Recomiendo:
1

No más feminicidios

Fuentes: Rebelión

Las imágenes no pueden otra cosa que hacernos sentir una real sensación de horror, la reciente noticia del brutal asesinato de Ingrid Escamilla, conmueven a cualquiera con un poco de sentido común, pero desafortunadamente como suele ocurrir en estos casos, la violencia tan normalizada en la sociedad mexicana en contra de la mujer, hace que […]

Las imágenes no pueden otra cosa que hacernos sentir una real sensación de horror, la reciente noticia del brutal asesinato de Ingrid Escamilla, conmueven a cualquiera con un poco de sentido común, pero desafortunadamente como suele ocurrir en estos casos, la violencia tan normalizada en la sociedad mexicana en contra de la mujer, hace que pasados unos días y en algunos casos unas horas, todo se diluya y lo que fuera una sensación de pesar, sea dirigida a otro lado mediante las estrategias del mercado que nos ofrece consumir mercancías desechables a cambio de nuestra dignidad humana.

La violencia contra las mujeres es tan real como lo es la resistencia del machismo a reconocer su papel en ella, la constitudianaria violación de los derechos de la mujer en nuestra sociedad es una constante histórica arraigada a patrones culturales que la sostienen, la justificación cínica recurrente que culpa a la víctima de la violencia ejercida sobre ella y niega el carácter estructural del machismo es la defensa que de sí mismo hace el sistema para continuar siendo machista, pero es algo mucho más complejo, no es únicamente una respuesta automática, es en realidad, una estrategia comprobada para mantener el statu quo, ello significa, que la estructura sistémica está basada justamente en la opresión, en este caso, en la opresión de la mujer por el hombre o incluso por otras mujeres que han aceptado ser parte de la dominación.

Nótese la propia defensa del asesino, Érick Francisco, al pretender justificarse diciendo que había consumido drogas y fue poseído por el demonio, alegato desvergonzado para declararse sorprendido ante los hechos, exponerse psicológicamente incapaz y así buscar una pena menor a la correspondiente, el problema es que el sistema lo permite, no sería la primera vez y mientras sea posible no será la última, Ingrid había denunciado meses atrás a su agresor y como es costumbre nada se hizo al respecto. Lo anterior no es otra cosa que la ejemplificación de que la violencia contra la mujer no sólo es negada mientras se ejerce, es muestra de que todo el sistema está constituido para oprimir, por eso la justa crítica del feminismo al patriarcado, es decir, a la lógica estructural del sistema. Claro, lo anterior no significa que hombres no opriman a otros hombres y no ejerzan violencia sobre ellos, pero sí significa que además de la violencia natural del sistema, la mujer es doblemente violentada por el simple hecho de ser mujer, algo así como el pecado original que tanto gusta a los sacerdotes recordar.

En este contexto tan adverso, todos y todas tenemos responsabilidad, el feminismo ya desde hace décadas ha tomado su responsabilidad activa generando una amalgama de caminos para transformar la realidad social y otorgar a las mujeres su lugar, sus derechos y su dignidad. Por el lado de los hombres no puede decirse que estamos en cero, poco a poco se diversifican y socializan grupos, ideas y acciones a favor de la generación de una nueva masculinidad, aunque claro, la violencia reitera en todas sus manifestaciones contra la mujer de manera constante, deja en claro que nos falta muchísimo.

Necesitamos la generación de conciencia generalizada para procurar el replanteamiento de la idea del hombre y la masculinidad, requerimos romper el eterno condicionamiento del ser masculino representado por el macho, una creencia sostenida que deber ser desnaturalizada, requerimos poner fin a todas las formas opresivas ejercidas de manera consciente e inconsciente por el hombre sobre la mujer y también sobre otros hombres.

Repensar la masculinidad para cambiar el mundo es una de las tareas urgentes para el movimiento progresista, hacer de este siglo XXI, el tiempo de la emancipación total, superando la dominación sistémica en todos sus ámbitos y, con ello, dejar atrás al machismo y la violencia contra la mujer. Los hombres tenemos que reconocer nuestra responsabilidad en la reproducción del patriarcado y de la opresión violenta sobre la mujer. Una nueva conciencia para un nuevo mundo, la idea de humanidad necesita también una nueva interpretación en conjunto, mujeres y hombres, construyendo ese mundo soñado donde «quepan todos los mundos». Dejemos atrás la explotación, la discriminación, la desigualdad, la violencia y opresión contra la mujer y contra otros hombres, pongamos fin al feminicidio; erradiquémoslo de nuestra cultura y sociedad. Hagamos del mundo un lugar realmente justo, superando las arcaicas estructuras patriarcal-capitalistas.

¡Ni una menos!

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.