Dice Don Norman, autor de The Design of Everyday Things, citado en GigaOM, que: Most people would say «we’re the users, and the product is advertising», but in fact the advertisers are the users and you are the product. Decíamos hace tres años en La vida privada como producto (y lo incluimos en La sociedad […]
Dice Don Norman, autor de The Design of Everyday Things, citado en GigaOM, que:
Most people would say «we’re the users, and the product is advertising», but in fact the advertisers are the users and you are the product.
Decíamos hace tres años en La vida privada como producto (y lo incluimos en La sociedad de control) que:
la historia del capitalismo indica que toda nueva revolución comercial se ha cimentado convirtiendo en productos industriales producidos y comercializados en serie y de forma masiva objetos que hasta ese momento eran fabricados de forma artesanal. Así sucedió con la revolución textil en Flandes y con la invención de los transportes masivos de pasajeros (sobre todo el ferrocarril) en la Inglaterra del siglo XIX. Henry Ford convirtió, a su vez, el transporte individual en producto industrial fabricado en serie y, más tarde, la industria de los electrodomésticos nos creó la necesidad de toda clase de pequeños aparatos que hacían las tareas que anteriormente se hacían a mano. Por último (hasta ahora), la industria del entretenimiento hizo de nuestro tiempo libre un objeto de negocio.
Tal como están las cosas, la próxima revolución comercial no podría más que convertir en objeto de mercadeo lo único que aún no ha sido invadido: nuestra vida privada.
No pasa nada, no es ni mejor ni peor. Se trata, tan sólo, de ser conscientes de ello. Quizá exigiríamos a ciertos servicios una recompensa mucho mayor de la que ofrecen a cambio de todos nuestros datos. O quizá más personas buscarían alternativas.