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No vamos hacia el abismo, ya estamos en el abismo

Fuentes: Rebelión

Alberto Fernandez y su corte son un gobierno zombi, su renuncia a ser reelegido es el síntoma de su total debilidad, el previsible final después de una gestión repudiada por sus propios votantes. Al resto de los políticos burgueses, mediocres y arribistas, solo les importa que cargo puedan tener o mantener.

Disputan obscenamente en su burbuja, en medio de un país atravesado por una crisis descomunal, actuando de espaldas a los dramas que atraviesan la sociedad.

Frente al descalabro económico con 100% de inflación y 50% de pobres, las fallidas recetas van desde más de lo mismo, hasta los delirios de una ultraderecha de neofachos, que se reproducen en medio de la parálisis política, con el explícito apoyo de la difusión mediática, solo auguran más penurias para las mayorías

El kirchnerismo está en su peor momento, con el transcurso del tiempo ha ido perdiendo su capacidad disruptiva, se ha ido deshilachando en una deriva sin rumbo y sin mística, algo que sus seguidores ya asumen públicamente, Se somete ante el FMI y avala el pago de la deuda infame. Durante el macrismo no convocaron ni construyeron un camino de resistencia y ahora tratan de despegarse de este gobierno como si fueran ajenos a su creación. Aprobaron la designación y las políticas de Guzmán y luego las de Massa, el superministro pro yanqui. Se desesperan colgándose de la imagen de Cristina, que también es responsable del drama que hoy vivimos. La persecución política-judicial y el grave y repudiable atentado no pueden tapar su relación con lo que ocurre.

La verticalización de la política, ausente de protagonismo popular y vaciada de contenido, la fe mesiánica en personajes salvadores, el culto irrestricto a la jefatura, que se dibuja como infalible, es el transitado camino que desmoviliza, que amansa y genera impotencia. Con un músculo sin ejercicio no hay fuerza para resistir.

Memoria: Cobos, Scioli, Pichetto, Lousteau y cia. Cuando CFK puso a Alberto Fernandez, todos los que se dicen progresistas, los medios afines incluidos, celebraron lo que llamaron una ”brillante jugada maradoniana». Las credenciales previas, sus antecedentes personales y de quienes lo acompañan, la ausencia total de un programa cierto, el personalismo autosuficiente, la forma en que se ejerció la tibia oposición al macrismo, y la decisión de frenar toda movilización, auguraban que este sería el resultado. Un derrotero de contubernio con el poder real que no se quiso o no interesó ver. Nada de lo actuado insinuaba un camino diferente. Eludir el conflicto con los sectores dominantes, es someterse a ellos, las contradicciones son reales e insalvables, pero como era previsible han elegido ceder.

La mirada cada vez más corta no deja espacio para autocrítica alguna, siempre las causas del derrape están otra parte. Usar el recurso del miedo como método, donde la rabia deviene en reproche, es empobrecer la política, la manida apuesta al mal menor, se agota rápidamente, pues siempre deriva hacia un mal mayor.

El peronismo oficial, el pejotismo, no es más que una caterva de oportunistas y burócratas que actúa conforme a interese personales y existe gracias a su vocación para contener la bronca. Cualquier resto de rebeldía fue cooptado o aplastado. A pesar de un balbuceo anti-neoliberal, la genuflexión hacia EEUU y ante el FMI rememora mucho del peronismo menemista..

Han hecho todo lo posible para que vuelvan a gobernar los delincuentes que había que desplazar a cualquier precio. Porque si ganaba la derecha, habría ajuste y desocupación, los jubilados cobrarán una miseria, porque con Macri ya tuvimos una inflación del 50% que se devora los salarios, Milagro Sala seguirá presa, se multiplicaran los casos de gatillo fácil, no se investigará el origen de la deuda y nos la harían pagar a todos, miles de pobres se quedarán sin ayuda, el país profundizará el desastre ambiental y socialmente expulsivo del modelo megaminero y del agronegocio. Cualquier semejanza con la actualidad no es casualidad.

El FDT, es una caricatura de frente, las agrupaciones que lo integran son meros observadores pasivos sin voz ni voto, que bancan este desastre, espectadores complacientes que analizan la realidad con una vara tan baja que aceptan, con argumentos propios de la derecha, el todo vale, siempre y cuando les den algún espacio para sobrevivir. Una conducta vergonzante que en general ni se proponen defender.

Pocas veces estuvo tan expuesta la descomposición de la democracia burguesa y el republicanismo, un parlamento cretino, que no funciona, dónde la representación expone toda su falacia, un sistema judicial corrupto y venal y un ejecutivo incapaz e inepto envuelto en una escandalosa interna a cielo abierto, tan feroz como inmoral. La representación burguesa es una ficción de democracia, transformada hoy en una mascarada disfuncional.

Mientras tanto los buitres de JxC se pelean para ver quiénes serán los elegidos para terminar de carroñar lo que queda y de entregar las riquezas que aún no poseen las transnacionales, bajo el mandato explícito del FMI, que gobierna sin ser elegido. Compiten entre sí para ver quien será más represivo.

El nivel de inconsciencia sobre lo que ocurre es mayúsculo. La despolitización, el vaciamiento ideológico y cultural hizo estragos. No están exentos de responsabilidad quienes se refugian en los confortables recintos académicos, para publicar papers con diagnósticos críticos para ser leídos sólo por sus colegas, han renunciado al riesgo de comprometerse en la ardua y compleja batalla política y social, olvidando el valor de la praxis.

No hay reacción, una sociedad atemorizada, desarticulada y carente de espacios de socialización y construcción política, puede canalizar su impotencia en formas de legitimación y consenso hacia la ultraderecha.

Pocas veces se vio un movimiento obrero y estudiantil tan ausente, la mayoría de los movimientos piqueteros, que no fueron integrados al gobierno, ante los recortes impuestos por el Fondo, acotan su protesta al reclamo por la imperiosa necesidad de ayuda para poder subsistir. Configuran un cuadro que está muy lejos de las luchas y resistencias que alimentaron la rebelión del 2001. Un momento bisagra en la historia de cuatro décadas de esta democracia de opciones limitadas.

Hoy la derecha marca la agenda de lo que se debe decir y hacer. Las peores prácticas políticas son naturalizadas como lo dado e inevitable, que de manera maniquea y necia se presenta como el único horizonte posible. El desespero de quienes aún creen en esta fallida experiencia, se aferra ingenuamente a un milagro electoral que sostenga su supervivencia.

La izquierda debería concentrar sus fuerzas en actuar ante la crisis, más que en reproducir un internismo electoral tan desgastante como ajeno a las preocupaciones de los mas golpeados por el descalabro económico.

Recuerdo la polémica con muchos de mis amigos y compañeros que sostenían el apoyo a Alberto Fernández, porque con el peronismo en el gobierno se habría un escenario más propicio para la luchar contra los poderes dominantes. No sé trata de transitar ucronías, pero sería interesante reflexionar fraternalmente sobre esa postura a luz de los acontecimientos.

Sin construir una alternativa emancipadora, por más difícil y compleja que sea, que sin duda enfrenta condiciones claramente adversas, no podremos salir de este encierro perverso. Nadie puede asegurar que será factible, pero es peor seguir alimentando ilusorias expectativas en los proyectos de los enemigos del pueblo trabajador. El trovador Pete Seeger preguntaba en su himno a la rebeldía “De qué lado estás?” Muchos valiosos y honestos militantes deberían hacerse esta pregunta. Sino el angustiante futuro seguirá siendo como un presente repetido, un camino que conduce inevitablemente a un abismo mas profundo.

Quienes cultivan el dogma de lo posible, sin impugnar al capitalismo y consideran que la exclusión y la desigualdad son «excesos y contingencias» de un sistema al que un ilusorio Estado neutral puede humanizar, siguen camino al suicidio político y social. Se sabe que lo que garantiza la perduración y el desarrollo de la dominación no es solo la violencia, sino el consentimiento que prestan los dominados a su dominación.

El capitalismo globalizado no tiene nada en su esencia que le permita reformarse y cambiar para hacer un mundo mejor. Su único y verdadero rostro es el que acelera la violencia y profundiza la miseria, la injusticia y la barbarie que está arrasando con la vida en el planeta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.