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Microfascismos y realidad virtual

Fuentes: Rebelión

El artículo de Ezequiel Adamovsky «Qué hacer con el microfascismo» [1]  produjo un fuerte impacto, nos ubicó frente a un problema que no habíamos profundizado lo suficiente, que no habíamos comprendido es su especificidad, que nos hace sentir que estábamos atrasados en la comprensión de época. No era difícil de comprender la campaña del gobierno […]

El artículo de Ezequiel Adamovsky «Qué hacer con el microfascismo» [1]  produjo un fuerte impacto, nos ubicó frente a un problema que no habíamos profundizado lo suficiente, que no habíamos comprendido es su especificidad, que nos hace sentir que estábamos atrasados en la comprensión de época.

No era difícil de comprender la campaña del gobierno para embarrar la cancha, desviar hacia falsos culpables, etc., en relación a la desaparición forzada de Santiago Maldonado.

Pero Adamovsky señala que «lo que resulta más difícil de comprender es que todo esto haya generado una proliferación de microagresiones en la población común» y «lo llamativo del caso es que toda esta agitación sucede sin que haya episodios reales que la justifiquen», «¿Cómo entender que haya gente común tomada por el estado de ánimo propio de una guerra que sólo existe en la mente de Leuco o en la realidad paralela de los trolls de Twitter?».

Es imposible encontrar una respuesta profunda y completa a estos «microfascismos». Solamente se puede empezar a realizar algunas reflexiones.

Lo que explica en profundidad el fascismo de Mussolini y el Nazismo de Hitler es la necesidad de la gran burguesía de evitar el levantamiento generalizado del pueblo frente a la desesperante miseria y desocupación de esos días. Frente a la masividad del descontento popular, que se extendía tanto a la clase media como a la clase obrera, era imposible instalar una dictadura militar pura y simple. Fue necesario dividir al pueblo en dos partes que se enfrenten entre sí, y sobre ese enfrentamiento ir instalando la dictadura más feroz. El método de Goebbels de mentir reiteradamente hasta que la mentira se tome como realidad, y el invento de un enemigo como los judíos, jugaron un rol fundamental en la creación de este enfrentamiento en el seno del pueblo.

Es obvio que este gobierno, siguiendo los intereses del capital concentrado local e internacional, avanza por un camino similar, con todas las diferencias y especificidades que se dan en la Argentina actual. Pero ¿Cómo han logrado que gente común se niegue a contestar una pregunta simple: ¿Dónde está Santiago Maldonado?? ¿Cómo pueden interpretar la búsqueda de aparición con vida como una guerra cruel contra el gobierno y contra ellos mismos? ¿Cómo pueden estar tan fuera de la realidad?

El artículo «Vivir en las redes» de Pablo Boczkowski y Eugenia Mitchelstein [2] nos da una clave para comenzar a comprenderlo.

Dicen: «Hace tiempo que las redes sociales han dejado de ser objetos para convertirse en entornos donde estamos con los otros: no usamos las redes sino que vivimos en ellas». «Durante los primeros cinco siglos de existencia de los medios de comunicación, desde la imprenta hasta la televisión, las personas se vincularon con los distintos medios como con objetos que se usan: leer las noticias, escuchar música y ver películas eran actividades discretas y puntuales para las que se requería ir utilizar el diario de papel o los artefactos de radio y televisión. Una vez terminada la actividad se los dejaba de lado y se pasaba a otra cosa.

«La irrupción… de las redes sociales… ha llevado a una progresiva e ininterrumpida mediatización de la existencia íntima, privada y colectiva… no usamos las redes sino que vivimos en ellas». Esta frase resume mucho, lo principal.

En un artículo anterior «Experiencia y conciencia» [3], tomando la concepción de Marx de que la existencia determina en gran medida la conciencia -los obreros tienden a pensar como obreros, los campesinos como campesinos, lo patrones como patrones, etc.- señalábamos que las masas aprenden por experiencia de masas.

Muchos pensábamos simplemente que la experiencia con el gobierno macrista y las penurias que trae aparejadas, más tarde o más temprano se haría conciencia en gran parte de sus votantes. Todo el aparato mediático del capital concentrado está dedicado a impedir que esto suceda. Todos los opositores verdaderamente democráticos tratamos de contrarrestar ese discurso del poder dominante. Sin ganar esta lucha ideológica no hay salida posible.

Pero no habíamos tomado conciencia de la profundidad de esta ofensiva, en la existencia de un salto cualitativo en los medios de comunicación de masas y en el aprovechamiento profundo de estas innovaciones.

La experiencia determina en gran medida la conciencia, pero la experiencia es la experiencia de la vida real, hasta ahora había sido así. Pero hoy, para gran parte de la población, la realidad, está dentro de las redes: vive, se comunica, recibe noticias, dentro de las redes. Es esta experiencia la que subiría a la conciencia, dejando de lado a la experiencia del mundo real.

Para hablar, argumentar, tratar de convencer de los males del macrismo, a las personas que viven dentro de las redes, de alguna manera también tendríamos nosotros que vivir dentro de las redes para poder dialogar y convencer.

Si aparece en las redes es verdad, tienen valor de verdad, entonces, por ejemplo, todo lo que envían los trolls es verdad. Pero si nosotros enviamos una cantidad equivalente, que por el hecho de aparecer en las redes también sería verdad, se establecería objetivamente la lucha ideológica entre la mentira del macrismo y la verdad del pueblo. Es la única vía por la que podríamos discutir con muchos votantes bienintencionados de Macri.

Comunicarnos desde afuera de las redes, es imposible porque para ellos es un mundo que no existe, su mundo real es su mundo virtual.

Esta nueva realidad, que hace tiempo que existe, pero que muchos de nosotros recién tomamos nota a raíz de estos dos artículos citados, nos hace sentir que, hasta ahora, habíamos estado fuera de época. Razonábamos en un mundo binario, analógico, basado en los hechos reales. Ellos lo hacen en un lenguaje digital en un mundo virtual que para ellos es el único real.

Imposible comunicarse si no entendemos esto, hay como una división de generaciones, las que pensamos en términos analógicos, binarios, y los que piensan en forma digital.

Muchos estamos en transición, en parte en el pasado binario, en parte en la actualidad virtual.

Todo esto nos lleva a la conclusión de que hacer ver la realidad a los microfascismos que aún pueden ser rescatables o neutralizables, lo debemos hacer en su mundo virtual que para ellos es el real.

Estamos atrasados, tenemos que actualizarnos.

Adamovsky también afirma al comienzo y al final de su artículo que «del microfascismo sólo se sale proponiendo un horizonte colectivo que sea mejor». Tiene razón, pero ¿cuál es ese horizonte colectivo? ¿Cómo se llega a él? ¿Con qué fuerza contamos para lograrlo?

¿Cuál es el horizonte colectivo? ¿Intentar el «crecimiento con inclusión social y democrático bajo el capitalismo»? ¿O primero expropiando al gran capital concentrado?

¿Llegaremos utilizando como recurso fundamental ganar las elecciones amañadas, controladas y llenas de fraudes? ¿Utilizando el mismo aparato estatal que es la herramienta de dominación del gran capital?

Los gobiernos progresistas, «populistas», pueden tener cierta independencia del mandato del gran capital, pero nunca podrán evitar, utilizando el actual Estado, derrotarlo y gobernar plenamente a favor del pueblo. Son gobiernos que sostienen básicamente una ideología de clase media, que es su principal base social, y esta clase, por sus características fluctuantes y centristas, contradictorias, no puede llevar adelante una lucha consecuente, porque al mismo tiempo que se revela contra el atropello del gran capital, se frena constantemente para defender sus pequeños avances materiales obtenidos. Por esta razón no puede vencer nunca sola en su lucha contra el gran capital.

Hay otra parte del texto de Adamovsky en el que dice: «Que el impulso al microfascismo se haya activado precisamente ahora tiene que ver con el momento político en el que estamos /…/ emerge por el agotamiento del horizonte que propuso el gobierno anterior. Porque el kirchnerismo volvió a dotar de intensidad a la política, propuso nociones fuertes de lo colectivo, prometió más derechos para minorías y para clases subalternas apelando a una retórica de confrontación con las corporaciones. En tanto ese horizonte resultó convincente /…/ La retórica de lo colectivo, de la lucha reivindicativa, de los derechos (incluidos los humanos), se sostuvo en una ilusión a futuro ahora agotada.»

Aquí hay algo que no termina de quedar claro. ¿Cuándo esta ilusión a futuro se agotó? ¿Y por qué razón?

En primer lugar la política del anterior gobierno no se basó en una retórica de confrontación con las grandes corporaciones, sino en la creación de 5 millones de puesto de trabajo, inclusión de casi todo el mundo en las jubilaciones, una gran inversión en obra pública, en múltiples rubros, en resumen con la elevación del nivel de vida y de posibilidades de futuro para gran parte de la población, como lo fueron la repatriación de más de mil científicos, los satélites Arsat, etc. Su crítica, aunque incompleta, fue la mayor que se haya realizado desde un gobierno contra el capital concentrado, y fue una defensa necesaria e inevitable. A pesar de sus errores de caracterización, ayudó en gran medida a la elevación de la conciencia política de la población, y a que ésta comenzara a comprender cuál es el verdadero enemigo que enfrenta todo el pueblo. Enemigo que está hoy directamente en el gobierno.

La desilusión de las masas con el kirchnerismo es inevitable, porque es un movimiento de clase media, que como tal no es suficiente para derrotar al capital concentrado internacional. Pero esta desilusión puede ser una toma de conciencia de la necesidad de superar al kirchnerismo, de partir de lo avanzado e ir más allá, o como condena del mismo, como si fuera el responsable absoluto de la actual penuria del pueblo. Esto último sería nefasto. Es el discurso con el cuál el gobierno trata de ocultar su política de saqueo.

No hay pruebas de que la experiencia kirchnerista se haya agotado. Hechos como los cantos permanentes «vamos a volver», «vamos a volver», y la concurrencia masiva a actos de CFK, Kicillof y otros dirigentes kirchneristas no avala esta caracterización.

La única clase social capaz, potencialmente, de derrocar al capital concentrado es la clase obrera, como dirigente de todo el pueblo, pero para esto necesita la existencia en una organización en la que haya por lo menos un pequeño grupo de intelectuales revolucionarios que ayuden a explicar la verdadera naturaleza de la situación social que se vive, quiénes la generan, y por qué. Esto no existe, y es posible que no surja por muchos años.

Este supuesto agotamiento es materia discutible y analizable. La feroz campaña virtual del gobierno, a través de un ejército de trolls y otros mecanismos puede ser muy determinante en el surgimiento de estos microfascismos, aunque este agotamiento todavía no se haya producido.

Está claro, después de todas estas consideraciones, que es necesario tener siempre presente que también es imprescindible dar la batalla ideológica con los votantes del macrismo -los que sean rescatables, que hay muchos- desde su mismo mundo virtual, al que toman como el único verdadero existente.

Notas:

[1] Publicado en la revista digital Anfibia.

[2] Ídem.

[3] C. A. Larriera, wwwnudosgordianos.blogspot.com (sin punto entre www y nudos gordianos).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.