Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Caty R.
La revolución no será televisada, no será televisada.
La revolución no será una reposición, hermano;
La revolución será en vivo.
El cielo no conoce rabia como la del amor convertido en despecho,
ni el infierno tiene la furia de una mujer desdeñada.
Ningún episodio de Law and Order [La ley y el orden] o de The Good Wife [La buena esposa] puede superar esto.
Todo parecía limitarse al detalle insignificantes de encontrar, rápido, sólo 315.000 dólares en efectivo.
A las 3:25 de la tarde GMT del martes, un tribunal londinense concedió la libertad condicional, bajo fianza, al fundador de WikiLeaks, Julian Assange. Seguramente las condiciones eran más adecuadas para alguien acusado de ser un topo de al-Qaida: una fianza de los mencionados 315.000 dólares, sólo en efectivo; toque de queda desde las 10 de la mañana hasta las 2 de la tarde y desde las 10 de la noche hasta las 2 de la mañana; presentarse en una comisaría todos los días a las 6 de la tarde; entregar su pasaporte y llevar puesto un brazalete electrónico. Pero por lo menos estaría en libertad.
Bueno, no realmente. Dos horas después, Assange fue devuelto a la prisión; la fiscalía sueca había apelado contra el dictamen. Durante otras 48 horas por lo menos, Assange permaneció en la prisión Wandsworth, en condiciones que su abogado Mark Stephens describió como: «orwellianas», «dickensianas», «victorianas» o todo esto a la vez.
El melodrama de suspense se desarrolló como un gran espectáculo sobre la alfombra roja de un alocado y absurdo Festival de Cine de Cannes – con avalancha mediática y todo, fogonazos, twitteo directo desde la corte y apoyo de celebridades, desde Jemima Goldsmith a Ken Loach y la sobrina de Benazir Bhutto. Y todo esto generado por acusaciones de violación presentadas por antiguas groupies de Assange: Anna Ardin y Miss W, las versiones escandinavas de la «mujer desdeñada» de Congreve. Eso ni siquiera sería considerado violación según el derecho inglés, dijo el abogado de Assange, Geoffrey Robertson. Por lo tanto, si no se trata de violación, no hay motivos para extraditar a Assange a Suecia -y de Suecia a EE.UU., como reclaman las selectas turbas «patrióticas» estadounidenses.
¿San Julian o Assange el violador?
¡Oh, las amistades peligrosas entre el sexo y la libertad de prensa!
Hablando frente al tribunal inmediatamente después de que Assange (no) fue liberado bajo fianza, Vaughan Smith, fundador del FrontLine club en West London, hizo lo posible por configurar el nivel pertinente del debate. Dijo: «No se trata sólo de la libertad de prensa, tiene que ver con Internet. Como periodistas, deberíamos estar muy preocupados por la posibilidad de una legislación que limite nuestra libertad. Assange ha colocado un espejo muy grande frente a los periodistas. Los periodistas están preocupados por el reflejo que ven.»
Antes de toda la emoción y el drama del tribunal, Assange había ganado la encuensta de persona del año de la revista Time para el año 2010, muy por delante del segundo, el primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, el mismo Erdogan al que los diplomáticos estadounidenses, en el «cablegate» de WikiLeaks, describieron como un peligro islamista antiestadounidense.
Ahora hay que combinar ese doble par progresista Assange/Erdogan con un sondeo de CNN en el cual un 44% de los británicos se declaró seguro de que las acusaciones sexuales suecas contra Assange son «una excusa» para mantenerlo preso a fin de que pueda ser procesado por el gobierno de EE.UU. ¡Oh, esas peligrosas relaciones entre el sexo y la libertad de prensa, otra vez!
Y todo esto después de que Assange enviara un mensaje al mundo a través de su madre, Christine, transmitido al sitio noticioso australiano Seven News. En su mensaje, Assange no dejó de lanzar una bomba: «Ahora sabemos que Visa, Mastercard y PayPal son instrumentos de la política exterior de EE.UU. No lo sabíamos.» Ahora, es algo tan digno de la primera plana como cualquier cosa que haya ocurrido.
Ahora bien, ¿quién da a los directores ejecutivos de Amazon, Mastercard, Visa, PayPal, Facebook, Twitter y, tarde o temprano, Google -todas corporaciones privadas que ejercen un monopolio apenas disimulado de Internet- el derecho a actuar como editores del tipo de información al que tiene acceso la opinión pública? ¿Megacorporaciones que toman decisiones políticas de interés público? La opinión pública mundial podrá decir: «Bueno, podréis comprar todo lo que queráis al Congreso de EE.UU., pero no os metáis con nuestro derecho a elegir».
En lugar de seguir el periplo sexual excandinavo -absorbente por cierto- todo el mundo debería estar discutiendo el verdadero problema clave de nuestros tiempos. ¿Quién se va a beneficiar con las filtraciones de información crucial? ¿Serán el implacablemente hegemónico híper-capitalismo y sus secuaces? ¿O serán los movimientos sociales globales democráticos y antihegemónicos -en resumen, el poder del pueblo?
Si el gran Herbert Marcuse estuviera vivo, ciertamente advertiría que el imperio se apura a aprender y se beneficia de la lección de WikiLeaks.
Los realistas ya esperan una nueva legislación imperial «antiterrorista». No importa que el ex analista de la Agencia Central de Inteligencia Ray McGovern haya subrayado un punto esencial a la CNN: el jefe del Pentágono Robert Gates dijo que los cables de WikiLeaks no ponen vidas estadounidenses en peligro (esos informes son «enormemente exagerados», dijo Gates). La OTAN también dijo: «ninguna fuente ha sido comprometida». Incluso el jefe supremo de AfPak, el general Petraeus dijo lo mismo. Pero eso no bastará para tranquilizar al establishment de la elite del poder con su obsequiosa camarilla de aduladores, gángsteres ideológicos y parásitos heterogéneos, todos echando espuma por la boca y ansiosos por eliminar a Assange.
De nuevo perdieron el control
No me malinterpreten sobre lo que significa el «nuevo orden mundial»: el campo de batalla es un movimiento de resistencia a la apropiación de tecnología de la información por las elites del poder. La ansiedad por silenciar, si no eliminar, a Assange por todos los medios necesarios revela la verdadera cara del emperador: Tendré un control indiscutible, indivisible sobre cualquier tecnología.
Naturalmente, incluso el propio WikiLeaks no es inmune a la batalla. Una orgía aparente de transparencia podría no revelar otra cosa que una pantalla de humo. El propio Assange siempre se ha quejado de que los medios alternativos nunca han sido capaces de analizar completamente y sintetizar los torrentes de datos en las masivas revelaciones de documentos de WikiLeaks. Sin embargo, amplios sectores de la opinión pública mundial tienen accesos a «cablegate» sobre todo a través de los socios de WikiLeaks en los medios dominantes. Seleccionan, editan y encuentran su «ángulo» para publicar los cables. Es decir, los manipulan.
No hay motivos para que alguien se trague el sesgo aplicado por Le Monde, El País o The New York Times. Ya hay numerosos ejemplos de cómo una opinión pasajera, inocua, de un diplomático estadounidense se convierte en un hecho indiscutible si se presenta hábilmente. Nada es comparabe con la lectura de los cables por el propio público. Sí, WikiLeaks ya tiene espejos en 1.885 sitios, y subiendo.
En una vía paralela, la red está inundada de teorías de la conspiración que señalan que WikiLeaks no es otra cosa que una operación psicológica muy sofisticada -incluida la afirmación de que Assange fue generosamente pagado por Israel para que borrara cualquier cable embarazoso (como si Israel no estuviera suficientemente embarazado por todo lo que perpetra en Palestina). Es verdad, WikiLeaks debería ser analizado por lo que no revela.
Pero hay problemas con el escenario de las operaciones psicológicas de Israel. Un escritor podrá -o no- haberlo oído hablar de Daniel Domscheit-Berg, un antiguo y contrariado colaborador de Assange que ahora lanza su propio sitio de denuncias, OpenLeaks, cuya principal diferencia será la publicación de filtraciones en un volumen menor y con más lentitud. Parece que en la actualidad la mejor fuente para todos estos acontecimientos es WikiRebels, un documental esclarecedor de una hora de duración de la televisión pública sueca SVT, que puede verse aquí.
El saqueo de Roma
No se necesitan los poderes analíticos de un Michel Foucault para tener muchas sospechas de que las elites del poder, estén en Suecia o en EE.UU., y siempre en nombre de la «libertad», la «seguridad» y de un consenso favorable al mercado, tratan de imponer su propia marca hegemónica de transparencia.
Suecia ha logrado circunscribir y enmarcar casi cada insinuación de libertad e incertidumbre en el campo de las relaciones sexuales -con el estímulo adicional de que todo puede ser furiosamente diseccionado/inspeccionado.
Por lo tanto, ¡cuidado, fornicadores cuyos condones fallan durante el acto! Y aseguráos totalmente de que en todo momento del asunto haya un consentimiento mutuo irrefutable, a prueba de tontos. De otra manera, eres un violador. Una vez más, suena como un reestreno «liberal» de un sketch de Inquisición Española de Monty Python. ¡Confiesa! ¡Confiesa! La Orgía de Transparencia cumple con la alegría de la Inquisición.
Y es el momento en el cual San Julian Apóstol (de la libertad de expresión) converge con Assange el violador, el mártir de la Transparencia. Y esto en un país que tiene una de las leyes más avanzadas de libertad de expresión del mundo.
En el fondo se vuelve cutre. De Naomi Klein a Naomi Wolf, es obvio para toda mujer juiciosa que las groupis escandinavas de Assange pensaron que se sentían cautivadas por «amor». Bueno, fue sólo una aventura de una sola noche sobre otra -y cuán horrible fue descubrir, en un chateo «propio de niñas», que el «amor» era en realidad una «traición» del acostumbrado macho desalmado, chovinista. Quién podría pensar que Escandinavia alberga «mujeres desdeñadas» que creen en cuentos de hadas de Hollywood. Peor todavía: mujeres cultas, ferozmente independientes en Europa y en EE.UU., que toman a Hollywood por lo que es, consideran profundamente humillante que esa camaleónica ley sueca infantilice de tal modo a las mujeres.
Y ya que hablamos de sexo, cómo no referirnos a la coincidencia poética de que este último drama legal tenga lugar el mismo día en el que el primer ministro italiano Silvio «Il Cavaliere» Berlusconi, al que los cables de Wiki describen básicamente como un lunático codicioso, irresponsable, aficionado a corcovear con ninfas en fiestas al estilo de Nerón, apenas sobrevivió a una moción de censura e inmediatamente después Roma ardió (literalmente) de furia. Hace pensar en Nerón al revés.
Pero que no quepa la menor duda: no sólo arde la Antigua Roma. Es todo el imperio. El híper-capitalismo de la línea dura podrá ser simultáneamente un Terminator y un gigante con pies de barro. Los progresistas deben resolver el acertijo de cómo combatir esa paradoja. El Arte de la guerra de Sun Tzu se encuentra con Gilles Deleuze y su máquina de guerra subterránea. Ya se han desplegado guerrillas nómadas de la tecnología de la información. La contrainsurgencia de EE.UU. está patas arriba. La guerra en la red es una realidad. Y no olvidéis los condones.
………….
Pepe Escobar es autor de «Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War» (Nimble Books, 2007) y «Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge«. Su último libro es: «Obama does Globalistan» (Nimble Books, 2009). Puede contactarse con él en: [email protected]
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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/