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Espiral de violencia en el fútbol argentino

No por arte de magia sino por arte de mafia

Fuentes: APM

>Argentina pone en aprietos a los melindrosos capos de la FIFA. La complicidad entre dirigentes, políticos, poderes públicos, periodismo y hordas de matones quedó en carne viva. Los capos del fútbol mundial, apoltronados en sus confortables sillones suizos, quizá hayan levantado sus teléfonos para decirle a Julio Grondona algo así como «de esta forma no […]

>Argentina pone en aprietos a los melindrosos capos de la FIFA. La complicidad entre dirigentes, políticos, poderes públicos, periodismo y hordas de matones quedó en carne viva.

Los capos del fútbol mundial, apoltronados en sus confortables sillones suizos, quizá hayan levantado sus teléfonos para decirle a Julio Grondona algo así como «de esta forma no podemos seguir, hay que disimular un poco; ya pasaron los tiempos de Lucky Luciano, ahora somos empresarios…dicho esto con todo respeto, nada personal, sólo se trata de negocios».

Es que el tal Grondona, titular eterno de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y habitual apoyanalgas sobre aquellos sillones suizos (tiene su lugar en las más altas cumbres de la Federación Internacional del Fútbol Asociado o FIFA), está en aprietos. La ola de violencia en los estadios y el modelo de corrupción e impunidad ante los poderes públicos podrían estar yéndosele de las manos.

Partidos suspendidos porque las «barras bravas» – verdaderas formaciones de delincuentes a sueldo- irrumpen en el juego con actos de vandalismo. Partidos y calendarios «arreglados». Amenazas o «aprietes», como se dice aquí, a jugadores para que pongan empeño en la victoria o se dejen ganar, según los casos.

En los últimos días, la mira se centró sobre un club tradicional pero menor de la primera división – Gimnasia y Esgrima, de la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires -, pues la semana pasada, tras perder 4-1 con el poderoso Boca Juniors, de esta capital, los jugadores del derrotado denunciaron en forma pública haber sufrido amenazas por parte de la «barra brava» para que «jugasen para atrás», es decir para dejarse ganar.

En realidad se trató de un medio partido porque en esa oportunidad se completó el que había quedado suspendido dos meses antes, cuando al árbitro del encuentro decidió detenerlo tras recibir amenazas por parte del titular del club de La Plata.

Los «barras bravas» de Gimnasia y Esgrima fundaron sus «aprietes» a los jugadores en que, al perder, le dificultaban la carrera por el título de campeón al eterno rival – Estudiantes – también de La Plata.

En este clima de corrupción no falta el aliento oficial al trabajo infantil, toda vez que empresarios, clubes y Estado avalan los contratos sobre jugadores adolescentes, casi siempre a cargo de grandes empresas del negocio en Europa.

Esas y otras trapisondas son organizadas por la FIFA. La diferencia entre vandalismo a la argentina y las maniobras de los jerarcas de suiza consisten en que los primeros pecan de exagerados e indiscretos mientras que los segundos, con mayor experiencia y en otro marco político general – el de los políticamente correctos regímenes desarrollados – son más pulcros a la hora de guardar las formas.

Por ejemplo, el último campeón mundial – Italia – disputó los pasados juegos de Alemania envuelto en un escándalo tanto o más grave que el que sacude al fútbol argentino, pero los europeos y la FIFA saben guardar las apariencias.

Algunos de los clubes involucrados en coimas y arreglos de torneos pasarán una breve temporada en las ligas menores. Un escarmiento de alta visibilidad mediática para que, en el fondo, todo siga igual. En definitiva un dudoso homenaje al gran escritor italiano Lampedusa, pues conviene no olvidar que los negocios del fútbol – legales e ilegales y con los de la televisión incluidos – representan miles de millones de dólares por año.

Sobre el escenario argentino nada falta. Mejor dicho, sobre de todo. El jefe de la «barra brava» de Boca Juniors, Rafael Di Zeo, por ejemplo, está casado con Soledad Spinetto, quien hasta hace un año trabajó en la secretaria privada del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá. En octubre de 2003, Santiago Lancry, otro integrante de la misma banda fue detenido por la policía en su lugar de «trabajo»: la Legislatura de la provincia de Buenos Aires.

La «barra brava» de Boca Juniors (La 12), que como todas las demás cuenta con apoyo expreso de la institución, trabaja activamente en los actos políticos que tienen como protagonista al titular del club, el empresario Mauricio Macri, candidato de derecha no se sabe aún si a la presidencia de la República o la jefatura de gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

El rival histórico de Boca Juniors, River Plate, tiene un presidente, José María Aguilar, que fue tentado por dirigentes allegados al gobierno nacional para enfrentar a Macri si éste termina postulándose al frente de la ciudad capital. La idea consiste en aprovechar la combinación de rivalidades políticas y deportivas.

Por su parte, la «barra brava» de River Plate, autodenominada «Los borrachos del tablón» apoyan a Aguilar, siempre y cuando éste asegure protección y buenos negocios.

Los buenos negocios de todas las «barras bravas», pertenezcan a clubes de primera línea o otros que juegan en campeonatos inferiores, consisten en el robo, la venta de drogas, la participación como fuerzas de choque en actos políticos y otras delicias garantizadas por la impunidad mafiosa, en la cual también intervienes sectores de la fuerzas policiales, propiciando «zonas liberadas» para comodidad de la hordas de matones.

En esta red que parece estar por fuera de todo control público – más allá de las vestiduras rasgadas cada vez que acontece un hecho espectacular- participan muchos encumbrados dirigentes de la central sindical más poderosa del país – la CGT-, en éstos momentos muy allegada al gobierno.

El secretario general de la CGT, Hugo Moyano, y su hijo Pablo tienen activa influencia sobre la «barra brava» y los directivos del club Independiente, mientras que uno de su más encarnizados opositores al interior de la central obrera, Luis Barrionuevo, controla las huestes del club Chacarita Juniors, actualmente en la segunda división pero entidad de prolongada trayectoria y acentuada inserción popular.

Entre otras galardones, Barrionuevo ostenta el de haber sido funcionario del ex presidente Carlos Menem, época en la que muy suelto de cuerpo dijo «para arreglar al país tenemos (los gobernantes) que dejar de robar por dos años».

Es histórico en Argentina que estos dirigentes de la burocracia sindical, que se identifican con los sectores más derechistas del peronismo, sean en realidad más que prósperos millonarios, con fortunas amasadas en connivencia con las empresas, las cámaras patronales y el propio Estado.

La prensa porteña reveló este martes que el famoso futbolista Sebastián Verón, ex integrante de la selección nacional, de dilatada carrera en el fútbol europeo y en la actualidad figura estelar de Estudiantes de La Plata, mantiene excelentes relaciones con la «barra brava» de ese club, en coordinación con sectores políticos provinciales que se enrolan en las filas políticas del presidente Néstor Kirchner.

Cabe recordar que fue Sergio «la Tuta» Muhamad, un matón identificado con la «barra brava» de Chacarita Juniors y «militante» pro Kirchner en esta ciudad, quien hace menos de un mes estuvo al frente de la represión parapolicial contra los trabajadores del Hospital Francés que defendían su fuente de trabajo.

En escenarios como el que trata esta nota, y desde Buenos Aires, es tentador recurrir a una expresión acuñada por uno de los máximos creadores de la poética tanguera, Armando Santos Discépolo. Según el poeta, la cultura argentina suele ofrecer contradicciones y paradojas tan marcadas como decir «la Biblia junto al calefón».

Qué vigencia tendrá Discépolo, si hasta un banquero y dirigente comunista como Carlos Heller, quien se postula a jefe de gobierno de Buenos Aires, acaba de fundamentar su capacidad para la gestión pública en su paso como dirigente de Boca Juniors, en la administración que ese club tuvo antes de la llegada de Macri.

La referencia al negocio del fútbol no es lo más aconsejable para un portavoz de sectores progresistas, puesto que las redes mafiosas del mismo no surgieron ayer sino forman parte del trabajo urdido bajo protección de la dictadura militar de los años ´70, trabajo del cual surgió el poder del capo Grondona.

Matones a sueldo, dirigentes del fútbol, políticos, sindicalista y funcionarios policiales no están solos. A título no de espíritu santo sino de espíritu maligno también participa el conglomerado de grandes medios de comunicación – en forma muy especial las empresas ligadas a Grondona que manejan en multimillonario negocio de la televisión -, responsables del encubrimiento sistemático del accionar mafioso.

Raras son las excepciones que dentro del periodismo deportivo se atreven a cuestionar a fondo el entramado de violencia y corrupción, puesto que el sector está digitado por un puñado de empresas y multimedios que trata al asunto sólo cuando éste se hace insostenible, y apenas para disimular su activa complicidad.

No se sabe qué podrá suceder en los próximos días. Algunos hablan de medidas ejemplares por parte de las autoridades públicas, como la suspensión de las actividades futbolísticas. Otros sostienen que la justicia – ante la cual han prestado declaraciones algunos de los jugadores amenazados por las «barras bravas» – podría también intervenir en forma decidida.

Sin embargo, y como esto ya sucedió muchas veces, demasiadas, con idénticas manifestaciones espectaculares pero sin ningún tipo de medida concreta, en la sociedad futbolera de este país – una verdadera mayoría por lo menos entre los varones – predomina la sensación de hartazgo ante tanta impunidad.