Dos recientes experiencias electorales en la América nuestra han resultado aleccionadoras y muy probablemente anunciadoras de lo que puede ser una nueva etapa de las formas de Estado y de la lucha social y política —y geopolítica— en la región. En Bolivia, después de 20 años de gobierno y de haber dado al país en 2009 una nueva constitución que estableció en un primer plano los derechos e identidad de los pueblos indígenas, el Movimiento al Socialismo (MAS) tuvo que ceder la presidencia al conservador Rodrigo Paz Pereira, del Partido Demócrata Cristiano. En la República Argentina, el ultraliberal partido La Libertad Avanza (LLA), que ya tiene la presidencia a través de Javier Milei logró un resonante triunfo en las elecciones legislativas que le dieron una amplia mayoría en el Congreso. Son acontecimientos que tienen y tendrán repercusiones en el contexto internacional, sin excluir a México.
“Capitalismo para todos” es el lema que Paz enarboló para combatir contra la fuerza indígena-popular construida en los primeros años del siglo por el dirigente cocalero Evo Morales Ayma. No sólo ganó Paz la primera y la segunda vuelta presidencial; conjuntamente con la alianza Libre (Libertad y Democracia) del ultraderechista Jorge Tuto Quiroga, constituida en segunda fuerza electoral, y el llamado de Morales a Boicotear la elección —y por tanto al candidato oficialista Eduardo del Castillo— redujo al MAS a una representación meramente simbólica, con sólo dos diputados en la Asamblea Legislativa Plurinacional y ninguno en el Senado.
La crisis electoral del MAS es resultado de varios factores incubados y desarrollados desde 2019, cuando la OEA señaló en su informe de observación electoral una serie de irregularidades en la primera vuelta de la elección presidencial que había dado el triunfo a Evo Morales, a pesar de un fallo que lo declaraba incapacitado para una nueva reelección. Protestas populares y presiones internacionales obligaron al líder cocalero a renunciar a la reelección, lo que abrió paso a un golpe policiaco y militar que lo llevó al exilio en México y Argentina junto con el vicepresidente Álvaro García Linera. Janine Áñez fue declarada presidenta por una exigua minoría del Congreso, teniendo una breve gestión que no pudo sostenerse frente a la resistencia de los indígenas y otros sectores populares. La convocatoria a nuevas elecciones culminó con un nuevo triunfo del MAS llevando como candidato a Luis Arce Catacora, ex ministro de Economía y Finanzas Públicas de Morales.
Sin embargo, durante la gestión de Arce afloraron las diferencias por el control del partido-movimiento y para la candidatura presidencial en 2025, lo que lo dividió sin remedio. Evo Morales terminó por renunciar al MAS y pasó a aliarse con el Frente para la Victoria, para luego anunciar la formación de su nuevo partido, al que llamó EVO Pueblo. Aunque durante las presidencias de Morales la economía sostuvo un asombroso crecimiento de más del 5% anual en promedio, atribuido a la gestión de Luis Arce, durante la presidencia de éste, en particular desde 2023, la caída de las exportaciones y la escasez de divisas llevaron a la crisis y la inflación.
El derrumbe del régimen construido a lo largo de dos décadas por un poderoso movimiento indígena, campesino y proletario en torno al MAS ha sido estruendoso, y ha dado lugar al retorno de las derechas al poder, por la vía del PDC y de Libre como segunda fuerza. Lo que no sólo parecía sino era una sólida construcción basada en la alianza de los sectores y grupos sociales históricamente menos favorecidos y sometidos siempre a la explotación, una reivindicación real de los pueblos originarios en sus expresiones contemporáneas y una nueva constitución que reconoció el sustrato plurinacional e indígena de la nación, está hoy en cuestionamiento, ante la posibilidad de su reversión. La consigna de “capitalismo para todos” del nuevo gobernante anuncia la reposición de políticas neoliberales como desnacionalizaciones, reducción de impuestos y aranceles y apertura y estímulos a la inversión privada, especialmente extranjera. Donald Trump saludó el triunfo de Rodrigo Paz y lo celebró como el fin de “20 años de mala gestión” en Bolivia.
Cierto que el movimiento indígena y de otros sectores sociales no está liquidado, aunque haya sido excluido del poder del Estado por su propia división y las inconsecuencias de sus representantes políticos. Pero ahora actuará en un escenario muy desfavorable en lo interno y en el exterior, cuando el imperialismo estadounidense arrecia sus presiones sobre Cuba, Venezuela y el gobierno izquierdista de Gustavo Petro en Colombia. La lucha popular en Bolivia volverá a las calles y carreteras del país, con carácter de resistencia, como antes de 2006, y sin un núcleo unificador como el que representó el Movimiento al Socialismo.
En la Argentina a las fuerzas izquierdistas no les va mejor. El triunfo legislativo de LLA con más de 40% y en contra de los pronósticos que le adjudicaban 30%, hay que explicarlo por la profundidad de la crisis económica y social y por la ausencia de una alternativa electoral clara frente a la ultraderecha de Javier Milei en función del desgaste del peronismo, por corrupción y escándalos en el ejercicio del poder. El partido mileyista, recién fundado a partir de la coalición que lo llevó al poder en 2023, aumentó su presencia de 37 a 93 asientos en la Cámara de Diputados y de 6 a 19 en el Senado. Triunfó en 16 de los 24 distritos electorales, incluyendo la provincia de Buenos Aires, bastión otrora del justicialismo. No tendrá la mayoría absoluta en el Legislativo, pero su mayoría relativa de más de un tercio le permitirá buscar alianzas más fácilmente y bloquear las iniciativas de la oposición peronista.
El espectacular avance de la opción ultraliberal se debió, en primer lugar, a la tabla de salvación que en las vísperas de la elección lanzó el presidente Donald J. Trump con una línea de crédito de 20 mil millones de dólares del Tesoro estadounidense, más otros 20 mil que gestionará en préstamos privados, para estabilizar el peso y frenar la inflación de más de 30% en lo que va de este año. Una decisión movida más por la afinidad ideológica entre el habitante de la Casa Blanca con el de la Casa Rosada que por la certeza de que el rescate se consolidará con éxito; pero funcionó. La expectativa de una mejoría económica inmediata, por leve que ésta fuere, y aunque el país vuelva a quedar bajo le tutela intervencionista del Departamento del Tesoro estadounidense y el Fondo Monetario Internacional, movió a la mayoría los electores argentinos que se expresaron en la boleta a consolidar un gobierno que intenta retirar a la nación austral del bloque BRICS al que lo acercó el anterior gobierno de Alberto Fernández, y amenaza con reducir salarios y pensiones, más recortes presupuestales a la educación, la salud y servicios a la población, desregulación de la competencia para incentivar la inversión y entrega de los recursos naturales al capital transnacional, principalmente estadounidense.
No fue un triunfo perfecto, ciertamente. La abstención de 13 millones de electores que no acudieron a las urnas o anularon sus votos se colocó en la segunda posición, lo que habla del desencanto con los dos polos partidarios en disputa; y el partido oficialista retrocedió en 5.13 millones de votos con respecto de los obtenidos por su coalición en 2023. En realidad, el ultraliberalismo obtuvo sólo 9.34 millones de sufragios (26% del padrón), lo que significa que el 74% de los ciudadanos no lo apoyan activamente o están en su contra. Aun así, su avance en los poderes constituidos es muy significativo y da un respiro al gobierno, que estaba acorralado por la crisis económica y por una muy limitada presencia en el poder Legislativo.
¿Será suficiente este triunfo depredador para salvar realmente al país de la crisis? ¿Podrá La Libertad Avanza estabilizar un dominio parlamentario y presidencial en el mediano plazo, más allá de esta catastrófica coyuntura? ¿Se revertirán contra Milei las draconianas medidas que están por aplicarse? Preguntas que en breve tiempo tendrán que responderse. Tampoco sabemos ahora si podrá el Justicialismo recuperarse en un mediano término, o si podrá construirse al margen del peronismo otra opción de izquierda que enfrente a futuro a la maldición del mal llamado capitalismo libertario de Milei.
Como en Bolivia, se ve muy difícil que las reformas mileyistas logren estabilizar la economía y sacar a la nación rioplatense de su marasmo, lo que abrirá seguramente los escenarios de confrontación social aguda. Veremos muchos acontecimientos en las calles de Buenos Aires y la de toda la Argentina.
Y si bien en Bolivia no está claro que el papel de la mano estadounidense haya sido determinante pare el reciente resultado electoral, sino más bien la crisis económica y la descomposición interna del grupo que gobernó desde 2006, el contexto de las luchas electorales que hemos presenciado en las últimas semanas es de la acrecentada presión y sanciones de Washington sobre los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Colombia, no alineados con el imperio. El despliegue de la Marina estadounidense en el sur del Caribe y sus ataques letales a navíos y lanchas rápidas que Donald Trump dice, sin que intente siquiera probarlo, que llevaban cargamentos de droga; y el anuncio nunca antes visto de que la CIA realiza operativos velados para derrocar al presidente Nicolás Maduro, además de haber ofrecido una recompensa de 50 millones de dólares a quien lo entregue al gobierno estadounidense, han colocado a la región sudamericana en una situación de elevada tensión.
Las presiones sobre México no cesan tampoco. La declaratoria como grupos terroristas a los cárteles del narcotráfico mexicanos, la amenaza constante de imponer aranceles a más productos, además de los ya aplicados al acero, aluminio, cobre y otros, y ahora la cancelación de rutas aeronáuticas procedentes del Aeropuerto Internacional “Felipe Ángeles” a diversos destinos en los Estados Unidos, hablan claramente de la intención de Trump de someter al gobierno de Claudia Sheinbaum a sus designios y mantener a México ajeno a la influencia de los BRICS y de los gobiernos izquierdistas de América.
Por eso no es una coincidencia el recientemente anunciado “relanzamiento” del Partido Acción Nacional, que augura su más claro alineamiento con gobiernos y partidos de la ultraderecha internacional y particularmente con el Washington trumpiano; y una búsqueda de alianzas con otros grupos de esa tendencia en el país que capitalice el descontento de una parte de los sectores medios con la política de la llamada Cuarta Transformación. No nos ha de pasar inadvertido que el embajador estadounidense Ronald D. Johnson —coronel en retiro del ejército, ex agente de la CIA y ex embajador también en El Salvador durante el primer mandato de Trump—, antes de presentar sus credenciales en el Palacio Nacional, había acudido a una cena privada ofrecida por el destacado ultraderechista Eduardo Verástegui y otros opositores al gobierno mexicano. Como tampoco debe tomarse como un hecho aislado que el despótico empresario evasor de impuestos Ricardo Salinas Pliego se proyecte como un claro protagonista de los próximos procesos electorales, si no como candidato, seguramente sí apoyando con sus recursos económicos y mediáticos el fortalecimiento de la oposición de derecha y ultraderecha, tendencia por cierto ya enquistada al interior del partido oficial Morena.
Hasta hoy, es cierto, la presencia electoral de la derecha radical es escasa. No así su presencia económica, mediática y social; y es de esperarse su actividad creciente en los procesos políticos de los próximos años. Envuelto en escándalos de corrupción, ostentación, frivolidad, ausentismo de sus legisladores, y regodeado con los altos niveles de popularidad que las encuestas le dan a la presidenta Sheinbaum, el Morena parece no darse cuenta de lo que en un futuro próximo tendrá que enfrentar.
Eduardo Nava Hernández. Politólogo – UMSNH
X: @ednava7
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