Últimamente, tanto en México como en Estados Unidos, se ha dado un fuerte debate sobre la posesión de armas de fuego y sobre la autodefensa; el asunto tiene en común el origen de las armas, pues en ambas problemáticas, se entiende que está relacionada la industria dedicada a su producción, sobre todo en los Estados […]
Últimamente, tanto en México como en Estados Unidos, se ha dado un fuerte debate sobre la posesión de armas de fuego y sobre la autodefensa; el asunto tiene en común el origen de las armas, pues en ambas problemáticas, se entiende que está relacionada la industria dedicada a su producción, sobre todo en los Estados Unidos de América, en donde esta genera un mercado de consumo importante tanto a nivel nacional como internacional.
Sin embargo, es muy importante establecer diferencias entre ambos debates, pues aún cuando tienen puntos confluyentes, se dan en sentidos totalmente divergentes. En Estados Unidos, el tema ha cobrado relevancia sobre todo a partir de las matanzas que estudiantes jóvenes han sufrido en algunas instituciones educativas de los Estados Unidos, teniendo como punto de arranque la masacre de Columbine, en 1999, y que ahora vive una nueva polémica a partir del asesinato del joven afroamericano Tryvon Martin. En México, el debate se reaviva a partir del sexenio pasado con el protagonismo del llamado «crimen organizado», y ahora con la reproducción de los grupos de «autodefensa» y las «policías comunitarias.
Armas, poder y Estado
No se necesita ser marxista para saber que el problema de la posesión de armas en una sociedad, no puede ser equitativa, pues esto pondría en cuestión la capacidad del Estado para imponer la ley. Autores tales como Max Weber, un claro defensor del régimen político capitalista, establecía claramente que el Estado es quien tiene el monopolio legítimo de la violencia. La diferencia es que desde la posición marxista, el Estado no es un ente neutral en la lucha de clases, sino que es la organización por excelencia de la clase dominante. En dicha organización, el uso y posesión de las armas es un asunto fundamental en la dominación; ningún Estado ha prescindido de las armas para erigirse por encima de las clases explotadas, ni para pelear contra otras clases dominantes; aún cuando el tema de la hegemonía cultural es importante, aún cuando la ideología dominante es capaz de influir seriamente sobre los dominados, ningún estado en la historia se ha arriesgado a tratar de dominar desarmado [2].
Aún cuando el tema de la posesión de armas es importante, esto no implica que radique principalmente en ello el problema; precisamente Engels señala en su obra que uno de los componentes principales del Estado, es el Ejército Permanente, el cual se constituye como una fuerza organizada por la clase dominante, cuya capacidad violenta supera a cualquier otra forma de organización social. Incluso, por ello el ejército y la policía son diferentes, en la lógica de Estado, sólo puede haber un ejército, aún cuando hayan varias policías, y el ejército es el único capacitado en el uso de ciertas armas y ciertas tácticas militares, en otras palabras, el ejército permanente es el único cuerpo armado capacitado para la guerra.
Así pues, aún cuando un Estado pueda permitir que algunos de sus ciudadanos porten armas, esto no significa que vaya a permitir, por la vía de los hechos, que grupos surgidos de las clases explotadas, se organicen militarmente, con paridad armamentística, para rebasar el poder del mismo.
A diferencia de las concepciones derivadas del liberalismo burgués, el marxismo, al caracterizar al Estado, no lo hace desde la descripción jurídica, sino que lo hace a través de su comportamiento en la lucha de clases, lo que cuenta en la caracterización del Estado para un marxista es lo que hace y no lo que él mismo dice hacer. En ese sentido, el Estado es fundamentalmente una clase organizada para la dominación, a través de un aparato burocrático, un ejército permanente y un sistema policiaco carcelario, fundamentalmente. Así pues, en la lógica de Estado, entiéndase, en la lógica de la dominación burguesa, puede ser tolerado cierto grado de transgresión de la ley, todo depende de quién lo haga, cómo lo haga y para qué lo haga, asimismo, puede tolerar que ciertas personas, ajenas a los cuerpos militares o policiacos utilicen las armas, pero todo depende de qué intereses proteja con ellas. Examinemos brevemente cada uno de los casos referidos; Estados Unidos y México.
Estados Unidos la sociedad capitalista por excelencia
La posesión de armas de fuego en Estados Unidos, pareciera ser un hito en su conformación histórica como nación independiente, se trata de un Estado que se fundó, expandió y consolidó como dominio, a través de las armas, muchas de las cuales fueron empuñadas por «ciudadanos», los cuales eran concebidos como «los dueños de América», pues el concepto de ciudadano era equiparable al de propietario [3].
Cuando Estados Unidos se fundó:
Casi todos los hombres blancos tenían armas y podían disparar Y aunque el hderazgo revolucionario no se fiaba de la turba, sabían que la revolución no resultaba atractiva ni para los esclavos ni para los indios Así que tendrían que seducir a la población armada blanca [4].
Los propietarios de Norteamérica, tuvieron en su expansión varios enemigos, los esclavos, propiedad de los propietarios, los pueblos originarios de norteamérica [5]», quienes se rehusaban a aceptar la propiedad privada, y los mexicanos, antiguos dueños de más de un tercio del territorio norteamericano. Las armas, en propiedad de los «ciudadanos» norteamericanos, tenían la finalidad de defenderse de estos grupos, quienes podían rebelarse en cualquier momento por tener intereses contradictorios a los del Estado norteamericano y los propietarios de Norteamérica, o bien, podían desobedecer las normas y violentar la propiedad privada, ya sea escapando de los amos, rompiendo cercas o practicando otras formas de propiedad. Más adelante, el enemigo fundamental del Estado norteamericano pasaría a ser «la amenaza comunista» surgida del movimiento obrero, tanto dentro como fuera de sus fronteras.
Asociaciones como la NRA, quienes en estos momentos son de los principales defensores del consumo y posesión de armas de fuego para los ciudadanos, reivindican precisamente ese carácter, no son en lo más mínimo opositores del estado norteamericano, por el contrario, son los más férreos defensores del mismo, miembros destacados de la misma, suelen promover el reclutamiento masivo para participar en las guerras imperialistas [6]. Dichos grupos, entre los cuales predominan los partidarios del Partido Republicano, se conciben a sí mismos como apoyo del Estado, como una extensión del mismo. Grupos de dichas características son los que forman patrullas en la frontera sur de EU, para cazar trabajadores mexicanos y centroamericanos.
Al respecto, ha destacado la crítica de algunos intelectuales pacifistas norteamericanos, quienes horrorizados por la forma en que la cultura violenta norteamericana, combinada con la excesiva presencia de armas, han provocado sucesos tan lamentables como los de Connecticut, o Columbine, entre ellos sobresale el cineasta Michael Moore, quien opina qué:
Los estadounidenses creemos que está bien matar gente, creemos que está bien invadir un país que no tuvo nara que ver con el 11 de septiembre. Creemos que está bien invadir un país en el que creemos que está Osama Bin Laden, y resulta que está en otro país. Así que siemplemente matamos gente ahí. Y tenemos la pena de muerte, la aprobamos. No estamos hablando de locos. Estamos hablando de nuestro gobierno que está creado con gente del pueblo y para el pueblo y dice que está bien matar gente. Así que ¿por qué nos sorprende cuando alguien transtornado que vive en la misma sociedad dice ‘Siento que quiero matar a alguien hoy’? Creeo que debemos explorarnos nosotros mismos«.
La demanda de Moore y sus partidarios aún cuando no reúne todas las consideraciones que se le podrían exigir a un marxista, pues no lo son, es legítima, ellos han visto que las armas en Estados Unidos sólo sirven para asesinar y no para hacer justicia, así sucede regularmente, en el horizonte norteamericano, no aparece de manera significativa algún tipo de organización armada que pretenda empuñar las armas en contra de los intereses de Estado.
Tal vez el único grupo que, en parte inspirado en el marxismo, pretendió utilizar el derecho a la posesión de armas para defender los intereses de los explotados, fue el Partido Panteras Negras, quien recibió, sin embargo, un trato muy distinto de parte del Estado Norteamericano al que recibe la NRF.
México. Contrabando, autodefensa y rebelión.
En México, acceder a la propiedad de un arma de fuego, a pesar de que la constitución lo permite, es mucho más difícil que en Estados Unidos, sin embargo, como sucede con todo lo relativo al mundo capitalista, el dinero dispuesto a comprar, encuentra una mercancía en manos de quien busca venderla. La restricción legal de la compraventa de armas, lejos de asegurarse de que éstas no lleguen a las manos equivocadas, ha convertido el contrabando de las mismas en un negocio muy lucrativo para contrabandistas así como policías y militares corruptos. La restricción hace que los obreros y campesinos tengan un acceso muy limitado a armas de fuego, y si lo tienen es a armas de segunda mano, hechizas y de calidad muy baja, mientras que la burguesía cuenta con guardias privadas perfectamente armadas, las mafias del contrabando lucen armas nuevas, de alto poder, y el ejército y policía renuevan constantemente las propias. El tráfico de armas en México, no sólo está regulado, sino que está estrictamente vigilado, en lo que respecta a la mayoría de la población, es decir, los explotados.
México, a diferencia de Estados Unidos, tiene una larga tradición de lucha armada de carácter popular, los campesinos mexicanos han tomado las armas en varios momentos de la historia de nuestro país para defender sus intereses en contra de los explotadores y del Estado, tanto mexicano como norteamericano. El Estado mexicano, más que el norteamericano, vive con el temor de que el pueblo trabajador armado, pueda enfrentarlo. Hoy mismo, existen organizaciones de carácter revolucionario en México quienes consideran que la lucha armada es una necesidad, aún cuando no la consideran la única forma de lucha. [7]
El problema de la posesión de armas para el Estado mexicano no es porque hay gente que puede morir, no es porque aquí no sea buen negocio venderlas, es porque existe la posibilidad, cuando menos más que en Estados Unidos, de que esas armas terminen siendo un instrumento de lucha popular.
Por la vía de los hechos, el Estado mexicano no ha hecho prácticamente nada por desarmar el sinnúmero de guardias privadas, fuertemente armadas, al servicio de los capitalistas en México, de los legales y de los ilegales, no parece incomodarse demasiado con el contrabando ni con el asesinato de civiles inocentes; por el contrario, en todos los niveles de gobierno existe una continua retroalimentación con el llamado «crimen organizado».
Sin embargo, cuando grupos de trabajadores, pequeños comerciante, pequeños ganaderos, campesinos o comuneros, toman las armas para defenderse de los grupos privados al servicio de capitalistas legales e ilegales, el Estado mexicano actúa inmediatamente y conmina escandalizado a poner un alto; así lo declaró el presidente Peña Nieto, quien afirmó ante empresarios japoneses que:
Más allá de las autodenominaciones que puedan tener estos grupos, las eventuales prácticas que hagan queriendo hacer justicia por propia mano, son actividades que están fuera de la legalidad, y que mi gobierno habrá de combatir [8][9].
Sin embargo el verdadero temor del Estado mexicano no es que un ciudadano, acompañado de un arma, decida hacer «justicia por su propia mano», lo que verdaderamente le preocupa es que lo haga un grupo organizado, donde predominen los explotados, y que ese grupo, organizado originalmente para la autodefensa de su forma de vida, ya sea comunitaria o no, se forme un ideario propio y un programa político.
A pesar de que existe una tremenda confusión en cuanto a qué grupos de «autodefensa» en verdad lo son, cuáles son una pantalla de organizaciones de contrabandistas y cuáles son una pantalla del propio Estado, está claro que sí existen, sobre todo en Michoacán y Guerrero, algunas comunidades y pueblos que indiscutiblemente están organizadas desde abajo para ejercer la autodefensa, es el caso de la comunidad indígena de Cherán y otras de la meseta p’urhépecha, como también es el caso de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias – Policía Comunitaria, en Guerrero. [10]
Ante esta realidad, es decir, ante el hecho indiscutible de que existen grupos de comuneros, trabajadores y campesinos organizados para la autodefensa, colectivamente, el Estado mexicano escucha voces de la burguesía que reclaman su inmediata disolución por la vía de la fuerza, pero otras que también contemplan la posibilidad de legalizarlas y convertirlas en una especie de instrumento ciudadano de Estado, algo más parecido a lo que ocurre en Estados Unidos. También, el Estado mexicano practica ya la promoción de falsos grupos de autodefensa, controlados por ellos mismos, quienes sirvan para combatir a los que efectivamente han surgido desde abajo.
En síntesis, podríamos afirmar que está claro que las armas por sí mismas no asesinan a nadie, son objetos que requieren la acción de un ser humano quien movido por la conciencia de su entorno, tiene una valoración de cómo y por qué ha de dispararse un arma. En ese sentido, no podemos olvidar que en la sociedad capitalista, lo cual es común tanto a México como a Estados Unidos, priva la ideología burguesa, por tanto lo más probable es que un arma sea accionada por orden de la burguesía, o bien, obedeciendo a preceptos de la conciencia burguesa, es decir, en defensa de la propiedad privada y en contra de personas sin propiedad o con muy escasa propiedad.
Las armas de fuego, como tantos otros inventos desarrollados simultáneamente con el capitalismo, no son accionados por el hombre en general, no son diseñados por el hombre en general, ni son utilizados por el hombre en general, son instrumentos diseñados por y para el capital; por tanto, procede aquí el razonamiento que Marx hacía con respecto de las máquinas cuando decía que el problema del obrero no es la máquina como tal, sino su uso capitalista, las máquinas al servicio de una sociedad donde los trabajadores tomen las decisiones, tendrían una función muy distinta [11]. Lo mismo ocurre con las armas.
Sin embargo desde el punto de vista de la lucha popular en México, es muy importante tener claro que el arma no hace a la autodefensa, sino que el principal instrumento que tienen los explotados es la organización; una organización desarmada puede hacer más que una desorganización armada, lo cual, como es el caso de EU, es más fácil que conduzca a tragedias que a liberación.
Es precisamente en el terreno de la organización en donde se debe plantear un qué y para qué de las cosas, y es ahí donde debe señalarse una ruta a seguir, donde debe identificarse al enemigo, donde han de construirse alianzas y donde ha de irse forjando la voluntad colectiva, es ahí donde un grupo sabrá si verdaderamente se autoorganiza, si verdaderamente se construye a sí mismo, o sólo está siendo organizado por el Estado o por el mismo capital. Con organización consciente y eficiente del lado de los explotados, no sólo será legítima la autodefensa, sino que además se estará en posibilidad de decidir qué hacer con otros inventos y con otros problemas que nos guste o no son parte de la realidad actual. De cualquier modo, la organización es un paso indispensable hacia el futuro.
Notas:
[2] Puede consultarse a Engels F. El origen de la Familia la propiedad privada y el Estado, y a Lenin. V.I. El Estado y la Revolución.
[3] La condición fundamental era propietario, y esto implicaba la tendencia casi absoluta de ser de origen anglosajón y del sexo masculino.
[4] Zinn, Howard. La otra Historia de Estados Unidos. Pag. 77.
[5] Llamados por los anglosajones «indios».
[6] www.home.nra.org
[7] Para mayores referencias está la página: www.cedema.org
[8] http://www.excelsior.com.mx/nacional/2013/04/10/893151
[9] Declaración hecha por Enrique Peña Nieto durante su última visita a Tokio.
[10] Existen muchos otros casos en donde es muy probable que el proceso de autodefensa sea legítimo, sin embargo la información no es suficiente para afirmarlo en el mismo grado de los ejemplos citados.
[11] Marx, Karl. El capital, crítica de la economía política. Tomo I. Capítulo XIII Maquinaria y Gran Industria.
Andrés Avila Armella. Miembro del Buró Político del Partido Comunista de México (PCdeM. www.partidocomunistademexico.wordpress.com), también es Maestro en Estudios Latinoamericanos y Sociólogo por la Universidad Nacional Autónoma de México.
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