Recomiendo:
0

Narconegocio del sistema

Fuentes: Alainet

Ilícito, pero el narcotráfico -cultivo, procesamiento, trasiego, distribución en países y puntos específicos, y la venta- es uno de los peores negocios que impactan más negativamente a la sociedad. Pero jugoso negocio. Como en el caso de México que padece agudamente ese flagelo, y posee a uno de los narcotraficantes más sonados del mundo por […]

Ilícito, pero el narcotráfico -cultivo, procesamiento, trasiego, distribución en países y puntos específicos, y la venta- es uno de los peores negocios que impactan más negativamente a la sociedad. Pero jugoso negocio. Como en el caso de México que padece agudamente ese flagelo, y posee a uno de los narcotraficantes más sonados del mundo por encumbrado entre los hombres más ricos, según las listas de la revista Forbes. Y hasta prófugo, porque ¡se escapó de una cárcel de alta seguridad!

Pero es un negocio del sistema, desde el momento en que se señala a muchos operadores surgidos del gobierno, o que trabajan dentro de las estructuras del mismo; ya resulte que son protectores, infiltrados o implicados directos en alguna de las tantas tareas que exige, ya sigilosa, soterrada o descaradamente. Lo peor de todo es cuando el Estado no se ocupa de brindar seguridad a los ciudadanos, pero ¡es su responsabilidad!

Por lo tanto, el narcotráfico puede ser catalogado como uno de tantos negocios ilícitos, pero que como tales forman parte del propio sistema. Así sea de la descomposición del mismo. Es cuando el destino alcanza a un país, y el florecimiento de este tipo de actividades desborda un estatus de relativa normalidad social y convivencia pacífica. El ejemplo del paciente que está bien porque controla su enfermedad, hasta en tanto las secuelas lo colocan en un hospital y obligan a llevar un tratamiento complementario, y/o resulta que hasta le hace falta una nueva dosis o erradicar el mal con cirugía.

En una circunstancia similar se encuentra México. Porque el síndrome o el engendro del propio sistema, sobrepasó los límites de lo permisible, y de pronto se aparece por todas partes y de manera más cínica y agresiva se vuelve contra el sistema mismo. El Frankenstein que se vuelve contra su creador; el narco que vuelve cargado con millones de dólares, sin importar que en el camino queden miles de caídos.

De ese modo, cuando el negocio antes acotado brinca las trancas para entrar en disputa con el vecino de enfrente, lo hace porque aquél demanda el control del negocio en todas sus facetas: cultivo, territorio y mercado. Cuando los carteles de las drogas poseen cierto poder, por los ingresos millonarios del negocio, se dan a la tarea de disputarle al otro los términos del mismo. Y, una de dos, o gana el más fuerte o el que tiene la mayor protección o los mejores vínculos.

La sociedad es la que sale perdiendo en todo este galimatías. Por varias razones: es la que pone los muertos; es quien padece la violencia; carga con todas aquellas secuelas relativas a la descomposición de las familias, sociales y sicológicas, desarticuladas y empobrecidas; resulta víctima de la inacción del gobierno y el abandono del Estado, en todas aquellas tareas de su incumbencia, como la demandas de justicia y atender las violaciones a los derechos humanos.

Porque el narcotráfico es un jugoso negocio, es que no se atiende el problema como debe de ser. Por eso mismo se emprenden acciones por una sola vía; la ruta armada, como en el caso mexicano donde las Fuerzas Armadas (FA) están haciendo un trabajo que no les compete, constitucionalmente hablando. Por eso en la lista de responsabilidades por tamaña estrategia fallida está el jefe supremo de tales FA.

Porque, como dice el crítico estadounidense Noam Chomsky: «Cuando los líderes aplican durante décadas políticas que no tienen consecuencias para el objetivo declarado [combatir a las bandas del crimen organizado] y son muy costosas, uno debe preguntarse si están diciendo la verdad y si esas políticas son para otro objetivo, porque no reducen el uso de las drogas… [Y] sólo hay dos respuestas posibles: o todos los líderes están colectivamente locos, lo cual podemos descartar, o simplemente persiguen otros objetivos. En el extranjero [fuera de EU] es una campaña de contrainsurgencia; en casa, una forma de deshacerse de una población superflua -hay una correlación muy cercana de raza y clase-, no perfecta, pero casi: de hecho, los hombres negros están siendo hechos a un lado. En Colombia lo llamarían limpieza social. Aquí simplemente los ponen en las cárceles». [Ver La Jornada, 17/VIII/2011, nota de la revista electrónica Guernica].

¿Por qué en México el Estado es utilizado para acciones unilaterales de este tipo, si el compromiso del gobierno de Felipe Calderón es proporcionar seguridad a la población, según sus propios dichos? ¿Por qué se combate frontalmente cuando se deja intacto el corazón [las finanzas, el lavado, la venta de armas, etcétera] del ilícito negocio? ¿A qué intereses se protege entonces?

¿Cuando el gobierno panista muestra su incompetencia, es porque avanza en acciones de contrainsurgencia? ¿Por qué México no protesta clara y abiertamente, también denuncia a nivel internacional las acciones de violación de la soberanía, por la política de intervención directa de Washington y sus agencias de espionaje y guerra en territorio y asuntos de interés sólo nacional?

¿Qué tanto está coludido el gobierno mexicano del PAN con el gobierno estadounidense de la «derecha» demócrata de Barack Obama, que el negocio del narcotráfico sigue avanzando en lugar de contenerse? ¿Por qué si la estrategia mexicana es fallida, el gobierno de Washington no hace lo propio para resolver el problema en su propio territorio? Máxime cuando, como señala el crítico estadounidense, Chomsky, el dilema no está en México sino en Estados Unidos.

En sus palabras: «El problema de las drogas está en Estados Unidos, no en México. Es un problema de demanda y tiene que ser abordado aquí, pero no es así. Se ha demostrado una y otra vez que la prevención y el tratamiento son mucho más efectivos en costos que la acción policiaca, operaciones fuera del país, control fronterizo y más. Pero el dinero va en otra dirección y nunca tiene impacto».

En fin, que el del tráfico de drogas no es más que otro negocio del mundo de los negocios, donde a unos les toca trabajar y a los otros disfrutar sin hacer nada. Así son los negocios en el mundo de las finanzas, ¿no? Porque, «los gobiernos no están para servir a sus ciudadanos; trabajan para sus bases [jefes] principales», que son sobre todo los intereses del sector financiero. Un narconegocio donde la sociedad pone todo lo demás.

Correo: [email protected] http://maniobrasdelpoder.blogspot.com

Fuente: http://alainet.org/active/48762