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México: El Presidente

Fuentes: La Jornada

A dos meses de que Vicente Fox deje el gobierno, México se halla inmerso en un desastre social, con las instituciones del Estado en el más absoluto descrédito, la supuesta «transición» hecha pedazos y la crisis política agravándose día a día por la pretensión del foxismo de imponer como «presidente» a quien no ganó las […]

A dos meses de que Vicente Fox deje el gobierno, México se halla inmerso en un desastre social, con las instituciones del Estado en el más absoluto descrédito, la supuesta «transición» hecha pedazos y la crisis política agravándose día a día por la pretensión del foxismo de imponer como «presidente» a quien no ganó las elecciones.

1. Los medios de comunicación de diversos países destacaron en el crítico mes de septiembre que en nuestro país se habían declarado dos presidentes electos, lo que puso de manifiesto el desastre institucional de México. Uno, Andrés Manuel López Obrador, quien ganó claramente las elecciones del 2 de julio y a quien la convención nacional democrática reconoció como legítimo presidente el domingo 16. Y el otro, Felipe Calderón, al que se busca imponer tras un burdo fraude, maquinado desde Los Pinos y convalidado el martes 5 por siete corruptos magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, quienes para ello violaron la legalidad constitucional. Cada día está siendo cada vez más claro que el respaldo social y la capacidad política están de un solo lado: el de López Obrador. Y que él es el único presidente.

2. En corto tiempo las cosas se han ido poniendo en su lugar, esclareciéndose cuál sería la gravísima situación del país de persistir las fuerzas oligárquicas en querer imponer por la fuerza a Calderón. Mientras López Obrador ha seguido señalando con visión de Estado cuál es la agenda nacional y reorganizando a sus cuadros y a sus bases sociales, un Calderón empequeñecido y a salto de mata ha ido de ridículo en ridículo en su afán de llevar a cabo actos mediáticos para simular que todo va bien, generando enorme preocupación en las fuerzas empresariales que lo respaldaron, que ahora advierten su error, entre otras cosas, por la evidente incapacidad de éste para desempeñar el cargo y alcanzar los objetivos que se propusieron.

3. López Obrador, por el contrario, lejos de dejarse amedrentar por las manipulaciones del régimen foxista y la desaforada campaña en los medios, que, carente de argumentos, no hace más que insultarlo, prosigue creando con empeño las mejores condiciones para poder gobernar al país, desde un gobierno trashumante, en un escenario en el que el Frente Amplio Progresista y las organizaciones sindicales están creando otra correlación de fuerzas: mostrando quién tiene la mayoría.

4. La pretensión de Fox de que, tras el fallo del TEPJF, su gobierno lograría utilizando a los medios, y en particular a la radio y la televisión, imponer la creencia en la legitimidad del imaginario triunfo de Calderón y aplastar a AMLO, ha fracasado por completo y lo único que ha logrado es aumentar la pérdida de la ya casi nula credibilidad de Televisa y de Tv Azteca y hacer crecer la vocación de defensa de la legalidad y de la nación de los miles de mexicanos que se oponen a la usurpación. Al dar un paso adelante en vez de recular, como muchos intelectuales y periodistas timoratos suponían iba a hacerlo, López Obrador está haciendo avanzar con rapidez el reloj de la historia en la dirección que anhelan muchos mexicanos y logrando tanto o más que si se le hubiese reconocido el triunfo.

5. En pocos días, Calderón ha aparecido ante los mexicanos como lo que es: un hombrecito carente de visión de Estado, ignorante y sin capacidad política alguna, maniatado por las peores mafias políticas y delictivas de la historia reciente de México, con las que está aliado, y que, derruido internamente porque sabe que no ganó, con la pretensión de imponerse por el fraude orquestado a su favor por grupos priístas, yunquistas y panistas, está traicionando el legado panista y la memoria de su padre, el historiador Luis Calderón Vega, quien renunciara al PAN en 1981 acusando a los dirigentes de entonces de abandonar los principios y de entregarse a servir al gran capital: lo que está haciendo ahora su hijo sin principios.

6. La entrevista dada a Proceso (núm. 1560) por uno de los más cercanos colaboradores de Calderón, el joven ultraderechista Germán Martínez, que anunció que de lograr llegar a Los Pinos el 1º de diciembre, Calderón rompería con los aliados que le ayudaron en el fraude, desde Fox y la Gordillo hasta las gentes de El Yunque, por los cuales busca mostrar enorme desprecio, constituye un descomunal error político, pues no logró sino poner en guardia a dichos «aliados» y evidenciar el desastroso escenario que tendría este grupo ilegítimo para pretender gobernar. Calderón está maniatado por el hampa política que lo encumbró, y al romper con ellos perdería el apoyo legislativo y social que necesita y no tendría para gobernar más que a los jóvenes pillos de cuello blanco de que está rodeado, encabezados por César Nava, ex traficante de influencias de Pemex, y Juan Camilo Mouriño, hijo del aventurero gallego, socio de Fox en oscuros negocios, y a los representantes de las trasnacionales.

7. El escenario patético de un Felipe Calderón lloriqueándole a Fox que le resuelva el caso de Oaxaca, seguramente porque él supone que no debería ensuciarse las manos con una represión, hace patente que estas gentes no deben gobernar México. La remoción del priísta Ulises Ruiz como gobernador oaxaqueño quebraría la alianza PRI-PAN, necesaria para que sobreviva Calderón políticamente, como advirtieron los once gobernadores priístas a Fox el lunes 25, además de que propiciaría que en las elecciones constitucionales, a las que se tendría que convocar, triunfase el PRD; la represión de la APPO no solucionaría nada y dejaría a Fox y a Calderón derrotados políticamente.

8. El «problema de Oaxaca», como lo llaman los medios, no tiene salida en términos de las prácticas de componendas del salinismo y del foxismo; requiere de otras políticas del Estado, que son las contrarias a las que el panismo calderonista anuncia para el país.

9. Los hechos de nuestro pasado reciente se conocen cada vez mejor y ya no pueden ocultarse. Los acuerdos PAN-Salinas de 1989, refrendados por los compromisos contraídos por Zedillo con la Casa Blanca en 1995, establecían que la alternancia se produciría en 2000 y que el PAN tomaría «la estafeta», como ahora se dice, para gobernar el siguiente medio siglo.

10. El PAN, refuncionalizado por la integración a sus filas de empresarios traficantes de influencias, tecnócratas salinistas y zedillistas, y miembros de la ultraderecha yunquista, sigue siendo, empero, una minoría, pero pretende gobernar por más de medio siglo para desmantelar del todo a la nación e imponer a los mexicanos un proyecto de corte totalitario. Y ante esta amenaza hay que reflexionar que aún es tiempo de detenerlo, porque mañana sería demasiado tarde.