Tras la declaratoria de pandemia mundial por la OMS el pasado 11 de marzo, el régimen de facto de la autoproclamada Jeanine Añez continúa hundiendo al país en una profunda crisis del sistema de salud, así como en una crisis económica y política.
Las acciones de su gobierno a nivel internacional van identificando a Bolivia como uno de los países más serviles del continente a los intereses de Estados Unidos, como demuestra la más reciente declaración del Grupo de Lima del 16 de junio, que cuenta con el apoyo de Bolivia.
El régimen de Añez, instalado en el poder gracias a las acciones de Carlos Mesa, Jorge Quiroga y Luis Fernando Camacho contra el triunfo del MAS en las urnas el 20 de octubre de 2019, también decidió la salida de Bolivia de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) así como de UNASUR.
Sin legitimidad ni mandato, las golpistas Añez, Longaric, que funge de canciller, y sus digitadores reanudaron relaciones con Israel y Estados Unidos. También sumaron a Bolivia al Grupo de Lima el 22 de diciembre de 2019, declarando que «Bolivia contribuirá a lograr una solución pacífica, democrática y constitucional a la crisis en Venezuela.”
Compuesto por gobiernos fascistas como el de Brasil, neoliberales como Canadá y Chile, o narco-gobiernos como los de Colombia y Honduras, además Costa Rica, Guatemala, Panamá, Paraguay, Perú, Saint Lucia y el auto nombrado “presidente interino de Venezuela” Juan Guaidó, este grupo conforma una alianza de la derecha golpista transnacional que busca un cambio de régimen en Venezuela.
Este cartel opera como grupo de choque para que Estados Unidos pueda apropiarse del petróleo de ese país, que constituye una de las mayores reservas en el mundo. Todo esto bajo la batuta del “representante especial de Estados Unidos para Venezuela”, Elliot Abrams, neoconservador convicto en 1991 por su participación en el escándalo Irán-Contras y responsable de masacres cometidas en El Salvador y Honduras.
Mientras que en Bolivia Añez busca evitar a toda costa llamar a unas elecciones nacionales, en un afán prorroguista, al interior del Grupo de Lima, Añez reclama la democracia para los venezolanos, una democracia que ella destruyó al autoproclamarse y que también se la niega a los propios bolivianos.
En una declaración dada a conocer el 16 de junio y que cuenta con la firma de Bolivia, el Grupo de Lima declara que “Reafirma su entendimiento de que sólo la celebración de elecciones parlamentarias y presidenciales libres, justas y creíbles, con un Consejo Nacional Electoral independiente y una Corte Suprema imparcial, así como la plena libertad de prensa y la participación política de todos los venezolanos, garantizará las condiciones necesarias para superar la crisis en Venezuela.”
Añez puede ser la reina del nepotismo en Bolivia, pero no gobierna sola, ya que detrás de ella hay una fuerza represiva de rasgos dictatoriales encabezada por los ministros de Gobierno, Arturo Murillo, y Defensa, Luis Fernando López, además de los jefes de cada fuerza. A esto se suma una serie de familiares de la autoproclamada instalados en diversas instituciones de Estado, además de una cohorte de tinterillos que se aplican en encubrir y beneficiarse de una corrupción de alto calibre cleptocrático.
Es tal la ineptitud del régimen de facto en Bolivia que no llega a vislumbra lo absurdo de su posición al firmar la declaración del Cartel de Lima del 16 de junio, en la cual miembros “Reiteran, de acuerdo con la XVIII Reunión Ministerial del Grupo de Lima, celebrada en Canadá, que continuarán buscando el consenso con otros actores internacionales para movilizar una respuesta de la comunidad internacional que contribuya al urgente restablecimiento de la democracia y el estado de derecho en Venezuela.”
Los golpistas bolivianos pidiendo democracia para Venezuela. Toda una comparsa de carnaval