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Milei, amparados en el olvido… ellos regresaron

Fuentes: Rebelión

-2001: “Que se vayan todos”; 2023: “que regresen todos”-

La campaña diseñada para posicionar a Javier Milei como candidato cierto para presidir la -aún- República Argentina (pronto: Argentina International C.I.A.), se podría calificar de un digno y diestro manejo del/los sentido/s común/es1. Desde el empleo del término “libertad” hasta el de “potencia”.

Libertad. Ya en el año 1964, en Chile, el Partido Demócrata Cristiano con el favor de la “derecha” del Frente Democrático (que retira su candidato para apoyar a Eduardo Frei), llega al poder bajo el lema de “revolución en libertad”. Cabe destacar que, en abril de 1961, el mismo Frei, publica una carta en el New York Times donde asevera: “la democracia cristiana es abierta y definitivamente anticomunista y no promueve la nacionalización de todas las industrias mineras…”2. La similitud -a 59 años de distancia- resulta abrumadora; puesto que, demostrado está que quien desconoce el pasado, tiende a perpetuar los mismos errores.

Potencia. El deseo del flameante3 presidente Milei y su séquito de mercaderes, de reposicionar a la Argentina como el país “potencia” de hace 100 años, podría ser fácilmente revisado y desmentido (como sentido común demagógicamente instalado) si el olvido no fuera un cotidiano para la población general de educadores y educandos. Dado lo cual, leyendo a Raúl Scalabrini Ortiz, que analiza la evolución de la política gubernamental argentina desde 1833 aproximadamente:

“El estado argentino fue armado por los políticos que estuvieron desterrados durante la tiranía del general Rosas. En 1853 [170 años atrás] subieron al poder con apuros de que la Argentina, entonces desierta, imitara la maravillosa Europa que ellos conocieron.

Para conseguir los capitales extranjeros, que supusieron indispensables, forjaron un estado sediciente para ellos. Como puede leerse en Sistema Económico y Rentístico de la Confederación de don Juan Bautista Alberdi [uno de los reivindicados por el actual presidente Milei], para atraer los capitales ingleses y proporcionarles mano de obra barata, se fomentó la inmigración. Para que vivieran sin sobresaltos, se domeñó, educándola, a la bravía población nativa. En una palabra, se les brindó el país generosamente. Se les concedió absoluta libertad de comerciar, de contratar, de comprar, de vender, de locar, alquilar, conchabar y despedir, de acaparar y hasta de destruir.

[…]

A partir de 1853 la historia argentina es la historia de la penetración económica inglesa, voluntaria, al principio, forzada al final. En la sombra fraguaron la esclavitud de un pueblo mantenido en el engaño.”4

No resulta sorprendente que Milei, abrevando en los “próceres” liberales de aquella época, también muestre respeto y admiración por Margaret Thatcher.

“Pero ahora el pueblo, maltratado por la crisis iniciada en 1929, pide la adopción de medidas precaucionales, la formación de barreras que detenga la voracidad del capital invasor. El clamor popular se disipa en vano.”5

Solo a 6 años de cumplirse los cien (100) de aquel momento, la historia pareciera reírse al vernos abofeteados por nuestros olvidos. Parafraseando a Marx: hechos y personajes de la historia se producen como si dijéramos dos veces: “una vez como tragedia y otra vez como farsa”6. La crisis generada por la dirección de la Argentina que, para los actuales ecónomos del estado, fuera “potencia”, parece precipitarse nuevamente sobre el pueblo argentino como fatídica burla por parte de los grandes capitalistas mundiales.

“Más aún. Contrariando la opinión de los hombres avezados en manejos financieros que proponen una moratoria general defensiva, el gobierno hace cuestión de honor el cumplimiento de su deuda7, ‹‹cuyos servicios absorben casi el 45% de las rentas nacionales››, como lo manifestó el mismo ministro de Hacienda, doctor Hueyo, en el parlamento, durante el mes de junio de 1933 [90 años atrás]. Para pagar y no dejar rastro de los quebrantos del cambio, el gobierno dispuso indebidamente del oro de la Caja de Conversión, que pertenece, en puridad a los poseedores de billetes.

[…]

Como si no hubiera en la Argentina toda una pléyade de doctores en números, el gobierno simula contratar a un experto inglés, Sir Otto Niemeyer, para que examine las condiciones financieras fiscales. Sir Otto Niemeyer aconseja ceder el control de la moneda argentina a un banco central de capital privado.”8

Así, el infinito apetito de los capitales financieros internacionales abrió y vuelve a abrir sus fauces para devorar el “mercado argentino”, brindado en bandeja como servil tributo de los capataces de turno. La idea, como podemos verificar, no resulta innovadora: hacer desaparecer el Banco Central, dolarizar, etc.

“El desconcierto del país culminó al nombrarse embajador especial ante el gobierno de Italia a un director local de los ferrocarriles ingleses, a don Ezequiel Ramos Mejía, y asesor principal y factótum de la embajada extraordinaria de Londres, al doctor Guillermo Leguizamón, presidente del directorio del ferrocarril inglés Gran Oeste Argentino. ¿A favor de quién iba a alegar el doctor Leguizamón? ¿A favor de los intereses de Inglaterra de quién era empleado permanente o a favor de los, para él, transitorios intereses argentinos?

… un diputado dijo en el parlamento inglés que en realidad la República Argentina era una colonia económica y que más le convenía incorporarse abiertamente al Imperio Británico.”9

Hoy, ya ni tan siquiera nos postulamos como una colonia, simplemente un territorio asimilable a una gran “maquila” técnica, financiera y culturalmente dependiente de intereses foráneos concentrados en pocos, pero grandes bolsillos. La soberanía nacional está en jaque: sin moneda propia, sin “barreras” a la importación, sin controles a la usura, la especulación y/o el monopolio, entre tantas otras desregulaciones, que implican la pérdida de la soberanía nacional. Basta pensar en países como Francia o el mismo EEUU y sus severas barreras a la importación y sus subsidios a la producción de capital local, así como Alemania y Finlandia defienden la educación como un servicio del Estado frente a la presión privatizadora.

“Y los hechos vinieron cuando el Pacto firmado con Inglaterra se dio a publicidad. Con obligaciones concretas, minuciosas y que solo podrían haber sido aceptadas bajo el imperio de las armas, Inglaterra se burlaba de la soberanía argentina y hacía caso omiso de ella. Por la cláusula 5 de ese tratado nefasto los frigoríficos ‹‹argentinos›› de capital inglés y norteamericano serán en adelante regulados y controlados con absoluta prescindencia del gobierno argentino. Será el gobierno inglés quién dirá cuantos animales debe faenar cada uno, reglamentando así sus relaciones comerciales mutuas y centralizando incondicionalmente en la administración inglesa el contralor absoluto del comercio de carnes argentinas. Para colmo, esa misma cláusula prohíbe al estado argentino y a los capitales privados Argentinos construir frigoríficos que elaboren en total más del 15% (quince por ciento) del caudal de carne, y eso, siempre que los capitales particulares argentinos que inviertan en frigoríficos ‹‹no persigan fines lucrativos››. Por debajo de la información oficial, otros rumores, más graves aún, se filtraron hasta el pueblo. Gran Bretaña exigía el control de la moneda argentina, el control de los créditos, el control del transporte automotor, el control de la electricidad … y todo se le había acordado.”10

Nuevamente se pretende eliminar la moneda nacional o soslayarla -aún más- a los designios del “mercado” (como si un dios/entidad abstracta fuese). A su tiempo, debemos reflexionar y defender las empresas del estado que, como en la provincia del Chaco, aún existen y administran la provisión de energía eléctrica y agua potable.

Este mentado “olvidono resulta casual y existen varios factores a tener en cuenta. En principio la falta de una revisión histórica de profundidad conceptual-ideológica y de volcar esos resultados en la educación formal como en herramientas pedagógicas “informales” (para lo cual es imprescindible la revisión de los contenidos de los medios de comunicación como política de estado). En segunda medida, contemplar y accionar en contra de la imposición del perpetuo presente11 en el que concurre también el fenómeno de amnesia colectiva consecuencia de los medios masivos de comunicación, que se puede simplificar en la explicación de Bourdieu:

“… profesionales que tienden a poner toda la práctica periodística bajo la advocación de la velocidad (o de la precipitación) y de la renovación permanente. Disposiciones reforzadas sin cesar por la temporalidad misma de la práctica periodística que, al obligar a vivir y a pensar al día y al valorar una información en función de su actualidad (la “actualodependencia” de los telediarios), propicia una especie de amnesia permanente.”12

De los cuales deben hacerse cargo, tanto quienes no opusieron resistencia desde las entidades estatales cuya función era la de regular los medios de comunicación, como los periodistas que hoy día dejan correr sus globos oculares al ritmo de los dispositivos -como celulares y afines- que habitan sus manos y bolsillos, e imprimen dicha celeridad a cuanto produzcan, prescribiendo de ese modo las nefastas consecuencias que sobre el público inadvertido disponen los mismos medios por la naturaleza con que han sido creados.

A modo de conclusión. Hemos abordado un rápido recorrido por la historia argentina, sin embargo y lamentablemente, también tenemos ejemplos relativamente cercanos en el tiempo en lo que respecta a las consecuencias sobre la economía. A aquellos que tengan edad suficiente (con 35 años de edad basta), los exhortamos a hacer memoria; y, a los que no, a estudiar la historia reciente: cuando -por solo nombrar un ejemplo- los productores avícolas argentinos se vieron forzados a soltar sus aves en las rutas por no poder mantenerlos (alimentarlos, etc.), ya que, al abrir las importaciones, no pudieron competir con los precios de los comerciantes extranjeros y se “fundieron”. Caso análogo sufrieron los productores tamberos, entre otros, todo ello es historia reciente y de nosotros dependerá que se convierta en una experiencia a no repetir.

En este tablero de ajedrez, solo la movilización de los peones, los “menos poderosos” pero más numerosos, podrá revertir el remate general e irreversible de Argentina. Sea con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes, puesto que no es momento de hacer gala de “tiempistas”, es momento de estar al frente de las movilizaciones y unidos contra el gran enemigo: tanto los actuales como los recientemente depuestos funcionarios de la “oposición” deberán unirse –en física presencia– al pueblo movilizado.

Notas:

1 “La visión social “espontánea” de la vida cotidiana, previa a toda reflexión sistemática. Se llama sentido común. […] …ese saber aparentemente compartido por todos […], no es puro ni virgen. Es el resultado de una larga sedimentación de operaciones ideológicas, concepciones del mundo –muchas veces contradictorias- y procesos hegemónicos mediante los cuales determinados segmentos sociales logran generalizar y universalizar su interés particular de clase hasta convertirlo en “interés nacional”.” Kohan, N., P. (2007). Pensar a contramano. Buenos Aires: Nuestra América Editorial.

2 Justo, L. (2018). Así se murió en Chile. Buenos Aires: Cienflores.

3 En la dirección que el viento de los “vampiros internacionales” ordena (Como los caracterizara Cortázar en Fantomas)

4 Scalabrini Ortiz, R. (2001). Política Británica en el Río de la Plata. Barcelona: AGEA S.A.

5 Ib. Ídem 4.

6 Marx, K. (1975). El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Buenos Aires: Editorial Polémica.

7 Otro sentido común: “Hay que honrar la deuda”, evitando así cuestionar si la misma es legítima o no, usurera o no.

8 Ib. Ídem 4.

9 Ib. Ídem 4.

10 Ib. Ídem 4.

11 Sin pasado, sin futuro, un continuo presente en el que se despoja a los individuos de identidad -tanto colectiva como en la construcción propia de la individualidad- eliminando todos aquellos elementos físicos como inmateriales/intangibles del acervo cultural-patrimonial. (Rolón E. E., Rolón E.)

12 Bourdieu, P. (2010). La dominación masculina y otros ensayos. Buenos Aires: Anagrama S.A.

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