Los últimos tres lustros han sido de cambios en América Latina; años de resistencias, luchas y victorias. El paraíso prometido en los ’80 por el neoliberalismo lo que logró fue el saqueo de nuestras riquezas por las transnacionales y el empobrecimiento de nuestras naciones. Las crisis y las luchas de los pueblos en este tiempo […]
Los últimos tres lustros han sido de cambios en América Latina; años de resistencias, luchas y victorias. El paraíso prometido en los ’80 por el neoliberalismo lo que logró fue el saqueo de nuestras riquezas por las transnacionales y el empobrecimiento de nuestras naciones. Las crisis y las luchas de los pueblos en este tiempo gestaron nuevos liderazgos y nuevos proyectos. Grandes sectores populares habían decidido ponerse de pie.
Dos años antes de que la URSS se disolviera, Fidel Castro previó los hechos, y el 26 de julio de 1989 anunció: «Si mañana o cualquier día nos despertáramos con la noticia de que se ha creado una gran contienda civil en la URSS, o incluso si nos despertáramos con la noticia de que la URSS se desintegró […] Cuba y la Revolución cubana seguirían luchando y seguirían resistiendo.» En medio de la vorágine de la larga noche neoliberal de los ´90, Cuba cumplió la promesa; no claudicó, brilló sola, firme, libre, soberana y siempre revolucionaría.
A finales de 2003, cuando todavía el neoliberalismo se resistía a desaparecer y amenazaba con engullirse a los pueblos, Fidel en Caracas junto a Chávez expresó: «Habrá que armarse de valor y de conciencia. Estamos observando que en los países vienen inevitablemente crisis y ocurrirán como en la Biblia cuando una ballena se tragó al profeta Jonás. No nos podrán digerir, nos tienen que devolver no hay manera de tragarse más de 500 millones de habitantes de América Latina.»
Los nuevos liderazgos conducidos por Chávez en noviembre de 2005, bajo el lema «¡ALCA, ALCA… al carajo!», enterraron en Mar del Plata las modernas pretensiones colonialistas del imperio liderado por George W. Bush. En el «Tren del Alba», que salió de Buenos Aíres rumbo a Mar del Plata, viajó con Chávez el líder boliviano Evo Morales. También asistieron artistas como Silvio Rodríguez, Daniel Viglietti, Santiago Feliú, Víctor Heredia y Manu Chao. No podía faltar Diego Armando Maradona, quien antes de partir dijo: «Pido a los argentinos que entiendan que vamos por la dignidad, para defender lo nuestro… Es un orgullo ir en este tren para repudiar a esa basura que es Bush… Si lo tuviera [a Bush] bajo un arco, le arrancaría la cabeza de un pelotazo.» Las palabras de Maradona condensaban las impotencias, sufrimientos, rabia y valentía de los pueblos.
En ese entonces Evo Morales era candidato por el Movimiento al Socialismo (MAS) a la presidencia, y su participación en Mar del Plata lo pintó de cuerpo entero: estaba a favor de los condenados de la tierra. En diciembre de ese año -2005- ganó las elecciones.
Aquella vez en Mar del Plata la prensa le preguntó «¿Qué viene a compartir con la Argentina?» Evo, sin titubear dijo: «Hay una esperanza de escuchar a ese Evo Morales y conocer esas luchas de los movimientos sociales orientadas en Bolivia en tres cosas. Primero, cómo refundar el país mediante la Asamblea Constituyente, significa que los pueblos indígenas, los campesinos excluidos mediante un modelo neoliberal, apostamos a ser actores de nuestro propio desarrollo, acabar con ese modelo. Es decir, que los recursos naturales sean el nuevo régimen económico de la nueva Bolivia con justicia y equidad, vivir en la diversidad. Segundo, nacionalizar los recursos naturales (especialmente los hidrocarburos, el gas natural), y tercero, acabar con las formas de concesionar o privatizar los recursos naturales. Un nuevo modelo de redistribución de la riqueza. El ALCA y la deuda externa son instrumentos de sometimiento, que tienen que ver con el comercio. Queremos propuestas para acabar con la pobreza, no fomentarla.»
Evo lleva siete años como presidente de Bolivia, y su prioridad ha sido la atención a las necesidades y demandas postergadas por muchos años del pueblo. Las políticas sociales implementadas acabaron con décadas de políticas neoliberales. Morales ha convertido las grandes riquezas minerales y energéticas en motores para estimular la agricultura, la industria, la ciencia y las tecnologías. Una de las primeras acciones de su gobierno fue nacionalizar los recursos naturales, que antes eran saqueados por las transnacionales, y los usó para mejorar el nivel de vida de los bolivianos, especialmente de las mujeres, niños y comunidades indígenas.
Todavía hoy en pleno siglo XXI es nauseabundo ver a periodistas y políticos de derecha en algunos programas de «análisis» de la televisión española, menospreciar al gobierno boliviano por las medidas adoptadas, y usar contra el presidente Evo Morales expresiones discriminatorias y xenofóbicas. Esas son muestras de cuán «civilizados y cultos» son los conquistadores de ahora.
Evo cuenta, que en una ocasión -antes de ser presidente-, le consultó a Fidel en La Habana: «Si un día ganara como presidente y Estados Unidos nos bloqueara económicamente, ¿Qué debo hacer, cómo debo prepararme?» Fidel le respondió «No tienes por qué tener miedo, Bolivia no es una isla como Cuba, Bolivia tiene países amigos y riquezas naturales». Y añadió dos cosas: «primero, teniendo gas y petróleo, minerales, cómo vamos a tener miedo al bloqueo económico. Solo debemos saber administrar, recuperar esos recursos. Segundo: Tienes ahí a Lula, a Kirchner, a Chávez, a Cuba; nosotros no teníamos nada de eso, y al final ni siquiera a la Unión Soviética».
El próximo domingo 12 de octubre -fecha en la que hace más de quinientos años llegaron los españoles para colonizar y conquistar nuestras tierras-, una vez más Evo participará en las votaciones presidenciales; y según todas las encuestas, por tercera vez ganará ampliamente las elecciones.
A una pregunta que le hizo Ignacio Ramonet a Fidel sobre la primera elección presidencial de Evo Morales en el 2005, el Comandante dijo: «Ha sido la elección milagro, la elección que estremeció al mundo, que estremeció al imperio y al orden insostenible impuesto por Estados Unidos. Demuestra que Washington ya no puede acudir a las dictaduras como en otras épocas, que el imperialismo no tiene los instrumentos de antes, ni puede aplicarlos».
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