Agónica ella misma, Wired pregunta, con intención, si no ha muerto la web. En realidad lo que se agota es el ciclo de la web 2.0 y su discurso. Nada mejor que un gráfico de Google Trends para ilustrarlo: Porque visto ahora con cierta perspectiva, en el periodo 2002-2010, el de la llamada web […]
Agónica ella misma, Wired pregunta, con intención, si no ha muerto la web. En realidad lo que se agota es el ciclo de la web 2.0 y su discurso. Nada mejor que un gráfico de Google Trends para ilustrarlo:
Porque visto ahora con cierta perspectiva, en el periodo 2002-2010, el de la llamada web 2.0, distinguimos 3 fases caracterizadas por la preeminencia mediática de un tipo de software o servicio, una topología de red y una forma cultural característica bajo la que se viven las formas de relación derivadas:
- Blogsfera (red distribuida) y cultura de la interacción (experiencia social de la plurarquía en un entorno definido por la lógica de la abundancia)
- Wikipedia y servicios web participativos (red descentralizada) y cultura de la participación (la generación artificial de escasez se justifica sobre el discurso dospuntocerista, el rankismo y el participacionismo se convierten en moneda de cambio)
- Facebook/Twitter (red centralizada), con la reemergencia de una cultura de la adhesión llevada al paroxismo por los libros de caras.
Como se ve claramente en el gráfico de arriba, el año 2007 fue el gozne de todo este proceso. Es el año del gran hype dospuntocerista, se multiplican los congresos y conferencias en todo el mundo, los medios hablan continuamente de la Wikipedia y aunque hablan de blogs todavía, empiezan a recoger noticias sobre los primeros pasos de twitter y del crecimiento de facebook.
Es ese ciclo el que termina. La web, por cierto, goza de mejor salud que nunca.
¿Entonces de qué están hablando?
En la época de la burbuja puntocom el sueño y el modelo de las grandes empresas mediáticas era aol. Aol era un simple ISP, un proveedor de acceso a Internet que llegó a inflarse tanto que pudo comprar Time Warner. Su fórmula consistía en dar un portal cerrado a sus usuarios. Un tablero virtual en el que cada botoncito representaba una aplicación: acceso a tu propia cuenta de aol, servicios exclusivos, correo aol, contenidos selectos, con el tiempo incluso messenger… y como sólo un botoncito más, la web.
Al principio, cuando llegó la primera gran avalancha de usuarios, la mayoría se distribuía entre los botoncitos más o menos equiprobablemente y aol empezó a pensar que su negocio estaría en cobrar a las empresas y a los desarrolladores por poder poner el suyo ahí. Claro que siempre estaba el otro botón, el que a las finales significaba algo así como todo lo demás, pero al principio tampoco parecía que fuera a comerse al resto…
Se iniciaba la fase de los portales, mundos selectos de contenidos generados por profesionales y controlados por los nuevos gigantes de la web. Tal vez recuerden la versión latoc del monstruo: la compra de Olé y el nacimiento de Terra. Con ella surgieron cientos de «corralitos» mundos cerrados obsesionados con monetarizar visitas.
Pero quedaban tres enemigos que a las finales fueron insalvables:
- Una alternativa de contenidos: la gran madeja de páginas personales, ezines y foros que se convertiría en la blogsfera
- Los buscadores (y en especial un prometedor Google) que cada vez más sencillos, menos intrusivos y más limpios te permitían sustituir la selección de otro por la tuya
- El botoncito de todo lo demás, osea, el navegador propiamente dicho, que era la puerta al mundo abierto desde la roña de los portales.
Matar todo lo demás
¿No les recuerda todo esto a algo? Miren su teléfono Android o lPhone. Sí, es exactamente igual que la pantalla de entrada de Aol. Es todo cuanto Terra, Lycos, Aol o Yahoo! soñaron alguna vez ser.
Por supuesto han aprendido de la época web 2.0. Cualquiera puede hacer una aplicación… pero ha de ser aprobada por ellos… para ser accesible a través de un mercado cerrado. El iPhone ha educado a los nuevos usuarios a usar la aplicación twitter en vez de entrar por el navegador, a usar la aplicación facebook en vez de entrar por el navegador… Hay miles de aplicaciones, todas listas para ser controladas, cerradas en caso de conflictos con la propiedad intelectual o la moral…
La apuesta consiste en conseguir que los usuarios se olviden del navegador, ese peligroso botón de todo lo demás que pone tan difícil obtener rentas extraordinarias y obliga a innovar continuamente. Lo que Wired está preguntando es si queda mucho. Si no se podría matar ya. Llevan muchos años esperando… volver al viejo mundo.