Es equivocada la visión política que postula que ha habido una opción electoral entre dos partidos democráticos que se manejan respetuosamente dentro de la democracia burguesa. Junto con esto también es un error pensar que el macrismo se va a manejar democráticamente y va a aceptar eventuales victorias electorales parlamentarias en 2017 y presidenciales en […]
Es equivocada la visión política que postula que ha habido una opción electoral entre dos partidos democráticos que se manejan respetuosamente dentro de la democracia burguesa. Junto con esto también es un error pensar que el macrismo se va a manejar democráticamente y va a aceptar eventuales victorias electorales parlamentarias en 2017 y presidenciales en 2019.
El macrismo no es un adversario sino un enemigo político. No accedió al gobierno para turnarse con el kirchnerismo según sea el resultado electoral. El objetivo del macrismo es destruir todo vestigio de kirchnerismo y de las leyes que éste propulsó. La estrategia es eliminar al máximo todos los derechos del pueblo, someterlo a una aplastante derrota, desanimarlo, desmovilizarlo, confundirlo ideológicamente, hundirlo en la impotencia.
Para lograr este objetivo el macrismo recurre y recurrirá a todo tipo de medidas represivas, pasa y pasará por encima de todas las instituciones democráticas vigentes, gobierna y gobernará cada vez más como una dictadura vestida de civil. Y en esta perspectiva es un escenario posible que en el 2019 no solamente no haya elecciones, o se realicen totalmente manipuladas, sino que se instaure todo un régimen de dictadura pura y simple aunque posiblemente manteniendo la presidencia civil de Macri. Una dictadura total apenas disimulada en las formas.
Obviamente, todo depende de que la lucha del pueblo no impida la concreción de esta estrategia. Que el pueblo ya está luchando y que luchará mucho más es indudable, pero existe un talón de Aquiles sin resolver: la elevación del nivel de conciencia política del pueblo, de la clase obrera, del movimiento kirchnerista, de un modo general del conjunto del pueblo y sus dirigentes.
La izquierda realmente existente sigue fuera de la lucha contra el capital concentrado al poner un signo igual, o casi, entre kirchnerismo y macrismo, en base a la «caracterización» de que los dos son burgueses y los dos defienden al capital concentrado, con diferencias políticas sutiles.
El kirchnerismo no ha ponderado el tremendo cambio en la relación de fuerzas que implica haberle dejado todo el aparato estatal al macrismo. A pesar de que denunciaron y denuncian la verdadera política del macrismo, de alguna manera todos sus dirigentes, con matices, consideran que todo sucede dentro de la «democracia» y confían en volver electoralmente en el 2019. Toda la resistencia que promueven y ejercen está enmarcada en esa concepción política. El proletariado argentino no ha tenido prácticamente actividad política en este siglo. Se ha limitado a la lucha sindical, sobre todo cuando ha sido dirigido por la izquierda actual, o bien ha prestado un apoyo pasivo al kirchnerismo.
El kirchnerismo, por su composición social y su ideología es básicamente pequeño burgués, de clase media. Todos los avances sociales reales y efectivos realizados desde el gobierno con apoyo popular están enmarcados en esa perspectiva. Se maneja dentro de los límites de la democracia burguesa, límites que el macrismo no respeta ni respetará.
Sin sobrepasar aunque sea mínimamente esos límites, encaminándose hacia una democracia más plena, realmente de todo el pueblo, es imposible ofrecer alguna resistencia más o menos efectiva a la ofensiva feroz del capital concentrado que ejerce el macrismo en el gobierno.
Pero internarse en la profundización de la democracia significa inevitablemente avanzar unos pasos en la lucha de clases, lo que asimismo implica empezar a abandonar la conciliación de clases que predica el kirchnerismo. Se necesita la incorporación de la clase obrera a la lucha política.
La pequeña burguesía, o sea la clase media, no puede cumplir un rol dirigente, tiene que seguir a otro. Es un problema histórico, universal. La única clase social que puede dirigir con éxito la resistencia al macrismo es la clase obrera.
Pero la clase obrera no tiene una dirección política. La izquierda actual se limita a la lucha sindical y a la competencia electoral.
El problema es lograr que el renacer político de gran parte de la población, expresado en el kirchnerismo, no se frustre, sino que avance políticamente a un nivel superior, a la altura de los desafíos que hoy enfrenta el pueblo.
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