En medio del estupor que produce el plan antinacional y antipopular de Milei, su vicepresidenta Victoria Villarruel nombró a Nicolás Kasanzew como titular de una ignota repartición denominada ‘Dirección Gesta de Malvinas’ dependiente del Senado de la Nación.
Kasanzew fue una figura célebre durante la guerra de Malvinas por desempeñarse en ATC (Argentina Televisora Color), el canal oficial de la dictadura, como el único corresponsal de guerra en las Islas. En esa función emitía diariamente información desde el terreno que reproducía la propaganda oficial en clave exitista, superficial y marcadamente cinematográfica. Después de la guerra se convirtió en el símbolo viviente de la distorsión comunicacional de la dictadura. Pesaron sobre él diversas denuncias penales que se perdieron en el tiempo sin final conocido.
Indudablemente Kasanzew fue un blanco predilecto de la acción desmalvinizadora que, por inspiración de la inteligencia británica, se urdió en la posguerra para desarmar militar y espiritualmente al país. En innumerables ocasiones nos hemos referido a ese relato desmalvinizador, a sus componentes simbólicos, y hemos denunciado el papel estratégico que desempeñó en el despliegue del programa neoliberal durante la posguerra. No volveremos aquí sobre ello.
Nos interesa ahora señalar el significado político que tiene este nombramiento y las contradicciones insuperables que enfrentará el discurso ‘malvinero’ de Kasanzew con la orientación pro-yanqui y pro-inglesa que abiertamente proclama el gobierno de Milei/Villarruel y que está inscripta tanto en los engendros pseudo-legales que lanzó desde que asumieron (Ley Omnibus, DNU) como en las declaraciones de la Canciller Diana Mondino, del propio Milei y de otros funcionarios.
Retrocediendo brevemente en el tiempo podemos decir que Villarruel y Kasanzew hacen pie en una larga tradición histórica de lo que en otros tiempos se denominaba ‘nacionalismo oligárquico’. Se trata de una vertiente político-ideológica –hoy muy debilitada– cuyos rasgos identitarios consistían en un profundo conservadurismo social, una religiosidad aristocratizante, un macartismo extremo, un fuerte antiirigoyenismo y antiperonismo por las raíces plebeyas de ambos movimientos y un marcado militarismo y repudio a las formas democráticas de gobierno.
Nacieron como respuesta ‘contrarrevolucionaria’ al surgimiento de las primeras organizaciones obreras en el país, fruto de la inmigración europea (anarquismo, sindicalismo, etc). Por encima de sus fanstasías fundacionales y su ideología fascistizante, durante el SXX jugaron el papel de servidores de la oligarquía terrateniente y del imperialismo británico en su odio a los dos grandes movimientos populares, que contribuyeron a derribar en 1930 (Uriburu) y 1955 (Lonardi). En 1976 participaron activamente en el derrocamiento del gobierno constitucional y en la etapa más oscura de la ‘lucha contra la subversión’ (terrorismo de Estado).
Pero volvamos al presente. Kasanzew se incorpora con ínfulas de protagonista de un supuesto ‘cambio histórico’, de una ‘nueva época’ (así la llama), que supondrá según él la definitiva reivindicación de los soldados combatientes ignorados y discriminados durante 42 años. Sus fantasías redentoras, en la misma sintonía con las del presidente desquiciado para el que trabajará, son absurdas. Ignoran la enorme actividad que han desarrollado las organizaciones de VGM en cuatro décadas y que se plasmaron en una profusa legislación en los distintos planos de la vida individual y familiar de los ex soldados (salud, vivienda, trabajo, etc). Kasanzew pone el eje discursivo en donde no debería ponerlo mientras elude lo esencial de la cuestión: el vaciamiento ideológico de la gesta del ´82 entendida como un glorioso episodio en la lucha por la emancipación nacional y por la unidad latinoamericana, ambas divisas fundamentales que evoca la causa Malvinas. Es obvio que Kasanzew jamás podrá darle esa perspectiva histórica al tema pues en tal caso su participación en calidad de funcionario en el gobierno de Milei/Villarruel, quizás el más cipayo desde el ’83 a la fecha, sería una contradicción en término. Pretende ocultar la estafa política con toda clase de pirotecnias verbales falsamente nacionalistas.
Durante 40 años los VGM hemos convivido tortuosamente con dos miradas, en apariencia antagónicas pero coincidente en lo esencial, para referirse a nuestra identidad de soldados. Una de ellas nos rebajaba a la condición de ‘chicos de la guerra’, empequeñecía nuestro rol en el combate y nos convertía en víctimas no del ejército imperialista inglés sino de los oficiales y suboficiales argentinos que combatían a nuestro lado. Fue la visión propiciada por los británicos, con una falsa pátina humanista y progresista, para confundir las conciencias populares sobre nuestro verdadero enemigo. La otra mirada fue aquella que esbozaron los Kasanzew y Villarruel (padre), predominante en vastos sectores de las Fuerzas Armadas. Ponía el énfasis en una heroicidad declamatoria, ampulosa, cinematográfica pero cuidadosamente despojada de cualquier referencia histórica a nuestra condición de país dependiente de las grandes potencias occidentales, que son las que ocupan nuestras Malvinas y son las que convertirán a las islas en una plataforma de la OTAN con el entusiasta aval del gobierno de Milei/Villarruel/Mondino. Como se advierte fácilmente de lo anterior, el legado de ambas posturas escamoteó el significado histórico de la gesta del ’82 y sirvieron a la tarea desmalvinizadora. La desconectaron de la historia de luchas por la autonomía e integridad territorial y, lo que es fundamental, la congelaron en un pasado cada vez más lejano sin conexión con el presente. Una verdadera reivindicación del VGM debe partir de resaltar su condición de luchador de una causa justa contra un cruel usurpador colonial que se niega sistemáticamente a reconocer nuestros derechos nacionales sobre el inmenso territorio en disputa. Sin falsas historias de héroes hollywoodenses ni postales de chicos asustados hundidos en el barro, simplemente afirmando nuestra identidad de jóvenes argentinos que estuvimos a la vanguardia de un pueblo que se puso de pie en 1982 para defender lo que le pertenece.
Fernando Cangiano es Veterano de Malvinas y miembro del Espacio de reflexión La Malvinidad de la Argentina.
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