Miles de migrantes de Centroamérica en caravana han hecho visible política y socialmente la violencia estructural y violación sistemática a sus derechos humanos que viven cotidianamente, sin que los gobiernos atiendan las causas ni las necesidades básicas de sobrevivencia. Estos son algunos de los motivos que les obligó a huir de sus países, sólo con […]
Miles de migrantes de Centroamérica en caravana han hecho visible política y socialmente la violencia estructural y violación sistemática a sus derechos humanos que viven cotidianamente, sin que los gobiernos atiendan las causas ni las necesidades básicas de sobrevivencia. Estos son algunos de los motivos que les obligó a huir de sus países, sólo con lo que llevan a cuestas y a padecer las inclemencias de un largo viaje rumbo a un destino incierto. Así, van huyendo de la violencia criminal e institucional capitalista, la violencia de Estado y la violencia patriarcal. Avanzan desafiando la amenaza de policías y militares que resguardan las distintas fronteras, cual si se tratara de una guerra contra las y los miserables y condenados de la tierra.
La solidaridad con las hermanas y los hermanos migrantes que padecen hambre, sed, enfermedades y agotamiento, se ha expresado a su paso por parte de miles de personas que les han acompañado con víveres, agua y ropa para mitigar su hambre, su sed y las inclemencias del clima. Impulsar todas las acciones de apoyo y solidaridad por pueblos y ciudades, donde van pasando, es una tarea que nace de la conciencia social de no dejarles en soledad. Esta solidaridad de los pueblos va evitando que las enfermedades se agudicen y que sean menores los factores de riesgo, que de por sí están padeciendo. Así, el paso de las caravanas va tocando el corazón solidario de quienes comprenden que hoy son mujeres, hombres, personas sexo disidentes, jóvenes, adolescentes, niñas y niños quienes están en medio de una tremenda crisis humanitaria de migración forzada. Y va quedando claro, también, que estas caravanas son solamente la expresión concentrada de lo que viven cerca de 250 millones de personas que se ven forzadas a migrar en cualquier rincón del planeta.
La primera gran caravana que inició en Honduras, en octubre de este año, formada por miles de personas, casi la mitad por mujeres, niñas y niños, pasó por la Ciudad de México y ahora continúa su movilización hasta la frontera norte con Estados Unidos. Luego de superar los obstáculos de la violencia policiaca en la frontera sur de México, las amenazas y asaltos de que son víctimas por parte de grupos criminales, de la desaparición de un centenar a manos de grupos armados, de extorsiones de todo tipo y de una campaña de odio xenófobo y discriminación racista promovida y estimulada por el gobierno estadounidense de Donald Trump y los sectores de derecha. Quienes alimentan ideologías reaccionarias y fundamentalistas a través de múltiples medios de comunicación, estimulando prejuicios, temores y rumores que proliferan como parte de la ideología dominante; la cual penetra incluso entre sectores populares que abrevan en el individualismo egoísta y la competencia enajenada que obnubila el conocimiento de la realidad.
Lejos de quienes piensan que la caravana es un gran montaje mediático y producto de una operación orquestada, denunciamos las condiciones económicas, políticas, de inseguridad, asesinato, feminicidio y desaparición crecientes en Honduras, que han provocado esta creciente migración organizada. De igual forma, denunciamos la miseria y el desempleo generados por las políticas neoliberales y la represión sistemática de un gobierno instaurado con la dictadura militar, que dio un golpe al gobierno tímidamente progresista de Manuel Zelaya, en 2009. Esto aunado a los altos niveles de violencia criminal que existe en ciudades hondureñas, como San Pedro Sula, considerada la ciudad más violenta de toda América Latina. Todas estas son las causas inmediatas de la actual migración forzada.
Las otras caravanas en camino, provenientes de El Salvador y Guatemala también muestran que las condiciones terribles de sobrevivencia, como en amplias regiones de México, llevan a un grado de desesperación a miles de personas que no ven otra perspectiva más que aferrarse a una posibilidad de mejorar huyendo de sus países. Aunque sin seguridad alguna, sobre todo por las políticas racistas, xenófobas y discriminatorias que lleva al gobierno de Trump a militarizar la frontera con México con soldados fuertemente armados, con grupos de civiles también armados, racistas, supremacistas de ultraderecha y fundamentalistas, quienes ya han cometido crímenes atroces contra migrantes latinoamericanos.
Hasta ahora, son más de tres caravanas, que suman más de 10 mil personas, quienes han decidido atravesar México en estos días con el objetivo de llegar a Estados Unidos; y todo indica que más personas se sumarán a dicho objetivo. Aunque debemos recalcar que este desplazamiento forzado lleva muchos años sucediendo, pero de manera clandestina. Así, según cifras oficiales, tan sólo de enero a septiembre de 2018, se registró a más de 41 mil hondureñas y hondureños que transitaron por México, aunque la gran mayoría ya ha sido deportada por el gobierno mexicano.
La novedad ahora es que en vez de esta migración «hormiga», permanente y a la larga más numerosa, se trata ahora de una migración colectiva, masiva, que se acompaña para enfrentar juntos los grandes riesgos y peligros de asesinato, feminicidio, violencia sexual contra las mujeres y desaparición que significa cruzar México; lo cual, cabe destacar, desde hace más de una década, llevó a familias y madres de personas migrantes centroamericanas desaparecidas en el territorio mexicano a organizar un movimiento internacional para su búsqueda. Por tanto, la actual movilización colectiva, masiva de amplios sectores de los pueblos centroamericanos es un escape, una huida, de las catastróficas condiciones impuestas por el capitalismo en la región y la extrema violencia que ha desatado. Es una respuesta social que ha decidido cambiar dichas condiciones, para andar conjuntamente un largo y peligroso camino en búsqueda de una vida digna.
Ante esta situación, las amenazas de Trump no hacen más que alentar un ataque o confrontación en la frontera con México. Consideramos que tanto el gobierno federal mexicano saliente, como el entrante, tienen la obligación de garantizar el respeto de los derechos humanos de las y los migrantes a su paso por el país, y les hacemos responsables de no garantizarles su derecho a la libertad de tránsito y sus derechos humanos, además de protección, seguridad, atención médica o transporte en su tránsito por México.
Por una alternativa anticapitalista y la solidaridad social y política con las y los migrantes
Ante esta grave crisis humanitaria, la única respuesta efectiva es rechazar la consideración como «problema» de la migración y satisfacer las necesidades sociales de millones de mujeres, hombres, personas sexo diversas y población infantil, migrantes y «nativos». Exigimos que los países más ricos sean países den acogida, como ya lo son otros países del mundo.
Exigimos el derecho a migrar, a tener libertad de movimiento, tránsito y residencia. Como internacionalistas exigimos los derechos humanos de todas las personas para poder vivir dignamente y gozar de todos los derechos políticos y sociales del país en el que residan. La reforma constitucional sobre derechos humanos aprobada en México en 2011 establece precisamente que se reconocen estos derechos no solamente a la población mexicana, sino también a población extranjera residente en México o de paso por el país.
A su vez, la migración debería ser una opción libremente adoptada. Sin embargo, millones de personas son forzadas a migrar para escapar de la miseria, la pobreza, la misoginia, la homofobia, transfobia, la guerra, ecocidio, crisis ecológica, la falta de perspectivas, etc. Todas las personas deberían gozar de plenos derechos, incluido, pero no exclusivamente, el derecho de asilo de quienes huyen de la guerra y la persecución.
Apoyamos la auto organización y las luchas de las migrantes y los migrantes, empezando por sus reivindicaciones específicas y particulares, pero buscando construir los lazos necesarios con las cuestiones de clase, género y contra la discriminación racista y mostrando cómo esto es un único proceso interconectado. Asumimos las experiencias de mutualismo entre la clase explotada y discriminada y sus luchas comunes, ya sea construyendo luchas sociales y sindicales que incluyan a trabajadoras y trabajadores de todo tipo o a través de proyectos colectivos, como proyectos de vivienda autogestionada, cooperativas, asociaciones de solidaridad y grupos informales de ayuda mutua económica y social.
Como internacionalistas consideramos que la migración libremente decidida y el mestizaje de las poblaciones son positivas para las sociedades. Construir lazos entre movimientos populares y sociales de los países de procedencia y de los de acogida es una parte vital del desarrollo de movimientos sociales de resistencia al capitalismo, lazos que apuntan las posibilidades de un nuevo mundo basado en la sororidad, solidaridad y ayuda mutua.
Porque ningún ser humano es ilegal, fortalezcamos la solidaridad y la lucha internacionalista con las personas migrantes que hoy están en el camino.
¡Basta de racismo y xenofobia!
Sororal y solidariamente
Por un gobierno obrero y campesino
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