir una gruesa factura por concepto de importaciones de crudo, así como productos petrolíferos, sustancialmente mayor a la hasta entonces requerida. Y se les ofrece como solución la obtención de créditos y la contratación de empréstitos.
Disponiendo de una gran cantidad de capital ante la ausencia de proyectos de inversión en los países del Primero Mundo, y ante el crecimiento de los mercados financieros europeos y asiáticos por el reciclaje de petrodólares, en ese momento la tasa de interés para los prestamos internacionales era baja e incluso llegó a ser negativa en algunos años: 1972-1980, manifestó un nivel mínimo de 27.5%, en 1974. Mientras que para 1973-1977 tuvo un nivel mínimo de -3.0% alcanzado hasta 1975.
En tal contexto, el endeudamiento externo de Latinoamérica adoptara a mediados de los setenta cuatro características: a) se privatizo, en el sentido de que la participación de las instituciones financieras privadas en el endeudamiento neto de América Latina con el exterior aumentó de 31.6% durante la década de los setenta, a 68.4% en 1975 y a 82.6% en 1980; b) se diversifico extraordinariamente, a partir de la concurrencia de créditos sindicados en el Euromercado, manteniéndose sin embargo la deuda predominantemente con los bancos de EE.UU, en 1982 los bancos norteamericanos eran acreedores del 37.7% de la deuda externa de Brasil con bancos privados, del 37.7% de la de México, del 34% de la de Argentina, del 40.8% de la de Venezuela y del 53.4% de la de Chile; c) se volvió mucho más onerosa, debido a que las tasas de interés (Prime y Libor) aumentaron de forma excesiva desde 1980; y d) se transformo en deuda documentada cada vez a menor plazo.
Bajo tal esquema, los mercados financieros internacionales se convirtieron en una fuente de recursos de primer orden para los países de América Latina. Dejando de ser la deuda externa desde esos años, un aspecto complementario de la política económica regional, pasando a cubrir el servicio de empréstitos anteriores, financiar los déficit fiscales y en cuenta corriente de la región, proveer recursos para los pagos por concepto de inversión extranjera directa, sostener balances turísticos deficitarios, subsidiar tipos de cambio sobrevaluados y hasta mantener tasas positivas de crecimiento.
En el caso de México, después de varios años de mantener en términos manejables su deuda externa, para 1975-1976 esta creció de manera extraordinaria ante la especulación financiera, la fuga de capitales, el empeoramiento del saldo de la cuenta de mercancías, contracción de la inversión privada y la primera devaluación cambiaria. Pasando la relación deuda pública externa acumulada/PIB de 13.8% en 1974 a 28.2% en 1976, y la relación endeudamiento neto anual/PIB de 4.03% a 5.80% durante los mismos años12.
Dentro de tales parámetros, el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos de América Latina llegó en 1981 a más de 40 mil millones de dólares. Cifra 45% mayor a la del año inmediatamente anterior y duplicaba la de 1979. Afluyendo nuevos recursos financieros de corto plazo hacia los países de la región, para finales de 1981 la deuda externa contratada a plazos menores de un año llego a ser de más de un 65% respecto a los ingresos por exportaciones totales de América Latina (sin incluir Panamá y las Bahamas) y de más de un 70% de los países mayores.
Y después de tales hechos, en la década de los ochenta, particularmente después de la crisis de deuda de 1982, el gran capital financiero se encargara de recuperar su inversión, apoyado por el FMI y el BM, como voceros oficiales frente a América Latina. Desde entonces, el énfasis para nuestra región se coloca sobre el pago de la deuda, y para 1987 los Estados Unidos ya plantean la idea de que nuestros países «crezcan para pagar», aspecto retomado en el Plan Brady en 1989.
Centralización de capital y quiebras en EE.UU.
Ante tal expansión del sistema financiero, ésta misma funcionara como una palanca para le centralización del capital. Debido a que el manejo de una gran cantidad de fondos y las necesidades de crédito creadas, obligará a la formación de consorcios bancarios. Ayudando además a tal concentración, el hecho de que diversos Estados, mediante las finanzas públicas asumirán un papel más activo como demandantes de crédito en los mercados financieros. A este respecto, México, Brasil e Italia financiaron y hasta desarrollaron proyectos que requirieron grandes montos de inversión o se asociaron a distintos capitales.
Resultando en tal proceso, fusiones, acuerdos de mercado, integraciones horizontales y verticales entre granes monopolios. Lo cual deriva en quiebras y la exacerbación de la competencia en varios países. Tan sólo en los Estados Unidos se registraron en el sistema bancario 10 quiebras de 1981, 43 en 1983 y 71 en 1984. Además, en 1982, se darán las crisis bancarias del Penn-Square Bank, el Greenwich Savings y el Drysdale Securities. Y de igual manera, algunos grandes monopolios de la industria, así como de los servicios se enfrentaran a graves problemas financieros, hasta presentarse quiebras como la del International Harverster, AEG-Telefunken, Dome Petroleum y Chrysler.
Así también, en 1983 se presentaran dificultades financieras para el First Bank of Dallas y la American Saving of Angeles. Se dará la bancarrota de First National Bank of Midland y el Continental Illinois, la fusión del First National Bank of Seatle con Bank of America. Mientras que, corporaciones como la Occidental Petroleoum, Dom Chemical, Good Year Time and Rubber, Bethelhem Steel National Intergroup, Mead e International Harverster, recibieron en esos años créditos millonarios para poder hacer frente a sus distintas dificultades13.
Y se presentan las operaciones de rescate financiero mediante créditos extraordinarios para empresas como Greyhound, Farm House Foods, Rama Inns, Kaufman and Broad, Western Saving and Loan Assoc., Broadview Financial, Texas Federal Financial, Alexander and Alexander Services, Security Capital, Great Atlantic and Pacific Tea, Trans World, Pan American World Airways, Trans World Airlines, Tiger International Western Airlines y Arkansas Best.
Además, dentro del mismo espectro se aceleran las fusiones en los mismos Estados Unidos, en 1984, lo cual causo una eliminación de valores de mercado financiero de unos 80 mil millones de dólares, derivado de fusiones, compras forzadas y readquisición de acciones. En tal lógica, en la industria del petróleo Texaco por más de 10 000 millones de dólares a Getty Oil, Standard Oil of California con cerca de 13 200 millones de dólares compro Gulf Oil, Mobil Oil por unos 5 700 millones de dólares compra Superior Oil, U.S. Steel compra Maraton Oil. Asimismo, dentro del mismo proceso Royal Dutch Shell Group debió obtener acciones de Shell para evitar una posible compra forzada y Phillops Petroleum recurrió a la contratación de grandes créditos con el objeto de lograr una recapitalización masiva y evitar también una compra forzada. Todo lo cual tuvo como complemento la quiebra de refinerías medianas y pequeñas, siendo así que de 1981 a 1986 quebraron 71 refinerías,
Respecto a la industria de alimentos destacaron también las fusiones de Esmark Inc. se adueña de Beatrice Foods, Carnation es comprada por Nestlé, la Continental Banking de ITT pasa a manos de Ralston Purina, Diversifoods Inc. fue adquirida por Allen and Company, Ryan Homes por Rothschild Inc. y Northwest Industries por Farley Metals.
En la industria automotriz, desde la década de los setentas realizaron distinto convenios y fusiones empresas europeas, estadounidenses y japonesas para poder enfrentarse a otras compañías en su área. General Motors celebro acuerdos con Toyota para producir en Fremont, California un auto compacto, Chrysler estableció en Mitsubishi la empresa Motor Sales Inc. para comercializar un auto compacto. Además, Chrysler también se adueño del 15% de las acciones de Mitsubishi, Ford desarrollo relaciones con la empresa Toko Kogyo para producir autos compactos e instalarse en aquellos años en Hermosillo Sonora, México, siendo que ya contaban ambas compañías con una empresa en Japón, la llamada Ford Toko.
Más aun, durante los mismos años, monopolios como American Express, Merri Lynch, Phibro Corp., Prudential y Sears realizaron importantes adquisiciones de empresas, lo cual les posibilito diversificar más sus servicios y participar en mayores espacios de la actividad financiera. Así, American Express en 1983 compro a Shearson Loeb Rhoedes y un año antes a Lehman Brothers Ruhn Loeb, Merrill Lynch compró a Advance Montage Co., la cual brindaba servicios hipotecarios, a Becker-Parifas y para fines de 1984 a Wackenhut Corp. Equitable Life Assurace adquirió a Donaldson Lufkin and Jennette una de las mayores empresas de servicios financieros, Prudential compañía de seguros compro a Bache Groups, Sears compró a Dean Witter Reynolds, Phibro Corp se fusiono con Salomon Brothers.
Derivado de tales adquisiciones, las empresas han podido realizar movimientos con cuentas de fondos mutuos participando así en los mercados de dinero y capital, actuando igualmente en el sistema financiero e incluso como banca inversionista manejando hipotecas, crédito al consumo y compraventa de valores a nombre de terceros. Cobrando importancia en lo que aquel entonces era el Euromercado compañías como American Express y Merrill Lynch, así como en la expansión del crédito y del mercado de valores cobraron importancia Gulf Western, General Electric, Control Data RCA y Greyhound14.
De manera que, la separación entre corporaciones de la industria, el comercio, los servicios no financieros y bancos, financieras, entre otras empresas financieras, se ha ido debilitando cada vez más, hasta nuestros días. Modificando las relaciones industria-comercio-servicios. Para lo cual además se han apoyado en nuevos elementos técnicos y tecnológicos. Socavando las bases de la reproducción ampliada de carácter sostenido, al no permitir establecer condiciones para una elevación general de la productividad.
Centralización del capital y sus efectos en México
La fuerte inversión estatal y la reorganización de la economía para el mercado externo, impulsada desde los países del Primer Mundo, como hemos detallado género demandas financieras que no pudieron ser satisfechas por el sistema bancario existente hasta antes de los 70. De ahí que se establecieran relaciones estrechas de colaboración con bancos multinacionales que pasaran a ocupar un papel protagónico en América Latina, así como con los bancos locales que también tuvieron que ser restructurados para servir a las nuevas demandas del capitalismo.
En consecuencia, se dará un proceso de concentración bancaria en todos los países de la región, por ejemplo en Brasil para 1979 habrá menos de 100 bancos, de los cuales los diez más grandes recibían el 70% de los depósitos, siendo que en 1950 había 350. En México, para 1977, bancos hipotecarios, comerciales, financieros y de ahorro, que tenían un dueño en común y que operaban como bancos separados se fusionan en una sola estructura bancaria corporativa.
Y de la mano de tales eventos, en México surgen y se desarrollan grupos monopolistas, se reestructura el capital y se registran desplazamientos del capital monopolista extranjero, en donde destacaran la proliferación de empresas mixtas y una nueva vinculación entre los más importantes grupos monopolistas del país con el sistema financiero. Así, de mayo de 1973 a diciembre de 1981 se crean 1 669 empresas mixtas, constituyéndose el 50% de estas entre 1979-1981.
En estos hechos, aquellas ramas en que empresas con capital extranjero norteamericano eran importantes, continuara a partir de sus filiales. Pero además, prosperaran sus relaciones con capitales del país en otros campos como la construcción de camiones, tracto-camiones y maquinaria agrícola, así como autopartes, para lo cual se contará también como socios a empresas e instituciones del sector público.
Por consiguiente, en 1983 el gobierno vende su participación en VAM y Renault de México a Renault de Francia. Proceso que corresponderá a la reestructuración de dicha industria a nivel mundial en esa década, donde destacarán la integración de nuevas empresas entre las principales firmas estadounidenses y japonesas, después de que se realizaran fusiones entre empresas europeas y asociaciones de las mismas, con norteamericanas. Y ha este proceso también corresponderá la instalación de nuevas plantas durante el mismo periodo en el norte de nuestro país, por Ford, Chrysler, General Motors, Nissan y la misma Renault.
Y adscritos a esta lógica, también se construyeron en Hermosillo, Sonora, una planta de construcción propiedad de Ford y la empresa japonesa Toko Kogyo, productora de los autos Mazda. Planta que al igual que la de Ford en Chihuahua, la de General Motors en Tamaulipas y la Chrysler en Coahuila, fueron concebidas para el mercado de exportación, principalmente estadounidense15.
Actividades que involucraron cada vez más inversiones con empresarios nacionales, como las inversiones de Ford con Nemeka, perteneciente al Grupo Alfa fabricante de cabezas de auto, con Caraplastic de Visa para la producción de tableros y componentes plásticos, así como con Vitromex del grupo Vitro, para la manufacturación de cristales para autos.
Proceso de vinculación entre el capital nacional y el capital extranjero que se profundizara a partir de la crisis de 1981. En este año el grupo Alfa se ve obligado a vender diversas empresas y a aceptar como socios en el capital de holding a sus bancos acreedores. Asimismo durante la crisis se estrechan los vínculos entre Spicer, que era la principal empresa nacional en la producción de trasmisiones, ejes, ejes tractivos, entre otras partes de automóviles, camiones, tracto camiones, con Dana Corp., además de que se vera obligada a usar tecnología de GKN de Inglaterra y Kilsey Hayes.
En el mismo sentido, el Grupo Vitro tuvo que ampliar sus vínculos con subsidiarias de empresas trasnacionales como Ingersoll Rand en la firma Quantrom. Así también Alfa, debió vender a FTA su empresa Agromak y deshacerse de sus firmas productoras de aparatos eléctricos para el hogar, además de estrechar vínculos con empresas como Hitachi que le proporcionara por esas fechas tecnología para Megatek; con Hércules y American Petrofina para Petrocel; con Basf de Alemania para Polioles; con Du Pont para Nylon de México y se asocia con Ford para producir cabezas de aluminio para autos en su empresa Nemak.
Más todavía, para la conformación de empresas mixtas ayudo la participación del Estado mexicano mediante organismos financieros como Nafinsa y Somex. A este respecto Nafinsa puso en marcha a finales de los setentas, un programa para el desarrollo de la industria en el que participarían como socios capitales extranjeros y del país, además de la misma institución financiera. Constituyéndose así, durante los años del auge petrolero 12 empresas en las que los socios extranjeros aportaban tecnología, mientras que la inversión inicial era cubierta con recursos provenientes de fondos de coinversión que Nafinsa y distintos bancos del extranjero crearon exprofeso para tales proyectos. Así, las compañías que se crearon a partir de la ayuda de Nafinsa, tendrían como compradores de sus productos a PEMEX, CFE, Sidermex, Celanese, Resistol y CYDSA, principalmente.
Vinculación a la cual llego a rematar la deuda externa, siendo que de 1979 a 1982, tan sólo consiguieron créditos en el euromercado grandes empresas estatales como PEMEX, CFE, Fertimex, Sidermex, así como las instituciones financieras del Estado como Nafinsa, Banobras, Somex y Finasa. Y a estas se les unieron poderosos consorcios tales como Alfa, Tamsa, Salinas y Rocha Grupo Mexicano de Desarrollo, Spicer, Nacobre, Resistol y VISA16. Otros nexos también desarrollados entre prestamistas y los acreedores de nuestro país serán los siguientes:
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Manufacturers Hannover, se encargo de los empréstitos directos al gobierno federal.
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El Bank of American otorgo préstamos a PEMEX.
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El Chemical Bank a Nacional Financiera.
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El Dresdner Bank a Banobras.
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El Bank of Tokio a CFE.
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El Bank of Montreal al Banco de Comercio Exterior.
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Intermex a Conasupo
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El Lloyds Bank International a Financiera Azucarera.
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El Morgan Guaranty Trust a Banco de México Somex
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El Chase Manhattan a Teléfonos de México
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El Credit Lyonnais a la siderúrgica Lázaro Cárdenas- Las Truchas.
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La Banca Nacional de Lavoro a la Fundidora de Monterry, etc17.
Tales prestamos, unidos al nivel del monto de intereses hicieron del gobierno mexicano el más endeudado entre los gobiernos del Tercer Mundo. Y ante la crisis, se agravaron los problemas de dichas empresas, pasando a ser más grandes sus gastos financieros, así como sus costos, que sus ventas. De suerte que con la baja en el ritmo de la actividad económica se llego a plantear la suspensión temporal de pagos, como fueron los casos de Alfa, Pliana, Salinas y Rocha, Moctezuma, entre otras. Transformándose la deuda contraída en los mercados financieros internacionales por los monopolios privados y estatales de nuestro país, en un medio para que el capital financiero internacional hiciera crecer sus ganancias.
Así, para 1983 el capital norteamericano por la vía del dominio directo o mediante el control financiero se volvió beneficiario de más del 65% de las grandes y medianas industrias y del comercio desarrollado en México, así como de la casi totalidad de las industrias básicas como minería, comunicación, siderurgia y proyectándose para la apropiación paulatina de otras como petróleo, electricidad, ferrocarriles.
De manera que las exigencias de los bancos privados, por intermedio del FMI, dictaron las reglas de austeridad, y del «disciplinamiento» de nuestra economía, destinada a mantener los pagos de la deuda multimillonaria. Todo lo cual será administrado por una burocracia capitalista intermediaría, encargada de realizar y facilitar el saqueo de las riquezas de la nación. Políticamente representados por partidos como el PRI y una supuesta oposición que en realidad le han hecho el juego como los extintos partidos PSUM, PRT, PST y PPS, así como lo hacen actualmente el PAN y el PRD.
Más aun, ante la crisis, a esta alianza asistirán empresarios, principalmente monopolistas nacionales, interesados en apuntalar al régimen priista. Ejemplo de ello serán los dueños de consorcios como Visa, que se verán afectados más que por la crisis, por la nacionalización de la banca ya que dicha empresa poseía dos tercios del capital de Banca Serfín, cerca de unos 4 500 millones de pesos. En igual situación se encontraron el grupo Vallina, quien pierde al nacionalizarse el Banco Comercial Mexicano (COMERMEX).
Reflejándose tal alianza ante el llamado Pacto de Solidaridad Económica (PSE), firmado en 1987 por el gobierno, las cúpulas empresariales, campesinos y obreros afines al gobierno. Dado que en tal Pacto tendrá como objetivo principal abatir la inflación, mediante una estrategia de saneamiento de las finanzas del gobierno y una «armonización» en los aumentos de precios y salarios, que terminara por beneficiar al capital estadunidense y la fracción mexicana que les esta vinculada.
Más toda vía, mediante tal pacto se expresaran la formación de vínculos netamente empresariales del PAN y el distanciamiento entre personajes como Clouhtier perteneciente al mismo. Así, Javier Garza Calderón, consejero del grupo VISA, afirma en 1988, que Clouhtier, no sólo era un candidato a la presidencia de la República, irresponsable, sino que trabajaba en contra de México. En tanto que Clouhtier manifestara en contra parte que, conforme avanzaba su campaña, más le daban la espalda los empresarios dedicados a la comunicación, de manera que no obstante se decían panistas, en el fondo le hacían el juego al PRI18.
De manera que, tras triunfar en dicho pacto los sectores vinculados al capital trasnacional, el movimiento obrero moderara sus demandas de incremento salarial, los campesinos aceptarán que los precios de garantía mantuvieran el valor real que tuvieron en 1987. Mientras que los empresarios «aceptaran» una política de apertura comercial que les obliga a desplegar supuestos esfuerzos en productividad y a moderar sus precios y utilidades. Mientras que el gobierno se «comprometió» a restringir sus gastos y continuar con la desincorporación de empresas no estratégicas o prioritarias, así como adelgazar al gobierno federal19.
Todo lo cual convalidará los efectos adversos que ya se venían suscitando en el país como fueron, el brusco descenso de la construcción, que en 1983 tuvo un retroceso de un 8%, afectando a consorcios como ICA, Bufet Industrial y el Grupo Mexicano de Desarrollo, por la crisis y los severos recortes en programas de inversión, emprendidos tanto por el gobierno como por empresas privadas. Y unido a tal situación, también se vieron afectadas por esas fechas la construcción de tres grandes hoteles en la Ciudad de México como fueron, el hotel El Caballito, Meridien y el proyecto Nikko, así como se vio detenida la obra del Hotel México e instituciones como la Torre de Pemex y el entonces nuevo Banco Central.
A este respecto, la Cámara de la Industria de la Construcción señalaría que sus asociados estaban utilizando sólo el 26% de su capacidad disponible en 1981, significando que la demanda se había contraído en un 80%. Y provenía dicha demanda, en más de unas tres cuartas partes por parte del Estado, mediante instituciones como PEMEX, la Secretaria de Comunicaciones y Transportes y Agricultura y Recursos Hidráulicos, el DDF, la CFE y el INFONAVIT. Pero ante la reducción, se estimo que había más de 850 mil trabajadores desempleados.
En situación similar se encontraron millares de trabajadores que fueron despedidos en la rama metalmecánica y unos cerca de 30 mil en la automotriz. Toda vez que en la rama automotriz, la venta de autos se redujo en 1983 en un 50%, en tanto que Diesel Nacional despido a unos 2 500 trabajadores, reportando pérdidas de 20 mil millones de pesos en 1982.
Además, industrias de aparatos electrodomésticos en el D.F también vieron decrecer su producción, sus ventas y sus niveles de empleo. Reportando cuantiosas pérdidas empresas como General Electric, IEM, Industrias Mabe, Philco, Sky-Line, Manufacturas Electrónicas, Magnavoz, Acros, Estufas y Estufas Nacionales, entre muchas otras. Mientras que en los textiles, tanto de fibras sintéticas como del algodón también vieron caer sus ventas, de manera que empresas como Tapetes Luxor despidieron a cerca de mil obreros.
Y presionado el país ante tal situación, cada vez más se asentara la visión del capital monopólico nacional y el capital extranjero, expresándose la fracción monopólica nacional mediante organizamos empresariales como la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio (Concanaco) y el Consejo Coordinador Empresarial (CCE). Así como mediante la Confederación de Cámaras Industriales (Concamín) y la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra).
A partir de dichos organismo se insistirá en demandas como la del entonces presidente de la Coparmex, Basagoiti, en que los empresarios participaran activamente en la política, siempre que por haberse mantenido pasivos, tanto los empresarios, como la sociedad en general, el país entero estaba asistiendo a la tragedia de la crisis económica de los ochentas.
Además, dentro de tal espectro, se cuestiono cada vez más de manera sistemática el llamado presidencialismo y el corporativismo mantenido por el PRI, de manera que se instará mediante la Coparmex, a la legitimación de acciones empresariales político electorales, así como a un rencuentro entre los empresarios y el Partido Acción Nacional PAN.
Y dentro de tales eventos, lo prioritario sería la aplicación de una racionalidad técnica, antipopulista. Lo cual significara en los hechos la aplicación de las «leyes del mercado». Toda vez que según Basagoiti, en el pasado se había despreciado todo lo referente a la dinámica económica y sus leyes, cometiéndose así en México, muchos pecados en nombre de los criterios sociales y políticos.
Así, de acuerdo a tal lógica se crearon una gran variedad de comisiones administrativas que incluyeron a la representación empresarial pero que limitaron o excluyeron la participación del «sector social». Ejemplos de ello fueron la Comisión Mixta Asesora de Política de Comercio Exterior, los consejos de planeación industrial en distintas ramas, la Comisión de Inversión Extranjera, la de Crédito y Financiamiento, los Comités Regionales de Financiamiento y los Comités Consultivos de Empresas Paraestatales, entre otros.
Más aun, tal proyecto cimentado sobre el atiestatismo, fortalecerá los vínculos empresariales con el PAN y la iglesia en torno a cuestiones como la educación y el aborto, así como desarrollara una labor sistemática de sus puntos de vista en medios de comunicación como la T.V. y la prensa.
Y derivara entre otras muchas perlas, a que en marzo de 1995, durante el mandato de Ernesto Zedillo, se modifique la Constitución mexicana para que se privatice el sistema ferroviario, tradicionalmente operado por Ferrocarriles de México. Bajo el argumento de que bajo la administración del Estado el sistema ferroviario era un desastre y que al pasar a manos privadas mejoraría el servicio, bajarían las tarifas, el ferrocarril detonaría la prosperidad en distintas provincias.
Tales promesas sin embargo a la fecha no se han cumplido, sino que por el contrario, de acuerdo con la Comisión Federal de Competencia Económica, el sector de transporte de carga por ferrocarril, dominado por el Grupo México, y la filial mexicana de la estadounidense Kansas City Southern (misma de la cual Zedillo, fue su empleado), ha derivado en altos precios para los consumidores.
Más cuando se ha determinado que entre Ferromex, propiedad de la familia Larrea, Kansas City Southern, y una subsidiaria de ambas, controlan el 73.3% de las vías férreas del país, por lo cual pueden fijar los precios de interconexión, sin que competidores tengan la capacidad para negociar. Generándose ante tal situación además, tiempos excesivos en el traslado de mercancías, aumentos en los costos logísticos, así como las empresas tienen la capacidad de restringir el acceso a sus redes20.
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González Ortiz Ramón César. La Iniciativa Mérida: Estado, militarización y contrainsurgencia. Tesis de Maestría, UNAM, 2014.
Notas
1 Vidal Gregorio, Carriazo M. Goerge, Huffschmid Jorg, Correa Eugenia, Lichtensztejn Samuel. La crisis financiera. Editorial Nuestro Tiempo, 1986. Pág. 18.
2 Revista Latinoamericana de Economía, Problemas del Desarrollo. Vol. 29, número 114, julio/septiembre 1998. UNAM, IIEC. Pp. 10-11.
3 Revista Latinoamericana de Economía, Problemas del Desarrollo. UNAM, IIEC, Vol. XXIV, octubre-diciembre 1993. Pp. 155-156.
4 Revista Latinoamericana de Economía, Problemas del Desarrollo. Vol. 29, número 114, julio/septiembre 1998. UNAM, IIEC. Pp. 12-13.
5 Lichtensztejn Samuel, Baer Mónica. Políticas globales en el capitalismo: El Banco Mundial. Ensayos del CIDE, Colección economía 4, marzo, 1982. Pp. 105-106-107.
6 Ortiz Wadgymar Arturo. México en ruinas. El impacto del libre comercio. UNAM, IIEC, 2010, Pp. 101-110.
7 Relación entre la cantidad de dinero más el cuasidinero y la base monetaria.
8 Revista Latinoamericana de Economía, Problemas del Desarrollo. UNAM, IIEC, Vol. 30, número 119, octubre-diciembre 1999. Pp. 61-62.
9 Revista Latinoamericana de Economía, Problemas del Desarrollo. UNAM, IIEC, Vol. 30, número 119, octubre-diciembre 1999. Pp. 33-36.
10 Aguilar Monteverde Alonso. Globalización y capitalismo. Plaza Janes, 2002. Pág. 100.
11 Revista Latinoamericana de Economía, Problemas del Desarrollo. UNAM, IIEC, Vol. 30, número 119, octubre-diciembre 1999. Pág. 62.
12 Revista Investigación Económica, UNAM. Octubre-diciembre, 1986, número 178. Pp. 174-175.
13 Vidal Gregorio, Carriazo M. Goerge, Huffschmid Jorg, Correa Eugenia, Lichtensztejn Samuel. La crisis financiera. Editorial Nuestro Tiempo, 1986. Pp. 40-41.
14 Vidal Gregorio, Carriazo M. Goerge, Huffschmid Jorg, Correa Eugenia, Lichtensztejn Samuel. La crisis financiera. Editorial Nuestro Tiempo, 1986. Pp. 43-44-45-47-48.
15 Aguilar M. Alonso, Bernal Sahagun Víctor M., Guillen R. Arturo, Vidal Gregorio. El capital extranjero en México. Editorial nuestro tiempo, 1986. Pp. 170-171.
16 Aguilar M. Alonso, Bernal Sahagun Víctor M., Guillen R. Arturo, Vidal Gregorio. El capital extranjero en México. Editorial nuestro tiempo, 1986. Pp. 186-190.
17 Aguilar Mora Manuel. Crisis y esperanza. México más allá de 1984. Juan Pablo editor, 1984. Pág. 79.
18 Revista Estrategia, México, año XIV, Vol. 2, Núm. 80, marzo-abril de 1988. Pág. 73.
19 Revista Estrategia, México, año XIV, Vol. 2, Núm. 80, marzo-abril de 1988. Pág. 11.
20 La Jornada. Jueves 16 de marzo de 2017.
Ramón César González Ortiz es licenciado en Sociología y Maestro en Estudios Políticos y Sociales por la FCPyS de la UNAM. Actualmente es profesor adjunto en la misma FCPyS, de las materias: Sociología latinoamericana: temas contemporáneos y Sociología contemporánea.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.