Nos vencen nuestras contradicciones, no nuestras convicciones. …el peor enemigo, uno mismo. (…) Lo que cuenta es lo que nos une: la solidaridad. Casado, Besteiro y demás, anunciando acuerdos con Franco y los suyos para convencer a la población dan el golpe contra el gobierno legítimo y entregan Madrid. Franco nunca firmó ningún acuerdo ni […]
- Nos vencen nuestras contradicciones, no nuestras convicciones.
- …el peor enemigo, uno mismo.
- (…)
- Lo que cuenta es lo que nos une: la solidaridad.
- Casado, Besteiro y demás, anunciando acuerdos con Franco y los suyos para convencer a la población dan el golpe contra el gobierno legítimo y entregan Madrid. Franco nunca firmó ningún acuerdo ni dio pie a pensar en eso. Los quintacolumnistas infiltrados en los puestos más altos de decisión estuvieron durante toda la guerra al lado de los que dieron el último golpe y acabaron con la República, para eso se trabajaron a éstos hasta ofrecerles el contacto definitivo con los fascistas. Para más INRI, como muestra de su disposición hacia el fascismo, les entregaron las listas que pudieron robar a los partidos, sindicatos y demás, con todos los datos disponibles de los sindicalistas y militantes que resistían, sobre todo los de los comunistas. Blanco Escolá dice que las listas entregadas sumaban unos 10.000 antifascistas. El argumento de peso con el que justificaban su acción criminal al referirse a los fascistas era: «son españoles como nosotros». Era la muestra palpable de contra quien se defendían, quién era su enemigo, cuál era su pensamiento sobre España. Su argumento se ampliaba justificándose en lo dicho por alguna prensa inglesa (siempre colaboradora de Franco por los grandes intereses económicos británicos en la Península) sobre el comportamiento que calificaba de «razonable» por parte de los fascistas en el territorio que iban ocupando. En base a ese argumento alentaban a la población a rendirse, conectando así con la propaganda fascista: «quien no tenga las manos manchadas de sangre no tiene nada que temer». Éste era el lema fascista; el de los nuevos golpistas era: entregándolo todo salvamos vidas humanas.
- La contestación la dio la Historia.
- En la novela de Max Aub, «Campo de Almendros», última novela de la serie «El laberinto mágico», en los últimos momentos del Madrid republicano un personaje hace una premonición: «Si rinden lo que queda de España, (…) no quedará nada en tres o cuatro generaciones. Hasta de vergüenza callarán».
- Así ha ocurrido. Los responsables políticos de ese episodio y sus sucesores, lo han enterrado. Hay fotografías en las que se ve a los militares que entregaron la ciudad de Madrid a los fascistas, yendo al encuentro de estos mientras saludan su entrada con el brazo en alto y la palma de la mano extendida.
- La primera parte de la novela la encabeza una frase que manifiesta el dolor de Max Aub a la hora de ponerlo todo por escrito. «¡Oh, quien no supiera escribir!» Baltasar Gracián. Agudeza y arte del ingenio.
- La segunda parte tiene en su entrada otra frase que sabemos se ha cumplido: «Muchos hay que no ven estas verdades, porque viven en tinieblas, y las padecen mucho mayores que las padecían los gitanos», (Exod., cap.10) que les duraron tres días, y hay muchos a quienes les duran cincuenta años.» Miguel de Mañara Vicentelo de Leca. Discurso de la verdad (XVI).
- «Campo de los almendros» se centra fundamentalmente en lo sucedido en el puerto de Alicante, al que fue la gente a esperar la llegada de los barcos que les prometieron para salir de la España derrotada por el fascismo, y, cómo los fascistas crearon el campo de concentración en el paraje denominado Los almendros, con quienes no pudieron escapar, y lo que hicieron con ellos.
- Además de eso, Max Aub reflexiona sobre la labor de la literatura, sobre cómo trabajar una novela, sobre lo que quiere contar y cuáles son las formas en que se ha escrito y de las que él dispone, por ejemplo en un pasaje expone: «Para narrar una historia nada más absurdo que intentar seguir exactamente los sucesos según la hora en que acontecieron; no hay un solo personaje -sin eso no sería una novela- que viva a la misma hora que otros. La manera tradicional de relatar es, tal vez, la más falsa; sin embargo, quizá por inepto, la adopté. Mucho tiempo -años y años- pensé escribir esto de Alicante como obra de teatro, porque pocas veces se dieron hechos históricos tan aparentemente fáciles de ligar con tan ilustre procedimiento: unidad de acción, lugar y tiempo. Pero no era suficiente para determinar una tragedia representable; dibujé decorados, pero no cupo lo deseado; de hecho tampoco caben en el teatro mis otras tragedias, que, por eso, no se han representado.»
- Tras narrar lo ocurrido en los últimos momentos de Madrid, sigue a sus personajes en la huida y se mete con ellos en la explanada del puerto alicantino. Asiste a la rendición, a los suicidios, a la espera de los barcos; allí, entre la multitud, consiguen encontrarse un hombre y una mujer, la pareja protagonista que a lo largo de la guerra se han ido encontrando y separando debido a sus obligaciones con la lucha antifascista. Y aquí se ven, en el puerto de Alicante para no volverse a separar. Esperan entre la multitud rodeada por los fascistas italianos la llegada del barco prometido. El autor contempla a esa mujer, calcula la diferencia de edad y se declara enamorado de ella; pero cuando piensa en España, en lo que había sido y era entonces España, dice que la tiene en su interior, que le rompe por dentro, que se siente implicado en ella.
- II
- Noche del 30 al 31 de Marzo de 1939, es la última parte de esta novela, y aquí el autor confiesa su pena, su dolor y su intento por contar lo sucedido, y cree que quizás ya no interese más que a unos pocos. Quizás, ha pensado alguna vez, sus libros, la historia contada por él a través de sus novelas, no le interesan a nadie; piensa si serán como el discurso de Juanito Valcárcel sobre la importancia de la lucha en defensa de la República, la necesidad de la revolución para terminar con la corrupción, con la aristocracia, con los que arman a unos ciudadanos contra otros, para terminar con la conjura urdida desde el extranjero para acabar con el Gobierno legítimo de la República, ese discurso que hace ante la multitud recogida en el puerto de Alicante a la espera de que lleguen barcos que los salven del fascismo. En plena derrota la gente escuchaba en silencio, ese silencio que manifiesta el mismo deseo pero también la incapacidad y una emoción arrasadora. Se equivocaba Max Aub creyendo en su destierro que a nadie interesaría lo que contaba.
- Por lo que se refiere a su relación con España, desde su exilio, nos dice que vive «…alargando una esperanza».
- Tras este apartado reflexivo Max Aub continúa en el puerto de Alicante: la multitud republicana rodeada de fascistas espera la llegada de los barcos. Se aproximan hasta cuatro barcos y aunque solo uno atraca, la alegría entre los que esperan es inmensa; pero al poco quedan paralizados al ver cómo los cañones de este se vuelven hacia ellos, y escuchan que del barco salen los sones de la Marcha Real, y ven que en él se iza la bandera monárquica, y a las bocas de los cañones y a las ametralladoras les quitan las fundas.
- Rapiña sobre los vivos y los muertos, es el botín de los soldados fascistas. Separación de hombres, mujeres y niños, campos de concentración y fusilamientos. La generación de españoles más dispuesta al progreso, al conocimiento caía bajo las armas de los más retrógrados, de los más atrasados en la Historia, de los que gritaban y llevaban como un emblema «Muera la inteligencia», firmado Millán Astray, o el «Abajo la funesta manía de pensar», de Cervera.
- Termina la segunda parte con cartas de presos y un soliloquio.
- Hay en la tercera parte, además de las vidas en el campo de concentración «Campo de los almendros», unas páginas de un escritor al que han asesinado los fascistas. En ellas se pregunta por el valor del arte y su relación con la política, y su visión de la condición personal que se debe dar para escribir una novela: dejar de ser. Y cartas y más cartas porque ya no hay más que la distancia; las interceptan los fascistas y siembran el hambre. Cae en el libro un documento en el que se vierten las normas por las que deben llevarse a cabo las detenciones, así como un impreso que deben rellenar los jueces. Sabemos lo que pasa en numerosos pueblos de Alicante, Valencia, Murcia; Elche, Dolores, Burriana, Carral, Albatera, y leemos las «sacas» de los presos para fusilarlos, o la labor de las llamadas «comisiones»: la «gente de bien», terratenientes, curas, empresarios y acólitos, acudían en «comisión» al campo de concentración o a la cárcel, hacían salir a los presos que eran del lugar del que venían los comisionados y denunciaban a los que conocían por haber trabajado para ellos, por saber a qué partido o sindicato pertenecían o por haber participado en alguna actividad política o social.
- Un último que interviene le dice al escritor: «Lo que usted tendría que escribir es lo que pasó en la Cárcel de Mujeres, porque eso no lo escribirá nadie»; y cuenta la historia de una chica de 18 años que en la cárcel asistida por monjas le hicieron cantar el Ave María para fusilarla. Cuenta de aquellas que las azotaban con látigos: «Les arrancaban las pestañas, los dientes, las uñas. A una muerta de hambre, le dieron de comer puro bacalao; estaba sentada en una silla, atada, y luego le pusieron en una mesa un jarro de agua. Y luego le pusieron un litro de aceite de ricino. ¿Me entiende? Un litro. Y después de una patada, la silla a tierra.» El escritor concluye: «En el último año de la guerra nosotros no fusilamos a nadie. Ellos, después de la guerra siguieron matando como al principio.» Sus últimas palabras son para lamentar que la gente olvide o pueda olvidar y concluye: «Y lo que le he dicho de esa niña de Alcira, la que cantaba tan bien, la que les cantó el Ave María a las monjas antes de que la fusilaran… se llamaba Amparo, como la Virgen. Era mi hija.»
- Volviendo al momento actual: ¿Dónde está la Ley de la Memoria Histórica prometida para éste año por el Gobierno? ¿Dónde está la mínima justicia prometida sobre lo ocurrido hace 70 años?
- Max Aub se adelanta desde el final de la guerra y nos cuenta lo sucedido, hace justicia poética y devuelve a los republicanos todo el recuerdo que les debemos. Cuando los republicanos están rodeados por los fascistas en el puerto de Alicante, uno de ellos dice a su hijo, que somos las generaciones futuras: «Estos que ves ahora deshechos, maltrechos, furiosos, aplanados, sin afeitar, sin lavar, cochinos, sucios, cansados, mordiéndose, hechos un asco, destrozados, son, sin embargo, no lo olvides, hijo, no lo olvides nunca pase lo que pase, son lo mejor de España, los únicos que, de verdad, se han alzado, sin nada, con sus manos, contra el fascismo, contra los militares, contra los poderosos, por la sola justicia; cada uno a su modo a su manera, como han podido, sin que les importara su comodidad, su familia, su dinero. Estos que ves, españoles rotos, derrotados, hacinados, heridos, soñolientos, medio muertos, esperanzados todavía sin escapar, son, no lo olvides, lo mejor del mundo. No es hermoso. Pero es lo mejor del mundo. No lo olvides nunca, hijo, no lo olvides.
- Lloraba. El niño -tendría cinco años- lo miraba sin comprender».
- Título: Campo de los almendros.
- Autor: Max Aub.
- Editoriales: Alfaguara y Punto de Lectura.