Quince o dieciocho constituciones han regido, a veces sólo en la formalidad, la vida institucional de Bolivia. La verdad, desde mi convicción más profunda, la segunda Constitución Política del Estado es la que el presidente Evo Morales promulgó ayer 7 de febrero de 2009 en El Alto. Todas las anteriores, fueron arreglos más o menos […]
Quince o dieciocho constituciones han regido, a veces sólo en la formalidad, la vida institucional de Bolivia. La verdad, desde mi convicción más profunda, la segunda Constitución Política del Estado es la que el presidente Evo Morales promulgó ayer 7 de febrero de 2009 en El Alto. Todas las anteriores, fueron arreglos más o menos mejorados de una primitiva concepción liberal en las relaciones humanas de una sociedad que emergía, a principios del siglo XIX, de un pasado colonial prolongado durante trescientos años.
Sin ningún ánimo peyorativo, quiero decir liberal en el sentido de la relación del ser humano con el Estado que, según la teoría montesquiana, es el resultado de un contrato social entre el conjunto de las personas para que, de un determinado modo, se establezca un gobierno que responde ante esa sociedad. Nada de esto es cierto y nunca lo fue. Los Estados estuvieron siempre manejados por grupos de poder, lo mismo en tiempos de la esclavitud que esta época capitalista. Pero el siglo XX fue la etapa de la experimentación para superar esa estructura y llegar al verdadero, al real contrato social.
Constitución comunitaria
«Dejamos en el pasado el estado colonial, republicano y neoliberal. Asumimos el reto histórico de construir colectivamente el Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, que integra y articula los propósitos de avanzar hacia una Bolivia democrática, productiva, portadora e inspiradora de la paz, comprometida con el desarrollo integral y con la libre determinación de los pueblos».
Proclama central del texto constitucional vigente desde ahora. Texto que recupera las experiencias de nuestros antecesores, de los Tupac Katari y Bartolina Sisa, de los Sebastián Pagador y Pedro Domingo Murillo, de los Zárate Villca y María Barzola, pero también de los conductores de la Revolución Francesa y de los libertadores de América. Todo se condensa porque el conocimiento pertenece a la humanidad y no a los grupos de poder.
Entonces, ¿qué hace especial a la nueva Constitución de Bolivia? La inclusión del sentido comunitario de la sociedad boliviana. Este sentido, con toda seguridad, es propio de varias otras regiones del planeta. Aquí, en Bolivia, se lo incluye por primera vez y, con toda seguridad, será descubierto por otros países, en su propia realidad.
Por eso proclamamos un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario. Son muchas palabras que pueden significar conceptos puntuales separados entre sí. En realidad, se trata de una visión de conjunto, que se expresa en una extensa frase. Con ella decimos que en este Estado, que fundamos ahora, rige la unidad de la sociedad, con derechos que respetan la diversidad de naciones enlazadas por su carácter comunitario. Si. Sociedad comunitaria. Este es el concepto esencial. Para los aymaras que lo conservaron a través de la dominación incaica, colonial y republicana, pero también para quechuas, rebajados a la condición de siervos y después de pongos, junto a sus hermanos aymaras, lo mismo que las incontables etnias que poblaron y han pueblan diezmados, las extensas tierras bajas de nuestra patria, esclavizados por patrones que, escopeta en mano, se niegan a reconocer el derecho de los dueños primigenios de ese territorio.
Constitución inclusiva
El presidente Evo Morales, que promulgó la nueva Constitución el 7 de febrero, subrayó con claridad y convicción, la necesidad y urgencia de ir «a la reconciliación de los originarios milenarios con los originarios contemporáneos». ¡Qué torpeza en las respuestas de autoridades departamentales y las opiniones de analistas provincianos! No bastan palabras, sino hechos. Que cada uno de ellos, cargue con los hechos de discriminación y vandalaje que cometieron en el pasado reciente. Ni uno solo de sus hechos habla de buscar el encuentro de bolivianos; al contrario, se esmeraron en demostrar que sus costumbres, sus métodos y sus tácticas son de odio, de mezquindad y de soberbia. Los provincianos analistas, volvieron a ser lo que aprendieron en su años de trapisonda: meros publicistas de la consigna que les entregaban y ahora también.
Subrayó el Presidente: «No podemos olvidar las grandes luchas de las heroínas de la Coronilla, de Warnes y Cañoto y otros líderes indígenas que lucharon por la independencia de está querida Patria que es Bolivia, pero finalmente el año 1825 llega la fundación con el Libertador Simón Bolívar; y aquí estamos reunidos para garantizar la segunda independencia, la verdadera liberación del pueblo boliviano». Esa es la historia, una historia de encuentros entre pueblos que lucharon por esta patria y que ahora, cuando dan un paso importante, tienen que restablecer esa unidad, ese consenso que constituye el factor esencial.
Por supuesto, no se trata de hablar por hablar, de decir cosas para buscar aplausos o poner en apuros al contrincante. Evo Morales dice seriamente: «Aquí yo debo decir que para implementar estas leyes que nos dejaron nuestros antepasados, tenemos que cambiar nosotros, tiene que cambiar Evo Morales, tiene que cambiar Álvaro García Linera, empezando de nuestras autoridades del gabinete, del Parlamento. ¿Y en qué consiste ese cambio? En dejar de ser egoístas, dejar de ser individualistas, dejar de ser ambiciosos, dejar de ser sectarios, regionalistas; primero la Patria, primero la igualdad, primero la unidad, primero la dignidad de los bolivianos y las bolivianas».
Qué acción más meritoria puede ser la anunciada allí mismo por el presidente: «Quiero aprovechar esta oportunidad, que a ningún corrupto se perdona, sea masista o no masista; corruptos a la cárcel, sean familiares o no familiares, corruptos a la cárcel». No se trata de un alarde, sino de un señalamiento puntual. El mensaje fue recibido por todos: por acusadores y acusados. Para que no queden dudas, añadió el presidente: «Pero también estamos viendo, hermanas y hermanos, que algunos corruptos hablan de la corrupción, de luchar contra la corrupción. Esos corruptos del pasado no tienen ninguna moral, ninguna autoridad, para querer luchar contra la corrupción. Primero ellos que se sometan a esta nueva Constitución para decir de dónde tienen tantos bienes y así vamos a acabar con la corrupción».
Con ese compromiso, habló de las leyes de convivencia que se dieron en los tiempos de la lucha contra la colonia y que, los mediocres, echaron al canasto y se apresuraron a embolsillarse prebendas, privilegios y sobreprecios. Son los mismos que, ahora, con canas en las sienes o en la barba o sin canas, que para el caso da lo mismo, hablan muy sesudamente de cómo debe ser este país en el que comenzaron caminando con sandalias y terminaron usando calzado italiano. Estos adulones del dinero, siempre existieron, aquí y en todo el mundo. Ya los describía con buen estilo, el escritor Nataniel Aguirre en «Juan de la Rosa».
Frente a tanta incomprensión, Evo Morales se impresiona. Se impresiona profundamente. Encuentra que, los pasos que está dando el pueblo boliviano, son pasos de hombres libres, de mujeres democráticas, de una sociedad que tiene dignidad. No puede menos que exclamar: «Hermanas y hermanos, es impresionante lo que estamos haciendo, de la rebelión de nuestros antepasados a la revolución democrática y cultural, de la revolución democrática cultural a la refundación de Bolivia. De la refundación, y es mi pedido, con respeto, de la refundación de Bolivia, a la reconciliación de los originarios milenarios con los originarios contemporáneos, respetando la igualdad de todos los bolivianos, de todas las bolivianas. Necesitamos un poco de tiempo para esta reconciliación; trabajemos, como siempre, con todas nuestras fuerzas sociales, con nuestras instituciones del Estado, por eso hermanas y hermanos, hoy día, histórico, proclamamos el Estado plurinacional, desde la ciudad de El Alto, desde Bolivia para el mundo».
Es entonces que llega el juramento que hicimos millones de bolivianos y bolivianas: «A nombre de los próceres de la liberación, a nombre de los héroes, de nuestros antepasados que dieron la vida por la vida de los demás, a nombre del pueblo boliviano, juran respetar y hacer respetar la nueva Constitución Política del Estado bolivianos. Si así lo hicieran, nuestros próceres de la liberación, nuestros héroes de la resistencia contra el Estado colonial, los premien, caso contrario, los castiguen. Han jurado para defender la nueva Constitución Política del Estado».
La fiesta que se vivió en ese momento, cuando aún no había cesado la intensa lluvia caída mientras el presidente Morales reflexionaba sobre esta trascendental transformación, fue impresionante. Tiempo, temperatura, espera, nada impidió que todos sintieran ser partícipes de una historia que marca el rumbo de un país, en el que nunca creyeron los grupos de poder. Ya no están más. El poder es del pueblo.