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El periódico "Público" anuncia la posibilidad de cierre

¿Naufraga el bastión de la socialdemocracia española?

Fuentes: Canarias Semanal

La empresa editora del periódico español Público, Mediapubli, solicitó judicialmente el pasado martes la declaración de concurso voluntario de acreedores con el objetivo -según manifestaron sus directivos -de «salvaguardar de la mejor forma posible los intereses de todas las partes afectadas» y «procurar la viabilidad futura del proyecto«. En otros términos, tal declaración pone de […]

La empresa editora del periódico español Público, Mediapubli, solicitó judicialmente el pasado martes la declaración de concurso voluntario de acreedores con el objetivo -según manifestaron sus directivos -de «salvaguardar de la mejor forma posible los intereses de todas las partes afectadas» y «procurar la viabilidad futura del proyecto«. En otros términos, tal declaración pone de manifiesto la situación límite en la que se encuentra dicha empresa y constituye un aviso de la posibilidad de un próximo cierre por quiebra.

Según expresaba en el editorial del periódico de ese mismo día su director Jesús Maraña, los problemas que atraviesa Público «no derivan del cambio político surgido de las últimas citas electorales» sino que son consecuencia de la actual situación económica general en el ámbito de las empresas de la comunicación en España. Maraña precisaba en su editorial que desde su nacimiento, en septiembre del año 2007, la tirada del diario no había dejado de crecer. El editorialista puntualizaba, igualmente, que el periódico edita 87.000 ejemplares diarios, de acuerdo con lo que indicó el último control de la OJD. Por otra parte, según escribe Maraña, la edición digital de Público ronda los 5 millones de usuarios únicos. Sin embargo, la caída en picado de la publicidad ha situado a esta empresa periodística al borde de la quiebra. «La búsqueda de préstamos financieros en los últimos meses y hasta el mismo día de ayer – escribía Jesús Maraña – ha resultado infructuosa pese a que el volumen de la deuda acumulada es mucho menor que el que soportan las mayorías de las cabeceras». Según el editorialista, Público «quería ser un diario sinceramente progresista, defensor de una España plural y moderna y respetuoso con sus distintas culturas, aspiraciones y lenguas, que sirviera como herramienta de conocimiento y como plataforma de debate de ideas a una izquierda también plural». En lo que podría interpretarse como un último y desesperado llamamiento a publicistas y lectores, Jesús Maraña advirtió que el futuro del periódico se estará jugando en el curso de «los próximos días y semanas».

Pero independientemente de lo que uno pueda opinar acerca de la elegía escrita por Maraña sobre el periódico que todavía dirige, Público – propiedad del poderoso grupo de comunicación MediaPro – no nació en el arroyo ni se constituyó en base a la voluntad de altruismo ideológico de un grupo de amiguetes. Datos fehacientes muestran que las cosas no sucedieron así, ni mucho menos. Cuando en el año 2007 se creó este periódico con «voluntad progresista», lo hizo con todo el apoyo del por entonces presidente del Ejecutivo español Rodríguez Zapatero. El Secretario General del PSOE deseaba romper la asfixiante relación de dependencia que ataba su partido al Grupo Prisa. Según indican todos los indicios la empresa de Polanco deseaba convertirse en el núcleo hegemónico indiscutible de la comunicación en España y para ello apretaba más y más el dogal de las presiones alrededor del cuello de ZP, exigiéndole concesiones inaceptables incluso para un presidente de gobierno. El propio Félix Monteira, director del periódico a finales del 2009, reconocía que «quizás haya un sector del Gobierno socialista que veía con simpatía que existiera otra publicación menos enemiga de sus posiciones» en un panorama mediático políticamente adverso. «Público – confesaba entonces su exdirector – es el diario más cercano al Gobierno»(1).

Esas afinidades ideológicas entre Gobierno y periódico quedaron expresadas en un plano más crematístico cuando los sindicatos de TVE denunciaron que «Mediapro se había beneficiado de la externalización de gran parte de la programación de la televisión pública»(2). En el 2010, la propia UGT en TVE denunció que había 55 productoras privadas que se estaban enriqueciendo gracias a la externalización de los servicios, y que entre éstas la que más contratos se llevaba era justamente «la de Roures». Es decir, MediaPro. La afirmación que Marañas realizó en su atormentada editorial en el sentido de que «este periódico nunca ha estado al servicio de grupos políticos ni gobiernos como muestran sus cuentas auditadas» o es fruto de una ingenuidad impropia de su edad o de la intención de engañar a sus lectores. En este país de negocios fáciles y de hábiles tahúres existen mil y una forma de pagar los servicios prestados, aunque ninguna de ellas se vea reflejada luego en las auditorías. Y todo indica que Mediapro encontró su propia fórmula para cobrarlos.

 

El «Murdoch español»

Pero ¿a quién corresponde la mano empresarial que ha mecido la cuna del periódico «progresista» que hoy está a punto de cerrar sus puertas? En enero del año 2009 el periódico francés «Liberation» entrevistaba al dueño de «Público», Jaime Roures, presentándolo como el «Rupert Murdoch español». Roures, un aguerrido empresario de la comunicación española, es socio consejero de la empresa «Imagina Media Audiovisual» (accionista mayoritaria de La Sexta) y administrador único de Mediapubli (Público). En la actualidad está asociado a cerca de medio centenar de empresas, fundamentalmente centradas en el campo audiovisual y de explotación de eventos deportivos (3). En la entrevista que concedió al diario galo «Liberation» se presentó como un empresario moderno y profundamente demócrata. En Mediapro – afirmó un Roures libérrimo al periodista francés que lo entrevistó – no tenemos presidente, ni director general, ni cosas como esa. Cada uno hace lo que tiene que hacer, es más fácil».

Roures pertenece a ese reconocido gremio de los «progres» reconvertidos en dinámicos empresarios, que abandonaron el mobiliario ideológico «de izquierdas» que lucieron en las décadas de los sesenta y setenta para dedicarse al negocio de «hacer pasta». El propietario de Público, que militó en su juventud en la entonces clandestina Liga Comunista Revolucionaria, se considera hoy a sí mismo, no obstante, como un «republicano«, aunque ello no le impidiera hacerse con la multimillonaria producción de la boda del heredero Felipe de Borbón con Leticia. «Bussines are bussines».

 

De «El Pais» de Polanco al «Público» de Roures

El diario «Público» ha seguido una trayectoria que presenta llamativas coincidencias con la que en su día recorrió el periódico El País. Ambos proyectos periodísticos fueron el refugio de miles de lectores que vieron en sus páginas una alternativa al desolador panorama que tanto ayer como hoy presenta la prensa española. Pero en realidad, tanto uno como otro, cada uno en su época y con sus peculiaridades, han tratado de cubrir fraudulentamente un espacio ideológico que realmente le correspondía ocupar a la izquierda no socialdemócrata. En efecto, la ebullición publicista de izquierdas que existía en el Estado español ya antes de la muerte del Dictador auguraba que, una vez conquistada la democracia crecerían como hongos los periódicos y revistas dedicadas a cubrir la demanda de un importante número de lectores situados en posiciones políticas que traspasaban ampliamente los límites de la socialdemocracia reformista. Sin embargo, la debacle de los partidos de izquierda, particularmente la del PCE, facilitó que poco a poco el periódico de Jesús de Polanco se fuera convirtiendo en una referencia informativa para muchos lectores ubicados políticamente a la izquierda del PSOE. Arropando sus mensajes editoriales con un lenguaje aparentemente de izquierdas, pero con contenidos orientados a reforzar los pilares del sistema político monárquico, El País logró convertirse en un reclamo para lograr que importantes sectores de la opinión no quedaran situados en los extrarradios del Sistema político resultante de la llamada Transición» española.

En el curso de los dos últimos decenios la derechización ostensible e indisimulada de la línea editorial del diario del Grupo PRISA invalidó su papel de referencia para una heterogénea y ambigua «progresía» que, a la luz de las negativas experiencias de los socialdemócratas en la gestión del gobierno del Estado, reclamaban mayor autenticidad en el mensaje de «izquierda». Justamente en ese momento apareció el periódico Público, en el que no tardaron en desembarcar connotados factótum de El País como Felix Monteira o el argentino Ernesto Ekaizer (4).

Formalmente la nueva publicación se presentaba a sí misma como una iniciativa «progresista», independiente y crítica. El nuevo alumbramiento periodístico poseía todos los ingredientes para el éxito: agilidad en los contenidos, reportajes sociales de interés y la colaboración de reconocidos profesionales de la socialdemocracia como los economistas Vicenç Navarro y Juan Torres López, ambos rigurosos analistas de las contradicciones más visibles del sistema capitalista, pero también carentes del propósito de hacerlo desaparecer. Fue esa fachada, muy distante de la que proporcionaban el resto de los medios españoles, la que permitió a Público alcanzar pronto una respetable cifra en su tirada diaria.

En la historia paralela que ha marcado el paso de los proyectos de El País y de Público nada fue casual. Todo ha estado milimetrado. Y difícilmente podía haber sido de otra forma, teniendo en cuenta que los hombres que le han proporcionado el perfil profesional a las dos iniciativas han sido los mismos. En cuestiones formales mantuvieron, cada uno en su momento, líneas editoriales formalmente aguerridas, que en no pocas ocasiones sintonizaron con la información que la calle estaba reclamando. Pero ni uno ni otro dudaron un solo instante en alinearse disciplinadamente al lado del sistema y de sus aliados en los momentos cruciales. El País, cuando reclamó el sí a la entrada de España en la OTAN, y Público en su firme apoyo a los bombardeos imperialistas sobre Libia.

Aunque en su editorial «Las razones de Público» Jesús Maraña sostiene que los problemas que atraviesa el periódico que dirige no están provocados por la derrota del PSOE en las recientes elecciones generales, el efecto de la misma en las «bases» que sostenían el proyecto sugiere todo lo contrario. El cierre del grifo de los créditos a Público por parte de las entidades bancarias parece responder al hecho de que estas son conscientes de que tras la desaparición del «zapaterismo» de las áreas del Gobierno, las empresas de Jaume Roures no contarán con el multimillonario apoyo institucional del que gozaron hasta ahora. Y temen, con razón, que la suerte de MediaPro se haya terminado.

Si, en efecto, el cierre del periódico Público terminara produciéndose no dejaría de ser un triste final para un proyecto profesional y político que pudo llegar tan solo hasta donde sus mentores le permitieron.

Notas:

(1) «Traficantes de información. La historia oculta de los grupos de comunicación españoles». Pascual Serrano, Editorial Foca.

(2) Ibídem.

(3) Ibídem.

(4) Félix Monteira, vinculado al Grupo PRISA durante 33 años y miembro del equipo fundador de El País, fue nombrado director de Público en 2009. Sustituyó en este cargo a Ignacio Escolar, quien fue director del diario durante quince meses. En marzo de 2010 dejó su cargo, que pasaría a ser ocupado por Jesús Maraña, tras ser nombrado por el Gobierno del PSOE secretario de Estado de Comunicación. Ernesto Ekaizer, periodista argentino afincado en España, llegó a ser uno de los buques insignia de El País. Tras alcanzar el puesto de adjunto al director en el periódico del Grupo Prisa fue fichado por Público en 2008. Asumió el puesto de editor ejecutivo, coordinando también el consejo asesor a la dirección en su línea editorial y escribiendo como analista y columnista. Ocho meses después abandonó su cargo, sin que la editora del diario, Mediapubli, especificara las razones. Ekaizer demandó a Público y pidió una cuantiosa indemnización que rondaba el millón de euros. Finalmente llegó a un acuerdo amistoso con el periódico, mediante al cual volvió a la nómina de la empresa remunerado con 100.000 euros anuales. (Cristóbal García Vera, «El diario Público o la estafa ideológica del social liberalismo», Canarias-semanal.com).

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