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No nos manipulan

Fuentes: El País, de Tarija

«Para manipular eficazmente a la gente sea necesario hacer creer a todos que nadie les manipula» decía John Kenneth Galbraith y tenía muchos fundamentos para decirlo porque el dominio y el control sobre las personas y los pueblos se llevan a cabo mediante técnicas de manipulación que están diseñadas para pasar desapercibidas. Y ahora, precisamente, […]

«Para manipular eficazmente a la gente sea necesario hacer creer a todos que nadie les manipula» decía John Kenneth Galbraith y tenía muchos fundamentos para decirlo porque el dominio y el control sobre las personas y los pueblos se llevan a cabo mediante técnicas de manipulación que están diseñadas para pasar desapercibidas.

Y ahora, precisamente, cuando el país está en plena «reconstitución», es cuando la manipulación se aplica al máximo y tenemos, por lo tanto, todo el derecho de delatarla, una y otra vez, porque una y otra vez somos blanco de los manipuladores del lenguaje.
Sin capital, los hidrocarburos no sirven para nada. Bolivia está bloqueando su única posibilidad de supervivencia, que es abrirse incondicionalmente al capital. Las políticas gubernamentales espantan al capital. Eso nos lo están repitiendo hasta la nausea, hace varios meses.

De tanto oírlo decir, muchos acaban creyendo esas «verdades» y no perciben que están siendo manipulados. La mayoría de los programas de TV dirigidos al gran público utiliza un discurso, argumentos, personajes, y un tono particularmente infantil, como si el espectador fuera un niño de corta edad.

Cuanto más se intente buscar engañar al espectador u oyente, más se tiende a adoptar un tono simplón. ¿Por qué? Si se dirige a una persona como si tuviera la edad de 12 años, sin plantearle nada que le cuestione, tendrá, con cierta probabilidad, una respuesta o reacción desprovista de sentido crítico.

Está demostrado que una mentira o una media verdad repetida una y otra vez por un poderoso medio de comunicación, o una institución científica, se convierte en una verdad de hecho. Viene a constituir «una creencia», algo intocable. La propaganda tiende a favorecer no verdades sino «creencias».

Como esa de la inevitabilidad de las inversiones (externas, preferible), indiscriminadas, sometidas a sus reglas y no a las del país, inmunes, impunes más bien, en su asimétrica relación con nosotros, «inversionistas» alardeando de sus «asociaciones» con el país que son, como decía Amilkar Acosta, asociaciones de caballo con jinete.

«La manipulación y la utilización sectaria de la información deforman la opinión pública y anulan la capacidad del ciudadano para decidir libre y responsablemente. Si la información y la propaganda resultan armas de gran eficacia en manos de regímenes totalitarios, no dejan de serlo en los sistemas democráticos; y quien domina la información, domina en cierta forma la cultura, la ideología y, por tanto, controla también en gran medida a la sociedad».

Eso lo sostiene alguien que sabe lo que dice y por algo lo mantienen como uno de los geniales pensadores del MIT. Noam Chomsky
Y agrega, a propósito de la manipulación del lenguaje: «A los países que han sido esquilmados y empobrecidos por el latrocinio de las grandes empresas y los intereses de las grandes potencias y que tratan de salir de la miseria acatando las recetas de los que les han robado, se les llama ‘en vías de desarrollo'».

Algunos acabarán creyendo que nadie los manipula. Pero nunca podrán manipular a todos y entre los que se resisten, como personas y como medio de comunicación, con modestia pero con certeza, nos incluimos.