Aunque los impactos de la crisis en la Argentina empiezan a ser una realidad palpable, el kirchnerismo insiste con que la política oficial nos preserva de los coletazos. El candidato a vice, Amado Boudou, critica los ajustes en Europa mientras en su presupuesto para 2012 planea implementarlos acá. Con amigos así… En esta sintonía, el […]
Aunque los impactos de la crisis en la Argentina empiezan a ser una realidad palpable, el kirchnerismo insiste con que la política oficial nos preserva de los coletazos. El candidato a vice, Amado Boudou, critica los ajustes en Europa mientras en su presupuesto para 2012 planea implementarlos acá.
Con amigos así…
En esta sintonía, el sociólogo y bloguero kirchnerista Artemio López pregunta en su post «Crisis. What crisis?», y festeja que entre los «intelectuales orgánicos» de la oposición patronal y los medios opositores «no logran brindar unánimemente un panorama sombrío». Tal vez no para el gobierno ni para los empresarios, pero el artículo de Lucas Llach al que recurre Artemio pinta un panorama bastante sombrío para la clase trabajadora. Llach sugiere que, como en 2009, la Argentina podría aprovechar la crisis como oportunidad.
Digamos antes que nada que, aunque Artemio lo cite en su favor, para Llach la crisis va a pegar fuerte en la Argentina. Su cuota de optimismo es que en el marco de la misma pueda ser más sencillo depreciar un poco el peso en relación al dólar, recuperando algo de la competitividad perdida por los aumentos de precios, sin que estalle la inflación.
La pregunta que Artemio prefiere no hacer es: ¿por qué en el contexto recesivo de 2009 se pudo depreciar la moneda sin que aumentara la inflación, que de hecho ese año se desaceleró y fue de 15%, cuando en 2008 había rondado el 21%? La respuesta es que la destrucción de empleos permitió que los asalariados soportaran los costos de este ajuste. Si le creemos al INDEC, entre finales de 2008 y mediados de 2009 se destruyeron 200 mil puestos de trabajo, a lo que se agregan más de 100 mil suspensiones. Los REPRO apenas mitigaron el impacto. Esto inclinó la balanza a favor de los empresarios en las paritarias. Aunque se registraron aumentos de sueldos, pocos gremios pudieron ganarle a la inflación. Como afirmaba un consultor a finales de 2009: «Este año va a seguir habiendo una pérdida del salario real. Hace un tiempo que en la Argentina no se habla de aumentos de sueldos sino de ajustes inflacionarios» («Salarios: aseguran que por este año la suerte de los aumentos ‘ya está echada'», iProfesional.com, 29/8/09).
Este avance capitalista sobre las condiciones laborales explica por qué pudo depreciarse el peso durante 2009 sin que explotara la inflación, dando así oxígeno al «modelo».
Además, con el chantaje de la desocupación, los empresarios arrancaron nuevas cláusulas de productividad con el chantaje de la crisis. Por eso, cuando la economía retoma el crecimiento a fines de 2009 acoplada al crecimiento chino y un boom de consumo en Brasil, se da un importante salto de la producción por obrero. Este aumento de la productividad, junto con la menor pauta de aumentos salariales, explica por qué el costo laboral para los empresarios sigue hoy casi un 20% por debajo del que tenía en 2001.
La receta Artemio-Llach para transformar la crisis (frente a la cual estamos blindados según el primero) en una oportunidad, no es entonces buen augurio para la clase trabajadora. Detrás del optimismo en los discursos oficiales, el gobierno ya puso rumbo a este objetivo de frenar la «inercia de precios» (que en el discurso oficial existe tan poco como los impactos de la crisis) buscando establecer como techo para los aumentos salariales un 18%. Es decir, menos que la inflación.
Tapando el sol con las manos
No sólo la propuesta de Llach nos remite a 2009. En los últimos días Fiat anunció suspensiones de personal. Aunque luego dio marcha atrás, esto no significa en principio otra cosa que dejarlas para después de las elecciones. General Motors y Renault también reconocieron «estar analizando» medidas similares. En VW ya han cortado las horas extras. La que no dio marcha atrás fue la textil Alpargatas, que paralizó la producción en su planta de Tucumán y suspendió a 1300 operarios.
Detrás de estos movimientos,están los primeros indicios de que la economía de Brasil viene perdiendo ritmo. El pronóstico de crecimiento para este año se redujo a 3,5%. El consumo parece estar cayendo aún más fuerte, al menos en algunos rubros como la compra de automóviles: en las fábricas de Brasil el stock de unidades que tienen almacenadas alcanza para las ventas de 37 días, dos días más del nivel que las automotrices consideran peligroso. Otras industrias muestran síntomas similares.
Brasil es el principal talón de Aquiles del optimismo oficial. Desde el socio del Mercosur pueden venir problemas en varios frentes. Uno de ellos es la moneda de Brasil, que empezó a depreciarse. Durante los últimos años, la apreciación del real en relación al dólar dio margen para que la economía argentina soportara la inflación sin preocuparse tanto por perder competitividad. Aunque todavía queda margen porque el real sigue fuerte, que haya cambiado la tendencia pone límites para que la economía argentina mantenga una inflación del 20% anual o más. Por eso el gobierno apura las promesas a empresarios de que el año próximo tomará medidas para contener los salarios.
Más preocupante es el menor crecimiento económico, especialmente del consumo. Aunque para algunos (entre ellos el optimista Artemio) la desvalorización del real en relación al dólar podría permitir que la economía siga creciendo, puede ocurrir que por el cambio de tendencia en la cotización de su moneda, dejen de ingresar masivamente los capitales extranjeros. La amenaza de perder valor en dólares puede hacer que los capitales especulativos -que los hay en abundancia- no sólo dejen de ingresar, sino que huyan espantados. Esto podría significar que se invierta rápidamente la tendencia de «plata dulce» que alimentó un boom de consumo a crédito. Algunas de las principales «víctimas» en este escenario serán las compras de bienes durables, entre ellos los automóviles, cuyos volúmenes podrían caer fuertemente. Considerando que la industria automotriz argentina es Brasil-dependiente (el 80% de los autos tienen ese destino de exportación), suena difícil compartir el optimismo que muestran los voceros oficiales, mucho menos comprar el relato de que el impacto de una crisis externa se mitigaría por la supuesta «diversificación de exportaciones».
Otros canales que tampoco están blindados
La crisis en Europa y su impacto en las finanzas está acelerando nuevamente la fuga de capitales en la Argentina y haciendo caer el precio de la tonelada de soja. Aunque no es tiempo de cosecha ni de venta al exterior, si sigue la tendencia podría caer fuerte el valor de las exportaciones de 2012.
El deterioro de lo que fueran los pilares del crecimiento económico desde fines de 2002, es decir la moneda devaluada (que ha desaparecido porque la inflación fue haciendo que se apreciara por los aumentos de precios que disminuyeron el poder de compra del dólar en Argentina), el superávit comercial y el superávit fiscal, le han quitado a la economía argentina «capacidad de reacción» ante cualquier cambio brusco, en palabras de economistas heterodoxos cercanos a la visión oficial como José María Fanelli. Si esto era así antes de la depreciación del real, más aún lo es ahora.
Aunque la deuda pública en dólares es hoy una parte menor de la deuda total, los pagos de intereses y capital en dólares rondarán en 2012 los 8 mil millones de dólares. Este monto es casi igual al que se espera de superávit comercial el año próximo (es decir, la diferencia en valor entre lo que la economía argentina vende al exterior, y lo que importa desde el extranjero). Esto significa que si continúa la fuga de capitales, y a esto le sumamos las remesas de utilidades empresarias, el gobierno debería afrontar una fuerte caída de las reservas del Banco Central para pagar la deuda. Por eso el ministro de Economía está apurando los trámites para emitir deuda en EE.UU., archivando en el anaquel de los recuerdos cualquier verso sobre el desendeudamiento, Amado Boudou prepara su tan ansiado regreso a los mercados internacionales.
Modelo for export: haz lo que yo digo pero no lo que yo hago
Amado Boudou se prepara para presentar en la reunión del G-20 una posición «contraria a los planes de ajuste». Pero el presupuesto de 2012 que envió al congreso promete un aumento global del gasto del 18,8%. Salvo que le creamos al Indec, se trata de un presupuesto que a todas luces congela el gasto público. Si la inflación supera el 19% de hecho habría ajuste. Con ningún presupuesto ocurrió esto en tiempos K.
Si cumple con este presupuesto, el gobierno estaría generalizando una práctica que viene llevando adelante sectorialmente hace años: el ajuste por inflación. Este ajuste se produce no por disminución de partidas.
Sencillamente, se mantiene los montos asignados en el presupuesto, y se deja que la inflación haga su trabajo, haciendo que caigan las partidas en términos reales. La recaudación, en cambio, se mueve al ritmo de los precios, lo que permite mejorar las cuentas fiscales. Hasta ahora, el gobierno ajustaba de esta forma algunas partidas (salarios de empleados públicos, salud, educación) para aumentar otras (subsidios a empresas, alguna obra pública). Ahora se vendría un ajuste general, incluyendo subsidios, lo cual preanuncia aumento de tarifas de servicios.
Ante este panorama, va a ser difícil que frente a una nueva recesión el gobierno lance planes REPRO o canjes de productos (electrodomésticos, etc). Con los impactos de la crisis imponiendo el «plan Llach», o de forma más contenida, hay menos recursos para que el gobierno compense con medidas fiscales las consecuencias socialmente regresivas del modelo. Esto preanuncia que se viene una línea más dura hacia el movimiento obrero y los sectores populares que Cristina Fernández y su ministro Aníbal, junto con la justicia y las patotas sindicales, nos estuvieron adelantando por estos días. Todo sea para que los trabajadores hagan su aporte para transformar la crisis en una oportunidad… para los capitalistas.