A Yeny y Camila Gracias a todos los y las presentes por acompañarnos en esta primera jornada itinerante en los países centroamericanos de la presentación del libro Los Movimientos Sociales del Siglo XXI. Diálogos de las Resistencias. Le corresponden los créditos a quienes representan el Departamento de Sociología y Ciencias Políticas y a la […]
A Yeny y Camila
Gracias a todos los y las presentes por acompañarnos en esta primera jornada itinerante en los países centroamericanos de la presentación del libro Los Movimientos Sociales del Siglo XXI. Diálogos de las Resistencias.
Le corresponden los créditos a quienes representan el Departamento de Sociología y Ciencias Políticas y a la Maestría en Filosofía Iberoamericana de esta Universidad Centroamericana, José Simeón Cañas, (UCA), así como a nuestros amigos y amigas, compañeros y compañeras de la solidaria Embajada de la República Bolivariana de Venezuela…
Es una motivación ver este auditorio asistido fundamentalmente por jóvenes y jóvenes universitarios que se dedican cotidianamente a interpretar la realidad, conocerla y entenderla, un papel loable por sus potencialidades en la resolución de problemas graves que vive el mundo.
A riesgo de parecer una sola compilación de textos, el libro es una compartimentación de experiencias pasadas y presentes que adquieren figura epistolar, es como dice el subtítulo: diálogos de las resistencias.
Pero también es espejo de la historia de mujeres y hombres que a lo largo de la cintura del continente, tejen con sus vidas, con sus pensamientos abiertos de la crítica y con su creatividad, un presente que se asoma en un futuro, el de las posibilidades. Por tanto, se trata aquí de contar la historia de esos seres como un acto de valentía colectiva que en el concurso del tiempo reclama su lugar.
En las primeras horas del año de 1994, una rebelión de indígenas mexicanos sacudió al país entero e hizo recordar la gran deuda histórica que hay con nuestros pueblos originarios, quienes sobre sus espaldas se levanta el continente americano.
En aquella madruga del 1ro de enero, cuando el frío antoja un abrazo, la luna es espejo de rebeldías y la montaña, paciente, guarda el desvelo, el señor Ik, conocido así en tierras zapatistas, dicen que contó la historia de los hombres buenos y los hombres malos.
Palabras más, palabras menos, el viejo decía que en los primeros tiempos, los dioses primeros, los que nacieron el mundo, buscaron hacer honor a su vida y crearon el mundo y todo lo que lo compone. Se dieron a la tarea de crear al ser humano. Eran los dioses primeros, quienes se multiplicaban en la tierra para hacer hombres buenos de trabajo, dignos en su caminar y responsables en escuchar.
Pero dentro de los dioses primeros había un dios travieso, para no decir, cabrón, que empezó a esparcir la envidia y la avaricia entre los hombres y las mujeres buenas y de ellos y ellas nacieron hombres y mujeres malas que comenzaron a acaparar la tierra y hacerse de todo lo colectivo un bien privado. Estos hombres y mujeres malas, dijo el señor Ik, se multiplicaron de a poco y se enriquecieron de a mucho. Así es como nacieron los hombres y las mujeres del poder del dinero y los hombres y las mujeres que apenas le arrancan a la tierra lo poco para comer o con su trabajo las compras para vivir. De estos hombres y mujeres pobres, los dioses hicieron a los hombres y mujeres de maíz, es decir, a los hombres y mujeres que anhelan los cambios, luchan contra las injusticias y abrazan, como en aquella madrugada lejana, un futuro mejor para todos…
Dijo el señor Ik que los dioses esperan pacientes en la cúpula estrellada de la historia, allá arriba, el día en que todo se compondrá y cada quien merecerá lo que realmente es: para los hombres y mujeres dignas, alegría y felicidad, y para los hombres y las mujeres malas, pasos de tristeza. Cada quien recibe lo que el espejo de la luna le regresa, es decir, así mismo. Y en una noche, la menos esperada, el mundo ya no será el mundo, sino simplemente será y crecerá como el suspiro de quien anhela, la verdad que se busca, la palabra sincera, el andar sencillo y humilde y el paso de quienes desde abajo y por la izquierda mantiene la esperanza.
13 años han pasado de esto y el señor Ik sólo conoció unos días, quizá unas horas de los primeros pasos de la dignidad insurrecta. Lo abrazó la muerte cuentan quienes lo conocieron.
Hoy en México, la historia se vive y se encara a diario. En las calles de las ciudades y en los parajes rurales, millones de personas anhelan el cambio y se comprometen con él. Sólo en el último año, en el 2006, mi país vivió un ciclo de emancipaciones sociales. La lucha contra el fraude electoral, la emergencia social de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), el inicio de la otra campaña zapatista, las solidaridades con los campesinos de San Salvador Atenco que fueron perseguidos y encarcelados después de triunfar al cancelarse la construcción de un Aeropuerto que les arrebataría sus tierras, y actualmente en este 2007 se levanta el movimiento de los trabajadores del sector público contra las reformas al sistema de pensiones sociales y el sector médico nacional. Se vive, se conoce, se transforma y a mediano y largo plazo conoceremos los resultados a favor de los desposeídos…
Pero no sólo la historia mexicana es la que se trae a cuenta en este diálogo de las resistencias, sino también la situación que viven nuestros hermanos centroamericanos, guatemaltecos, salvadoreños, hondureños, nicaragüenses, costarricenses y panameños. Cómo luchan y cómo hacen el mejor de los honores a la historia actual que conmueve a la región mesoamericana.
Así como ustedes, en sus países centroamericanos, otros jóvenes contados por miles no tienen acceso a la educación superior. Con tasas de desempleo que oscilan en un 42 por ciento, la violencia estructural en una región que vive los estragos de la post guerra con 12 muertes diarias por arma de fuego y un nulo crecimiento económico, los jóvenes, hombres y mujeres, son orillados a la edad de los 15 años en adelante, abandonar su país y buscar como atajar el hambre para sus familias.
José Cruz, apodado «el Che» en la comunidad de refugiados de guerra de Santa Marta, El Salvador, y con apenas 20 años de edad intentó emigrar en un incierto mes del año 2006 hacia los Estados Unidos para calmar el hambre de sus hermanas y hermanos, de su madre. En el camino se encontró con la terrible soledad del emigrante, las penas tragadas, por segundos y por minutos, la sed insaciable de tener sus sueños cumplidos.
Como él, 1000 personas diariamente, según la información oficial de los gobiernos de Guatemala y México, intentan cruzar el Río Suchiate en la búsqueda de caminos que aligeren el paso hacia «el sueño americano». En un año suman en promedio 350 mil migrantes que lo intentan. La mayoría de ellos fracasa en los primeros intentos, pero el hambre los obliga a persistir y exponen sus vidas en la trágica travesía. Así es como se conforman las ciudades-fantasma en lo largo de la frontera sur de nuestro país y la frontera norte de Centroamérica.
Tecun-Uman, la ciudad de la muerte, como se le conoce en Guatemala y, Ciudad Hidalgo, la sede del crimen organizado de lado de Chiapas, son los símbolos de la desesperación y la desesperanza. Se trata de la región más peligrosa del continente, invisibilizada por los grandes medios de comunicación luego de extenderse «la frontera de seguridad» estadounidense hasta el sur de la nuestra. Suman allí 12 muertes en promedio diario a causa de la violencia, el tráfico de armas para el crimen organizado, las ejecuciones a plena luz del día y las desapariciones fundamentalmente de mujeres.
Ese lugar ocupa el tercero en la trata de mujeres y prostitución en todo el mundo, sólo atrás de la Triple Frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay. Allí las mujeres guatemaltecas, salvadoreñas, hondureñas, nicaragüenses y constaricenses son las más vulnerables de la sociedad fronteriza. El saldo, su destrucción física y anímica. Su muerte.
En esa región operan las mafias de narcotraficantes con la suma en el año 2006 de 150 toneladas de cocaína movilizadas según el gobierno de Guatemala, conformando a ese país como uno de los 20 con el mayor tráfico de enervantes en el mundo. Las policías y el ejército están controlados por las bandas de delincuentes del poder y zares de la droga. Es un Estado campeón en la región y en plano inicio de siglo en la tortura y la desaparición de disidentes políticos y crímenes impunes.
Las redes de los coyotes o polleros se instalan en los territorios centroamericanos, operan a lo largo de la frontera, en algunos estados de México y en otros de los Estados Unidos acaparando riquezas inmensas al cobrar a muchos migrantes en su dantesco viaje la cantidad de 5,000 dólares. Para el migrante la frontera sur de México es el infierno. Si no fuera por la solidaridad de los pobres en nuestro país que los ayudan con alimentos y vestido, los caminantes centroamericanos y sudamericanos quedarían en la total indefensión y a merced de las bandas de la delincuencia organizada y las policías corruptas que los roban y los lastiman.
Dócil a las políticas de seguridad hemisférica de los Estados Unidos y con la promoción velada de la ilegal ley patriótica, el gobierno mexicano de Felipe Calderón, lejos de dar alternativa a un problema social como lo es el de la migración, levanta muros y eleva fronteras racistas, represivas y persecutorias. Las medidas de contención, prevención y filtración como la nueva Policía Federal Fronteriza, sólo atizan el fuego y, con ello, la ejecución de medidas que administran el problema sin darle solución.
El gobierno de Felipe Calderón es responsable de la guerra silenciosa no declarada contra los migrantes centroamericanos. La frontera sur es una bomba de tiempo activada en plena región estrella del libre comercio y su entrada violenta a la globalización de la miseria y de la muerte. Se trata de la región modelo que ha construido el sistema capitalista del libre mercado. La región globalizada de nuestra modernidad y post modernidad. ¿Qué responsabilidad tiene también los gobiernos centroamericanos? Pregunto, las respuestas las pueden decir ustedes…
Ante este panorama desolador, uno se pregunta si hay alternativas y si hay alternativas reales de otra mejor forma de vida para nuestros pueblos y cuáles serán los caminos que hay que recorrer para eso. Sí la hay, es la primera respuesta, y los caminos los marcará la diversidad de sujetos sociales comenzando por quienes producen la riqueza material, los trabajadores, pero acompañados por otros en situación de víctimas como los campesinos, indígenas, mujeres por su condición de género.
Estamos viendo las alternativas sociales que hoy se están levantando en todo el continente y sobre todo en la región centroamericana y México.
El llamado viene desde los de abajo y está cimbrando el edificio estatal de desigualdades construidas en los siglos pasados. En este que va en su segundo lustro se avizora la nueva sociedad.
El libro Los Movimientos Sociales del Siglo XXI. Diálogos de las Resistencias reúne en un solo esfuerzo el testimonio de los sujetos sociales en una realidad concreta, en un contexto descrito como el del señor Ik y el compa «Che», pero también las experiencias de quienes a contracorriente buscan con su esfuerzo cambiar el sentido actual de la historia centroamericana y mexicana. Es un documento político en esencia que analiza los temas actuales de la realidad y propone alternativas… Pero ¿es posible la alternativa ante un mundo en crisis permanente, guerras, desigualdad social, hambrunas, desnutrición, crisis ambiental que parece que nos lleva al despeñadero y a una catástrofe ecológica y el riesgo más latente de la desaparición del género humano?
Sí la hay y está en las manos de quienes la están construyendo cotidianamente, en un lucha emancipatoria, en los trabajadores como base y las clases subalternas que nos dan lección de humildad, lección de solidaridad, de cariño y amor, de alternativa. Por eso este libro está en página abierta, no sólo a la interpretación de la realidad, lo que se hace mucho en estos recintos académicos, sino en la invitación a la participación de esta alternativa. Por tanto, es un llamado, un hablar desde la historia, a ser partícipes de este cambio que si fracasa nos llevará a un cataclismo. No queremos eso. Queremos la oportunidad de otra posibilidad.
Porque ustedes en la mayoría son estudiantes, quiero hacerles un llamado de hacer el mejor de los honores del estudiante que es la crítica, la crítica ante lo que aprehenden en las aulas, y ante lo que ven en la realidad compleja que les toco vivir. Se trata de una revolución epistemológica, de darle cabina a los diversos pensamientos y utopías silenciadas por el monopolio de la interpretación, porque hay muchas otras formas de mirar la realidad, comprenderla y más aún transformarla. Necesitamos destruir el complejo de la interpretación formal con las armas de la razón y la crítica, de una ciencia que venga de muchos mundos, comenzando por el mundo de aquellos que producen la riqueza para satisfacer la vida y la riqueza para enaltecer el espíritu, insisto, los trabajadores. Pero también digo que están los indígenas, los mujeres por su lucha emancipatoria de género, los migrantes que en los largos periodos de la historia nos aleccionan que son posibles actores de cambio social como lo demuestran actualmente en Estados Unidos en sus hermosas manifestaciones sociales en las calles.
Se trata, como digo, de una teoría y de una práctica críticas. Los estudiantes son potencias para ello y si ustedes se dan cuenta hoy asistimos a la crisis de las ciencias sociales y a la crisis de las universidades modelo, ya no aportan los suficiente para resolver los problemas sociales que son innumerables, necesitamos una nueva visión de ellas, un cambio cualitativo, como se suele decir, un cambio de paradigma que incluye las voces de los actores sociales de abajo quienes con su experiencia, lucha y perseverancia generan terremotos epistemológicos y destruyen los dogmas y las inercia del pensamiento estancado y poco fértil. Necesitamos una crítica que encienda fuegos para el saber, que aporte a la solución de problemas y de manera emancipatoria desmonte al pensamiento único.
También llamo a los intelectuales a su participación militante. No basta con interpretar la realidad, sino de la generación de utopías realizables y emancipaciones sociales, que vengan de lado de los movimientos sociales y populares. De los cientos de movimientos sociales desplegados en nuestros territorios. Ellos están marcando, a contracorriente, el rumbo y el destino de la sociedad en este siglo XXI. Están construyendo una propia teoría y práctica críticas y están generando un terremoto epistemológico, educativo y cultural, esencialmente político. De los movimientos sociales vendrá la nueva sociedad que anhelamos, su cariño por la vida, su amor por el otro, su solidaridad con el desamparado y la víctima, son formas reales de alternativa. Pero ellos lo hacen de cara al sol y toman su papel como actores de la historia, es decir, hablan desde la historia.
Las clases subalternas serán las protagonistas de la historia mexicana y centroamericana de este siglo en el cual se adivinan sus potenciales emancipadores. Se trata de una nueva subjetividad social que abarca a todas las diversas manifestaciones de inconformidad, de todas las clases de los de abajo y que se levantará sin sospecharlo en un nuevo rostro para el pequeño género humano de nuestros países.
Estamos asistiendo a la etapa terminal del régimen de desigualdades y empezaremos desmontándolo con el destierro de la cultura conservadora del miedo que hasta en nuestra piel se encostró.
En estos momentos en México y en los países centroamericanos se realizan infinidad de luchas locales y regionales, un hecho que conmueve a nuestra historia contemporánea, las calles cerradas, algunas carreteras tomadas por organizaciones campesinas, otras por movimientos sociales de toda índole, esa es la historia que no será contada en los grandes medios de comunicación. Pero es la historia que a largo plazo definirá el rumbo de México como el de las pequeñas naciones centroamericanas en sus propios ejercicios de amor por los otros. Los ojos de la razón, tendrán que ser irremediablemente la crítica. Me pregunto, cómo están viendo los estudiantes de aquí, cómo lo están viendo los economistas, los sociólogos, los médicos con tanta enfermedad, los ingenieros.
En conclusión Los Movimientos Sociales del Siglo XXI, Diálogos de las Resistencias es una crítica para quien lo lea.
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