En las últimas semanas en México, dos focos aparentemente lejanos pero íntimamente relacionados, atraen la atención de los medios de comunicación, las declaraciones políticas, los debates de la sociedad civil: al Norte, las caravanas/éxodos de migrantes agolpándose en la frontera con Estados Unidos; al Sur, los megaproyectos del Tren Maya y derivados, presentados tímidamente bajo […]
En las últimas semanas en México, dos focos aparentemente lejanos pero íntimamente relacionados, atraen la atención de los medios de comunicación, las declaraciones políticas, los debates de la sociedad civil: al Norte, las caravanas/éxodos de migrantes agolpándose en la frontera con Estados Unidos; al Sur, los megaproyectos del Tren Maya y derivados, presentados tímidamente bajo la forma de una segunda consulta nacional. Entre ambos polos de nuestro país, existen cuestiones de profundo calado que aglutinan lo urgente y lo importante, retos inmediatos y otros latentes para una «4ª transformación» que no ha de ser sólo política, sino fundamentalmente social. En las siguientes líneas planteo algunas reflexiones sobre este entramado de iniciativas, intereses, posiciones y eventos que son, valga la analogía, la estación inicial de un largo camino por delante.
De las urgencias coyunturales…
Sin duda la imagen mediática de estas últimas semanas es repetitiva y recurrente. No tanto en nuestro país, pero en el mundo globalizado. Grandes masas de personas desesperadas que abandonan sus lugares de origen en busca, ya no de un futuro mejor: simplemente, de un futuro. Porque en sus países, el presente es equivalente a la nada, a la muerte, al sufrimiento perpetuo. Hasta hace esas pocas semanas (las caravanas de madres centroamericanas en búsqueda de sus hijas e hijos desaparecidos ya llevan varios años ocurriendo, pero la primera de las caravanas de este tipo salió de Honduras el día 13 de octubre de 2018), la migración indocumentada que atravesaba nuestro país, y que no es sólo centroamericana pues una parte importante de México comparte cercanías territoriales y simbólicas con nuestras hermanas y hermanos al sur del Suchiate, elegía hacerlo en pequeños grupos que pasaban ampliamente desapercibidos, sólo visibles para pedir algunas monedas para comer y seguir adelante, o en los alrededores de los albergues. Hormigas unidas en una sola dirección, como un mismo cuerpo, protegiéndose de los peligros no escondiéndose, sino mostrándose. La emergencia migratoria, el éxodo colectivo y (des)organizado, muestra un cambio de paradigma en el accionar de la migración indocumentada: frente al proyecto individual, el tránsito colectivo. De la invisibilidad a la omnipresencia. De mendigar recursos, a la exigencia de derechos. Frente al silenciamiento, la voz alzada. A la primera caravana le siguió una segunda, una tercera, una cuarta… con el objetivo de llegar a como diera lugar hasta la frontera con EUA, desesperados del presente pero con esperanzas en el futuro. Una especie de sudestada, ese viento huracanado del sur que avanza imparable encarnado en los cuerpos sureños de quienes ya no tienen nada porque les arrebataron todo, que seguirá avanzando y desafiará cualquier muro que trate de negarles lo que consideran (con motivos) les pertenece: el derecho a una vida mejor. Podrán frenar una caravana, pero será muy difícil que logren detener los éxodos.
No creo que el racismo o la xenofobia sean características principales de la población mexicana, al menos no de una forma preocupante. Pero avivadas por la desinformación, con rienda suelta y anonimato de las redes sociales, los prejuicios, los mitos constitutivos de la persona migrante como chivo expiatorio de los problemas internos, de las élites acomodadas, y de los malos gobiernos, terminan por prevalecer. Aunque la historia y los análisis los invaliden, los miedos son libres y frecuentemente utilizados para moldear el nada común sentido de la opinión pública. Las urgencias consiguen desarbolar cualquier capacidad/posibilidad de entendimiento, y la velocidad de los hechos, cualquier análisis. La academia, los intelectuales, no tenemos la habilidad (y en casos, ni siquiera la disposición) de responder con la rapidez y la flexibilidad que sí tienen las organizaciones sociales que acompañan con sus cuerpos el caminar de las personas migrantes. Entre que pensamos qué hacer, cómo hacerlo, si es correcto, con qué términos/conceptos, y resolvemos los debates y planes entre pares disparejos, se puede decir, con todo sentido simbólico, que cuando nos decidimos a saltar al tren este ya está dos estaciones por delante.
…a las importancias estructurales
Y no es que lo que ocurre en la Frontera Norte, una vez que atravesó todo el país y sacó lo mejor y lo peor de nosotros mismos, no sea poco importante. Pero se presenta con un sentido de mayor urgencia. Pero en cierta manera, esos éxodos son la cabecera de un tren cuyas vías por las que transita nos llevan al otro extremo del país, a la Frontera Sur.
Porque casi a la par que las caravanas empezaban a atravesar México, en la Frontera Sur el proyecto del Tren Maya adquirió velocidad vertiginosa, tanta que más que proyecto consolidado parecía que viéramos una lluvia de ideas en continua reconstrucción. El 18 de octubre (¿recuerdan? El mismo día que inició la primera Caravana Migrante desde Honduras) se anunció que no habría consulta nacional: ¿para qué si tenían el aval de 30 millones de votos en la elección presidencial?. Eso sí, se buscaría el apoyo de las comunidades indígenas de la región. Y las obras comenzarían tan pronto como el mismo mero 1 de diciembre. El 8 de noviembre, FONATUR corrige: sí habrá consulta nacional, también indígena, pero se llevarán a cabo hasta finales de enero de 2019. Apenas 4 días más tarde, AMLO anuncia que serán el 24 y 25 de noviembre de 2018 (apenitas un mes más tarde) cuando se realicen ambas consultas, la nacional y la indígena, con respecto al Tren Maya, el Tren Transpeninsular, la refinería de Boca del Río, y 7 planes sociales de alcance nacional. Y en un giro final de último momento, se decidió realizar sólo la consulta «ciudadana», dejando para el 2019 la que habrá de ser la buena y definitiva, la consulta indígena y peninsular; además de reconocer que hasta el momento ni hay presupuesto, ni plan estratégico, ni estudios de impacto, y que entonces entre 2019 y 2020 se dejarían todos estos asuntos resueltos y el tren en marcha.
En medio de este galimatías que cambia a diario, con el gallinero revuelto y los académicos y la sociedad civil como pollos sin cabeza, un mensaje claro y rotundo de las manoseadas comunidades mayas, que no se han cansado de repetir (aún rodeadas de oídos sordos), que con consulta o sin consulta, ellas no quieren ningún tren en cuyo planteamiento no hayan participado desde el inicio. Y lo cierto es que como siempre, nunca su opinión ha resultado muy importante para sus interlocutores. Sus nociones de buen vivir, de lo que hay que hacer con la tierra, con los recursos, con los animales, forman parte de una cosmovisión en conflicto con las visiones dominantes de desarrollo durante los últimos 5 siglos. Y es justamente desde esa cosmovisión que les permite mantenerse al margen de esta confusión y firmes en sus postulados, que se plantean las preguntas más pertinentes, aquellas cuya respuesta debería prevalecer al planteamiento de semejante proyecto.
– ¿De dónde se sacará el agua para mantener un complejo turístico que pretende atraer 3 millones de turistas al año?
– ¿Qué va a pasar con las formas de vida que dan equilibrio al territorio cuando cambien los derechos de uso de la tierra?
– ¿Cómo se evitará el desplazamiento, el despoblamiento, y la migración masiva a las ciudades-espejo que surgirán en las periferias de los complejos turísticos?
Y son preguntas profundamente importantes, que nosotros desde la academia socialmente consciente, comprometida y responsable, debemos ayudar a esclarecer, complementándola con otras cuestiones que también son pertinentes, difíciles de contestar y con soluciones no tan inmediatas.
– ¿Cómo se relaciona y funcionará la integración entre el Tren Maya y los otros grandes megaproyectos en la región, tanto maquileros (Zonas Económicas Especiales) como del neoextractivismo verde (eólicas, solares, turismo)? Porque el Tren no habrá de servir sólo para turismo, y por ende ni los costos ni los beneficios pueden restringirse a este rubro.
– ¿De qué formas se reconfigurarán las diversas movilidades de la región, considerando que aquellos éxodos urgentes es posible que sigan ocurriendo, y que México va en camino de convertirse en Tercer País Seguro, es decir, el tapón o país-frontera de EUA con Centroamérica?
– Qué implicaciones tendrá la próxima Cumbre Mundial de Migraciones a celebrarse en Marruecos en diciembre, en la cual se plantea globalizar la noción de «migración legal, ordenada y segura» que está detrás del Plan Frontera Sur, y donde el nuevo equipo de gobierno de México plantea presentar un Programa de Migración de alcance regional?
Los contextos de hoy día muestran la efervescencia de un mundo cuyas transformaciones y derivas están en momentos críticos. El tablero geopolítico de nuestro continente se encuentra en reconfiguración permanente, y nuestro país se encuentra ante una oportunidad histórica de reconciliación nacional y regional. El espíritu de la «4ª transformación» sin duda constituye un horizonte no sólo deseable sino impostergable, y en franca oposición al cariz que está tomando nuestro continente (de Trump a Bolsonaro). También es una promesa electoral que debería dejar de ser, como habitualmente, papel mojado. Las coyunturas tanto al norte como al sur, y que atraviesan todo el país, nos ofrecen una oportunidad y un reto de articulación de esfuerzos, de unidad y colaboración entre sociedad, academia, movimientos sociales e indígenas, no para que ningún sector prevalezca, sino para avanzar juntos, para encontrar lenguajes que nos unan en el objetivo común: una verdadera transformación de México.
No mantenemos a priori una postura reaccionaria o en contra, ni que busque debilitar al nuevo gobierno, todo lo contrario: fue justamente este nuevo gobierno el que hizo un llamado a la unión y coparticipación con un renovado sistema político. Entonces pedimos, ni más ni menos, coherencia y respeto a la palabra. Y ofrecemos nuestros conocimientos, el esfuerzo y el compromiso. Coparticipación, construcción colectiva, vigilancia permanente, inclusión, resarcimiento de las heridas y deudas históricas del colonialismo, la colonialidad y los imperialismos con los pueblos originarios y las personas más vulneradas y vulnerables. Colaborar para superar los problemas históricos y estructurales de México a través de un cambio real y drástico de paradigma: todos los Méxicos y todas sus personas resonando unidas y en armonía como pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Desalojando a las mafias del poder que viven también en nuestros propios seres.
Sergio Prieto Díaz, migratólogo, CONACYT-ECOSUR
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.