El EZLN es seguramente la primera guerrilla que lucha por la vida, o por lo menos la primera en plantearlo de manera clara, contundente e inaudita en el siglo XXI. Nunca como ahora los planteamientos del neozapatismo largamente ignorados e invisibilizados resultan tan esenciales. No sólo por la pandemia, tanto como por el futuro que debemos construir después. Tampoco fueron los únicos en diagnosticar al sistema. Pero arribar a tal síntesis no puede explicarse tan solo por su obstinada persistencia de poco más de un cuarto de siglo (o de 500 años como se lee en su primera declaración). En sí mismas, aunque fundamentales, la resistencia, denuncia y oposición tanto al capitalismo como al patriarcado como engranajes del sistema hegemónico globalizado, tampoco alcanzan a dar cuenta de tal evolución.
Como movimiento social altermundista y antisistémico, el neozapatismo supo trascender lo local y concreto de los indígenas mayas, que lo fundaron, le demandaron; para convertirse en un ejemplo práctico-teórico y universal de lo que la humanidad puede lograr con la autonomía, esa generosidad constituiría el principal aporte a la dinámica social de lo que algunos científicos avizoran como una nueva era. Dicha era, no vendrá de manera automática, está siendo ya un parto doloroso y nada garantiza su alumbramiento.
Luego de que los teóricos del neoliberalismo decretaran el fin de la historia y el triunfo de su modelo económico como una verdad irrefutable, serían también los neozapatistas los primeros en convocar a un encuentro intergaláctico, por la humanidad y en contra del neoliberalismo como respuesta a un sistema injusto y suicida que privilegia la ganancia sustentada en las leyes del mercado, por encima de la reproducción de la naturaleza y de la vida en su conjunto.
El encuentro convocado en la Selva Lacandona inspiraría años más tarde al Foro Social Mundial en el nuevo siglo, ahí la articulación de los movimientos sociales con intelectuales y activista plantean Que otro mundo es posible… y necesario, avanzan en un método Pensar globalmente actuar localmente.
Después de verse traicionados por el estado mexicano en sus distintas versiones, el neozapatismo se ha visto en la necesidad de innovar y de poner en marcha la creatividad comunitaria, reconociendo en las artes y las ciencias (y en su compartición solidaria), elementos para el rescate de los “otros” que somos nosotros; rescate de aquello que metafóricamente denominaron como “tormenta” o “diluvio” inminentes, producto de un sistema de muerte que tiene en el dinero a su único dios verdadero y al éxito individual como religión oficial de la humanidad.
Luego de convocar a un sinfín de encuentros seminarios y festivales como el CompArte, ConCiencias o DanzArte, por mencionar algunos; en los que científicos, artistas, intelectuales, activistas e indígenas se escucharon, reflexionaron y debatieron alternativas comunitarias para el planeta. Finalmente el EZLN y el Congreso Nacional Indígena lanzan la propuesta de participar por primera vez en las elecciones presidenciales con una candidatura independiente, a través de una mujer indígena.
Marichuy recorre el país intentando inútilmente despertar la conciencia sobre los efectos que tienen capitalismo y patriarcado no sólo en México, sino en todo el planeta. Denuncia los proyectos de muerte y advierte sobre las consecuencias del agotamiento y la profanación de nuestra Madre Tierra. En su campaña sintetizó lo más radical de las cosmovisiones indígenas con los planteamientos políticos del neozapatismo. Ha tenido que ser un virus el encargado de poner a todos en su sitio. Esta vez no deberíamos fallar.