«Mä amuyuki, mä ch’amaki» («Con un solo pensamiento, con una sola fuerza», en aymara), arranca cada día su programa en radio Atipiri el exministro de Educación Donato Ayma, bajo su modelo de comunicación «desde las raíces profundas de los pueblos». El académico e investigador aymara recreó su infancia y juventud en la frígida altiplanicie de […]
«Mä amuyuki, mä ch’amaki» («Con un solo pensamiento, con una sola fuerza», en aymara), arranca cada día su programa en radio Atipiri el exministro de Educación Donato Ayma, bajo su modelo de comunicación «desde las raíces profundas de los pueblos».
El académico e investigador aymara recreó su infancia y juventud en la frígida altiplanicie de Toledo, una aldea del occidental departamento de Oruro. Allí comenzó su carrera frente a los micrófonos, en 1969, y empezó a idear lo que denomina un Nuevo Modelo de Comunicación (Numocom) para Bolivia.
«Soy un radio apasionado», dice muy animado en una entrevista con IPS, al relatar sus experiencias ante los micrófonos, su tránsito de siete meses en el gabinete ministerial del presidente Carlos Mesa (2003-2005), los 15 años en Radio San Gabriel y ahora en Atipiri, un medio lanzado para descubrir comunicadores en los pueblos indígenas.
Imposta la voz, habla en tono grave, repasa algunas teorías de manera formal y luego comienza a explicar los rigurosos pasos para demostrar la validez de su propuesta inspirada en los oyentes de radioemisoras indígenas, a los que se dirige cada mañana de 6:00 a 8:00 desde la emisora de amplitud modulada.
Atipiri pone en práctica desde 2006 planteamientos del Centro de Educación y Comunicación para Comunidades y Pueblos Indígenas, del que Ayma es fundador, y emite como San Gabriel desde El Alto, una ciudad de la meseta altiplánica que rodea La Paz.
En El Alto se han asentado muchos de los inmigrantes que llegaban a La Paz, ciudad sede del gobierno, desde confines rurales, casi todos indígenas, y desde aquí, paradójicamente, germinan ahora iniciativas para promover la cultura, los valores y la inserción de los habitantes de los pueblos originarios que quedaron en sus hábitats.
Ayma recuerda que el censo de población de 2001 incluyó la pregunta sobre autopertenencia a un pueblo indígena y 62 por ciento de los 8,2 millones de habitantes de entonces declararon una raíz cultural originaria. La proyección oficial actual eleva el número de habitantes a 10,6 millones.
La encuesta no solo preguntó por primera vez la adhesión voluntaria a una cultura originaria, sino que determinó que la mitad de los censados tenía una lengua materna indígena.
Con el cruce de esos dos datos y otros, un análisis del Instituto Nacional de Estadística interpretó una influencia étnicolingüística en 66 por ciento de la población.
La Constitución de 2009 declaró a Bolivia como un Estado plurinacional, con 36 grupos etnolingüistícos diferentes.
Ayma, uno de los comunicadores indígenas más reconocidos de Bolivia, explica que en la realidad rural boliviana, «la radio sigue siendo el medio más accesible y de fácil manejo», en este país sudamericano donde conviven altas cumbres de la cordillera andina, valles, llanuras y selva amazónica.
Describe con entusiasmo escenas del trabajo agrícola de los campesinos en la desolada altiplanicie andina, cuando todavía hoy quiebran la tierra con arados tirados por bueyes, al son de las melodías de un receptor portátil.
«Las jóvenes prefieren escuchar mensajes en su lengua materna, son bilingües y por costumbre eligen escuchar música que exprese el pensamiento y la vivencia de su pueblo», argumenta para otorgar solidez a su teoría y a su propuesta del Numocom.
En estos retratos de la vida rural, se fundamenta el modelo en que sitúa a la «radio comunitaria como instrumento de comunicación y el desarrollo», con un componente de generación de mensajes «desde la raíz profunda de los pueblos».
Los primeros experimentos de transmisión radial en Bolivia son atribuidos por el experto José Gramunt a los religiosos calixtinos Cerro y Descottes, en 1914.
La primera emisora que realizó transmisiones comerciales fue Radio Nacional de Bolivia, desde el 3 de marzo de 1929, mientras las emisiones en lengua aymara datan de la década de los años 60, con espacios diarios entre 5:00 y 7:00 de la mañana.
En el Numocom, el académico cambia al actor que emite el mensaje. En lugar del comunicador experimentado y formado en una universidad, su modelo reivindica el trabajo de los comunicadores que hablan su propia lengua y generan mensajes para sus comunidades.
En los radiodifusores comunitarios personifica a los intérpretes y emisores de una realidad que, en opinión de Ayma, es ignorada por los grandes periódicos y medios electrónicos.
«En las páginas de cualquier periódico latinoamericano siempre destacan las noticias de la realeza europea, sus bodas, sus embarazos. Pero no vemos noticias desde Charaña (la zona occidental fronteriza con Chile), desde los pies del Anallajchi (una montaña nevada) o desde los lugares de pastoreo de llamas (camélidos) o las zonas amazónicas», comenta.
«En estos momentos un ganadero llega sediento tras una jornada de trabajo y nos escucha» y se queja de que su realidad no está reflejada en los medios, dominados por las propuestas uniformadoras de entretenimiento popular de las grandes trasnacionales de comunicación, aduce.
Observa con rechazo a las radios comerciales de El Alto, donde la cumbia combinada con los ritmos «tecno» y el «rap», dominan las emisiones, y según Ayma, excluyen a la música tradicional boliviana interpretada con instrumentos de viento, de cuerda y percusión.
A diferencia de los periódicos que llegan escasamente a zonas alejadas, la radio es el medio preferido porque «es escuchada por personas analfabetas. A través de los oídos se pueden escuchar unos a otros», razona.
Ayma evoca al comunicador boliviano y Premio MacLuhan 1983, Luis Ramiro Beltrán, por sus teorías de comunicación para el desarrollo, que dominaron las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado.
El comunicador toma esas bases y avanza con su modelo a la difusión de otros valores como el cuidado del medio ambiente, la conservación de la «Pachamama» (madre tierra), el manejo apropiado del agua destinado a consumo humano y al riego.
Postula, además, una lucha contra el uso de productos sintéticos que una vez desechados terminan envenenando a los animales.
Completa su modelo con una adhesión a la comunicación horizontal, que sea aplicada a la organización social de las comunidades y convierta al comunicador en partícipe de la acción.
Por ejemplo, dice, mientras la comunicación vertical imponía tareas con una orden: «barre tu calle». La comunicación horizontal compromete al emisor, que se suma a la tarea y expresa: «tenemos que barrer las calles», explica.