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«No Fire Zone», relato sobre el genocidio del pueblo tamil

Fuentes: Rebelión

Recientemente hemos recorrido varios países latinoamericanos para presentar una película, «No Fire Zone. Los campos asesinos de Sri Lanka», sobre los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad perpetrados contra el pueblo tamil en la isla de Sri Lanka. La película muestra una realidad muy cruda con testimonios y material videográfico que se están […]

Recientemente hemos recorrido varios países latinoamericanos para presentar una película, «No Fire Zone. Los campos asesinos de Sri Lanka», sobre los crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad perpetrados contra el pueblo tamil en la isla de Sri Lanka.

La película muestra una realidad muy cruda con testimonios y material videográfico que se están utilizando como pruebas para plantear una acusación de esos crímenes contra el gobierno de Sri Lanka. Las imágenes que aparecen no tienen parangón. Las barbaridades cometidas de manera sistemática y planificada por las fuerzas armadas de Sri Lanka hacen avergonzarse de pertenecer al género humano: bombardeos masivos de población civil, asesinatos de personas apresadas, violaciones en masa, desapariciones forzadas, torturas, incluso contra niños y cualquier atrocidad imaginable. Son imágenes grabadas por las propias víctimas, por trabajadores de agencias internacionales e incluso por los propios perpetradores vanagloriándose de sus execrables actos.

Inicialmente se hace un repaso de los antecedentes del conflicto: la herencia colonial que otorgó el control absoluto de la isla a la mayoría cingalesa desposeyendo de derechos al pueblo tamil; la opresión y las masacres sistemáticamente planificadas; la represión de su cultura; la resistencia pacífica inicial y la resistencia armada posterior. Y sobre todo hace hincapié en la última fase del conflicto armado, en mayo de 2009, en el que decenas de miles de tamiles fueron asesinadas de manera planificada por las fuerzas armadas de Sri Lanka. Cabe destacar la inhumana táctica utilizada por el estado de Sri Lanka para masacrar a la población tamil. Declaró supuestas zonas protegidas del fuego del ejército, las llamadas «No Fire Zones» que dan título a la película, para concentrar a la población en ellas haciéndola creer que estaría segura. Inicialmente fue una primera área supuestamente protegida dónde la población fue buscando refugio. Fueron bombardeados sin piedad. Continuando la huida se refugiaron en una segunda «No Fire Zone», una estrecha franja de arena en la costa este de la isla, en un lugar llamado Mulivaikal. Tras dos meses de asedio, el ejército perpetro la masacre final de la guerra provocando más de cien mil muertes.

Una vez rendidas las fuerzas insurgentes, comenzaron las ejecuciones sumarísimas, las violaciones, las desapariciones forzadas y la reclusión de la población en campos de detención. Muchas personas aun permanecen detenidas o en paradero desconocido. A pesar del paso de los años hoy aun continua la represión, y el miedo y el silencio es la tónica en la región tamil, el norte y este de la isla.

Con la gira realizada por varios países de Latinoamérica hemos buscado dar a conocer lo sucedido en la isla de Sri Lanka y recabar apoyos para pedir la creación de un proceso internacional de justicia, verdad y reparación para las víctimas.

El gobierno de Sri Lanka ha intentando por todos los medios, convencer al mundo de que se trata de un asunto doméstico que puede resolver sin presencia internacional. Sin embargo jamás podrá hacerse justicia si los perpetradores hacen de jueces. Las víctimas jamás podrán confiar en sus victimarios para que se haga justicia. No se atreverían a declarar por miedo a las represalias.

Los Estados Unidos y el Reino Unido apoyan una posición de consenso con el Gobierno de Sri Lanka y la única que ese gobierno acepta es la creación de una comisión de carácter nacional para investigar y juzgar los crímenes cometidos.

Desde Latinoamérica a veces se ha interpretado la petición de un proceso internacional como una injerencia en los asuntos internos de un estado soberano. Sin embargo, en este caso estamos hablando de la defensa de un pueblo y miles de víctimas de un estado que no les reconoce y que planificadamente ha intentado y sigue intentando eliminarles como grupo y como individuos.

La recepción en todos los encuentros con organizaciones de DDHH y movimientos sociales en los países que hemos estado (Argentina, Paraguay, Bolivia, Brasil y México) ha sido muy positiva y de profunda compresión. Los pueblos latinoamericanos cuentan con una historia de represión y masacres que les hace más sensibles en estos temas. Además, en los últimos años están llevando a cabo una labor ingente para hacer justicia con las víctimas y sus familiares, y juzgar y condenar a los criminales.

Por parte de los responsables gubernamentales de DDHH también hemos encontrado apoyo moral, pero las posturas de sus delegaciones diplomáticas en Naciones Unidas no han sido las mismas. Aduciendo políticas de no injerencia e intereses nacionales, han transigido en no incomodar al gobierno de Sri Lanka y han supuesto una decepción para las víctimas, que ponían todas sus esperanzas en el apoyo a un proceso internacional por la comunidad internacional.

Es imprescindible entender que en el conflicto de Sri Lanka, que el Tribunal Permanente de los Pueblos consideró un genocidio contra el pueblo tamil, no cabe otra salida que un proceso judicial internacional que de voz y asegure justicia a las víctimas. Es la única posibilidad para garantizar que acontecimientos tan terribles no se repitan en Sri Lanka o en cualquier otro lugar del mundo.

El pueblo tamil y las víctimas insisten en que necesitan, quieren, merecen y exigen verdad y justicia. Es labor de todos ayudarles en ello.

www.nofirezone.org

www.ptsrilanka.org

Gontzal Martinez de la Hidalga, Miembro de Komite Internazionalistak del País Vasco, Colaborador con el Tribunal Permanente de los Pueblos sobre el genocidio tamil en Sri Lanka.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.