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Michoacán, resistencia y guerra contra el terrorismo de estado

Fuentes: Rebelión

Han pasado ya dos semanas desde que la Policía Federal incursionó en la Escuela Normal Rural de Tiripetío y en la Normal indígena de Cherán, arrestando y golpeando a cientos de estudiantes, se ha vivido un periodo de confrontación abierta entre las fuerzas del estado y la resistencia popular, quien defendió a su juventud y […]

Han pasado ya dos semanas desde que la Policía Federal incursionó en la Escuela Normal Rural de Tiripetío y en la Normal indígena de Cherán, arrestando y golpeando a cientos de estudiantes, se ha vivido un periodo de confrontación abierta entre las fuerzas del estado y la resistencia popular, quien defendió a su juventud y logró la excarcelación de quienes habrían librado una batalla a favor de la educación pública.

Las jornadas de lucha vividas en las recientes semanas son una de esas muestras coyunturales en donde la lucha de clases aparece sin mucho velo, es decir, los campos políticos de la confrontación se hayan evidentemente ligados a la contradicción capital-trabajo. De un lado, cámaras empresariales, iglesia y Estado, exigiendo más represión en contra de los rebeldes, y del otro, los hijos de proletarios y campesinos, así como de las comunidades indígenas, salen a luchar juntos, sin miedo, enfrentando la violencia de Estado y defendiendo sus derechos a la educación pública, laica y gratuita, además del derecho a la libertad.

La lucha en contra de la reforma curricular en las Escuelas Normales

A pesar de que los medios masivos de comunicación en México han tratado, como es su costumbre, de ridiculizar las demandas populares, esta vez afirmando que los normalistas secuestran camiones porque no quieren estudiar ni inglés ni computación, ocultando al mismo tiempo, la información acerca de las razones que tiene el Estado mexicano para ajustar los programas de estudio en la educación pública. Para explicarlo atenderemos a los siguientes puntos:

– La educación pública, en el Estado capitalista, tiene la función esencial de capacitar al proletariado en las habilidades básicas requeridas en el mercado laboral para aplicar dichas habilidades en la producción, dirigidas por la administración capitalista. El trabajador es educado desde pequeño a seguir las instrucciones que se le dan, y su opinión trata de ser formada aceptando el supuesto de que un conocimiento sólo es útil si el capitalismo así lo decide.

– El pueblo trabajador, en cambio, también tiene intereses en la educación pública, por ello, la impartición de la misma ha sido también una demanda popular, pues se asume que el acceso a la cultura universal es también una puerta de entrada a la posibilidad de adquirir conocimientos que contribuyan a la libertad.

– La situación de la educación pública en México es una síntesis contradictoria de estas dos fuerzas. La burguesía, como clase dominante, logra imprimir a través del Estado su carácter hegemónico en la educación pública; sin embargo, la lucha por la educación librada durante décadas por los movimientos magisteriales y estudiantiles de izquierda han permitido que la educación pública guarde, aunque sea de forma subyacente, cierto contenido liberador.

Está claro pues, que la burguesía tiene su idea de lo que un hijo de campesinos debe estudiar en la escuela pública, en qué condiciones debe hacerlo y quién decidirá si está o no calificado profesionalmente, así pues, la formación de maestros que se da en las escuelas Normales es fundamental, pues se trata de la formación de los formadores, la educación de los educadores. En ese sentido, no tiene nada de extraño que en la reforma curricular impulsada por el gobierno federal, se haya buscado eliminar asignaturas en donde los estudiantes normalistas pudieran discutir acerca de problemas filosóficos del ser, el conocer o el deber ser, o bien, donde pudieran analizar y discutir los problemas sociales económicos y políticos de México; desde el punto de vista burgués, al maestro no le pagan por analizar problemas sociales sino por llevar los conocimientos que se le indican, de la forma en que se le indiquen, a las personas que se le indiquen, principalmente para enseñarlos a aceptar indicaciones.

La protesta de los estudiantes normalistas no es un rechazo a adquirir conocimientos relacionados con la informática y el inglés, de hecho muchos de ellos tienen interés en adquirirlos, es claramente un rechazo a la forma en que la burguesía establece las prioridades en el sistema educativo, a la forma en cómo trata de imponer un modelo educativo con un perfil absolutamente empresarial, y sobre todo, a la forma en cómo pretende reducir el acceso a conocimientos y discusiones que los pueblos sí requieren para poder transformar su entorno y luchar por sus intereses.

Desde el lado del pueblo trabajador es totalmente legítimo sostener que los conocimientos que buscamos en la educación deben servir para comprender el mundo en el que vivimos y para defender nuestro derecho a transformarlo. ¿Quién dice que el pueblo no necesita luchar y por tanto no debe aprender a hacerlo? Solamente alguien interesado en que el pueblo no luche, seguramente alguien interesado en que las cosas permanezcan tal cual están.

De la lucha por la educación a la lucha contra la represión

Los estudiantes de las ocho Escuelas Normales del Estado de Michoacán iniciaron una jornada de lucha en contra de la reforma curricular desde hacía varios meses, para ello habían recurrido a cualquier método de lucha reconocido como legal, pacífico y legítimo, salieron a volantear a las calles, plazas y carreteras michoacanas, hicieron ruedas de prensa informando su situación, se manifestaron dentro de sus escuelas, hicieron algunas declaraciones y mítines aclarando que de no revertirse dicha reforma, proseguirían con más movilizaciones. Después de haber sido ignorados, se fueron a paro en las ocho normales agrupadas en la ONOEM[ii], y hasta después de que llevaban casi un mes esperando respuesta, ya instalados en paro, es que decidieron tomar acciones como lo fue la retención de camiones, propiedad de grandes empresas capitalistas, para presionar al gobierno de Michoacán a instalar una mesa de negociación en donde sus peticiones fueran tomadas en serio.

De su parte el gobierno de Michoacán, encabezado por Fausto Vallejo y Jesús Reyna, han insistido en cumplir con el estilo de gobernar al cual se comprometieron como priístas ante la burguesía más influyente en la entidad, evitar negociar y apostar a que a través del terrorismo de Estado se puede doblegar a la resistencia, valiéndose para ello desde la militarización, la promoción de guardias de matones privadas, el amedrentamiento, la desaparición forzada y la prisión política.

De todos los métodos de terror que ha aplicado el Estado mexicano en Michoacán, los medios han guardado silencio, por ello no fue sino hasta el momento en que desbordó la rebeldía digna de los estudiantes normalistas cuando los grandes monopolios televisivos y periodísticos comienzan a tomar nota del caso, haciendo parecer que un buen día, los estos se levantaron con la intención de molestar a la gente y así, sin más, «secuestraron camiones». Hasta ese momento ningún medio de comunicación se había tomado la molestia de indagar acerca de la reforma curricular, de indagar, siquiera un poco, acerca de la situación de aquellos estudiantes, ni mucho menos sobre las condiciones en que los egresados de las escuelas Normales tienen que ejercer su profesión.

Burguesía y Estado mexicano decidieron que había que dar una lección a los estudiantes que habían osado faltar el respeto a la propiedad privada, reteniendo, sin dañar por cierto, autobuses que son utilizados por sus dueños para sangrar con tarifas excesivas el escaso ingreso familiar de miles de trabajadores quienes se ven en la necesidad de trasladarse de un rincón a otro de la entidad y del país. Desde el punto de vista burgués, la agresión a la integridad física de los seres humanos, se justifica para proteger la propiedad capitalista. La Policía Federal, se autoproclama heroica después de «rescatar» los «camiones secuestrados», recibe las felicitaciones de gobernantes y empresarios, y como cuenta entrega las lesiones y la privación de la libertad de cientos de jóvenes de la clase trabajadora, de campesinos e indígenas. Irónicamente, la propiedad privada que tanto respetan, sólo es la capitalista, pues mientras «rescataban los camiones», los policías federales hurtaron y destruyeron las escasas pertenencias de los estudiantes normalistas; destruyeron las computadoras de quienes debían estudiar computación, así como sus teléfonos y objetos personales, humillaron a los detenidos y familiares, y no conformes con eso, como símbolo de su acción, mancillaron la pequeña estatua de Carlos Marx que se encontraba en la Normal de Tiripetío.

Ni la agresión contra seres humanos, ni la represión desmedida, ni la destrucción de los muros de las escuelas, ni el robo contra las pertenencias de los estudiantes ameritaron ninguna condena de los monopolios informativos ni de los «defensores del estado de derecho», demostrando con ello que la moral burguesa es una hipocresía más de la clase que sigue destruyendo el planeta y pisoteando a sus pobladores.

A pesar de que no puede negarse el efecto que el bombardeo de mentiras y manipulaciones difundidas en los monopolios informativos, llega a tener en la conciencia de parte del pueblo, es muy destacable que una buena parte de él, tal vez la parte más sensible ante las problemáticas denunciadas por los estudiantes normalistas, ha sabido comprender la naturaleza del hecho represivo y se ha rebelado contra él. Principalmente en la meseta purépecha miles de comuneros salieron en defensa de sus hijos, primos, amigos, sobrinos o simplemente en defensa de quienes podrían serlo. Enfurecidos tomaron presidencias municipales, instalaron puestos informativos, se organizaron y se sumaron a las retenciones de vehículos privados de transporte, bloquearon carreteras y participaron en las movilizaciones. A su lado, también la mayor parte del movimiento estudiantil popular de Michoacán, estudiantes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, de la Universidad Intercultural Indígena de Michoacán, y de otras instituciones reaccionaron ante la represión solidarizándose con los normalistas; también lo hicieron las organizaciones de corte revolucionario y también algunos sindicatos democráticos, quienes sintieron como propia la agresión sufrida por los estudiantes.

Por momentos, la rebeldía michoacana ofreció la luz que muestra la fuerza del pueblo trabajador cuando está unido peleando por una misma causa, no hay quien lo pueda detener, la burguesía quien seguía insistiendo en su campaña de linchamiento contra los estudiantes normalistas, presenció el desprecio que cientos de miles de proletarios y campesinos sienten por su falsa moralidad y su parcial legalidad, por momentos, el movimiento dejaba ver la posibilidad del triunfo popular.

Entre lo que ha pasado y lo que falta por pasar

En Michoacán, el pueblo trabajador ha demostrado que tiene capacidad de lucha y resistencia, ha sabido en cierta forma cosechar años de experiencia, ha sabido aprender de anteriores triunfos y continuos fracasos, sin embargo ese aprendizaje y esa experiencia no se traduce aún en movimiento revolucionario; el Estado tuvo por esta vez la capacidad de echarse para atrás en sus pretensiones represivas, ha tenido que entender que no puede jugar a tal extremo con la paciencia de quienes llevan siglos acumulando motivos para rebelarse. Por esta vez, el Estado mexicano, el gobierno federal y estatal han tenido que aceptar que subestimaron la capacidad de resistencia. De parte del movimiento y de las organizaciones revolucionarias, es necesario también admitir que aún falta trabajo que hacer; sin embargo experiencias como estas permiten elevar en pocos días la conciencia política, permiten aprender y sintetizar experiencias que de otro modo serían más difíciles de comprender en su complejidad. Así que ahora nos conocemos un poco mejor, podemos ver que falta por mejorar y trabajar en hacerlo, hemos podido conocer algunas debilidades y habremos de superarlas, pero también hemos visto que nuestra fuerza no es cualquier cosa, y por tanto hay que utilizarla para hacerla crecer.

El movimiento requiere de mejorar sus formas organizativas, ser más eficientes, tener capacidad ofensiva y una táctica más centralizada, pero también se requiere de mayor nivel de discusión y análisis, se están retomando de forma importante las ideas de Marx, Engels, Lenin y toda la tradición revolucionaria, ahora es momento de que organización, teoría y acción, logren formar un cuerpo unido por la dialéctica materialista. Si logramos en lo sucesivo trabajar esto, tal vez la próxima vez, los oligarcas, burgueses y burócratas de Estado que hoy insisten en someter al pueblo michoacano, no tengan la oportunidad de echarse para atrás, y el movimiento tendrá la fuerza para caminar siempre hacia adelante.

Notas
Andrés Avila Armella es Miembro del Buró Político del Partido Comunista de México
[ii] Organización de las Normales Oficiales del Estado de Michoacán.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.