La historia reciente del país difícilmente puede ser comprendida al margen de la presencia y de la actuación mediática. En efecto, a partir de la reapertura democrática en 1982 se marca un punto de inflexión para comprender los imbricados decursos asumidos por la política y los medios masivos. La actual arquitectura de massmediación empezó a […]
La historia reciente del país difícilmente puede ser comprendida al margen de la presencia y de la actuación mediática. En efecto, a partir de la reapertura democrática en 1982 se marca un punto de inflexión para comprender los imbricados decursos asumidos por la política y los medios masivos.
La actual arquitectura de massmediación empezó a tomar cuerpo en paralelo a la definición de la propia democracia. El período 1982-1985, con la pugna por los proyectos de democracia, termina con la clara opción neoliberal del Estado y la apertura privado-comercial de la televisión que jugó un papel determinante para las nuevas formas de hacer política en democracia.
Hasta finales de la década de 1990, cuando se empezó a evidenciar el cuestionamiento a la representación política, al manejo del Estado y a la agudización de la pobreza y la exclusión, los medios mantuvieron un creciente perfil de confianza y credibilidad ciudadano, pese a haber asumido abiertamente un papel legitimador de la llamada Nueva Política Económica. Será por ello que en el momento en que empezó un duro ciclo de conflictos sociales como manifiesta impugnación al modelo económico y al comportamiento del sistema político también se acentuó el desprestigio y el cuestionamiento a la conducta mediática.
Toda la etapa que se abre desde finales de 1999, con los recurrentes y cada vez más intensos conflictos sociales -y que dicho sea de paso no se ha cerrado aún- señala a los medios masivos no como escenarios de representación del conflicto, sino como actores dentro de éste, exacerbando la tensión a través de un trabajo periodístico sensacionalista, poco responsable y, además, parcializado con alguna de las posiciones enfrentadas. La polarización político-social, regional y étnico-racial por la que todavía atraviesa el país ha sido en parte producto del comportamiento mediático y de los intereses en juego que penetran y hacen parte del mundo informativo y opinativo de la prensa, la radio y la televisión.
De ahí que ante un sistema político tradicional desestructurado y un sistema mediático para-hegemónico también en crisis, la respuesta social tomó carices violentos en contra de medios y periodistas. Toda esta realidad no pudo pasar desapercibida en la agenda investigativa que contribuyó, desde distintos frentes, al debate sobre el periodismo nacional y el comportamiento de los medios masivos.
A este esfuerzo se suma el presente trabajo de Edgar Ramos, periodista e investigador social boliviano de amplia trayectoria. El complejo escenario político, social y mediático es objeto de su pesquisa y análisis con una posición interpeladora de las causas y los efectos del comportamiento mediático, atravesada por una sustancia empírica que respalda cada parte de lo afirmado.
En Cambios sociales y agrupamientos político-mediáticos, su primer capítulo, Ramos presenta el contexto en el que tanto el sistema político como el mediático que se afilió a las esferas de poder entraron en crisis.
La evidencia que viene luego sobre la concentración propietaria de los medios masivos en manos de sectores de influencia económica y política forma parte de este análisis que orienta sobre cómo el sistema mediático masivo-comercial y su discurso no puede entenderse lejos de sus determinaciones propietarias.
Es precisamente en torno al eje de discurso y comportamiento mediáticos que avanza el segundo capítulo ¿Cómo se comportan los «medios de comunicación social»? Trece visiones entre 2001 y 2006.
La elección de una trecena de estudios realizados en Bolivia por investigadores nacionales y extranjeros, en momentos socio-políticos cruciales o bien para evaluar la misma tarea periodística, da pie para que se profundice en el examen del fenómeno de la pérdida de credibilidad, de responsabilidad y de calidad periodística, junto a la respuesta social con amenazas, agresiones y presiones al ejercicio periodístico. El autor se vale de los resultados de todos estos trabajos para engranar a la primera evidencia de la toma propietaria de los medios, la de la funcionalidad o disfuncionalidad de éstos para ciertos sectores sociales y el juego y la decisión de la correlación de fuerzas entre ellos dentro de la pugna política. Las evaluaciones sobre las coberturas periodísticas y el discurso opinativo que asumen estas instancias aportan para ratificar la desaprobación del trabajo mediático.
Una vez más el hilo conductor lleva a Ramos, en su tercer capítulo «Categorías: Periodismo, Acción Mediática y Sociedad Activa. Análisis del «discurso perfecto» y la subestimación a la base social» , a proponer una sistematización de los resultados de estos estudios y hallar las coincidencias necesarias en sus conclusiones para sintetizar lo que representan las limitaciones, las extralimitaciones y las subestimaciones de los medios.
Condiciones internas y externas a los medios y condiciones estructurales y coyunturales conspiran para un periodismo deficiente y parcializado desde los grandes medios que por sus propios intereses comerciales y/o políticos ha dejado abiertamente la tarea de informar. Edgar Ramos presenta así una serie de categorías que adjetivan las extraviadas prácticas periodísticas bolivianas de las que muy pocos, realmente muy pocos medios y/o periodistas, han podido escapar.
La publicación del autor se suma, pues, a una serie de aportaciones analíticas que ratifican de distintas maneras las perniciosas situaciones en las que han caído la mayor parte de los medios masivos de difusión, poniendo en serio peligro la gobernabilidad democrática del país.
A la larga lista de publicaciones que tiene en su haber, el colega Ramos añade ésta que contribuye al debate abierto sobre la construcción y el fortalecimiento de un periodismo ético, responsable y de servicio público; por el acceso democrático a este bien público llamado información; y en suma por la garantía y el pleno ejercicio del derecho a la comunicación y el derecho a la información, bases de una real participación ciudadana y una construcción colectiva del bien común.
Karina Herrera Miller es Directora CIBEC Bolivia.
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