¿Argentina está en default? En la opinión del cronista sí, pero en una cesación parcial porque no ha podido pagar efectivamente a los bonistas que aceptaron los canjes. Y quedó en esa incómoda situación no por su culpa, pues había depositado mil millones de dólares para atender esos vencimientos. Ocurrió que, por el fallo del […]
¿Argentina está en default? En la opinión del cronista sí, pero en una cesación parcial porque no ha podido pagar efectivamente a los bonistas que aceptaron los canjes. Y quedó en esa incómoda situación no por su culpa, pues había depositado mil millones de dólares para atender esos vencimientos.
Ocurrió que, por el fallo del juez Thomas Griesa, el banco pagador, Bony, no hizo efectivo esos giros a los bonistas, congelando el pago de las autoridades argentinas. El magistrado quería que antes se abonaran 1.500 millones de dólares a los «fondos buitres» que no ingresaron a esos canjes. Para él era buitres o nada. Y fue nada.
La presidenta y el ministro de Economía no quieren ni oír la palabra default. Se entiende esa postura porque han pagado en estos años 190.000 millones de dólares de deuda externa, contando también al 92,4 por ciento de bonistas. Argentina paga, por eso es incorrecto decir que ha entrado en default, argumentan.
Sin embargo, desde el punto de vista de Griesa y su mediador, Daniel Pollack, el país entró en default. Para ISDA y demás agencias que regulan el pago de pólizas contra riesgo de default, también se traspasó esa línea roja y están por abonar mil millones de dólares de tales seguros.
Axel Kicillof pidió a la Comisión de Valores de Buenos Aires que demande a su similar norteamericana, SEC, una investigación sobre las empresas que contrataron esas pólizas. Supone con razón que pueden ser los mismos fondos capitaneados por Paul Singer. Su intransigencia en las audiencias podría haber sido una forma de impedir el acuerdo y cobrar esos seguros anti-default. Y luego seguir pleiteando, por supuesto, por los 1.500 millones fijados por Griesa.
Lo importante no son las palabras como se denomine a un fenómeno tan complejo como esa confrontación con los fondos que sobrevuelan Wall Street. Es una cuestión de fondo: ¿Argentina debía capitular y pagar según lo ordenado por el polémico juez, u ofrecer que NML Capital y los fondos entraran al canje en los mismos términos que la mayoría aceptó en 2005 y 2010?
Esa es la verdadera divisoria de aguas. Gran parte de la oposición, salvo un sector que milita en la izquierda, era partidaria de agachar la cabeza y oblar como dictaminó Griesa. Por otra parte el gobierno y muchísimos sectores políticos y sociales que van más allá del kirchnerismo, en cambio, se estiraban sólo hasta la oferta de ingreso al canje de cuatro años atrás. En esa disyuntiva, la segunda opción era la mejor.
Los bajó del caballo
Vencido el plazo de gracia para alcanzar un acuerdo el 30 de julio, la presidenta habló al día siguiente, ponderando el desempeño de Kicillof en Nueva York. Para Economía, lo del juez había sido lamentable, lo mismo que la actuación del «special master» Pollack, pues ambos habían estado muy lejos de la imparcialidad. Que el primero dejara en manos de los «fondos buitres» la potestad de pedir el «stay» o cautelar, en vez de resolverla por sí, ilustraba el alineamiento del juzgado con Paul Singer.
La mandataria ya había hablado el día antes desde Caracas, en la reunión del Mercosur, donde obtuvo la solidaridad de los otros presidentes (para que tome nota Mariano Obarrio, de «La Nación», quien desde la cumbre del BRICS aseguraba que los colegas de CFK no expresaban tal apoyo). De la capital venezolana se fue Kicillof hacia Nueva York para asistir a las últimas reuniones en el día D del conflicto, con el resultado ya comentado.
Ya de regreso a Buenos Aires, la presidenta ratificó lo actuado por su ministro, halagado como presidenciable por el cambiante Luis D’Elía, para quien había nacido una estrella en el firmamento kirchnerista. No les habrá causado mucha gracia a Daniel Scioli, Florencio Randazzo y el resto de la constelación…
Cristina cuestionó a Singer y demás acreedores «malos» que reclaman un 1.600 por ciento de ganancias en seis años, en vez de aceptar un más que interesante 300 por ciento en dólares. ¿O sea que los bonistas «buenos» tienen un rendimiento en esa moneda del 50 por ciento anual? No es tan bueno el negocio que el país firmó con ellos por dos veces. No es nada bueno para las reservas del Banco Central.
La presidenta «bajó del caballo» a los banqueros argentinos que habían iniciado algunas negociaciones para comprar la deuda a Singer o bien para poner una caución de 250 millones de dólares. En este caso los buitres tendrían asegurado que después de enero de 2015, cuando no existiera la cláusula RUFO, finalmente cobrarían.
Cristina les dijo -sin nombrarlos- a Jorge Brito (Macro) y otros banqueros que no eran San Martín y no se hicieran los salvadores de la Patria con la plata de los ahorristas. Esos banqueros deben haber desistido no por el tono poco contemporizador de los comunicados de Economía en esos días cruciales, sino porque los «buitres» les pedían un monto que aquéllos no iban a recuperar después del gobierno.
Fue una crítica filosa de la jefa de Estado a banqueros que han estado muy cerca del gobierno, ganando mucho dinero (29.000 millones de pesos en 2013).
Debatir nuevas medidas
Resta saber si esas reprimendas presidenciales a los banqueros de Adeba son compartidas o no por todo el gobierno. Es que éstos tenían más que media palabra comprometida por el titular del Banco Central, Juan Carlos Fábrega. Una solución amigable en el juzgado de Griesa también era parte de la ilusión de Scioli, que nada a dos aguas entre kirchnerismo y peronismo más tradicional. Es amigo de la embajada norteamericana en Buenos Aires y del Council of Americas en Nueva York.
Sin llegar al nivel de histeria de Mauricio Macri, Sergio Massa y la cúpula de la Unión Industrial y Adeba-ABA, es obvio que Scioli y gobernadores justicialistas como Gioja, Urtubey, Fellner y otros querían llegar a un arreglo con los «fondos piratas».
Es una situación interna del Frente para la Victoria y el PJ que deberá arreglar la presidenta, con un debate democrático al que normalmente no recurre y tomando luego medidas que sí es su modus operandi de gobernar. Griesa, Pollack y Singer componen un equipo unido. ¿Podrá lograr Cristina un nivel de unidad similar en su tropa?
Además de discutir si lo actuado por Kicillof era lo correcto, debería analizarse cómo se actuará de aquí en más, frente a las maniobras económico-financieras y jurídicas, en el fondo políticas, que irán adoptando aquellos segmentos del capital financiero internacional que, como dijo CFK, «quieren voltear al país».
El cronista dijo en el inicio: el país entró en default técnico o selectivo. No hay que tener miedo a las palabras, como tiene el gobierno al omitir la inflación y la recesión; la primera existe comprobadamente y la segunda se está configurando. Hay default pero no es la muerte ni mucho menos.
Sucede que ahora habrá que combatir más la inflación generada por los monopolios y no alcanzará con «Precios Cuidados». Y controlar más el mercado de cambios e impedir la fuga de capitales, marcando a los bancos hombre a hombre y en toda la cancha. Y queda picando la necesidad, que venía de antes, de estatizar el comercio exterior, para captar el grueso de las divisas e impedir sub y sobre facturaciones.
¿Se animará el gobierno a emprender este camino o en semanas volverá silbando bajito al juzgado de Griesa?
Reactivar la economía
Hablando de palabras que incomodan al gobierno, también está la recesión. Desde el punto de vista técnico, dos trimestres seguidos con caída del producto pone a una economía en recesión. Con las estadísticas maleables del INDEC, ahora en una etapa más auspiciosa, se podrá discutir si se ha llegado a ese punto o no.
Lo que difícilmente se pueda rebatir es que la industria en particular viene de once meses con malos registros, habiendo caído en junio pasado 1,2 por ciento y en el segundo trimestre del año 3,2 por ciento. El número de obreros ocupados cayó 2 por ciento en el segundo trimestre, unos 25.700 empleos. Las horas trabajadas también vienen cuesta abajo, por las suspensiones de muchas empresas, en particular las automotrices y autopartistas.
Para torcer la tendencia, que podría ser peor en el segundo semestre, habría que discutir medidas entre el gobierno, los empresarios nacionales pequeños y medianos (sin la UIA y sus socios sojeros del Foro de Convergencia Empresarial), y los sindicatos. ¿El objetivo? Impedir que la marcha hacia la recesión sea un hecho consumado, para lo que sería buena una ley que prohíba despidos y suspensiones. En tal caso, el Estado debería apoyar a las firmas Apymes nacionales con un programa como el Repro u otro mejor canalizado, en vez del criterio de subsidios incluso a monopolios que se pagaron en el pasado reciente.
Esto es lo positivo de haber entrado en esta nueva situación, luego de rechazar la extorsión de los «fondos buitres». Ahora hay que discutir cómo se vive «con lo nuestro». Y si faltan dólares y recursos no se deberá seguir dilatando más el debate y plan sobre una reforma tributaria antimonopólica y contra la renta financiera. Es hora que el gobierno deje de sacarle el glúteo a la jeringa.
Fuente original: http://www.laarena.com.ar/