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Mueren 6 migrantes hondureños en México

Migrantes: Los condenados de la tierra

Fuentes: Rebelión

Todos los días de Dios mueren migrantes, la mayoría de ellos en el anonimato. La policía mexicana, los zetas, las maras, la deshidratación, las serpientes, ¿a quién le importa? Cualquier fulano al que se le ocurra -por poca cosa- puede acabar con sus vidas y partir sin novedad. No siempre hay una razón, pero la […]

Todos los días de Dios mueren migrantes, la mayoría de ellos en el anonimato. La policía mexicana, los zetas, las maras, la deshidratación, las serpientes, ¿a quién le importa? Cualquier fulano al que se le ocurra -por poca cosa- puede acabar con sus vidas y partir sin novedad. No siempre hay una razón, pero la verdad jamás se mencionará en ocho columnas.

Los migrantes son como los perros, entre más flacos, más se les pegan las pulgas. Los migrantes son culpables de todo: son haraganes, criminales, ladrones, mariguaneros, estafadores, putas, violadores, salta-tapias, roba-gallinas, come cuando hay. Cualquier cosa que les pase está bien, en fin, nadie les dijo que se fueran de su país. Si lo hicieron, deben afrontar las consecuencias.

A pesar de lo que se dice, muchos viven y sobreviven de ellos: desde sus familias que se quedaron atrás con el corazón roto, la esperanza en vilo, las lágrimas en los ojos y las manos crispadas, hasta los finos banqueros que hacen ganancias con sus sudores trasmutados en remesas. En medio, una gama de caleidoscópica rareza y buitresca facha: desde compañías telefónicas, arrenda-cuchitriles, gondo-lancheros, coyotes ahienados, hasta criminales de pulcro uniforme y reluciente placa. Todos hablan mal, pero viven bien de los migrantes. La similitud con los carroñeros no es coincidencia.

Migrantes: -los eternos indocumentados de Dalton- frutos de la patria que se redujo a un partido de futbol. La que les negó todo y les cerró todas las puertas. Meca de politiqueros baratos que se lucran con su sangre. País envilecido por la codicia de un puñado de árabes y la cohorte de bufones que a diario se refocilan recogiendo las migajas que caen de sus mesas. Capaces de todo por un puñado de monedas. Migrantes: La dignidad los obligó a largarse antes que aceptar convertirse en ladrones, mulas, sicarios o estadísticas en este país en guerra.

Migrantes: ya ni siquiera su muerte es noticia. Tuvo que descarrilar La Bestia para salir en unas cuantas portadas, provocar cuatro discursos, movilizar menos funcionarios y hacer de su dolor, eso sí, un buen tema de campaña. Las falsas caras compungidas de los patéticos burócratas contrastan con las desgarradoras fotos de dolor de sus familiares. Los discursos prometen por enésima vez lo que nunca han estado dispuestos a hacer por nuestra gente. Las caras tristes y el horror de los que sobrevivieron, los humildes, los condenados de la tierra, no deben nunca olvidarse.

Migrantes, decenas de miles yéndose cada año. La patria desangrándose por los resquicios de las fronteras. Sangría impúdica de lo mejor de nuestra gente. Paradigma de dignidad con la frente en alto y la espalda doblada día tras día en tierra extraña, empeño por no dejar morir a los suyos. Dura la vida para los que no participan del despojo del país. Dignidad llamada a transformar la patria. Los pobres salvando a los pobres. Solo ellos pueden. Solo ellos quieren. Solo ellos están dispuestos. Plegaria respondida con sudor y lágrimas en plena tierra extranjera.

Migrantes: Criminales y héroes al mismo tiempo. Estigmatizados por buscar fuera lo que su país no supo darles. Santificados por salvar la economía nacional. Fotografiados para las primeras planas como muertos, mutilados o criminales, bajando encadenados de los aviones blancos que los traen de lejos, para volver a regresar.

Migrantes: dolor de cabeza de los funcionarios mexicanos: incoherentes que exigen para los suyos lo que no quieren hacer por los nuestros. Dignidad crucificada en pleno siglo veintiuno. Judas de nuevo recibiendo el puñado de monedas. Vida escurriéndose gota a gota a cuarenta y pico de grados en la soledad del desierto. Cazados con drones, perros y fascistas de nuevo cuño. Ejercicio de libertad suprema: ir donde sea necesario para gritar fuerte cuanto duele: ¡pero cuanto vale la Dignidad!

Migrantes: violación en masa, vagina sangrante, dolor hondo, reprimido. Puñalada en el corazón. Traición y culpa sin intención. ¿Cuánto daría por cambiar lo que ya no se puede? Testigos mudos de la maldad. Suciedad adquirida fortuitamente. ¿Sueños o pesadillas? ¿Cuánto vale todo este dolor acumulado?

Migrantes: poder ejercer el derecho a quedarse, hacer y ser en nuestra patria personas dignas. Ejercer el derecho a no migrar. Materializar el buen vivir. Dignidad, justicia son sinónimos de patria. Ahora nos la han arrebatado, está secuestrada por un puñado de criminales. Futuro de la patria en las manos de secuestradores.

Migrantes: potencial de cambiar la historia. Nuevo sujeto buscando identidad. Cientos de manos, miles de miradas, millones de sueños. Libertad al alcance de la mano. Dignidad y esperanza. País en proceso de cambio. ¡Nunca más! La patria es de todas y todos. Poesía en los oídos. ¡Esta es tu patria! ¡Nunca más volverán a humillarla!

¡Patria para todos! ¡patria para todas!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.