El 10 de marzo se cumplieron 68 años de la muerte de uno de los ideólogos del Nacionalismo Revolucionario.
Brillante, audaz, heroico, atrabiliario, irónico, creativo, mordaz, incansable, imaginativo, contradictorio, intuitivo y punzante. Clave mayor para comprender el nacionalismo, la Revolución Boliviana y el país entero. Fue calumniado, vilipendiado, ha querido ser olvidado, perdido, enterrado.
Con esas palabras, Valentín Abecia describió a Carlos Montenegro Quiroga (1903-1953), quién, el 10 de marzo, hace 68 años, murió de un ataque cardiaco, alejado del país, en Nueva York.
Además de escritor, pensador solitario y agitador político, fue filósofo, literato, humorista y poeta, destacó Augusto Céspedes en El Diario, el 7 de marzo de 1971.
EXCOMULGADO
Nació el 26 de diciembre de 1903 en Cochabamba. Sus padres fueron Rodolfo Montenegro y Raquel Quiroga. Tuvo cuatro hermanos: Armando, Marina, Emma y Olga. Su niñez y juventud fue marcada por la amistad con Augusto Céspedes y Carlos Urquidi, narró Valentín Abecia, en su obra Montenegro.
A sus 18 años se unió al apasionante mundo del periodismo. Sus primeras armas las hizo en el semanario Arte y Trabajo y en el periódico La Tarde. Un año después, el “inconformista por excelencia”, fue excomulgado, por el obispo italiano, Monseñor Francisco Pierini, a quien llamó “variopinto”.
El joven Montenegro estudió Derecho en la Universidad de San Simón y en 1925 se graduó. En 1927, se casó con la poetisa, escritora y maestra, María Quiroga Vargas. Fruto del matrimonio nacieron sus hijos Mario y Martha. Cuatro años después se divorció.
NACIONALISTA
En 1926, el también llamado Fiero –por marcas de la viruela en el rostro– inició su carrera política como Subprefecto de Quillacollo. En 1927 se unió al Partido de Unión Nacionalista, dirigido por Hernando Siles Reyes.
Luego, participó en la guerra del Chaco (1932-1935). Yolanda Céspedes, en sus memorias Montenegro un nombre para la historia recordó: “En esos días de tristeza entró en mi vida sentimental Carlos (…) Me casé con él cuando volvió enfermo –por una úlcera duodenal– después de permanecer un año y medio en el Chaco (1934). Así, desafié a la sociedad de entonces que no aceptaba el divorcio”. Con ella tuvo a su cuarto hijo.
Añadió que en plena contienda, él le escribió: “las cosas deben cambiar y la guerra servirá para eso; de ella tiene que surgir una nación justa”. Esas ideas fueron difundidas en el diario Universal.
AGITADOR
Al regreso del Chaco, instaló su bufete, “pero con su pensamiento y ojos puestos siempre en la política”, subrayó Abecia, tras afirmar que “esa fue la primera y última vez que Montenegro ejerció su profesión”.
En 1936 lo nombraron Secretario del Partido Socialista (PS) y formó parte de la Rebelión de Mayo. Según La Calle, de 17 de mayo de 1937, Montenegro, Enrique Baldivieso, Carlos Romero, Waldo Álvarez, Max Atristain, Rodolfo Soriano y otros formaron el “Comité Revolucionario” que destituyó al liberal José Luis Tejada Sorzano.
El Comité fundó el matutino La Calle, vocero del Nacionalismo Revolucionario, bajo la dirección de Nazario Pardo Valle y los periodistas Armando Arce, Montenegro, Céspedes y José Cuadros Quiroga.
PERIODISTA
Víctor Hugo Sandoval, en Objetividad o compromiso: La vida privada del periodismo boliviano, calificó a ese rotativo como baluarte de los “años dorados de la prensa boliviana”.
La Calle desapareció una década después de su nacimiento (1946), junto con la inmolación de Gualberto Villarroel.
A lo largo de su vida, el ideólogo boliviano escribió en diversos órganos de prensa, con firma, con seudónimo, o de forma anónima, puntualizó Mariano Baptista, en Montenegro el desconocido. “En Bolivia, figuró como director y columnista de El Heraldo, El Tiempo, El Republicano, Noticias, Sagitario, El Diario, La Razón, Kollasuyo y Busch, y en Buenos Aires, de El Laboralista, Democracia, La Prensa, las revistas Ahora, Sexto Continente, y SEA (Síntesis Económica Americana) y en México en el Tiempo”.
APARTADO
Bajo el gobierno de David Toro (1936-1937), lo enviaron a Buenos Aires como Secretario General y Consejero de la Delegación Boliviana ante la Conferencia de Paz del Chaco.
Robert Brockmann, en Dos disparos al amanecer, sostuvo que “Toro no tardó en ver a Montenegro como el más serio instigador de las transformaciones (…) había que encontrarle un quehacer en alguna parte lo suficientemente lejos”.
Así, quien luchó por su patria, paradójicamente fue expatriado.
MOVIMIENTISTA
Apartado del país, Montenegro con su afilada pluma continuó defendiendo Bolivia. Sus principales obras fueron escritas en el exilio y publicadas de manera póstuma: Frente al derecho del estado el oro de la Standard Oil (1938), Caducidad de concesiones mineras (1938), Nacionalismo y coloniaje (1943), Biografía de Spruille Braden (1948), La hora cero del capitalismo (1952), Culpables (1955) y Las inversiones extranjeras en América Latina (1962).
En 1941, según Baptista, fue confinado a San Ignacio de Velasco, Santa Cruz, junto a otros miembros de lo que sería el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), acusado, por el régimen de Enrique Peñaranda, de complicidad con el “Putsch nazi”.
Augusto Céspedes, en El presidente colgado, negó ese extremo. Sin embargo, la mañana del 20 de julio de 1943, se decretó Estado de sitio. Con esa medida, se clausuraron La Calle, Inti y Busch y se encarcelaron a tres periodistas: Montenegro, Arce y Céspedes.
En 1943, luego del golpe del MNR y Razón de Patria, lo designaron Ministro de Agricultura. Posteriormente, ocupó los cargos de Embajador en México (1944) y Delegado a la III Conferencia Interamericana del Trabajo (1946).
EXILADO
Derrocado el régimen de Villarroel, el 21 de julio de 1946, Montenegro fue nuevamente desterrado a Buenos Aires. Tras el sexenio, retornó a su patria y dictó una magistral conferencia sobre la nacionalización de las minas. Inmediatamente volvió a salir del país como Embajador en Chile, relató en una corta semblanza Última Hora, el 11 de marzo de 1953.
A su vez, informó que, lejos de su tierra, en Nueva York, el 10 de marzo, el periodista e ideólogo falleció de un paro cardiaco.
A 60 años de la muerte, Andrés Soliz Rada, en La Luz en el túnel, afirmó que, si La hora cero del capitalismo y Las inversiones extranjeras en América Latina se hubieran difundido oportunamente, el pensamiento de Montenegro llegaría a ser el “antecedente de la obra de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina”.
Grecia Gonzales Oruño es Comunicadora Social