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Milei y la obstinación del misionero

Fuentes: Huella del Sur

Para ciertos puntos de vista, dos virtudes cardinales de Javier Miei son su radicalidad y su obstinación.

En cuanto a la primera es difícil encontrar en el país a alguien que, como él, esté lanzado a la desregulación lo más amplia posible del “mercado” mientras proclama el odio al Estado y la necesidad de destruirlo desde adentro.

Tampoco es sencillo dar con un dirigente que pretenda privatizar o disolver todas las empresas y organismos descentralizados dependientes o propiedad del Estado nacional. Ni que esté dispuesto a entregar el país al imperio norteamericano hasta el límite de la disgregación nacional.

A los ojos de las grandes empresas con intereses en Argentina y a poderes externos; como el Estado y el capital de origen estadounidense, y el Fondo Monetario Internacional, esas tomas de posición merecen bendiciones fervientes, aunque no estén siempre de acuerdo en el 100%.

Profeta”, “cruzado”, “enviado de Dios”.

Ante la pregunta reciente de un periodista acerca de si haría cambios en caso de sufrir una derrota electoral el presidente no vaciló y, con su énfasis característico, aseguró que su política económica era inamovible. Es evidente el contraste con discursos “consensualistas” como el que en su momento esgrimía PRO. De nuevo, lo suyo es una “misión”, un destino ordenado por Dios, con el respaldo de nada menos que “las fuerzas del cielo”.

Ante ciertos zigzags no pocos observadores se apresuraron a caratular al actual presidente argentino como “pragmático” Se requiere un decisivo matiz para que eso sea cierto.

Milei es adaptable cuando se trata de medidas o políticas que son controvertidas en el interior mismo del establishment. Como la anunciada y hasta ahora no concretada “dolarización”. O el establecimiento del control de cambios a contramano de la lógica “desreguladora” de la que hace gala. Pero cuando se trata del sostenimiento punto por punto del programa de máxima del gran capital, allí no hay razones prácticas o acomodos que valgan.

Siempre ese empeño inconmovible, esa voluntad de hacerlo todo y más en el alineamiento con Donald Trump. Y el compromiso sin ambages desde este lejano punto del mapa con los intereses estratégicos e incluso tácticos de EE.UU. Esa es la línea central.

Tanto los capitalistas locales como los internacionales esperan del líder de La Libertad Avanza (LLA) las reformas de “segunda generación” para el sometimiento más a fondo del trabajo al capital y el reacomodamiento fiscal hasta lo destructivo.

El camino de las reformas y el sacrificio para el pueblo

Claro, nos referimos a la transformación laboral en primer lugar y a sus acompañantes la previsional y la tributaria. Menos salarios y menos derechos, menos jubilados con haberes más bajos. E impuestos menores para los ricos. Con la consiguiente disminución de recursos estatales a compensarse con el ajuste fiscal permanente, interminable. Que recae siempre sobre las espaldas de los de abajo.

La prédica en esa dirección es constante. En medio de las especulaciones y predicciones, en el coloquio de IDEA que transcurre en Mar del Plata se insistió sobre todo en la reforma laboral.

El ministro de Economía Luis Caputo, todavía en Washington, envió un video al mencionado coloquio. Da allí garantías de que se harán efectivas las reformas “de segunda generación”. Y en particular una reforma laboral “flexibilizadora”. Armonía de objetivos empresarios-gobierno.

Con o sin él, van a lo suyo

El actual mandatario no es irreemplazable para nadie, salvo para su estrecho círculo de fieles. Los que dependieron y dependen de su persona para amasar su propia cuota de poder desde la nada o casi. No lo es para los empresarios, que en su gran mayoría no son fanáticos mileístas sino partidarios consecuentes de imponer las mejores condiciones posibles para la obtención de ganancias y la acumulación de capital.

Tienen dudas crecientes sobre la suerte electoral del oficialismo dentro de unos días. Y hasta sobre la estabilidad emocional del presidente. Son fuertes sus reservas frente al algo desquiciado estilo de gobierno, atravesado por internas feroces y en el que los cargos no se corresponden con la efectiva capacidad de decisión, en primer lugar en los casos de Karina Milei y Santiago Caputo.

Igual ponen una parte de sus cartas (nunca apuestan en una única dirección) a la continuidad del jefe de Estado. Quieren sí que replantee su elenco de gobierno. Y que obtenga “consensos” más amplios dentro del vasto campo de la derecha argentina. Se habla sobre cambios de ministros con insistencia en aumento.

Y más en concreto, en torno al ingreso de representantes de PRO y del nuevo núcleo “Provincias Unidas” en el gabinete después del 26 de octubre. Se aclara además que eso debiera producirse cualquiera sea el resultado de los comicios.

Lo anterior no excluye a ciertos juegos entre las penumbras del palacio. Más de un analista llama la atención acerca de que se abre una disputa entre Karina y Santiago por mantener y ampliar sus multiformes espacios de poder. De concretarse ese comportamiento podría ponerse en riesgo todo el “relanzamiento” poselectoral que los poderes permanentes propician desde hace meses.

El porvenir inmediato y no tan próximo se encuentra muy abierto. Sí está claro que hay dos propósitos que el conjunto de la derecha comparte por ahora: a) La continuidad, profundización y mayor velocidad de la reestructuración social ambicionada y b) Evitar el retorno del peronismo al gobierno.

Los arreglos entre cúpulas dependerán asimismo de en qué dirección y con qué volumen se manifiesten en adelante las fuerzas sociales en el espacio público. También jugará su papel el alcance de la definición electoral. Por ejemplo, si el conteo de votos coloca a LLA en el mismo nivel o por debajo del 30% que obtuvo en las PASO y las generales de 2023. Sería nada menos que la pérdida del capital electoral conseguido en el amplio triunfo de la segunda vuelta.

Hasta para los prestidigitadores de los medios y las redes será muy difícil la presentación de eso como un resultado aceptable para el gobierno y un relativo espaldarazo a la política oficial. Si los cómputos finales fueran más halagüeños para la actual gestión, las usinas de la derecha tratarán de inventar un mensaje de continuidad.

Abre una vez más la marcha el secretario del Tesoro estadounidense Scott Bessent. Argumentó que si LLA alcanza un tercio de los legisladores mantendría intacto su capacidad de sostener los vetos y con eso alcanzaría para garantizar su continuidad y el salvataje norteamericano. Es palmario el sentido de la posición:

La gestión Trump no está interesada en la democracia representativa sino en alguna forma de “autoritarismo electoral” que le permita mantenerse firme en el control. Ninguna novedad, sólo la carencia de cualquier disimulo pone a prueba la capacidad de asombro.

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De nuevo, habrá que ver lo que piensa y siente la calle al respecto a partir del 27 de octubre. Con el pensamiento y las prácticas puestos en cómo superar los mezquinos límites de una democracia reducido a lo electoral. Cercada a su vez por el abstencionismo y la desafección. Se necesita un camino de esperanza. A no aguardarlo de “arriba”.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.