El paro de los comercializadores de carne de res, los bloqueos de carreteras por parte de cooperativistas mineros, las amenazas cívicas de paros en Bolivia, las movilizaciones estudiantiles en Venezuela y otras en América Latina más que consecuencia de demandas no atendidas en razón proporcional a la capacidad económica de los Estados son en sí […]
El paro de los comercializadores de carne de res, los bloqueos de carreteras por parte de cooperativistas mineros, las amenazas cívicas de paros en Bolivia, las movilizaciones estudiantiles en Venezuela y otras en América Latina más que consecuencia de demandas no atendidas en razón proporcional a la capacidad económica de los Estados son en sí misma la proyección de movilizaciones que buscan potenciar el capital económico y político de grupos de poder en el marco de una estrategia reaccionaria imperialista diseñada para aplicarse en países con gobiernos populares e izquierdistas. Para el caso de Venezuela, está plenamente demostrado (desde diferentes artículos y reportajes publicados en los medios de comunicación y la red ), que las movilizaciones ocurren con objetivos desestabilizadores, fundamentalmente para convulsionar el orden democrático en vigencia como voluntad de las mayorías y, en el caso boliviano, como un ensayo para medir fuerzas e influencias de la derecha latinoamericana y nacional en Bolivia.
Para entender lo anterior, en los términos de interacción política entre contrarios y al calor de acontecimientos socioeconómicos, es responsable afirmar que en la región (al comprobar circunstancias y hechos del conflicto en Venezuela y Bolivia), existen evidencias de un ataque premeditado y planificado a los sistemas democráticos y estructura productivas de los países componentes del ALBA, y que está en curso un plan para aislar y evitar el fortalecimiento del bloque popular revolucionario de países con gobiernos de corte socialista y antiimperialistas.
La derecha latinoamericana desde la experiencia misma y al no contar con la preferencia del voto de parte de las mayoría ha concluido que la mejor manera de derrocar o desgastar gobiernos en América Latina es a través de movilizaciones populares y desde las acciones de apoyo por parte de activistas organizados en redes mediáticas; entonces los hechos más recientes de la presente década muestra que los mandos más reaccionarios de manera mecánica asumen que mostrándose a favor de las movilizaciones o manipulando a los movilizados pueden lograr desgastar liderazgos populares y romper lazos construidos entre la atención a las demandas populares y la gestión pública. Esto sin duda puede debilitar a los gobiernos populares pero por ahora se necesita de otras condiciones para que se fortalezca la reorganización política de la derecha, una de ellas es que desde el mismo gobierno se desmovilice a las masas que enfrentan de manera directa a la empresa privada minera, empresarial y financiera y en general a los y grupos de poder económico y otra es que en el marco normativo e institucional de los gobiernos populares socialistas se consolide una vía de desarrollo estratégico dependiente de las empresas privadas y transnacionales. Algo de esto se viene gestando en Bolivia con el proyecto de la Ley de Minería a y Metalurgia actualmente estancada en la Asamblea Legislativa Plurinacional y está en curso con los espacios físicos ocupados de manera ilegal por los grupos de Poder en el Oriente Cruceño y, en cierta manera sin acción efectiva de control de parte de la institucionalidad competente en el tema agrario.
Pero por la convicción con la que se dan los procesos revolucionarios en Bolivia y por esa mirada política celosa de las masas en cuanto a la implementación conspirativa derechista es evidente que hasta ahora, al imperio, sólo le ha funcionado las acciones de masa en circunstancias particulares y casos concretos al interior de la clase media, pero en todos los casos no le ha posibilitado estructurar una instancia opositora sólida y centralizada de manera que las movilizaciones le signifique logros importantes dentro una estrategia única.
Sin embargo (con la idea anterior de por medio), sería un error pensar que los planes reaccionarios no se han posicionado en sectores y regiones importantes, de manera que con estos avances (por simple deducción) lo que se irán viendo a lo largo de los próximos meses y años (si se los deja actuar libremente) serán nuevas movilizaciones. Sin duda y se decía arriba que el imperio y la derecha están en ajustes estratégicos y en la lógica del error y acierto, sin importarle bajas humanas que mediáticamente son expuestas como «excesos» del poder gubernamental.
A las fuerzas políticas en disputas electorales y radicales o disputas meramente ideológica en el campo progresista les corresponde entender históricamente que desde las movilizaciones populares se instauraron las democracias participativas en Venezuela, Ecuador, Bolivia y otros, y que un copiado mecánico de métodos y estrategias de la lucha revolucionaria para cumplir objetivos reaccionarios y pro imperialistas es insostenible, esto por ahora para el caso boliviano y venezolano.
En definitiva es evidente que los cambios operados en nuestra América generó una conciencia y nueva perspectiva revolucionaria de manera que las «masas» afines a los cambios que se dan en América no están prestas para ser manejadas por la derecha y el imperio, pero no por ello el Gobierno debe actuar pasivamente esperando que se le vengan las movilizaciones encima, esto en el sentido de afirmar que si bien es evidente que el imperio norteamericano intenta revertir los avances democráticos y de participación social, es también evidente que para defender los avances del proceso de cambio, no será posible sólo desde la gestión pública o las preferencia mayoritaria en el ámbito electoral, sino manteniendo a las fuerzas del cambio en permanente movilización y caminando en la ruta de las transformaciones estructurales. Bolivia no descuida este hecho y no debe hacerlo, en cambio es probable que Venezuela SI esté dejando este aspecto para un segundo round en la pelea contra la derecha venezolana.
Tres apreciaciones para tomar en cuenta
1. Mirando una estructura orgánica: Por responsabilidad política ante el caso de las movilizaciones mencionadas al inicio del presente texto, lejos de cualquier paranoia antisubversiva a la que pueda aducir la oposición política, es imperante introducirse a campos de análisis que permitan u obliguen al pensamiento revolucionario corroborar la existencia de un proyecto de estructuración política en base a acciones desestabilizadoras. La derecha latinoamericana y el imperio están con la tarea de construir un bloqué sólido de clase para revertir el actual orden legal y democrático y desarticular la estructura o el componente revolucionario y socialista del gobierno central y los otros tres Órganos del Estado Plurinacional.
2. Mirando el fin de la movilización: De manera comparativa, mientras las fuerzas revolucionarias impulsaron las movilizaciones populares desde la conciencia de clase, estableciendo la prioridad y el valor de la preservación de la vida, hoy la derecha y grupos de poder manipulan las movilizaciones de sectores de la clase media empujando a los protagonistas a actos de violencia propiciando muertes en sus propias filas. Para esta derecha retrógrada las muertes y la victimización son mecanismos de motivación para profundizar las contradicciones entre el Gobierno y la Población y en consecuencia las vías para desgastar los liderazgos populares y socialistas; definitivamente la reacción actúa con la perversidad capitalista entregando a sus adeptos a la muerte planificada y ejecutada por ellos.
3. Mirando al Estado: A diferencia del siglo pasado, de aquellos años de lucha donde fueron las fuerzas revolucionarias las impulsoras de acciones de desestabilización a regímenes militares y gobiernos capitalistas y burgueses, y con ello constructoras de la nueva democracia participativa y comunitaria, hoy son el imperio y la derecha latinoamericana quienes se comprometen en tareas desestabilizadoras a gobiernos y sistemas democráticos populares (ya lo hicieron antes), en un franco desafío a las mayoría democráticas de los pueblos y con uso de tácticas y estrategias desarrollada por fuerzas revolucionarias pero con objetivos totalmente antagónicos, lo que en definitiva descubre la perversidad y deshumanización de los fines reaccionarios de la movilizaciones y acciones políticas de la derecha.
Para la derecha ahora y como siempre «El fin justifica los medios»