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Milestones, el declive del «sueño americano» previsto por R. Kramer

Fuentes: Rebelión

El documental, intervenido en ocasiones por la “puesta en situación”, Milestones (1975), de Robert Kramer y John Douglas, es a la vez una crónica cinematográfica sobre más de cien años de historia estadounidense, con particular énfasis en las últimas tres décadas hasta el año de su realización. En él, con base en Detroit, primer foco de migración negra hacia 1917, luego la ciudad del automóvil y hoy “la pesadilla del sueño americano” (1), se sintetiza, durante 198 min, los años 60/70 del siglo XX, con toda su carga de fortalezas y debilidades: surgimiento del Free-Jazz; redescubrimiento de H. Hesse; surgimiento de la Contracultura Negra, a través de la lucha que dio la Asociación para el Avance de la Gente de Color (NAACP, sigla en inglés), aunque ahora solo se hable de Contracultura Blanca, con sus “tres días de flores, paz y amor” (y drogas) en Woodstock (2), y del R&R como protesta política (3): se olvida, es un eufemismo por R&B. Y claro sobre un sinfín de tópicos: regreso a la vida campesina; feminismo; lucha por los derechos civiles; liberación gay; hippies, herederos de los beatniks de los años 50, corriente en esencia literaria; exterminio indígena (Masacre de Wounded Knee); esclavismo, marginalidad, racismo, xenofobia, odio. Es también una visión sobre los elementos + el hombre; un viaje al pasado, presente y futuro de EEUU, pero ante todo el declive/la caída del ‘American Dream’ ya previsto por Kramer como pesadilla gringa.   

Un paréntesis para hablar en breve de la Beat Generation:William Burroughs, el poeta que habló de ‘sociedad de control’, en la que hoy estamos anclados por el Poder fascista e irresponsable, en vez de sociedad disciplinaria (Foucault); Allen Ginsberg, autor de Growl, poema sobre la muerte de Joan Vollmer, una crítica, además, a la “Tierra de la Libertad”; Jack Kerouac, quien con On the Road (llevada al cine por Walter Salles, 2012) dejó un retrato de la época y un tributo a los boppers, músicos del estilo más revolucionario del jazz (Parker, Gillespie, Monk); Lawrence Ferlinghetti (1919-2021), creador de Un Coney Island de la mente; Gregory Corso, para Ginsberg, “el poeta más grande de América”, bueno, de EEUU; Joan Vollmer, esposa de Burroughs y víctima suya por un tiro ‘accidental’, en verdad un homicidio al estilo William Tell: cambió la ballesta por un Smith & Wesson calibre 38 (4); Neal Cassady, retratado como Dean Moriarty en la citada obra de Kerouac; Brion Gysin, autor de un guion, nunca producido, sobre Naked Lunch, de Burroughs; Lucien Carr, asesino de su amigo David Kammerer y sentenciado a 20 años de prisión, de los cuales (como cualquier paraco en Fosa Común) solo pagó dos, al argumentar que fue en defensa propia por sentirse víctima de una “obsesión homosexual” de Kammerer, la única víctima en realidad.

Mención aparte merece Ken Kesey y los Merry Pranksters, coadyuvantes en la formación de la Contracultura, cuando durante el verano del 64 hicieron un viaje por EEUU en el autobús psicodélico ‘Furthur’. En 1959, Kesey fue voluntario como chivo expiatorio para pruebas médicas financiadas por la CIA y su Operación MK Ultra, a través de la cual se investigaba los efectos de LSD, silosibina, mescalina y otros psicoactivos. Siguió experimentando por su lado e involucró a sus amigos, los ‘Merry Pranksters’: todos fueron a Millbrook, NY, a visitar al defensor/pionero del ácido lisérgico, Timothy Leary, y otros psicotrópicos como formas de autoanálisis/crecimiento. Con el tiempo, Kesey tomó distancia frente a Leary y con su grupo fueron el nexo entre la Beat Generation, nombre que Burroughs siempre rechazó, y la psicodelia de los 60: después, al regresar a California, popularizaron las ‘Pruebas del ácido’, hechas al inicio en la casa de Kesey en La Honda; luego, en otros lugares de la Costa Oeste. Neal Cassady conducía el autobús, Ginsberg fue parte del viaje breve tiempo e invitado por el primero fue el citado Kerouac, quien siempre se opuso a la participación de los Pranksters.     

Es curioso y, más allá, perverso, siempre que se habla de Contracultura, parece que no hubiera más que la Blanca: pero, nunca se habla de la Contracultura Negra o se niega, escamotea o invisibiliza. En esa historia negra que es la del jazz, que tiene como elementos de enfoque y análisis a la transculturación y al racismo, se ve también una clara historia de insumisión, rebeldía, contracultura. Dentro de ella, es evidente la influencia del jazz no solo en la literatura orbital, en la gringa y en la del Caribe, sino que su hálito/fuerza/libertad se sienten hasta en los más recónditos lugares de la tierra: en ellos, también han jugado un papel esencial las mujeres y las escritoras negras, como lo muestra Toni Morrison, a lo largo y ancho de su obra. Sobre todo, en Jazz, novela que ofrece en forma simultánea el horror y la belleza de muchas vidas signadas al tiempo por la esperanza y la desesperanza, por el desencanto y la utopía, por la represión y la libertad. El jazz es una música que resiste a la opresión, va contra los abusos del Sistema, se opone al pensamiento único. La literatura del Caribe y del mundo solo pretenden contribuir a entender los alcances del arte en su intento por ayudar a solucionar problemas de la vida cotidiana de los pueblos y a comprender por qué es una de las aportaciones sociales y estéticas más significativas de los afroamericanos y, más allá, de EEUU al planeta. Un arte libre en su sentido más amplio y político en el más estricto sentido y al que muchos aceptan por lo que es: una aportación significativa, profunda, de los negros y de EEUU que está en contra de la guerra, no solo de la del Vietnam y a favor de Cuba, sino de la liberación de todos los pueblos. Ojalá, también a favor de la liberación de todos los oprimidos y de la paz entre los fosacomunianos. Ojalá, esta vez, los efectos del Paro Nacional sean determinantes y no sea necesario ir más lejos: a la CIDH o hasta la CPI.

Antecedentes de la Contracultura Negra: la lucha por los derechos civiles se recrudece en la década de 1950 y alcanza su clímax, primero, el 21/feb/1965, con el asesinato de Malcolm X, y más tarde, el 4/abr/1968, con otro crimen represivo, el de Martin Luther King, Jr., ambos antes de cumplir 40 años, aspecto siempre considerado por las infalibles matemáticas del crimen oficial/clandestino gringo: las que en la época impedían a cualquier persona disidente o subversiva alcanzar a cumplirlos. Así cayó, además, el Che Guevara (1928-1967). Un poco antes, el 1º/dic/1955, la señora Rose Parks, sentada en la parte posterior de un bus cuando a los negros les era asignada la parte delantera del mismo, se niega a cederle el puesto a un blanco, hecho que conduce a la represión y al tiempo a la radicalización de la protesta negra. Esta, encabezada al comienzo por King con las marchas de Montgomery y Selma, en Alabama, y sus Freedom Riders, será más tarde liderada por Malcolm X desde su posición como musulmán: a la cual, no obstante, renunciará en 1964, poco antes de caer asesinado, al enterarse de las turbias relaciones de su maestro Elijah Muhammad con dos de sus secretarias a las que dejó embarazadas. Ya en la década del 60, resurge la NAACP, que había nacido el 12.feb.1909 gracias a un grupo de activistas multirraciales gringo que respondía al nombre de The Call o La llamada, al inicio designado National Negro Committee, pero para el segundo congreso en mayo/1910 cambia su nombre. Ella va a ser en adelante la cantera de respeto para los negros, desde el movimiento cultural, desde el activismo político. Y de ella van a hacer parte, al filo del tiempo, grupos emblemáticos como el AECO, World Saxophone Quartet, Anthony Braxton & His Ensemble.

La revolución/liberación sexual es un desafío a los códigos tradicionales sobre el sexo y las relaciones interpersonales en Occidente entre 1960 y 80. Aceptación creciente del sexo fuera de las formas tradicionales heterosexuales y monógamas: en esencia, el matrimonio. También, aborda temas como: anticonceptivos, píldora, desnudez pública, normalización del sexo premarital, homosexualidad (no como enfermedad, sino como hecho natural, respetable e irreprimible), formas alternativas de sexualidad, legalización del aborto, entre muchos más.

Entra a narrar la mamá de Karen cuando va a ser abuela y habla de no entrometerse en la vida de ella. La cámara va sobre el vientre de la futura madre, el Leitmotiv del filme. Su madre piensa que son dos cosas inseparables, ser la madre de los niños y quien más los conoce. Karen tiene la impresión de que las “comunas” (hippies) son pasajeras. Comunidades que, no obstante, como ella dice, permiten la ayuda mutua, el cooperativismo, la acción conjunta, es decir, la mejor forma de contrarrestar la ruina a la que lleva el prurito materialista del capitalismo. Se cuenta la experiencia de Helen en Vietnam. Aquí viene otro aspecto de la nuez del filme: uno dentro de otro filme. Karen, en embarazo, piensa mucho en su madre, de quien a la vez ha estado muchos años intentando huir. Su estado como vehículo de conexión con su madre y, de paso, con Elizabeth, su otra hermana. Con quien pensaba en torno a cómo pudo resolver tantas cosas siendo madre, después de que su padre muriera en la II GM en el Pacífico. Parte del núcleo fílmico es Ho Chi Minh, presidente del PC de Vietnam, a quien Kramer y Douglas citan: “Ni en lo alto ni a lo lejos, / en el trono del Emperador o en el del Rey / eres más que una pequeña losa de piedra / al borde de la autopista [Highway: no ‘carretera’]. // La gente te pide orientación / tú le impides que se extravíe / y le indicas la distancia que ella debe recorrer. // El servicio que prestas no es uno pequeño, / la gente recordará [siempre] lo que tú has hecho”. Ante todo, se agrega, si lo has hecho bien.

Imágenes en b/n de la cárcel, alternan con otras del exterior en color. Alguien sale de la cárcel; de repente, sube al carro de una mujer que lo espera. Encuentro emotivo entre quien no sabe si podía estar con mucha gente esa noche y su compañera (con un hijo) que espera que esa misma noche pueda cambiar de opinión. Ambos, ayudaron a muchos desertores a salir del país. A propósito de ello, desde Francia, llega el polímata Boris Vian (1920-1959): novelista, dramaturgo, poeta, músico de jazz, ingeniero, periodista y traductor francés. Utilizó varios heterónimos, seres literarios independientes del autor que los creó, como Vernon Sullivan, Boriso Viana, o los anagramas Baron Visi, Brisavion, Navis Orbi o Bison Ravi. Escribió teatro, letra y música de canciones, cuentos y novelas. Sus diez novelas y sus actuaciones en jazz fueron muy admiradas. Nació en el seno de una familia de clase media. Sus padres eran Paul Vian, rentista, e Yvonne Ramenez, música: tocaba piano y arpa. En su entorno familiar el arte era una cuestión importante, su madre era una amante de la ópera; su padre, poeta aficionado, traductor de inglés y alemán, aparte de interesado por la mecánica y la electricidad. Fuera de frecuentar a los existencialistas de aquellos tiempos en Saint-Germain-des-Prés, conoció a jazzmen como Duke Ellington, Miles Davis y Ch. Parker. Dejó finalmente su profesión de ingeniero, y en paralelo a sus principales trabajos, se dedicó a traducir novelas negras, de autores reales, y a dar charlas sobre diversos temas. 1950: publica La hierba roja, considerada una de sus mejores obras, la más autobiográfica. Escupiré sobre vuestras tumbas (1946), novela negra, literatura erótica, también del racismo hacia el negro “así aprobado por la justicia”. El afroamericano Lee Anderson llega a un pueblo de jóvenes sedientos de alcohol y sexo. Trabaja como vendedor en una librería y oculta un secreto: la única razón por la que está allí es para vengar la muerte de su hermano, linchado/colgado por haberse enamorado de una mujer blanca. En cuanto al estilo, es la obra más violenta de las del autor de El desertor, la más cruda y ejemplar de la serie de Sullivan, en la que Vian se propuso denunciar al racismo y las condiciones precarias de los negros en los estados del Profundo Sur. Poco después de aparecer, el libro fue prohibido por “pornográfico e inmoral” (como pasó con la obra de Miller en EEUU), y su autor condenado por ultraje a la moral y a las buenas costumbres. También se publicó una versión edulcorada de la obra. El desertor: “Señor presidente / le escribo esta carta / que quizás lea usted / si tiene tiempo // Acabo de recibir / la orden militar / para ir a la guerra / el próximo miércoles // Señor presidente / no voy a hacerlo / no vine a este mundo / para matar pobre gente // No quiero que se enfade / pero he de decirle / que mi decisión es firme: / voy a desertar // Desde el día en que nací / he visto morir a mi padre / partir a mis hermanos / y llorar a mis hijos // Mi madre sufrió tanto / que ya está bajo tierra / se ríe de las bombas / y hasta de los gusanos // Cuando estuve preso / me robaron la mujer / me robaron el alma / y todo mi pasado // Mañana muy temprano / les cerraré la puerta / a aquellos años muertos / y me echaré al camino // Pediré limosna / por las rutas de Francia / de Bretaña a Provenza / y le diré a la gente: // ‘Niéguese a obedecer / niéguese a colaborar / no vaya a la guerra / niéguese a partir’ // Si hay que derramar sangre / derrame usted la suya / pues tan buen apóstol es / señor presidente // Si ordena que me busquen / dígales a sus agentes / que no llevaré armas / que pueden disparar”.

Jan Phillips, de la Fac. de Derecho, ha cumplido dos años de prisión por “asociación ilícita para transportar explosivos”. Ejercía de abogada, pero fue inhabilitada tras la condena. Es asesora legal y participará en el congreso sobre las mujeres en la cárcel. Estos dos hechos ya prefiguran, por un lado, el complejo militar/industrial carcelario, del que habló Angela Davis en Fosa Común (2010); por otro, el aumento paulatino del ingreso de mujeres a prisiones gringas en comparación con hombres. Y aquí estamos en 1975. “¿Por qué cometió el delito?”, pregunta el periodista. Jan dice que ha tenido mucho tiempo para pensarlo en estos años y que las circunstancias la empujaron a ello. Le pareció lo correcto, así eso sea para la autoridad “políticamente incorrecto” en el sentido inverso al tradicional dado a esta expresión. Su lucha significa combatir a los poderes políticos que oprimen/reprimen al país: para el caso, EEUU. Las cárceles para ella, son un basurero para los ‘pobres’ (como nadie escoge serlo, en realidad, empobrecidos) y para los del Tercer Mundo (¿acaso hay unos legítimos Primer y Segundo mundos o con qué autoridad se les nombra de tal modo?) que sobran en la sociedad: el precariato, las víctimas de la aporofobia (llamada así por la filósofa Adela Cortina: del griego ‘áporos’, sin recursos, y ‘fobos’, miedo/odio), los conhambre, los sinhogar, en fin, los no-seres, porque no tributan al Estado. (5) Entonces, este, obedeciendo al diktat gringo declara a los empobrecidos, que no pobres, el ‘enemigo interno’ y de paso, al menos en Fosa Común, objetivo militar de policía/ESMAD de cara al Paro Nacional iniciado el 28.abr.2021, que ya deja más de 70 muertos y casi 1.000 desaparecidos, 25 mujeres violadas, más de 850 secuestrados, 39 agredidos en los ojos y casi 3.000 casos de abuso policial no reparados. (6)

Los negros entran en acción, a partir de la música (el jazz es la música afroamericana por excelencia y su máxima expresión de libertad: Duke Ellington): spiritual y gospel, siguiendo el esquema africano occidental de Call-Response o Llamada-Respuesta, algo que será una de las tantas bases para la creación del blues, R&B (luego, de modo absurdo R&R) y Jazz. Al verlos en TV, Karen se acuerda de Misisipi en el 65, cuando tras los funestos hechos del 64, que al filo del tiempo llevarían a un filme como Betrayed (1987) o Traicionados, de Costa-Gavras, filme en el que los negros son cazados como animales y a uno de ellos se le llama Satchmo, por el apodo Satchelmouth que durante toda su vida cargó Louis Armstrong; o a otro como Misisipi Burning (1988), de Alan Parker, se da la masacre de tres Freedom Riders, de M. L. King, por la cual se incendia la lucha por los derechos civiles en los EEUU. Y habla de lo distinto que hubiera sido todo si ellos/ellas, los de su época y sus actos, hubieran tenido acceso a la TV. Como hoy, en Fosa Común, la gente tiene acceso a las redes sociales y puede informar en tiempo real lo que sucede en los campos de batalla (que salvo la ‘gente de bien’ no ve) creados por el (tal como dijo el senador Gustavo Petro durante la moción de censura al MinGuerra) ‘Terrorismo de Estado’ (7) del subpte/Zapateiro y Molano, en todo el territorio.

Un padre y su hija hablan sobre los cambios por las estaciones: v. gr., entre invierno y verano. Sobre su otro hijo, Dylan, discute con su mujer, sobre si debe venir o no de California a vivir con el padre, lo que la madre ve complicado porque se habituó a estar con esa otra familia: lo que significa, la familia disfuncional de hoy ya existía a mediados de los 70 del siglo XX.

Un delegado sindical aparece. Le cuenta a otro amigo sus peripecias en Detroit, Michigan, la ciudad de los automóviles. Él ha aprendido, eso sí, a usar el spray: como para combatir al Estado ladrón de la salud y a la sociedad del trabajo uberizado, lo hace Daniel Blake en el filme (2016) del inglés Ken Loach. El otro amigo charla con su mujer sobre lo que significa el cambio repentino que surge al pasar del campo a la ciudad, sobre la relación con los niños, con los viejos. Al respecto, nada mejor que volver a la novela Tiempo de abrazar, de Onetti.

Una familia de hippies y nudista. Alguien dice: “Para mí todo lo sólido es líquido”, lo que, por asociación, trae a Marx: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Frase retomada por Marshall Berman para su famoso libro, cuyo subtítulo es ‘La experiencia de la modernidad’. Él recuerda que la revolución modernista no ha concluido, que, a partir de las conmociones revolucionarias de arte, literatura, política y vida cotidiana, el espíritu del modernismo ha desarrollado sus propias tradiciones, aún vigentes, y que sacrifican al pasado para abrir una perspectiva de futuro; que, por último, el peculiar estado de carencia de hogar que, con tino y conmoción como su propia experiencia, caracteriza la alienación/dislocación de la vida urbana en todas partes. La experiencia hippie de desaprender (lección involuntaria para la mala escuela, para la enseñanza/dogma) en el campo y la necesidad de dar el paso e ir a la ciudad, quizás, a compartir dicho nuevo aprendizaje, es decir, el que ahora reemplaza al ‘dogma impuesto’, como diría E. Zuleta acerca de la educación tradicional, para rechazarla. La gente, mucha gente, busca trabajo (como hoy con el virus/negocio), pero no hay fuentes.

Se cita a Harriet Tubman, una tenaz luchadora por los derechos de los negros: “Había una canción o una cita de Harriet Tubman. Decía: ‘He visto sus lágrimas, sus suspiros, he oído sus gemidos. Y daría hasta la última gota de sangre para liberarlos’”. Luego, una mujer pregunta a un nativo sobre cómo ven los tratados sobre la tierra, la pesca, los minerales, los indios: ¿qué significado simbólico tienen los tratados? V. gr., agrego, el Tratado de Fort Laramie, Wyoming, que en 1868 firmó el gobierno gringo, vía William T. Sherman, con los Oglala Sioux, Miniconjou y Brulé de los Lakota, Yanktonai Dakota y la Nación Arapaho, que garantizaba a los Lakota la propiedad de las Black Hills, las tierras y el derecho a cazar en South Dakota, Wyoming y Montana. Pero, ya en 1871 los colonos blancos buscadores de oro cruzaron las fronteras de reserva, para violar así el Tratado (en 1876 la victoria de los Sioux sobre el sangriento CR George A. Custer en la batalla de Little Big Horn) que en 1877 el propio gobierno pateó al apoderarse de las Colinas Negras, ricas en todo tipo de yacimientos minerales. Más de un siglo después la nación Sioux triunfó en los tribunales. Aun así, pese a que el 30.jun.1980 la Corte Suprema confirmó un “premio” de USD$ 15.5 millones por el valor de la tierra en 1877, más 103 años de valor de interés al 5% con una adición de USD$ 105 millones, los Sioux rechazaron el pago y a cambio exigieron la devolución de su tierra por parte de EEUU, como puede verse en Entierra mi corazón en Wounded Knee (2007), filme de Yves Simoneau, narrado desde la óptica de tres personajes: Charles Eastman, joven médico educado por los blancos y ejemplo engañoso de integración; Toro Sentado, jefe Dakota que se resiste a hincar la cerviz frente a la policía del gobierno gringo que les quiere quitar su identidad/dignidad y sus tierras sagradas; y el senador Henry Dawes, uno de los que craneó tan lesiva política relativa a los aborígenes, de quienes se creía tenían que asimilarse a la cultura mayoritaria, blanca y expoliadora, si querían sobrevivir. (8)

Explicado en la forma más sencilla, la soberanía es la libertad (así creo con el tocayo, colega y hermano Luis E. Soares, uno de los más entrañables amigos brasileños, respecto a la triste dependencia frente al Imperio sionista/gringo: el mismo que a través de Biden, por un lado, reclama que se aclare la cifra de muertos del Paro Nacional; y que, por otro, a través de él y de Netanyahu se vende armas a Fosa Común). Así, los Oglala Sioux deberían dirigir sus asuntos aquí, explica alguien. Quien relata su historia es nativo de Onagada, capital de la tribu Iroquoi, cuya ascendencia se remonta a más de mil años. De ahí se deriva que, en toda lucha social y política y militar, no hay que tener miedo pues recuérdese, “solo quien no tiene ningún tipo de miedo puede amar libremente”, como sostiene Fassbinder en su filme La ley del más fuerte. En su novela La partida, Miguel Delibes se pregunta ¿por qué alguien relajado flota en el agua y alguien nervioso se hunde? Sencillo, porque el miedo pesa, concluye.  

Vuelve Peter, el hombre que estuvo dos años en la cárcel. Alguien le ayuda a conseguir un espacio en la Calle Washington con dos habitaciones pequeñas y una cocina ídem por USD$ 150. Habla con John, el rubio ceramista que quedó ciego a los 11 años y ahora hace vasijas y que, por partida doble, toca sexo y saxofón, como si de un Gonzalo Arango gringo se tratara. Alguien piensa que, seguro, no hay mucha gente para la que ser libre signifique algo. Lo dice quien viajó a La Habana y al otro día de entrar Fidel Castro, notó que todo estaba “patas arriba”: como si con Batista Cuba fuera la octava maravilla para vivir y no el burdel de los gringos, como lo era, además de una inagotable fuente de recursos naturales y de otros no tan naturales, como la inhumana y deshumanizada prisión de Guantánamo, triste resultado de la Enmienda Platt, firmada en 1903 entre un irresponsable gobierno cubano y otro gringo. Tras lo cual, Cuba arrendó tierras a EEUU para una “estación de carbón y naval en la bahía de Guantánamo”, lo que no es más que un eufemismo por la instalación de una base militar.

El ejército gringo, por orden del Gobierno, dinamitó todos los ‘hogans’ de los Navajo, quienes se llaman a sí mismos “t’áá diné” o “el pueblo”. Enseguida, se cita un libro de Emma Goldman que Jan Phillips leyó: trataba sobre Alexander Berkman, quien estuvo 14 años en la cárcel: cuando salió, no sabía estar con la gente. Lo que hoy empieza a pasar con el virus/negocio: después de tanto encierro, las personas no se soportan entre sí. Como quizás le pasa a Peter, según explica Jan a la enamorada de aquél. Miedo de volver al calor de la gente; de aceptarlo; de tocar. Cuando Jan salió de la cárcel no soportaba que nadie la tocara.

Un psicótico, amenaza a una mujer con una pistola: “¡Vas a mamármelo!”, no como dice la traducción gilipollas: “¡Vas a chuparme la polla!”, porque es como quien chupa a una araña y ello no suena agradable. Claro, lo otro, tampoco, ¿verdad? Gail llama con desespero a John: el agresor lo tumba y huye. Mientras tanto, las mujeres se dedican al arreglo de la casa y en particular de las ventanas. Alguien se queja porque le quisieron endosar el atraco a un banco: los policías iban de civil, entre ellos uno negro. Como en Fosa Común, con motivo del Paro Nacional 28A, en el Éxito de Calipso, Cali, el camión que traslada a las víctimas de torturas lo maneja un civil en camiseta que, como el gral. Niño, no responde al reportero de Canal 2.

Karen dice que EEUU la oprime, le corroe sus sueños y los de Larry. Lo que ya marca un hito en torno a Milestones como un ensayo fílmico, a la manera como lo definía Rossellini, un estudio sociológico/fílmico sobre la sociedad gringa. En Detroit todo está igual, como en la revuelta del 67. Ahora, tiene un alcalde negro. Los negros se han reagrupado. Pantalla en negro, mientras los dos amigos hablan sobre cuando EEUU estaba en el centro de todo: “Puede ser”, dice el interlocutor. Claro, sin detenerse a decir que ello es probable por su hegemonía sobre los medios masivos, la Industria Cultural y la Factoría del Entretenimiento. “Recuerdo las manifestaciones de Washington [1963], los Panteras [Negras], la conspiración de Chicago, las acciones locales, la universidad antiimperialista”. Cabe señalar que hoy en Netflix, existe una versión sobre los siete conspiradores de Chicago, con un alto componente racista, de desprecio e invisibilización del negro, en términos concretos/reales, no figurados.

Ahora da la impresión de que la gente nunca se hubiera alejado de aquello: “Parece que no hemos aprendido la importancia ni la necesidad de vivir de acuerdo con los valores revolucionarios, mientras luchas en las calles”. Que, por fortuna, los jóvenes han revivido en Fosa Común. “Creo que algo que entendimos fue que la revolución no era una serie de incidentes, sino la vida entera”, es una frase del documental que parece seguir viajando en el espacio, como para que los ciudadanos tomen conciencia del valor de retar al Poder a tiempo, en sus desafueros, sus exabruptos, sus extralimitaciones, para exigir una mejor convivencia entre los pueblos, ya no una ‘democracia’ pues no puede haberla en medio de un poder económico real, que a la vez desprecia toda petición, derecho o exigencia de la comunidad.  

El sentido de humanidad del negro liberto John Brown, la cantidad de cosas en relación con sus hijos; cuando el narrador lo compara con Leaf y con él quiere abrir mucho más su vida al mundo. “John Brown salió a caballo en la mañana. ‘Esta tierra es hermosa’, dijo. Y lo era. Vastos campos luminosos y fértiles. Y a lo lejos, la masa imponente de la sierra de Pine Ridge, donde había luchado y muerto Nat Turner [otro gran antiesclavista], donde se refugió Gabriel Prosser y John Brown había construido su sueño”. Aquí, dos cosas: sobre Turner ver la novela Las confesiones de Nat Turner, de William Styron, la visión de un blanco sobre un negro: algo impensable; sobre Prosser, cabe recordar que fue un afroamericano que, en 1800, a sus 24 años, proyectó una revuelta de 1.100 esclavos y por ella terminó siendo asesinado.

El jefe Oglala Luther u Oso en pie habla de una II Parte: “El hombre peludo del Oeste”. Solo para el blanco, la Naturaleza es salvaje. Para los Sioux era mansa: para la gente de Wounded Knee, donde se dio la última masacre dentro de lo que, con pompa y eufemismo, se llamó la FIP: 300 de ellos fueron asesinados el 29.dic.1890 por los Casacas Azules, en retaliación por la muerte del GR Custer y el cierre de costumbre a una faena de exterminio que cobró 100 millones de vidas. Mientras minutos antes se muestra la rebelión en la cárcel de Attica, el 9. sept.1971, donde 32 negros fueron también masacrados, otros negros encadenados en manos y cuello cruzan ahora la pantalla. No podría evitarse abordar la guerra de Vietnam, con el episodio en que Terry, aquel veterano que luego muere a manos de un policía, halla un niño entre la hierba, lo esconde y una mujer le tira animales encima, mientras aparece un ahogado con muestras de sangre en la espalda. Aquél, cuenta el caso de dos vietcongs que arden a causa del Napalm o fósforo blanco: “Nunca había visto un fuego semejante”, relata Terry.

“La captura de Jerónimo, aseguró las fronteras para nosotros”, los blancos, natürlich, como dicen los alemanes a lo que les parece… “Esto muestra que el Poder es la Ley”. No que la Ley es el Poder, como debiera ser, si hubiera democracia. Luego de ver Milestones, ¿puede sostenerse el cuentico Disney-ano del American Dream? Si a eso se le suma una revisión de La otra historia de EEUU, de H. Zinn, habrá que decir que no hubo ‘Sueño Americano’, ni ‘gringo’, sino una pesadilla ‘yanqui’. Y mientras el chef toca blues, los buscadores de joyas en la solitaria mansión, Terry y su socio, son descubiertos por la policía: uno cae por un balazo y el otro intenta huir. Escena que es claro ejemplo de la “puesta en situación” de la que se empezó a hablar en la U. Pompeu Fabra, de Barcelona, a comienzos de los 70 del siglo XX. “Terry ha muerto” les cuenta Jimmy, el experto en peces, a sus amigos. Brutales escenas de linchamiento, mezcladas con otras de esclavismo. Aparece Malcolm X, uno de los cinco principales luchadores contra la injusticia al lado de Patrice Lumumba, Che Guevara, Martin Luther King (9), Thomas Sankara. Por último, tras el complicado parto de Karen, vuelve la abuela fundadora de las diez tiendas de distribución de calzado italiano o de origen italiano.            

Milestones funciona como un complejo rizoma en el que personas y paisajes se mixturan para ir formando la trama, una no siempre lineal, en la que transcurre el documental convencional, sino hecho a base de flashbacks y elipsis, en los que hay vuelta atrás y saltos hacia adelante, partiendo de Detroit para ir a otras ciudades, distintos ámbitos, varios clímax y muchas altas y bajas: en suma, se atraviesa EEUU de lado a lado, desde los montes nevados de Vermont a los géiseres de Utah, del parque escultórico de Monument Valley (John Ford tenía allí su propio estudio) a los ‘hogans’ de la tribu Navajo, de las cavernas de los Hopi a la suciedad del océano causada por el hombre, en fin, de la ciudad del automóvil, hoy cada vez más abandonada, a la Gran Manzana, ahora con sus rascacielos desiertos y su gente inmersa en ese doble cáncer, el del capitalismo que todo lo arruina y el de ese otro al que llaman soledad. Los múltiples personajes de Milestones, en su mayoría entrañables, son conscientes de haber heredado tanto el genocidio de 100 millones de indígenas, como la esclavitud de los negros y en ambos casos ven una lección del pasado para corregir el presente, para no repetir la Historia: lo que sirve de aliciente para luchar por evitar esta vez la masacre de los vietnamitas. Como se verá al final, Kramer y Douglas dedican su filme “al heroico pueblo vietnamita”.

Ambos, militantes de izquierda en la década de 1960, crearon el colectivo The Newsreel para usar el documental como motor de transformación social, no como registro postal ni fuente monetaria: para hacer de él algo útil a la sociedad, a las comunidades desfavorecidas, a los colectivos marginados. Kramer, a la usanza de F. Wiseman, otro grande del documental, respecto a sus filmes solía usar las frases ‘sueños de realidad’ o ‘ficciones de realidad’. Desde FALN (1965), obra militante sobre el Frente Armado de Liberación Nacional de Venezuela hasta Guns (1980), documental sobre la guerra civil en Angola, con el que participó en el Festival de NY y ganó Mención Especial del Jurado en Venecia. Y ya en sus últimos 20 años en Francia, a caballo entre el digital y el cine diario, Point de départ (1994), sobre los cambios en la sociedad vietnamita, Walk the Walk (1996), sobre el statu quo europeo y la mirada de una familia en torno a la URSS, su trabajo se desliga de lo establecido y lo pone en la ruta de la disidencia, en modo viaje iniciático, aferrado, eso sí, a sus convicciones más íntimas y, cómo no, comprometidas. Sin importar que el compromiso surgiera y pereciera en él mismo. Stendhal definía a la novela como: “Un espejo que se pasea a lo largo de un camino”. Pues bien, Kramer y Douglas con Milestones muestran un espejo que durante 198 min. recorre los caminos habidos y por haber de EEUU en las décadas de 1960/70, en forma individual y colectiva, salpicados de historias disímiles y a la vez muy parecidas en su trasfondo: esperanzas y desesperanzas de quienes se ven impelidos a entrar en la adultez, aun sintiéndose dentro de una juventud que ya no es suya: y por eso deben separarse de tal idea. Todos, viento de libertad, nunca estarán bajo tierra ni hay que llorarlos: siempre están vivos.

En conclusión, Milestones, ese híbrido entre registro directo y puesta en situación, entre el gran documental underground y la finura del filme, si se quiere, íntimo/romántico, en tanto acción vital y política no en cuanto melodrama banal o explotación de los sentimientos, por todo ello, resulta un documental no solo atípico sino singular y pionero en varios aspectos: es un filme en el que renacen los elementos y con ellos el hombre, el afecto, los vínculos, el amor, la conversa, la polémica, pero no como persecución ni menos como factor de muerte. Así, junto al ceramista John (quien se revelará homosexual: de modo natural, no mórbido) renace la tierra; la primavera es un efecto del invierno; la cámara posada en el vientre y luego en la vagina de Karen es un renacer por partida doble: el de la imagen del propio documental; el del nacimiento del niño como acto simbólico y a la vez Leitmotiv de la historia narrada por muchos personajes, sobre múltiples relatos. Relatos que se cruzan hasta llegar a la oda al “heroico pueblo vietnamita”, un filme dentro de otro, hecho a base del trabajo cooperativo, si se quiere socialista, y no del negocio individualista/egoísta/competitivo del capitalismo: “Dedicamos este filme a todos nosotros, amigos, amantes, fugitivos, luchadores, y con una profunda gratitud al pueblo vietnamita, cuya lucha por la independencia y por la libertad [la que deriva de la soberanía], sigue mostrando el camino hacia nuestra victoria común”. Y esta, en Milestones, radica en que Kramer ha mostrado el declive del sueño gringo mucho antes de que ocurriera en la realidad y de que Detroit dejara de ser la City del carro para pasar a ser la prefiguración de la polis desolada, del edificio abandonado, de la tumba del fordismo.

Mañana cuando yo muera / no me vengáis a llorar. / Nunca estaré bajo tierra / soy viento de libertad. ERNESTO CHE GUEVARA

Dedicado a mi hijo Santiago, quien ya dio amplias pruebas de su polenta para renacer: la de un puma.

A María del Rosario, en recuerdo de la triste partida de Luz Stella, su hermana y tía de El Puma.

A Marthica, mi esposa y leal compañera en la batalla por desentrañar la farsa que nos mata.

Notas:

(1) https://www.eldiario.es/internacional/detroit-pesadilla-sueno-americano_1_3752680.html

(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Contracultura_en_la_d%C3%A9cada_de_1960

(3) https://www.redalyc.org/jatsRepo/874/87459435009/html/index.html

(4) http://www.curistoria.com/2016/01/de-cuando-william-s-burroughs-emulo.html

(5)https://www.publico.es/actualidad/aporofobia-odio-pobre-entra-codigo-penal.html?utm_source=facebook&utm_medium=social&utm_campaign=web&fbclid=IwAR0a2R0GN5XDwMC8vYBwbpd2Dt6m0MOhbaUqpP0DyW3-btwvuZYrQF2ZD6A

(6) https://www.telesurtv.net/news/colombia-temblores-casi-tres-mil-casos-abuso-policial-20210522-0002.html

(7) https://www.youtube.com/watch?v=vRz4Gm6yMsU

(8) https://www.elespectador.com/el-magazin-cultural/entierra-mi-corazon-en-wounded-knee-historia-de-un-etnocidio-article-879995/

(9) https://rebelion.org/docs/240588.pdf   

Luis Carlos Muñoz Sarmiento. (Bogotá, Colombia, 1957). Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y de jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, 2012, y columnista, 23/mar/2018. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao Editores, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Siete ensayos sobre los imperialismos – Literatura y biopolítica, en coautoría con Luís E. Soares, fue publicado por UFES, Vitória (Edufes, 2020). El libro El estatuto (contra)colonial de la Humanidad, producto del III Congreso Int. Literatura y Revolución fue lanzado por UFES, el 20/feb/2021. Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en el portal Rebelión. E-mail: [email protected]