A principios de noviembre, el software de código abierto Linux se anotó una de las mayores ventas en su historia. Un gigante de la tecnología compró 70.000 copias del programa por US$250 millones. Pero el comprador era Microsoft y eso hizo que, en vez de destapar la champaña, la gente de Linux se sintiera más […]
A principios de noviembre, el software de código abierto Linux se anotó una de las mayores ventas en su historia. Un gigante de la tecnología compró 70.000 copias del programa por US$250 millones. Pero el comprador era Microsoft y eso hizo que, en vez de destapar la champaña, la gente de Linux se sintiera más tentada a recurrir a las aspirinas.
Linux es el principal sistema de código abierto del mundo. Esto quiere decir que sus instrucciones de programación están disponibles, gratuitamente, para todo el mundo, a diferencia, por ejemplo, de las de Windows que son el secreto mejor guardado de Microsoft. Esta dinámica creó entre Microsoft y los múltiples fabricantes de versiones comerciales de Linux, similar a la guerra entre Windows y Mac.
Novell, una de las compañías que obtienen ganancias al proveer apoyo técnico a los usuarios de Linux, fue la beneficiaria de la compra de Microsoft, quien describió el acuerdo como un esfuerzo de buena fe para facilitarles la vida a sus clientes corporativos que desean usar tanto Windows como Linux. Sin embargo, si Microsoft hubiera querido firmar la paz con Linux, habría escogido a Red Hat, el mayor proveedor de Linux. En cambio, escogió a uno de los mas débiles. Algunos sospechan que la compra de Microsoft no busca apoyar a Linux, sino dividir su mundo al alimentar con su dinero al proveedor débil.
Esto no es nada fuera de lo común en el mundo de los negocios. El fabricante de software para redes Oracle hizo algo similar por razones estratégicas cuando anunció que proveerá servicio técnico para Linux a la mitad del precio que Red Hat.
El presidente ejecutivo de Microsoft, Steve Ballmer, dijo que uno de los puntos clave del pacto es que su empresa no demandará a los usuarios que tengan la versión Linux de Novell. Pero, ¿qué sucederá con los de Red Hat y otros proveedores? Para ellos, dijo, no hay garantías.
Alguna vez Ballmer se refirió a Linux como un cáncer de la propiedad intelectual. Desde entonces, ha suavizado sus comentarios, pero la idea general se mantiene en casi todas las discusiones de Microsoft sobre Linux: si usa Linux, corre el riesgo de ser demandado por Microsoft por derechos de autor, patentes y demás.
Otros asaltos verbales incluyen acusaciones de que los programadores de código abierto son descuidados y no registran de dónde vienen sus programas o que, incluso, son socialistas a los que no les importa apropiarse del trabajo de otros. Pero la mayoría de los programadores abiertos no es así, en parte porque no cree en el robo y además porque considera que el código de Microsoft no vale la pena. Linux tiene sus propias acusaciones. Una de ellas es que los programadores de Microsoft han tomado códigos de Linux y los han agregado a Windows, quedando automáticamente protegidos por los derechos de autor de Microsoft. Pero esto no es más creíble que las denuncias de Microsoft.
Cabe mencionar que ya existe un precedente legal. En 2003, el fabricante de software SCO Corp. entabló varias demandas contra Linux, asegurando que tenía numerosos ejemplos de robo de propiedad intelectual. SCO lleva casi tres años pidiendo prórrogas para encontrar las pruebas.
David Kaefer, abogado de patentes y uno de los negociadores del acuerdo con Novell, aseguró que Microsoft prefiere «licenciar tecnología, no litigar». Ojalá ésta sea la última palabra sobre esta batalla. Si Microsoft se va a enfrentar con Linux, sólo espero que sea en el campo del desempeño.
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