El maniqueísmo de los intelectuales kirchneristas agrupados en Carta Abierta se hace patente en su nueva Carta 16, publicada hace unos días, «Encrucijadas del futuro«. Allí, todo (el relato) se polariza en defensa del gobierno nacional: por un lado estarían los empresarios, los organismos internacionales y los medios masivos; y, por el otro, un gobierno […]
El maniqueísmo de los intelectuales kirchneristas agrupados en Carta Abierta se hace patente en su nueva Carta 16, publicada hace unos días, «Encrucijadas del futuro«. Allí, todo (el relato) se polariza en defensa del gobierno nacional: por un lado estarían los empresarios, los organismos internacionales y los medios masivos; y, por el otro, un gobierno «popular». Mientras se apela a «todos aquellos que, más allá de críticas y diferencias, reconocen los logros de la década transcurrida y quieren asegurar la continuidad de la expansión de derechos y las profundas transformaciones de estos años», se admite «la creciente extranjerización de la economía, la concentración de la producción y el comercio exterior en pocas firmas y la fuerte propensión a importar de la industria». ¿En qué quedamos: hay «profundas transformaciones» «de signo popular» o «creciente extranjerización de la economía» nacional? Afirmaciones así, negadas por la misma realidad que no tienen más remedio que reconocer en el mismo texto, abundan.
Para Carta Abierta «el Gobierno sigue dando señales claras de un rumbo asociado a la defensa de los intereses populares», al contrario de, por ejemplo, la política bonaerense, donde hay «drásticas ampliaciones de la fuerza policial» y una «ocupación territorial». Se insinúa así una crítica a Massa, a Scioli y a su «sheriff» Granados… ¡pero nada no se dice del secretario de Cristina Kirchner, Berni! El secretario de Seguridad Berni hace lo mismo que su par bonaerense: militariza (ocupa) el territorio donde haya cualquier lucha obrera y popular: «satura» con gendarmes, policías, perros y helicópteros cuando hay huelgas, manifestaciones y/o piquetes, siguiendo la política que indicó la misma presidenta en la apertura legislativa del pasado primero de marzo, cuando pidió una «ley anti-piquetes», concitando el aplauso rabioso de la bancada del Pro. Más patético se hace el discurso de la Carta 16 cuando hablan contra los «paladines de la guerra contra el delito», asociando su política derechista «securitaria» a los Estados Unidos: ¡estos intelectuales pretenden ignorar que la «ley antiterrorista» pedida por la Embajada yanqui fue impulsada y votada por la mayoría parlamentaria kirchnerista! (¿Será necesario agregar que esta ley votada por los K no rumbea hacia «la defensa de los intereses populares»?)
El maniqueísmo cartaabiertista dice que «el Plan Progresar, la ley para reducir el trabajo informal y el significativo aumento de la AUH, hacen a la identidad más profunda del kirchnerismo». Nada dicen de las condiciones de trabajo y superexplotación de la juventud trabajadora, de que la clase obrera padece en un 35% de empleo «en negro», que la mitad cobra menos de 6.000 pesos mensuales y que las paritarias no son «libres»: tienen «techos» impuestos por la burocracia sindical y la tutela estatal, siempre por debajo de la inflación -lo que permitió que todos estos años los empresarios, nativos y extranjeros, se la sigan «llevando en pala»-. Ni que el «significativo aumento de la AUH» ya fue «comido» por la inflación de fines del año pasado y comienzos de 2014, con la fuerte devaluación (según la Carta 16) «obligada», del 20% en enero… realizada por el Banco Central. Y ni hablar de los cientos de suspensiones (y despidos) que se suceden en sectores de la industria.
Se podrían seguir enumerando (y discutiendo) los postulados (y las omisiones) de la Carta 16, pero finalicemos destacando uno: dice la misiva que el kirchnerismo se basa «en una estructura de poder conformada por gobernadores, intendentes y dirigentes sindicales de la que resultaría difícil prescindir»; y que por ello «aunque parezca paradójico, es necesario preocuparse tanto por la consolidación del peronismo que apoya a CFK como por asegurar la más amplia unidad popular en torno del gobierno nacional». En otras palabras: no nos gustan Scioli ni Massa, pero podríamos aceptar a Randazzo (que hace su «revolución ferroviaria» en base al trabajo precario, «tercerizado»), a Domínguez (de buenas relaciones con la burguesía rural y el Vaticano) o Urribarri (uno de los tantos gobernadores «K» que premió con aumentos «salariales» a la policía del gatillo fácil cuando se amotinó a fines de 2013).
Así como el kirchnerismo fue (y es) la pantalla del viejo aparato de poder del PJ (barones del conurbano, gobernadores, burocracia sindical, policías), Carta Abierta es una pantalla discursiva/escrita del actual gobierno. La «paradoja» del «progresismo» apoyando (y «disfrazando») al peronismo…
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