Diciembre 31, 2006: Oventic, Chiapas: «Como una mujer y como una persona indígena tengo mucho que aprender y mucho por enseñar». Estas fueron las palabras de la Comandanta Zapatista Sandra, cuando abrió la sesión dedicada a las pláticas acerca de las luchas de las mujeres dentro de la lucha de toda la gente. Para las […]
Diciembre 31, 2006: Oventic, Chiapas: «Como una mujer y como una persona indígena tengo mucho que aprender y mucho por enseñar». Estas fueron las palabras de la Comandanta Zapatista Sandra, cuando abrió la sesión dedicada a las pláticas acerca de las luchas de las mujeres dentro de la lucha de toda la gente. Para las comunidades Zapatistas, y otras comunidades indígenas ya involucradas en luchas externas, sus luchas internas a veces pueden ser minusvaluadas. En esta ocasión, los pueblos del mundo fueron invitados a escuchar las historias de estas mujeres, sus resistencias y sus triunfos.
Foto: D.R. 2007 Jesús Domínguez |
La mesa está alineada con los rostros cubiertos por pasamontañas de las mujeres del movimiento Zapatista. Sus expresivos ojos enfatizan las palabras que profieren. Estas mujeres representan un movimiento para liberar con dignidad y respeto al pueblo indígena de Chiapas de la discriminación. Ellas también representan una lucha por la dignidad y el respeto a las mujeres en esas mismas comunidades, y aunque hay muchas, todavía son pocas las que tienen voz. Reunidas a la mesa están mujeres tanto civiles como insurgentes. Son miembros de los cinco Caracoles y trabajan en todas las áreas de gobierno; son promotoras de salud y educación. Ellas son también insurgentes y comandantes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. El día de hoy usan sus voces para hablar a nombre de las muchas otras mujeres que demandan sus derechos y su reconocimiento.
El trabajo de las mujeres y las presencias de las mujeres con frecuencia se ignoran y se devalúan. El objetivo de esta reunión era, en parte, dar a conocer que mucha de la producción y reproducción del hogar, la familia, y por lo tanto de la comunidad, es labor de las mujeres. ‘Trabajamos en el rancho, trabajamos el café, la milpa, los colectivos, las tortillas y las panaderías», dice una.
Una carta de las mujeres del Caracol (término Zapatista para las cabeceras de los muinicipios autónomos) de Roberto Barrios narra con detalles el trabajo diario en las comunidades: «Nos levantamos a las tres o cuatro de la mañana, para prender el fuego para alimentar a la familia, para hacer el café para el desayuno de nuestros maridos y nuestros hijos… Después trabajamos el maíz para alimentar los animales. Despertamos a los hijos, les damos de desayunar y los preparamos para que vayan a la escuela».
Lavar, limpiar, preparar la comida, y alimentar a todos, son tareas que se completan antes del mediodía; sólo es después de que todos han gozado la comida de la tarde, cuando las mujeres tienen unos cuantos momentos libres para que ellas mismas se puedan dar un baño, sólo para regresar a la casa de nuevo a preparar la comida de la noche. Esta es la vida de una mujer del campo en las comunidades indígenas. En palabras de una de las mujeres representadas por la carta, «nosotras somos lo que sostiene unida a la comunidad».
Foto: D.R. 2007 Jesús Domínguez |
A pesar de la larga lista de responsabilidades que forma el trabajo de las mujeres, hay todavía una avasallante falta de respeto para las labores y necesidades de las mujeres en comunidades indígenas. La asamblea expresó la continua lucha por el espacio de las mujeres en sus comunidades. Una de las barreras para la posición equilibrada de las mujeres en sus comunidades mencionada por las representantes es una falta de visibilidad pública y representaciones públicas. «Nos quedamos en la casa porque tenemos que trabajar y trabajamos solas. Cuando nosotras trabajamos [en puestos públicas] se ríen de nostras, pero hay muchas de nostras que han peleado a pesar de todo». Aunque hay todavía falta de representación de las voces de mujeres en posiciones o cargos públicos, estas mujeres son la fuerza de un movimiento que por sus propios principios llama a la verdadera participación para todos, por todos, y en todas partes de la sociedad.
Como la mayoría de las discusiones sobre la posición de las mujeres en el EZLN y sus comunidades civiles, en esta mesa y en otros encuentros de la reunión de Año Nuevo en Oventic, la obra y el liderazgo de la Comandante Ramona fue exaltado como una ilustración de lo que las mujeres pueden lograr dentro del movimiento. Ella ha inspirado a muchas otras mujeres: Zapatistas, no-zapatistas, indígenas y no-indígenas. Como una de las más importantes figures del movimiento, esta mujer tzotsil de pequeña estatura fue reconocida y respetada por toda la nación y por el mundo antes y a partir de su fallecimiento en Enero del 2006. Como luchadora insurgente ella condujo la batalla en la cual, el 31 de Diciembre de 1993, El Ejército Zapatista de Liberación Nacional tomó la ciudad de San Cristóbal de Las Casas. Como diplomática, Ramona fue una de las principales redactoras de la Ley de las Mujeres del EZLN. Más adelante, ella condujo a la delegación de 1996 a la Ciudad de México para los diálogos por la paz, y fue co-fundadora del Congreso Nacional Indígena. El poder de esta mujer y el legado de su obra se hace sentir en reuniones como esta, donde se escuchan los gritos de «¡Viva Ramona, Viva!». Como un testamento a la importancia internacional de su obra, un representante de Kurdistán habló de un puente de solidaridad que se está construyendo con su nombre.
Foto: D.R. 2007 Jesús Domínguez |
Mujeres como Ramona, y otras numerosas que han tomado a cuestas la lucha por darles un sitio a las mujeres al lado de los varones en las luchas por sus comunidades y familias, han abierto espacios para las mujeres en estas comunidades. Magdalena y Elena del Caracol II, en Oventic, hablan de los logros conseguidos a través de los trabajos colectivos de las Zapatistas. «En nuestra zona, antes de la lucha Zapatista, las cosas eran diferentes. No teníamos derecho a decidir con quién nos casaríamos. Y cuando ya nos casábamos éramos maltratadas, golpeadas y humilladas por nuestros maridos, y más cuando estaban borrachos. Pero no podemos culpar a nuestros abuelos, esta fue la herencia que nos dejaron a nosotros por 500 años de conquista». En vez de normalizar el sufrimiento de las mujeres, o estando en contra de distribuir culpas, estas mujeres se han dado a la tarea de investigar de dónde viene su marginalidad y dónde es que se demuestra. Importantemente, ellas también celebran con legítimo orgullo sus logros en todos los sectores de la comunidad.
Para las mujeres en estas comunidades la apertura de cooperativas ha sido una de las formas que ellas han tomado para reorganizarse por ellas mismas. Una de las principales fuentes de ingresos para muchas familias es el arte de los tejidos de las mujeres. Una rápida caminata a través del centro de San Cristóbal y otros pueblos y ciudades de los Altos de Chiapas, lo lleva a uno a quedar inundado por los colores y las texturas de los textiles producidos por manos de mujeres. Para muchas mujeres este trabajo se hace entre una multitud de otras tareas, y viene de horas de dedicación a los detalles. Aunque la obra textil es tan valiosa y hermosa como la cultura que la produce, hay mucha explotación de la labor de las mujeres cuando se les encarga por pieza o trabajan por contrato. Las cooperativas de estas mujeres han reclamado el derecho a decidir por ellas mismas la forma en la que quieren trabajar, y el salario que deben obtener por ello. La organización es por y para las mujeres. De esa manera, han sido iniciados nuevos programas que dan seguimiento a la estructura y éxitos de las cooperativas artísticas, con producción de animales, horticultura, tortillerías, panaderías, y tiendas colectivas.
Foto: D.R. 2006 Jesús Domínguez |
Por un lado, estas cooperativas son una forma de que las mujeres reclamen el derecho a controlar sus propios medios de producción. Es importante, sin embargo, comprender que la creación de estos colectivos, Aunque ponen los frutos del trabajo de regreso a las manos de quien lo produce, y estimulan la vida pública de las mujeres indígenas, son también un recordatorio de cómo a las mujeres todavía se les pide que añadan trabajo extra a sus días, para mantener a la familia. Donde la familia fue una vez capaz de proveerse para ella misma de lo que todos necesitaban, ahora se necesita un ingreso adicional para proporcionarse hasta lo más básico. Estos proyectos también sirven como un recordatorio de que el capitalismo ha golpeado de nuevo el tejido y la tela de una cultura. Donde una vez las mujeres tejían para ellas mismas, ahora ellas venden sus tejidos y comercializan su labor.
Magdalena y Elena, representantes de los altos de Chiapas del Caracol II de Oventic, donde se llevó a cabo el encuentro, nos recuerdan, con sus propias palabras, que: «con esta participación por parte de las mujeres, demostramos nuestro valor y nuestro enojo frente al mal gobierno, y en contra de las injusticias…».
Traducción al español por Francisco Álvarez Quiñones, 27 de Enero
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