La Paz, agosto 27, 2004).- «En 19 años, el país se hizo más vulnerable en lo fiscal, en lo productivo y en el empleo». Pese a los pésimos resultados, el Gobierno de Carlos Mesa mantiene la misma orientación en la política económica, la que no apunta a superar los problemas estructurales que afectan la vida […]
La Paz, agosto 27, 2004).- «En 19 años, el país se hizo más vulnerable en lo fiscal, en lo productivo y en el empleo». Pese a los pésimos resultados, el Gobierno de Carlos Mesa mantiene la misma orientación en la política económica, la que no apunta a superar los problemas estructurales que afectan la vida de la gente, sostiene un documento de evaluación del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla), una organización no gubernamental.
VULNERABILIDAD FISCAL
Para la organización, cuando el Programa de Ajuste Estructural se empezó a aplicar -con el decreto supremo 21060 y el paquete de reformas que le siguió-, uno de los objetivos fue la estabilidad económica para lo cual el Estado debería alcanzar la disciplina fiscal. Hoy, la crisis fiscal persiste, cuyo principal síntoma es el elevado y creciente déficit que hasta la gestión pasada llegó al 9 %.
Esto pasó, explica el documento, «porque la propia  orientación de las políticas de ajuste ahondó la vulnerabilidad creciente del  erario nacional al haber entregado el patrimonio público a manos del capital  transnacional, destruyendo la capacidad del Estado para impulsar el desarrollo  nacional».
Al haber dejado de percibir ingresos de las empresas  estatales, el Estado buscó financiamiento en una política impositiva, que recayó  en los magros bolsillos de los trabajadores y no en los sectores que se apropian  del excedente económico. Ese recambio en el orden de importancia de los ingresos  estatales no significó, sin embargo, un aumento de los mismos.
«Mientras en el periodo anterior a la imposición del modelo  neoliberal la presión tributaria alcanzaba al 5,6 % del Producto Interno Bruto  como promedio anual, en los últimos años llegó a 14,2 % del PIB. El grueso de la  recaudación está compuesto por un 77 % de ingresos provenientes de impuestos  aplicados al consumo», indica el informe.
Una de las partidas menos favorecidas por el modelo en los 19  años, fue la del gasto público. Si bien el área social recibió un incremento, a  fines de los 90, pasando de 6 % a poco más del 12 % del PIB, el aumento se debió  al incremento de los impuestos a la gente que saltaron del 6,7 % al 13,9 % del  PIB. Es decir que las prestaciones sociales fueron financiadas con los impuestos  de la población».
Frente a la crisis, Carlos Mesa anunció un plan de reducción  de gastos corrientes y de austeridad. El Cedla analizó sus términos y concluyó  que esas medidas son insuficientes para impactar en la reducción del déficit  fiscal, porque fueron proyectadas sobre datos inflados y «porque no se  consideran medidas para disminuir el pago por servicio de la deuda pública ni  las transferencias por concepto de pensiones y jubilaciones, variables que  realmente pesan en el déficit».
VULNERABILIDAD PRODUCTIVA
En otro ámbito económico, a partir de las políticas de  ajuste, el modelo no coadyuvó al desarrollo la industria, por lo que se mantuvo  su escasa participación en la economía nacional: 17 % del PIB. Y su aporte a las  exportaciones desde los años 80 hasta hoy, permanece en apenas 15 %.
Esta orientación supuso, apunta el Cedla, una  «reestructuración productiva que cambió tanto las formas de organización del  trabajo, como las relaciones laborales y el perfil de la fuerza de trabajo».
A partir de una investigación realizada en seis grupos  diferenciados de empresas manufactureras en el país, la organización identificó  que el 95 % del total de unidades económicas de la industria mantiene a menos de  10 personas ocupadas. Las unidades empresariales han caído de 36 % a 26 % a  fines del 90. Y las unidades semiempresariales y familiares que sumaban un 61 %  a fines de los 80, en los últimos años constituían cerca del 73 %.
En el tránsito de las empresas por el ajuste, la  transformación de las relaciones laborales adquiere notoriedad porque cada vez  más deriva en la flexibilidad y pérdida de los derechos laborales en general.  «El sector de la industria no sólo lleva el impacto de una política que no está  interesada en fortalecer el aparato productivo, sino que se convierte en  generador de un tipo de empleo precario, sin beneficios ni seguridad social»,  señala el documento del Cedla.
Para la presente gestión, el Plan Mesa plantea la medida del  «Compro Boliviano» como la más importante para reactivar la economía. Al  respecto el Cedla sostiene que se trata de una medida limitada porque se  contradice: «según el plan, las compras estatales de productos nacionales  alcanzarían a 600 millones de dólares, pero según el Presupuesto General de la  Nación llegará a sólo 206 millones de dólares en este año».
INDÍGENAS Y CAMPESINOS: LOS MÁS VULNERABLES
El panorama en el área rural es todavía más dramático,  advierte el Cedla. En varios estudios realizados se constata que las políticas  de ajuste desmantelaron el aparato productivo agrícola de las zonas  tradicionales de la región andina.
Los efectos de la apertura comercial en el campo se  manifestaron a través de «un primer ajuste descendente de precios internos  puesto que éstos eran más elevados que los internacionales. La segunda etapa dio  lugar al incremento de las importaciones de productos agrícolas y la tercera  develó la crisis del subsector a causa del deterioro sostenido de los  ingresos».
El documento proporciona datos sobre las importaciones:  durante la vigencia del modelo sólo el valor anual de los productos agrícolas  sustitutivos de la producción nacional, se multiplicó de 1 millón de dólares a  10 millones en el año 2001.
De aquí se habría saltado a la cuarta etapa cuando una parte  de los productores tuvo que aplicar la estrategia de combinar actividades  prediales y extra-prediales para salir de la insolvencia agrícola. Fue entonces  que muchos abandonaron la actividad y las comunidades, migraron a centros  urbanos como El Alto, Santa Cruz y Tarija. A este proceso, el Cedla llama  descampesinización. «Según información del censo, la población rural cayó desde  el 58 % en 1976, a 42 % en 1992 y a 37 % en el 2001.
VULNERABILIDAD EN EL EMPLEO
Si la economía siguió esas tendencias, el empleo no tuvo  mejor suerte. «La década de los 90 se inició con un desempleo abierto del 7,2 %.  Si bien entre 1994 y 1997, hubo una mejora a 3,1 %, la crisis volvió con fuerza  al finalizar la década con un 8,5 %, y para este año, se prevé el 13,9 % de  desempleo abierto en las ciudades o más de 360 mil personas desocupadas».
Según proyecciones del Cedla, la economía sólo podrá generar  41 mil nuevas fuentes de empleo. El comercio creará 19 mil empleos; la industria  manufacturera 13 mil y el transporte 8 mil. Por otro lado, el Estado sólo  interviene en la creación de empleo con medidas paliativas como el Plan Nacional  de Empleos de Emergencia (Plane) que opera como fuente de ingresos  suplementarios para familias de desocupados en periodos cortos y con salarios  bajísimos.
Frente a este panorama, «el Gobierno insiste en apostar a las  exportaciones, del gas por ejemplo, en lugar de fortalecer el aparato interno  para reactivar el empleo y la economía», concluye la evaluación.


