En una muy particular, por no decir compleja, realidad sanitaria y social, Argentina transita el octavo mes de un nuevo gobierno y confronta el ataque del COVID-19, que desde algunas semanas tiene su “epicentro” en el continente americano.
La oposición politiza la pandemia y se manifiesta contra las medidas de confinamiento que han dado hasta ahora resultados positivos. Con una población de 45 millones de personas, el país sudamericano cuenta al 6 de agosto 220.000 casos y 9,23 muertes cada 100 mil habitantes. En tanto Brasil, con 211 millones de personas, contabiliza 2.860.000 casos y 46,43 decesos cada 100 mil habitantes. España, para la misma fecha, tiene 60,90 decesos cada 100 mil habitantes, Italia 58,23 y el Reino Unido 69,76.
A pesar de las críticas opositoras y del propio efecto desgastante del confinamiento, las encuestas más recientes de la tercera semana de julio muestran “un significativo reconocimiento a la política oficial para controlar la pandemia y el presidente Alberto Fernández tiene una aceptación creciente”. Así lo señala Marcelo Ciaramella, que es cura en la Diócesis de Quilmes, en la ciudad bonaerense del mismo nombre, cuyo distrito cuenta con aproximadamente 700 mil habitantes y está ubicada a 17 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires en el conurbano de la provincia del mismo nombre.
El religioso de 62 años forma
parte del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres, un colectivo de
religiosos que se reúne desde fines de los años 80, consensuado a partir del compromiso
socio-político que acompaña su labor pastoral. Actualizando, en cierta forma, la
visión del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que tuvo una activa presencia
en el país sudamericano en las décadas de 1960 y 1970, y que aspiraba, desde su
compromiso progresista, renovar la Iglesia Católica Romana desde el interior, luego
del Concilio Vaticano II.
“Nuestra premisa es vivir desde el lugar de los pobres. Nuestra mística consiste
en asumir esa visión, ese compromiso, donde estemos: en barrios populares, villas
miserias, parroquias de clase media, universidades etc.”, explica el padre
Ciaramella. Para quien “como Jesús, todo cristiano debe mirar la realidad a
partir de las necesidades, prácticas y esperanzas de los pobres”.
La mirada coyuntural
Cuando en diciembre pasado asumió el nuevo gobierno de Alberto Fernández, luego de cuatro años de la gestión de Mauricio Macri, encontró un Estado desmantelado, altísimos índices de pobreza que superaban el 42 % de la población, miles de pequeñas y medianas empresas destruidas a pesar de representar el 70% de la actividad del mercado interno, afirma el religioso que se desempeña también como profesor en la Universidad de Florencio Varela, en la Provincia de Buenos Aires.
“El macrismo actualizó las políticas neoliberales que tenía sus precedentes en la última dictadura militar (ndr: 1976 a 1983). Su objetivo fue el mismo: aumentar la ganancia de poderosos grupos de poder en detrimento de la mayoría de la gente, endeudando la Nación”, enfatiza.
En el plano de la salud, Macri había transformado el ministerio en una simple secretaría que a diciembre del año pasado estaba acéfala. “Si la pandemia se hubiera dado con un gobierno como el de Macri, sin duda estaríamos en una situación sanitaria y social igual o peor que la de Brasil con Bolsonaro”, reflexiona el sacerdote.
En ese contexto histórico, la llegada al gobierno del Frente de Todos, convocado desde el peronismo pero en tanto coalición amplia, “aporta señales de esperanzas”. El actual equipo de gobierno había sido claro durante su campaña en cuanto a “desandar los caminos destructivos neoliberales y optar por un modelo de desarrollo nacional donde los pobres estén en el centro y sean los primeros beneficiados”.
A pesar de una coyuntura
tan atípica, donde todo está condicionado por el combate al COVID-19, “la
gestión está siendo acertada”. Y eso le preocupa a las fuerzas tradicionales de
derecha que pierden peso y que se lanzan entonces a críticas frontales. “Esa
oposición que declama valores democráticos y que es, en sí misma, profundamente
antidemocrática e incluso inmoral”, analiza el padre Ciaramella, quien integra
desde hace años la directiva del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS),
uno de los organismos de Derechos Humanos más prestigiosos del país. A tal
punto se enardece la oposición “que no faltan periodistas y analistas políticos
que comienzan a ver detrás de sus críticas y de su accionar un plan para
desgastar y derribar al actual gobierno”, completa.
Compromiso cristiano
Ciaramella, como muchos de sus pares que integran el amplio colectivo de Curas en la Opción de los Pobres, no dudan en pronunciarse sobre la coyuntura, sea por medio de comunicados colectivos, sea en sus homilías. Durante el gobierno anterior, por ejemplo, “sentíamos, como lo vivenció en su momento Monseñor Romero en los años 70 en El Salvador, que impedidos de expresarnos por otras vías, ante el enorme blindaje mediático del gobierno de Macri, el púlpito era nuestro principal medio de expresión”.
¿Cómo separar esa mirada sobre la realidad cotidiana del país de la propia vivencia cristiana? se pregunta el párroco de Quilmes. “Imposible”, responde. “Nos consideramos levadura en la masa. Viviendo en el amor para construir otro mundo posible al que Jesús denominó el Reino de Dios”.
Una constante de la iglesia desde la aparición de la Teología de la Liberación, a fines de la década de 1960, fue la persecución de parte de la jerarquía a los sacerdotes comprometidos con la opción preferencial por los pobres. La situación es diferente ahora en Argentina, explica.
“En mi caso concreto en Quilmes hay dos obispos amigos, hermanos, y se vive u clima de diálogo”. En cuanto a la Conferencia Episcopal, que otrora, durante la dictadura militar argentina jugó, mayoritariamente, un papel cómplice con la misma, “hoy es una estructura cuyo funcionamiento se acerca a la mera formalidad”, analiza el religioso. Incluso se percibe, agrega, “que, en algunos casos, el Papa Francisco ha venido reemplazando obispos *cavernícolas* por jóvenes con posturas dialoguistas”.
A ese nivel, concluye, “siempre me consideré un privilegiado. Fui ordenado por el Obispo Jorge Novak, de quien me considero un hijo”. Novak, fundador de la Diócesis de Quilmes, fue durante la última dictadura, una de las excepciones dentro de la jerarquía católica romana. “Su vida sigue siendo un ejemplo para nosotros. Fue uno de los fundadores del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos. Su compromiso cristiano siempre puso en el centro a los pobres y a las víctimas de la dictadura, a los familiares de presos y desaparecidos”, concluye el párroco de Quilmes.